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Provincia de Santander (España)



La provincia de Santander fue una antigua provincia española con vigencia legal entre el 30 de noviembre de 1833 y el 30 de enero de 1982, momento en el que cambió su nombre por el de «Provincia de Cantabria»,[1]​ tal como establece la disposición final única del Estatuto de Autonomía de Cantabria, ordenamiento que además convertía al territorio de la provincia en la comunidad autónoma de Cantabria. Hasta ese momento formaba parte de la región de Castilla la Vieja.

La capitalidad de la provincia estaba ubicada en la ciudad de Santander. Según el Real Decreto de 30 de noviembre de 1833 sobre la división civil de territorio español en la Península e islas adyacentes en 49 provincias, Santander formaba parte de Castilla la Vieja junto a las provincias de Burgos, Valladolid, Palencia, Ávila, Segovia, Soria, Logroño. Sin embargo, al igual que el resto de las regiones definidas en esta división territorial de 1833, Castilla la Vieja carecía de cualquier función jurisdiccional o administrativa, no existiendo ningún nivel administrativo superior al provincial, teniendo un carácter meramente clasificatorio.

En el momento de su creación, la provincia de Santander aglutinó dentro sus límites administrativos a la mayor parte del territorio denominado por sus propios habitantes como La Montaña.[2]​ Desde finales del siglo XVII también se llamó «Cantabria» al territorio. Esporádicamente, entre finales del siglo XVII y comienzos del XIX, fue también empleado el término «Provincia de Cantabria» aunque sin aludir a un espacio político cántabro definido ya que durante el Antiguo Régimen el término «Provincia», aparte de su concepto político-administrativo, también se empleaba como referencia geográfica.

A partir del siglo XVIII existe en los múltiples documentos escritos por los nativos del territorio una real coexistencia en el uso de los términos «Cantabria» y «La Montaña» para referirse a su tierra. Sin embargo, en el lenguaje oral, «La Montaña» fue la denominación común y general con la que los habitantes se referían a su tierra, siendo esto así entre aproximadamente los siglos XIV hasta finales del siglo XX . Por otra parte, el gentilicio de «santanderinos» originado en 1833 para los habitantes de la flamante provincia resultaba novedoso en un territorio dónde los naturales se había venido denominando así mismos cómo «cántabros» o «montañeses», siendo «santanderinos» únicamente los habitantes de la capital de la provincia.

Desde el siglo XVIII, los habitantes del territorio, carentes entonces de unidad política al pertenecer a diferentes provincias de Castilla, intentaron constituir un marco institucional propio siempre bajo el nombre de Provincia de Cantabria. La aspiración se haría realidad a comienzos del siglo XIX aunque bajo la nomenclatura de Provincia de Santander. A pesar de esta última denominación, el nombre de «Cantabria» y el gentilicio «cántabro» siguieron vigentes entre los naturales de la provincia, siendo además reivindicados para su oficialidad en diversas ocasiones, coexistiendo cómo había venido siendo habitual con el nombre de «La Montaña» y el gentilicio «montañés» teniendo estos últimas denominaciones un carácter más popular y común.

A mediados del siglo XVIII ya se empieza a plantear una reforma territorial del Estado. En un fracasado Proyecto económico, en que se proponen varias providencias, dirigidas á promover los intereses de España, con los medios y fondos necesarios para su plantificación escrito en el año 1762 por Bernardo Ward, del Consejo de S.M y su Ministro de la Real Junta de Comercio y Moneda de 1779 se nombra a esta región con ambas denominaciones. En este proyecto realizado por el economista irlandés Bernard Ward se pretendía una división en Departamentos para el Reino de España dónde «Cantabria» o «Montaña» quedaba agrupada en una misma entidad junto a Vizcaya (equivalente a la actual Euskadi) y Navarra:

Es el siglo XVIII cuando más se acrecienta el deseo de los naturales del territorio por construir un cuerpo de provincia para Cantabria, pues este era el nombre que siempre proyectaron como nombre legal de la futura provincia. De este modo se expresaba el trasmerano de Liérganes José Martínez Mazas, Deán de la Santa Iglesia de Jaén por entonces, en sus Memorias antiguas y modernas de la Iglesia y Obispado de Santander escritas en 1777:

Otro cántabro, José Manso Bustillo, en un informe titulado Estado de las Fábricas, Comercio, Industria y Agricultura en las Montañas de Santander y finalizado en diciembre de 1798, expresaba que:

