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Proclamación de la Segunda República española



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La proclamación de la Segunda República Española consistió en la instauración el 14 de abril de 1931 del nuevo régimen político republicano que sucedió a la monarquía borbónica de Alfonso XIII, que había quedado «deslegitimada» al haber permitido la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)[1]​ fracasada en su intento de vuelta a la «normalidad constitucional» con la dictablanda del general Berenguer (1930-1931).

La dictablanda del general Berenguer fue el último periodo de la Restauración caracterizado por el gobierno del general Dámaso Berenguer nombrado por el rey Alfonso XIII en enero de 1930 para que restableciera la «normalidad constitucional» tras la Dictadura de Primo de Rivera, y al que siguió el breve gobierno del almirante Juan Bautista Aznar, entre febrero y abril de 1931, que daría paso a la Segunda República Española. El término «dictablanda» fue utilizado por la prensa para referirse a la indefinición del gobierno de Berenguer, que ni continuó con la Dictadura anterior, ni restableció plenamente la Constitución de 1876, ni mucho menos convocó elecciones a Cortes Constituyentes como exigía la oposición republicana.[2]

El día 17 de agosto de 1930 tuvo lugar el llamado Pacto de San Sebastián, una reunión promovida por la Alianza Republicana en la que al parecer (ya que no se levantó acta escrita de la misma) se acordó la estrategia para poner fin a la monarquía de Alfonso XIII y proclamar la Segunda República. A la reunión asistieron, según consta en la nota oficiosa hecha pública al día siguiente, por la Alianza Republicana, Alejandro Lerroux, del Partido Republicano Radical, y Manuel Azaña, del Grupo de Acción Republicana; por el Partido Radical-Socialista, Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz y Ángel Galarza; por la Derecha Liberal Republicana, Niceto Alcalá-Zamora y Miguel Maura; por Acción Catalana, Manuel Carrasco i Formiguera; por Acción Republicana de Cataluña, Matías Mallol i Bosch; por Estat Català, Jaume Aiguader; y por la Federación Republicana Gallega, Santiago Casares Quiroga. A título personal también asistieron Indalecio Prieto, Felipe Sánchez Román, y Eduardo Ortega y Gasset, hermano del filósofo. Gregorio Marañón no pudo asistir, pero envió una «entusiástica carta de adhesión».[3]

En octubre de 1930 se sumaron al Pacto, en Madrid, las dos organizaciones socialistas, el PSOE y la UGT, con el propósito de organizar una huelga general que fuera acompañada de una insurrección militar que metiera a «la Monarquía en los archivos de la Historia», tal como se decía en el manifiesto hecho público a mediados de diciembre de 1930. Para dirigir la acción se formó un comité revolucionario integrado por Niceto Alcalá-Zamora, Miguel Maura, Alejandro Lerroux, Diego Martínez Barrio, Manuel Azaña, Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz, Santiago Casares Quiroga y Luis Nicolau d'Olwer, por los republicanos, e Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos y Francisco Largo Caballero, por los socialistas.[4]

El comité revolucionario republicano-socialista, presidido por Alcalá Zamora, que celebraba sus reuniones en el Ateneo de Madrid, preparó la insurrección militar que sería arropada en la calle por una huelga general. Este recurso a la violencia y a las armas para alcanzar el poder y cambiar un régimen político lo habría legitimado el propio golpe de Estado de 1923 que trajo la Dictadura de Primo de Rivera con la aprobación del rey.[5]

Sin embargo, la huelga general no llegó a declararse y el pronunciamiento militar fracasó, fundamentalmente porque los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández sublevaron la guarnición de Jaca el 12 de diciembre, tres días antes de la fecha prevista. Los dos capitanes insurrectos fueron sometidos a un consejo de guerra sumarísimo y fusilados. Este hecho movilizó extraordinariamente a la opinión pública en memoria de los dos "mártires" de la futura República.[6]

En febrero de 1931 el rey Alfonso XIII puso fin a la "dictablanda" del general Berenguer y nombró nuevo presidente al almirante Juan Bautista Aznar, que propuso un nuevo calendario electoral: se celebrarían primero elecciones municipales el domingo 12 de abril, y después elecciones a Cortes que tendrían el carácter de Constituyentes, por lo que podrían proceder a la revisión de las facultades de los Poderes del Estado y la precisa delimitación del área de cada uno (es decir, reducir las prerrogativas de la Corona) y a una adecuada solución al problema de Cataluña. Algunos entendieron que las elecciones eran un plebiscito sobre la Monarquía.[7]

