x
1

Reconstrucción Nacional



La Reconstrucción Nacional fue un período posterior a la Guerra del Pacífico entre las guerras civiles de 1884 a 1885 y 1894 a 1895, donde la República Peruana inicia su resurgimiento económico, político y social. Algunos autores lo ubican de 1883 (firma del Tratado de Ancón) a 1895 (inicio del gobierno constitucional de Nicolás de Piérola), que coincide con el periodo del Segundo Militarismo; otros lo extienden hasta 1919 (inicio del Oncenio de Leguía).

La Guerra del Pacífico terminó completando la destrucción que se había iniciado con la crisis económica de la década de 1870. En 1879, el sistema bancario peruano estaba quebrado y la agricultura, la minería y el comercio apenas sobrevivían. Al terminar la pesadilla de la guerra y de la ocupación, el país seguía viviendo. Pero era un país exangüe, amputado, dolorido. La situación económica del país luego de la guerra fue bastante precaria: el país sentía la necesidad de afrontar un futuro de reconstrucción en todos sus aspectos.

El Perú había perdido sus principales recursos naturales, sus principales industrias productivas, el comercio se había contraído, las principales vías de comunicación colapsadas o destruidas, una inflación incontenible y sobre todo, una enorme deuda externa con los acreedores ingleses, la cual sobrepasaba los cincuenta millones de libras esterlinas, lo que hacía imposible que el Perú pudiese recibir nuevos créditos internacionales.

Sin embargo, en estos años van a aparecer nuevos recursos económicos que van a permitir acelerar la recuperación económica del país. Se inició la explotación del caucho en la selva y el petróleo en la costa norte. La explotación de ambos recursos naturales está vinculada al fenómeno de la segunda revolución industrial, la cual tuvo en el boom del automóvil a su máximo exponente. Asimismo, se inició en estos años el lento resurgimiento de la actividad agroindustrial del azúcar y del algodón en la costa norte del país.

El historiador Jorge Basadre sostiene que el militarismo o predominio de los militares en el poder surgió en el Perú debido a la debilidad de la clase dirigente civil tras una época de guerra, ya sean interna o externa. Señala también tres tipos de militarismo que se sucedieron en la historia republicana: después de una victoria; después de una derrota; y en momentos de crisis o caos social.

El Primer Militarismo se dio luego de la victoria en la guerra de la independencia, a la que se sumaron las guerras civiles e internacionales de las primeras décadas de la República.

El Segundo Militarismo se da luego de la derrota en la Guerra del Pacífico y se divide en dos momentos: el primero (1883-1885), que corresponde al predominio de los militares “azules” encabezados por Miguel Iglesias, que firmaron la paz con Chile; y el segundo (1886-1895) que corresponde al predominio de los “rojos” liderados por el general Andrés A. Cáceres, los mismos que habían resistido hasta el final a los invasores. Este nuevo militarismo tiene la difícil tarea de recomponer el aparato administrativo y gubernamental del Estado y de ejercer su autoridad a fin de lograr el concurso de la ciudadanía para enrumbar a la nación a su recuperación.[1]

Tras la catastrófica derrota ante Chile, la persona que contaba con el prestigio y la autoridad suficientes para restablecer el ordenamiento social y político en el Perú era el general Andrés A. Cáceres, héroe de la resistencia de la Breña.[2]

Cáceres enfrentó al entonces presidente Miguel Iglesias, quien había firmado el tratado de paz con Chile con cesión territorial y se había afirmado en el poder con el apoyo de las armas chilenas. Se desató así una guerra civil. Cáceres demostró su estrategia militar al poner fuera de juego al ejército principal de Iglesias en la localidad de Huaripampa (sierra central peruana), acción que se conoce como la “huaripampeada” (1884). A continuación atacó Lima, donde sus fuerzas cercaron en el Palacio de Gobierno a Iglesias. Este renunció a la presidencia en 1885, siendo sucedido por el gobierno provisional del Consejo de Ministros (encabezado por Antonio Arenas), el mismo que convocó elecciones en las que ganó abrumadoramente Cáceres.

Durante su primer gobierno constitucional (1886-1890), Cáceres emprendió la Reconstrucción Nacional. Fundó su propio partido, el Partido Constitucional o cacerista. Pero su acceso al control del Estado implicaba el establecimiento de un pacto político con el civilismo. Fue este consenso lo que permitió que Cáceres y su sucesor, el entonces coronel Remigio Morales Bermúdez (1890-1894), conservasen el control político durante casi una década, en medio de una paz pública. Con la muerte de Morales Bermúdez, a consecuencia de una enfermedad repentina en abril de 1894, empezó nuevamente la crisis política.

