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Real Monasterio de Santa María de Veruela



El Real monasterio de Santa María de Veruela es una abadía cisterciense del siglo XII, situada en las cercanías de Vera de Moncayo, en Tarazona y el Moncayo, Zaragoza, Aragón, España.

En 1141, Pedro de Atarés y su madre donaron los valles de Veruela y Maderuela, en torno al río Huecha y a escasos kilómetros al noroeste de Borja, a los monjes franceses de la Abadía de Escaladieu, para que fundasen un monasterio bajo la advocación de la Virgen María.[a]​ Sin embargo, la orden del Císter no dio el permiso para que se procediese a la fundación hasta 1146,[b]​ siendo por consiguiente el monasterio cisterciense más antiguo de Aragón.[3][5][6]​ La donación fue confirmada en 1155 por Ramón Berenguer IV.[7][3]

La construcción del cenobio debió de estar suficientemente adelantada en el año 1171 como para que los monjes cistercienses se trasladaran. Por aquel entonces era un lugar de frondosos bosques del somontano del Moncayo, al que acompañaban el silencio y la soledad que su regla monástica exigía, además de otros elementos fundamentales para la vida cisterciense: piedras (las canteras de la zona) y agua (la del río Huecha o La Huecha). Ese río fue, precisamente, el eje de la articulación del señorío verolense. No obstante, las obras de la iglesia se prolongarían por espacio de 250 años y en el siglo xvii se construyó un nuevo claustro barroco con celdas individuales.

Veruela fue abandonada por los cistercienses en 1835, cuando la desamortización, lo cual propició la destrucción y el abandono del cenobio. No obstante, una junta de conservación formada por gentes de Borja y Tarazona impidió su ruina total y merced a la creación de una hospedería se pudo conservar el monumento. A dicha hospedería acudieron durante la segunda mitad del siglo xix miembros de la alta sociedad zaragozana e ilustres personajes como los hermanos Bécquer, Gustavo Adolfo y Valeriano –el pintor–, que encontraron en Veruela un lugar romántico por excelencia que inspiró muchos pasajes de sus obras, en especial la colección de cartas de Gustavo Adolfo recopiladas bajo el título Desde mi celda, y buena parte de la colección de grabados de Valeriano.[c]​ Es evidente que la presencia del poeta ha otorgado a Veruela la universalidad de la que hoy disfruta, algo que no consiguieron ni la larga presencia cisterciense entre 1145 y 1835, ni la estancia jesuítica en el periodo de 1877 a 1975.

En 1976, el Estado cedió el usufructo del monasterio a la Diputación Provincial de Zaragoza para su rehabilitación y conservación. Desde 1998, Veruela es de titularidad de dicha Diputación que, además de continuar las obras de restauración, lo mantiene abierto al público y lo ha convertido en sede de actividades culturales como exposiciones, cursos o festivales musicales. En el S. XX fue visitado por Cees Nooteboom, quien lo menciona en Desvío a Santiago.

Veruela como señor de vasallos poseía las localidades de Ainzón, Alcalá de Moncayo, Bulbuente donde poseían el Castillo-Palacio de los Abades de Veruela, Litago, Pozuelo de Aragón y Vera de Moncayo, además de poseer una granja en Magallón (la conocida como Granja de Muzalcoraz), el despoblado medieval de Villamayor, pueblo desaparecido entre los siglos xiv y xv, en el actual término de Bulbuente, sin olvidar que también poseyó hasta 1409 Maleján y hasta el siglo xv, La Joyosa. Todas estas posesiones convertían a la institución señorial de Santa María de Veruela en el gran señor del Valle de La Huecha y de las actuales comarcas de Borja y Tarazona.

Actualmente la iglesia del monasterio habitualmente se utiliza para bodas.

A finales de junio, todos los pueblos de la zona hacen una romería a la virgen, tras la cual se le hace una ofrenda que posteriormente se reparte entre los asistentes. Esta romería se empezó a hacer sobre finales de la década de 1980, motivada por unos párrocos jóvenes que querían recuperar la tradición de reunirse los pueblos en el monasterio que hacían los clérigos jesuitas.[8][9]

El edificio reúne en sus piedras diversos estilos artísticos, que van desde el Románico en la portada de la iglesia abacial, pasando por el Gótico del interior del mismo templo o del claustro medieval, el Renacimiento en las reformas realizadas por Hernando de Aragón y el Barroco en la portada de la sacristía y del monasterio nuevo.



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