Según los resultados electorales que fueron llegando al Ministerio de la Gobernación, en la Puerta del Sol de Madrid, las candidaturas republicano-socialistas ganaron en 41 de las 50 capitales de provincia, aunque en las zonas rurales hubo más concejales monárquicos que republicanos. Era la primera vez en la historia de España que un gobierno era derrotado en unas elecciones.[8]

En Madrid, los concejales republicanos triplicaban a los monárquicos, y en Barcelona los cuadruplicaban. Si las elecciones se habían convocado como una prueba para sopesar el apoyo a la monarquía y las posibilidades de modificar la ley electoral antes de la convocatoria de Elecciones Generales, los partidarios de la república consideraron tales resultados como un plebiscito a favor de su instauración inmediata. El marqués de Hoyos llegaría a decir que «las noticias de los pueblos importantes eran, como las de las capitales de provincia, desastrosas». Dependiendo de autores, hay distintas interpretaciones de los resultados.

A las diez y media de la mañana el presidente Aznar-Cabanas entraba en el Palacio de Oriente de Madrid para celebrar el Consejo de Ministros. Preguntado por los periodistas sobre si habría crisis de gobierno, Aznar-Cabanas contestó:[9]

En la reunión del Gobierno el ministro de Fomento Juan de la Cierva y Peñafiel defendió la resistencia: «Hay que constituir un gobierno de fuerza, implantar la censura y resistir». Le apoyaron otros dos ministros, Gabino Bugallal, conde de Bugallal, y Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas. El resto de ministros, encabezados por el conde de Romanones, pensaban que estaba todo perdido, sobre todo cuando se fueron recibiendo las respuestas titubeantes de los capitanes generales al telegrama que les había enviado horas antes el ministro de la guerra, el general Dámaso Berenguer, y en el que les había aconsejado seguir «el curso que les imponga la suprema voluntad nacional».[9]

Al terminar el Consejo de Ministros el rey Alfonso XIII llamó a su despacho al ministro Gabriel Maura Gamazo, duque de Maura, para que intentara contactar con su hermano Miguel Maura, que era miembro del comité revolucionario republicano-socialista, para conocer cuáles eran las pretensiones exactas de los republicanos. El marqués de Cañada Honda acudió a casa de Miguel Maura, pero este se mantuvo firme en su postura de pedir la abdicación del rey.[9]

Esa misma tarde el "comité revolucionario" republicano-socialista hizo público un comunicado en el que decía que el resultado de las elecciones había sido «desfavorable a la Monarquía [y] favorable a la República» y anunciaba su propósito de «actuar con energía y presteza a fin de dar inmediata efectividad a [los] afanes implantando la República».[10]

Por la noche corrió el rumor por Madrid de que Alfonso XIII había abandonado la capital para dirigirse a la frontera, por lo que se celebraron algunas manifestaciones espontáneas para festejar la marcha del rey. En la madrugada del lunes al martes el conde de Romanones envió una nota al rey en la que le pedía que por la mañana reuniera al Consejo de ministros y «el mismo reciba la renuncia del Rey». Esa misma madrugada el rey telefoneó al subsecretario del Ministerio de la Gobernación, Mariano Marfil para exigirle que disolviera la concentración que se había formado en la Puerta del Sol, pero este le contestó que el capitán al mando le había dicho que no «puede ordenar a la fuerza que salga, porque los soldados no le obedecerían». «Es lo que me quedaba por saber», le respondió el rey. Al rato le vuelve a llamar para que le busque una ruta de salida segura para abandonar España (que será la de Cartagena) y para que le prepare un coche de escolta para la tarde. Marfil a continuación habló con el general Sanjurjo, director general de la Guardia Civil.[9]

Tal y como dejó escrito en sus memorias el Marqués de Hoyos, entonces Ministro de Gobernación, la noche del 13 al 14 de abril se proclamó la República en Vigo y se izó la bandera tricolor a la 1:00 en la casa consistorial. A primeras horas de la madrugada miles de personas se habían congregado en las calles de Vigo y en varios cafés de la ciudad sonó la Marsellesa como símbolo de los valores republicanos. La proclamación la hicieron simpatizantes republicanos que entraron en la casa consistorial burlando la seguridad. Sin embargo, la bandera fue retirada por la Guardia Civil alrededor de la 1:45.