Aunque los habitantes del territorio también designaban a su tierra con el nombre de «La Montaña», algunos pensaban que esta denominación incitaba a los demás españoles a pensar que Cantabria era un territorio atrasado respecto al resto de España. El 23 de junio de 1820, Felix Cavada, en su discurso en el Ateneo Español de Madrid el mismo día de su inauguración, decía acerca de Cantabria que:

A comienzos del siglo XIX fue el nombre de «Cantabria» el que utilizó el territorio para autodenominarse ante la invasión francesa de los ejércitos napoleónicos. Fue la Provincia de Cantabria quien ofreció la Capitulación al General en Jefe del Ejército Francés cuando las tropas napoleónicas estaban conquistando el territorio cántabro:

La primera referencia conocida de una provincia denominada «Santander» se encuentra en el Real Decreto de 25 de septiembre de 1799 e Instrucción de 4 de octubre del mismo año cuando fue creada la Provincia Marítima de Santander,[4]​ asumiéndo esta las competencias en el ramo de rentas que se desgajaban de la Intendencia de Burgos. Tras el levantamiento del general Riego se inicia el llamado Trienio Liberal (1820–1823), reinstaurándose la Constitución de 1812 que ya en su artículo 11 ordenaba hacer una división más conveniente del territorio español por una ley constitucional, luego que las circunstancias políticas de la Nación lo permitan. En enero de 1822 se aprueba una división territorial de España en 52 provincias, siendo una de ellas la Provincia de Santander. Durante la discusión en Cortes de la nueva división provincial de España, la Diputación Provincial de Santander solicitaba a las Cortes Españolas la denominación de Provincia de Cantabria. En el Diario de las Sesiones de las Cortes correspondiente al 3 de octubre de 1821 se da cuenta de esta petición:

Entre los diputados a Cortes existía un amplio sector que abogaba por erradicar el entonces llamado provincialismo, y para ello apostaban porque las provincias no fueran denominadas con nombres históricos. Entre ellos, el diputado Lagrava, que manifestó el 6 de octubre de 1821 lo siguiente:

Tras esta solicitud a favor del nombre de Cantabria por parte de la Diputación Provincial, el Ayuntamiento de Santander reaccionó días después solicitando a las Cortes que la provincia se denominara Santander. De esta forma se despejaría cualquier duda respecto a quién era la capital de la provincia ya que entonces Laredo discutía a Santander la capitalidad. Concretamente, el 10 de octubre de 1821 el Ayuntamiento de Santander acordó formar:

Se observa claramente la práctica unanimidad existente, - excepto la solitud de Santander por dar su nombre a la Provincia -, entre los naturales del territorio para dar el dictado de «Cantabria» a la entidad político-administrativa. Aunque en alguna ocasión se ha culpado a la ciudad de Santander de que la provincia no se denominara «Cantabria», lo cierto es que aunque Santander se hubiera posicionado a favor del nombre de Cantabria, la denominación definitiva hubiera sido igualmente la de «Provincia de Santander». Y es que fueron las Cortes quienes acordaron que las provincias fueran tituladas con el nombre de sus respectivas capitales, a excepción de las provincias de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra que siguieron conservando sus nombres históricos.

Sin embargo, la caída del gobierno liberal y la restauración del absolutismo dio al traste con este proyecto. En 1823 se restablecen las provincias del Antiguo Régimen por lo que el plan de 1822 nunca llegó a entrar en vigor. La delimitación definitiva de los límites territoriales de las provincias españolas fueron fijados por el Real Decreto de 30 de noviembre de 1833 sobre la división civil de territorio español en la Península e islas adyacentes en 49 provincias, en el período llamado Regencia de María Cristina.

El 31 de enero de 1982, fecha de entrada en vigor de la Ley Orgánica 8/1981, de 30 de diciembre, de Estatuto de Autonomía para Cantabria, la Provincia de Santander cambiaba de denominación para llamarse Provincia de Cantabria, además de convertirse en Comunidad Autónoma de Cantabria. De esta se forma se daba cumplimiento a la disposición final única del Estatuto de Autonomía para Cantabria: "Recogiendo el sentir mayoritariamente ya expresado por la Diputación y Ayuntamientos de la actual provincia de Santander, la promulgación de este Estatuto conllevará automáticamente el cambio de denominación de la provincia de Santander por provincia de Cantabria. El Gobierno dictará las disposiciones oportunas para que en el plazo de un año se haya dado cumplimiento a las consecuencias derivadas de esta disposición final."