En Vigo las izquierdas habían superado a las derechas por 1.500 votos, pero no pudieron acceder al ayuntamiento hasta las 20:00, tras recibir el beneplácito del gobernador civil.[11][12]

Éibar fue la primera ciudad en alzar la bandera tricolor, la madrugada del martes 14 de abril de 1931, a las seis y media de la mañana. La corporación municipal recién elegida en las elecciones del domingo (10 concejales socialistas, 8 republicanos y 1 del PNV) proclamó en Éibar la Segunda República. La bandera tricolor fue izada por el concejal más joven de la recién elegida corporación, Mateo Careaga, que era miembro del Grupo de Acción Republicana. Este hecho suponía una profunda transformación de la distribución del poder ya que por primera vez accedieron a él las clases medias y los trabajadores. Cuando se confirmó la proclamación en Barcelona, el pueblo se concentró frente al ayuntamiento para retirar la placa con el nombre de Plaza de Alfonso XIII y colocar la nueva placa de Plaza de la República, improvisada en cartón.

El escritor eibarrés Toribio Echeverría redacta, en su libro Viaje por el país de los recuerdos la proclamación de la Segunda República en Éibar de esta forma:[13]

Tras Éibar, a lo largo del martes 14 de abril se proclamó la República desde los balcones de los ayuntamientos de las principales ciudades ocupados por los nuevos concejales. Un ejemplo de lo que ocurrió aquel día puede ser Valencia.

A lo largo de la mañana del 14 de abril las calles de la ciudad se fueron llenando de gente que celebraba el triunfo de la candidatura republicana-socialista, llamada Alianza Antidinástica, que estaba liderada por el blasquista Partido de Unión Republicana Autonomista (PURA) cuyo máximo dirigente era Sigfrido Blasco-Ibáñez, hijo del fundador del partido, el conocido político y escritor Vicente Blasco Ibañez, que había fallecido tres años antes. Los otros partidos que integraban la Alianza Antidinástica, que había obtenido 36 738 votos y 32 concejales (frente a los 12 420 votos y 18 concejales de los monárquicos), eran el PSOE, la Derecha Liberal Republicana, el Partido Reformista, y el partido valencianista Agrupación Valencianista Republicana. Una novedad que se apreciaba aquella mañana era que, a diferencia del día anterior en que la Guardia Civil había disuelto a los manifestantes que gritaban “¡Visca la República!” causando varios heridos, ahora se limitaba a mirar sin intervenir. Los partidos de la Alianza Antidinástica, que formaron una Junta Provisional Republicana, repartieron octavillas anunciando que la República era ya un «hecho definitivo» y pidiendo que si el Ejército aparecía en las calles se le vitoreara, porque «ya no es la milicia de pretor, es el Ejército de la Nación y merece todos los respetos».[14]

A las cuatro de la tarde la multitud se concentró frente a la sede del diario del PURA El Pueblo, en la calle Don Juan de Austria, donde se encontraban reunidos los concejales republicanos electos y la Junta Provisional Republicana, esperando noticias de Madrid. A continuación la Junta Provisional Republicana y los concejales electos encabezados por Sigfrido Blasco-Ibánez se dirigieron hacia el Ayuntamiento para tomar posesión del gobierno de la ciudad. Allí Sigfrido Blasco-Ibáñez proclamó la República ante la multitud que se congregaba en la plaza de Castelar y eran izadas la senyera y la bandera republicana. Después se formó una manifestación encabezada por la Junta Provisional Republicana que se dirigió, primero, a la sede del gobierno civil y, después, a la Capitanía General, para pedir que fuera izada la bandera republicana en los dos edificios, a lo que tanto el gobernador civil, Luis Amado, como el capitán general, Eladio Pin Ruano, se negaron, mientras no recibieran órdenes de Madrid. Durante esa tarde las funciones de los teatros y de los cines fueron interrumpidas para oír la Marsellesa y el Himno Regional Valenciano, y algunos grupos se dedicaron a pintar de morado las banderas de los estancos y las que señalaban las paradas de los tranvías.[14]

A las nueve de la noche los concejales y los dirigentes de los partidos de la Alianza Antidinástica se reunieron en el Ayuntamiento (invadido por la multitud que llenaba las escaleras, los vestíbulos y los salones, y que también abarrotaba la plaza de Castelar) y allí eligieron como alcalde provisional de la ciudad a Vicente Marco Miranda. Asimismo se redactó un bando “Al poble valencià” en el que se decía: “La República ha estat implantada per la via legal, donant al món un exemple únic en la Història. Que la seua defensa i consolidació siguen també exemplars” (“La República ha sido implantada por la vía legal, dando al mundo un ejemplo único en la Historia. Que su defensa y consolidación sean también ejemplares”). Cuando estaban reunidos se recibió un telegrama de salutación de Francesc Macià (el líder de Esquerra Republicana de Cataluña, que acababa de proclamar la “República Catalana” en Barcelona) dirigido al “poble valencià, unit a Catalunya per gloriosos vincles històrics de sang i de llengua” (“unido a Cataluña por gloriosos vínculos históricos de sangre y de lengua”). La respuesta del nuevo alcalde Marco Miranda fue: “València correspon salutació Catalunya admirable en un abras de germanor, cridant visca el poble català, visca Espanya republicana” (“Valencia corresponde saludo Cataluña admirable con un abrazo de hermandad, gritando viva el pueblo catalán, viva España republicana”). El día siguiente, 15 de abril, fue declarado festivo, y por la tarde hubo un desfile militar encabezado por el propio capitán general que delante del Ayuntamiento rindió homenaje a la nueva bandera.[14]

Alrededor de la una y media de la tarde del 14 de abril, Lluís Companys, uno de los líderes de Esquerra Republicana de Cataluña que había obtenido una resonante victoria en las elecciones municipales del 12 de abril (en Barcelona 25 concejales, frente a los 12 de la Lliga Regionalista y a otros 12 de la candidatura republicana-socialista), salió al balcón del Ayuntamiento de Barcelona, en la plaza de San Jaime que en esos momentos no estaba muy concurrida, para proclamar la República e izar la bandera republicana.[15]

Alrededor de una hora después y desde el mismo balcón, donde ya ondeaba también la senyera catalana, el líder de Esquerra Francesc Macià se dirigió a la multitud concentrada en la plaza y proclamó, en nombre del pueblo de Cataluña, "L'Estat Català, que amb tota la cordialitat procurarem integrar a la Federació de Repúbliques Ibèriques". A media tarde Macià de nuevo se dirigía a la multitud pero esta vez desde el balcón de la Diputación de Barcelona, situado enfrente del Ayuntamiento en la misma plaza de San Jaime, para comunicarles que había tomado posesión del gobierno de Cataluña, afirmando a continuación que "d'aquí no ens trauran sino morts" ("de aquí no nos sacarán sino muertos"). A continuación firmó un manifiesto en el palacio de la Diputación en que proclamaba de nuevo el "Estat Català" bajo la forma de "una República Catalana", que pedía a los otros "pueblos de España" su colaboración para crear una "Confederació de Pobles Ibèrics".[16]

Una tercera declaración de Macià, por escrito como la segunda, se produjo a última hora de la tarde, cuando se supo que la República había sido proclamada en Madrid y el rey Alfonso XIII abandonaba el país, en la que, después de hacer referencia al "Pacto de San Sebastián", se proclamó "La República Catalana com Estat integrant de la Federació Ibèrica".[17]​ "En realidad, la actuación de Macià no iba encaminada a una ruptura con España, proclamando la independencia, sino a provocar desde una situación de fuerza el cumplimiento de lo acordado en San Sebastián, la concesión inmediata de una amplia autonomía, que quería federal".[18]

La proclamación de la "República Catalana", diferenciada de la República Española, será el problema más urgente que tendrá que resolver el "Gobierno Provisional".[19]​ (Tres días después varios ministros del Gobierno Provisional republicano viajaron rápidamente de Madrid a Barcelona para persuadir a Macià de que abandonara su idea y se mostrara favorable a la adopción de un estatuto de autonomía promulgado por las Cortes, a lo que accedió).

A primeras horas de la mañana del 14 de abril el general Sanjurjo, director de la Guardia Civil se dirige a la casa de Miguel Maura donde se encuentran reunidos los miembros del "comité revolucionario" que no estaban exiliados en Francia, ni escondidos: Niceto Alcalá-Zamora, Francisco Largo Caballero, Fernando de los Ríos, Santiago Casares Quiroga, y Álvaro de Albornoz. Nada más entrar en la casa el general Sanjurjo se cuadra ante Maura y le dice: «A las órdenes de usted señor ministro». Inmediatamente avisan a Manuel Azaña y a Alejandro Lerroux, que se hallaban escondidos en Madrid desde hacía meses, para que acudan a casa de Maura (los cuatro miembros del "comité" que se hallaban en Francia, Diego Martínez Barrio, Indalecio Prieto, Marcelino Domingo y Nicolau d'Olwer, iniciarán enseguida su vuelta).[9]