A pesar de la denominación oficial de provincia de Santander, los términos «Cantabria/cántabra/cántabro» siguieron siendo empleados de forma reiterada en la provincia, especialmente en ambientes cultos y/o eruditos. Sin embargo, «La Montaña-montañés-montañesa» eran las denominaciones más populares y cotidianas entre los habitantes de la Provincia. En 1978 el Centro de Estudios Montañeses publicó por encargo del Presidente de la Diputación Provincial de Santander un documento llamado Antecedentes históricos y culturales de la Provincia de Santander como Región. El primer apartado titulado El nombre de Cantabria finalizaba de la siguiente manera:

Entre las conclusiones finales a dicho informe, el Centro de Estudios Montañeses sentenciaba:

Dentro de la provincia de Santander existía una total coexistencia en la utilización de los términos «Cantabria-La Montaña», «cántabra-montañesa» y «cántabro-montañés». Esto se observa no sólo en los documentos escritos de aquella época sino también en la rotulación de diferentes instituciones mercantiles, periodísticas, deportivas, culturales, políticas, populares, etc. En el caso de los periódicos, publicaciones, semanarios o revistas editadas dentro de la provincia, las diferentes cabeceras llevaron indistintamente una u otra denominación. La siguiente lista de cabeceras editoriales cántabras no es exhaustiva: El Montañés (1813. Santander), Semanario Cántabro (1820. Santander), El Cántabro. Boletín de Santander (1836. Santander), El Vigilante Cántabro (1839. Santander), El Despertador Montañés (1848. Santander), La Abeja Montañesa (1856. Santander), El Eco de Cantabria (1861. Santander), El Cántabro (1869. Santander), La Voz Montañesa (1872. Santander), Revista Cántabro-Asturiana (1877. Santander), El Eco de La Montaña (1878. Santander), El Cántabro (1880. Torrelavega), La Montaña (1881. Torrelavega), El Correo de Cantabria (1882. Santander), El Magisterio Montañés (1886. Santander), La Montaña (1889. Torrelavega), La Región Cántabra (1893. Santander), La Voz Cántabra (1897. Santander), El Diario Montañés (1902. Santander), Cantabria. Revista Quincenal Ilustrada (1903. Santander), El Heraldo Montañés (1904. Torrelavega), El Cántabro (1904. Santander), La Montaña (1904. Reinosa), El Ideal Cántabro (1905. Santander), Cantabria. Semanario Regional (1907. Reinosa), La Región Cántabra (1907. Santander), Revista Cántabra (1908. Santander), Nueva Cantabria (1909. Reinosa), Luz Cántabra (1911. Ampuero), El Liberal Montañés (1912. Torrelavega), Hidalguía Cántabra (1913. Torrelavega), El Eco Montañés (1914. Ampuero), El Oriente Montañés (1913. Ramales de la Victoria), El Pueblo Cántabro (1914. Santander), Sport Montañés (1916. Santander), Noticiero Montañés (1918. Santander), Cantabria. Revista Semanal Ilustrada (Santander. 1921), El Magisterio Cántabro (1921. Santander), La Voz de Cantabria (1927. Santander), El Practicante Cántabro (1930. Santander), Cantabria Deportiva (1935. Santander), etc. En La Habana y México fue editada por la colonia cántabra la revista La Montaña (1915, 1946, respectivamente). En Cádiz, Buenos Aires y Madrid la emigración montañesa publicó la revista Cantabria (1913, 1929 y 1963, respectivamente).

Respecto a la identidad colectiva de los habitantes de esta provincia, los naturales se consideraban montañeses y/o cántabros. Sirvan de ejemplo las siguientes frases:

Aunque en La Montaña se empleaba el nombre de Cantabria, fuera de ella muy pocos eran los que sabían asociar el término Cantabria con la Provincia de Santander. Como ejemplo, cabe destacar la frase pronunciada por el erudito cántabro Marcelino Menéndez Pelayo durante la inauguración del monumento a José María de Pereda en Santander el 23 de enero de 1911, cuando, además de ensalzar al escritor montañés, habló del desconocimiento que se tenía del concepto de Cantabria fuera de la propia provincia, afirmando que los parajes descritos en las novelas de José María de Pereda "sonaron en lenguas de gentes para quienes era peregrino hasta el nombre de Cantabria.".[10]

Por otro lado, y cómo otra muestra de lo exótico del nombre de Cantabria entre los foráneos, es significativo lo que se decía a los veraneantes en la «Guía del Forastero en la Capital de la Montaña. Regalo del comercio de Santander a los forasteros. Verano de 1908.»:

El 10 de enero de 1963 la Diputación Provincial de Santander acordó en sesión plenaria iniciar los trámites para que "la provincia actualmente llamada de Santander se denomine en lo sucesivo de Cantabria, siendo su capital nuestra querida ciudad de Santander". La moción fue enviada a los 102 ayuntamientos de la provincia, siendo 99 de ellos los que aceptaron el cambio de nombre, casi todos por unanimidad de sus concejales. Únicamente tres votaron en contra: Santander (10 concejales en contra y seis a favor), Valdeprado del Río y Peñarrubia. En la prensa regional se publicaron numerosos artículos y entrevistas a personajes relevantes de Cantabria, siendo favorables casi todas las opiniones al cambio de denominación. También fue apoyado por el Consejo Provincial del Movimiento Nacional (excepto la abstención del Alcalde de Santander), y por la Hermandad de Alféreces Provisionales de la Provincia de Santander que acordó por unanimidad denominarse en un futuro Hermandad de Alféreces Provisionales de la Provincia de Cantabria.

Uno de los críticos de la polémica citada fue José Simón Cabarga, Cronista Oficial de la Ciudad de Santander, mostrándose totalmente disconforme al cambio de nombre. En un artículo publicado en el periódico santanderino Alerta correspondiente al 11 de abril de 1963 y bajo el título de "Un nombre para una provincia", a pesar de preferir seguir con el nombre de Santander, afirmó que: "Cantabria, en efecto, es un nombre metido en los entresijos de quienes han venido usándolo cómo símbolo racial". Líneas más adelante decía que "Si Provincia de Santander se llama, a lo que hemos visto, desde hace 160 años, no es menos cierto que ha permanecido en latencia el nombre de Cantabria, de fuerte vigencia como símbolo de raza."

El 23 de marzo de 1964, Pedro Escalante y Huidobro, Presidente de la Diputación Provincial de Santander, dio a conocer al pleno de ésta el resultado de los votos de los ayuntamientos y, entre otras consideraciones sobre el cambio de nombre, aducía las siguientes:

Procede preguntarnos si proponiendo el cambio de nombre por motivaciones históricas, geográficas y políticas, siendo una decisión correcta puesto que la pide la práctica totalidad de los municipios de la provincia, sería popular. A este respecto puede decirse que el uso de la denominación de Santander para la provincia o de santanderinos para sus habitantes, es más bien oficial.(...)La decisión administrativa que dio el nombre de Santander a nuestra provincia en 1833, hace poco más de un siglo, todavía no ha calado en las generaciones de "santanderinos" de la provincia que, o nunca estuvieron convencidos de las razones o del acierto histórico de que llamaran Santander a nuestra provincia o, sin haber averiguado esas razones, las dieron por inoperantes a efectos prácticos y prefirieron continuar usando otros nombres para ellos mismos. La realidad es que los habitantes de la provincia suelen llamarse o decirse montañeses, singularmente si son de la capital o de los partidos judiciales próximos a ella, por ejemplo Torrelavega y algunos más. Es uso provincial también que cada cuál se llame según la comarca de su procedencia: lebaniegos, campurrianos, castreños, pasiegos, cabuérnigos.(...)

Para nada padecería, en términos generales, la conciencia popular si la provincia dejara de llamarse Santander. Nos solemos dar los de esta provincia el nombre de cántabros cuando queremos ensalzar nuestra fortaleza, reciedumbre y valor, y ciertamente el nombre de Cantabria no ha desaparecido nunca para nuestra provincia, conocida generalmente por Cantabria o por la Montaña.(...)

El nombre de la Montaña tiene por los naturales de nuestra provincia un valor entrañable y cariñoso, y al decirnos los "montañeses" nos referimos más que a las montañas a la raíz lugareña y al campo y al solar dónde nacimos.(...)Pero, aunque acendradamente el apelativo de montañeses y el nombre de la Montaña están generalizados, ambos tienen el inconveniente de ser genéricos y, además, de no ser admitidos por toda la provincia. Esto es curioso. Los habitantes de las partes altas de la provincia llaman montañeses a los de la partes bajas, cuando montañeses por vivir en lo alto son ellos. Al llegar a los valles de Saja, de Liébana o de Campoo, yendo de Santander, se le recibe a uno con la pregunta: "¿Qué tal por la Montaña?".(...)