Por su parte el rey Alfonso XIII le pide al conde de Romanones, viejo conocido de Niceto Alcalá-Zamora, que se ponga en contacto con él para que, como presidente del "comité revolucionario", le garantice su salida pacífica de España y la de su familia. A la una y media del mediodía tiene lugar la entrevista en casa del doctor Gregorio Marañón, que había sido médico del rey y que ahora apoyaba la causa republicana. El conde de Romanones le propone a Alcalá-Zamora crear una especie de gobierno de transición o incluso la abdicación del rey en favor del Príncipe de Asturias. Pero Alcalá-Zamora exige que el rey salga del país "antes de que se ponga el sol". Y le advierte: "Si antes del anochecer no se ha proclamado la república, la violencia del pueblo puede provocar la catástrofe". El conde vuelve a Palacio a informar al rey y Alcalá-Zamora a casa de Maura, donde conoce con el resto de miembros del comité revolucionario la proclamación del "Estat Català" que ha hecho Macià en Barcelona.[9]

A primeras horas de la tarde unos funcionarios socialistas izan la bandera tricolor republicana en lo alto del edificio de Correos y Telégrafos de la plaza de la Cibeles. Corre la noticia y una multitud se concentra en la plaza, para desde allí dirigirse por la calle de Alcalá hacia la Puerta del Sol, donde se encuentra el Ministerio de la Gobernación. Muchos portan banderas republicanas y algunos retratos de los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández, ejecutados por la sublevación de Jaca. Un grupo derriba la estatua de la reina Isabel II de su pedestal y la arrastra hasta el convento de las Arrepentidas.[20]​ Otra muchedumbre se congrega frente al palacio de Oriente, pero decenas de jóvenes con brazaletes rojos, la mayoría de ellos obreros socialistas, formaron un cordón uniendo sus brazos para impedir que la gente se aproximara y allí estuvieron de guardia durante toda la noche.[21]

Dámaso Berenguer, al enterarse de la abdicación de Alfonso XIII:

Enterados de lo que está ocurriendo, los miembros del "comité revolucionario" se dirigen a la Puerta del Sol. Cuando llegan Miguel Maura llama al portalón del Ministerio y grita: «Señores, paso al Gobierno de la República». Los guardias civiles de la entrada se cuadran y presentan armas. A continuación el comité revolucionario se constituye en "Gobierno Provisional" de la República y designa a Niceto Alcalá-Zamora como su presidente. Eran las ocho de la tarde del 14 de abril. A esa misma hora el rey se despedía de los nobles y grandes de España que habían acudido al Palacio de Oriente y abandonaba Madrid en coche en dirección a Cartagena, donde hacia las cuatro de la madrugada embarcaba en el crucero Príncipe de Asturias rumbo a Marsella. Pocas horas después la reina y el resto de la familia real abandonaron Madrid en tren en dirección a la frontera con Francia.[9]

El día 16 de abril se hizo público el siguiente manifiesto, redactado por el Duque de Maura, hermano del líder republicano Miguel Maura, y que el día 17 solo publicó el diario ABC, en portada, acompañado de una "Nota del Gobierno acerca del mensaje":

Soy el rey de todos los españoles, y también un español. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil. No renuncio a ninguno de mis derechos, porque más que míos son depósito acumulado por la Historia, de cuya custodia ha de pedirme un día cuenta rigurosa.
Espero a conocer la auténtica y adecuada expresión de la conciencia colectiva, y mientras habla la nación suspendo deliberadamente el ejercicio del Poder Real y me aparto de España, reconociéndola así como única señora de sus destinos.

Alfonso XIII abandonó el país sin abdicar formalmente y se trasladó desde Marsella a París (donde declaró: «La República es una tormenta que pasará rápidamente»),[23]​ fijando posteriormente su residencia en Roma. En enero de 1941 abdicó en favor de su tercer hijo, Juan. Falleció el 28 de febrero del mismo año.

La República no había llegado por efecto de una conspiración de élites políticas apoyada por un pronunciamiento militar seguido de una sublevación popular (como en la "Revolución Gloriosa" de 1868), ni como consecuencia de un vacío de poder provocado por la abdicación del rey (como en febrero de 1873 cuando se proclamó la Primera República). En abril de 1931 el rey se había marchado empujado por

Así pues, como ha recordado Julián Casanova:[25]



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