Es notorio que nuestro pueblo busca la denominación de Cantabria cuando quiere expresar lo alegre, lo vibrante, lo decidido. De ahí que sea unánime la utilización del nombre de Cantabria para clubs deportivos, Federaciones y acciones juveniles. Es decir, esa parte de los buenos de nuestro pueblo, cual es la juventud deportiva, tiene el nombre de Cantabria siempre en sus ideas y en sus corazones, y guarda para ella sugerencias de victorias y de impulsos nobles y esforzados. No hay porque dudar de que el pueblo de la Montaña recibiría bien que la provincia se denominase Cantabria y seguramente la expresión de los "montañeses de Cantabria" llenaría plenamente a todos los que no queremos renunciar ni a que nuestra tierra se llame Cantabria ni a que a nosotros podamos seguir llamándonos montañeses, ni, en fin, que a los que hemos tenido la suerte de nacer en Santander se nos reserve el nombre de santanderinos.(...)

Este espacio provincial se asentó sobre la mayor parte de la tierra de Cantabria, nombre este que jamás dejó de emplearse para referirse a este territorio entre 1833 y 1982, en que la provincia de Santander pasó a ser la comunidad autónoma de Cantabria. La mayoría de este territorio, concretamente toda Cantabria a excepción del Campoo cántabro, formó parte de la provincia de Burgos desde su reconquista hasta el siglo XVII. Hasta mediados del siglo XVI ese territorio fue parte de Burgos, pero posteriormente se segregó y se convirtió en la provincia de Cantabria. El Campoo cántabro (la comarca de Reinosa) formaba a su vez parte de la antigua provincia de Toro (luego Palencia) hasta que en 1833 pasó a Santander, que a su vez perdió las tierras de Peñamellera y Ribadedeva, desde entonces parte de Oviedo.

Su origen por tanto se encuentra en la provincia de Cantabria constituida en el año 1778.[12][13][14][15][16]​ A causa de la competencia de Laredo, el Ayuntamiento de Santander, que al comienzo había aceptado la titulación de Cantabria para la provincia, reaccionó después imponiendo que se la denominará con su nombre para que no hubiese duda alguna de cual era su capital. Cuando en 1821 la Diputación Provincial de Santander presentó en las Cortes constitucionales su proyecto definitivo sobre la fijación de los límites de la provincia y de los partidos judiciales, proponiendo la denominación de provincia de Cantabria,[17]​ el Ayuntamiento de Santander replicó imponiendo "que a esta provincia se le conserve el nombre de Santander".

La división territorial de España de 1833 estableció sus definitivos límites territoriales al excluir de la provincia los valles de Ribadedeva, Peñamellera Alta y Peñamellera Baja que pasaron a la provincia de Oviedo. Desde estos valles se realizaron gestiones con las autoridades provinciales de Cantabria y se envió una súplica al Gobernador Civil de Santander ante las Cortes solicitando que dichos valles "vuelvan a ser de la Provincia de Santander a dónde han pertenecido desde tiempo inmemorial",[18][19]​ petición que fue denegada.

A la provincia de Burgos se agregaron los municipios de Hoz de Arreba, Valdebezana, Zamanzas, Alfoz de Bricia y Alfoz de Santa Gadea, aun cuando estos valles replicaron su deseo de formar parte de Santander; en un documento de 1838 conservado en el Archivo Histórico de Cantabria[18]​ dicen textualmente "que no desean pertenecer a Burgos", que "son territorio montañés", que "a la Provincia de Santander desean pertenecer por ser montañeses" y que sus hijos forman parte del "Batallón Cántabro".[20][21]​ La antigua Provincia de Santander entró en la región de Castilla la Vieja de donde se había disgregado en el siglo XVI.

En el año 1963 el Presidente de la Diputación Provincial, Pedro Escalante y Huidobro, propone recuperar el nombre de Cantabria para la provincia de Santander, de acuerdo con un erudito informe redactado por el cronista Tomás Maza Solano. A pesar de las gestiones realizadas y del voto afirmativo de los ayuntamientos, la petición no prosperó, sobre todo por la oposición de nuevo del Ayuntamiento de Santander.

A finales de la década de 1970 pasó a formar, formalmente, parte del Ente Preautonómico de Castilla y León y ya con la entrada en vigor de su Estatuto de Autonomía, el 11 de enero de 1982, se convierte en comunidad autónoma uniprovincial, adoptando el nombre histórico de Cantabria tanto la comunidad autónoma como su única provincia.



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