Tras un breve periodo de Justiniano Borgoño, Cáceres volvió a la presidencia en 1894, en unas cuestionadas elecciones, que provocaron en su contra la formación de la Coalición Nacional, integrada por los demócratas y civilistas, encabezados por el caudillo Nicolás de Piérola; se desató una sangrienta guerra civil que culminó con el asalto de los coaligados a Lima, ante lo cual Cáceres renunció y partió al exilio, en 1895.

Se estableció el gobierno de una Junta Nacional presidida por Manuel Candamo, que convocó a elecciones en las que salió elegido Nicolás de Piérola. Este realizó importantes reformas económicas y logró una estabilidad política en el país, consolidando el sistema presidencialista. Piérola fue el que consolidó la Reconstrucción Nacional, inaugurando una nueva etapa llamada la República Aristocrática (ambos términos acuñados por Basadre), que se prolongaría durante las dos primeras décadas del siglo XX.

Ya desde años antes de estallar la Guerra del Pacífico, la economía peruana estaba fuertemente golpeada. El guano había dejado de ser la fuente principal de recursos. El Perú se había declarado en bancarrota en 1876 y al no poder atender su cuantiosa deuda externa decretó la moratoria. Fue por ello que descuidó su defensa nacional y no pudo modernizar su escuadra. Chile también pasaba por apuros económicos, pero, tras la guerra hispano-americana (1865-1866), el gobierno de Federico Errázuriz Zañartu había aprobado la adquisición en 1871 de dos fragatas blindadas con las que obtuvo la supremacía naval en el Pacífico. Si ya en los años previos al conflicto, la economía peruana se hallaba en situación crítica, con el desarrollo de la guerra quedó prácticamente destruida.

Finalizada la guerra con Chile, el Perú debió encarar una serie de problemas que venían desde antes del estallido del conflicto. El principal de ellos era precisamente la deuda externa con los acreedores británicos. Estos, una vez firmada la paz de Ancón, exigieron al gobierno peruano la cancelación de la deuda. El Perú se hallaba en una encrucijada: no contaba con los recursos necesarios para hacer ese pago; y al mismo tiempo, requería urgentemente de capitales para reactivar su economía de exportación, sin la cual era imposible cumplir con el pago de su deuda. Esta ascendía a cerca de 37 millones de libras esterlinas, cuya amortización anual exigía un pago de cerca de dos millones y medio de libras, suma que para el país era entonces imposible de reunir.[2]

De modo que el arreglo de la deuda revestía un carácter de suma urgencia. Así lo entendió el primer gobierno de Andrés A. Cáceres, que se abocó de lleno en el asunto, hasta firmar el contrato Grace, en virtud del cual el Estado peruano cedía a sus acreedores ingleses el control y la administración de sus principales recursos productivos (ferrocarriles y guano), a cambio de la extinción completa de su deuda. Cáceres tuvo necesidad de convocar tres Congresos extraordinarios y expulsar a los diputados opositores para que el Congreso ratificase el contrato en julio de 1889. Para una mejor administración de los recursos que recibían, los acreedores ingleses convirtieron sus bonos de la deuda externa en acciones de la Peruvian Corporation, la más importante empresa británica que naciera para implementar los acuerdos de dicho contrato.[2]

Arreglada así la cuestión de la deuda externa, la clase dirigente peruana entendió que el futuro del país dependía del desarrollo de los recursos naturales para la exportación. Comenzaron así a colocarse las primeras bases de un sistema de explotación de los recursos y de la fuerza de trabajo nativa, el cual alcanzaría su más completa consolidación durante la Primera Guerra Mundial.[2]

En su esencia, la nueva organización de la economía combinaba la monopolización de los recursos, una masiva inyección de capital extranjero, una capacidad para someter a su servicio a las economías tradicionales y una profunda y completa subordinación al mercado externo. Desde 1885 hasta 1895 la plata, el azúcar y el caucho, en este orden, fueron los principales productos de exportación peruana. Paralelamente se produjo un significativo desarrollo industrial bajo el impulso del capital nacional, reflejado inicialmente en el rubro textil.[2]

En esta nueva etapa de la economía peruana, que se prolongaría hasta el crack mundial de 1929, la exportación se mostró más diversificada. La sierra suministró lana (de ovinos y camélidos) y metales (plata, oro y cobre), entre otros. La Amazonía aportó con café, coca y caucho. Y la costa con azúcar y algodón.[3]

Tras la guerra del Pacífico surge en el ámbito literario una reacción contra el romanticismo. El líder de esta reacción es Manuel González Prada (1844-1918), quien cultivó una poesía que por su temática estetizante y la introducción de nuevas formas métricas fue un claro precursor del modernismo. De entre sus obras en prosa se deben mencionar: Páginas libres y Horas de lucha, libros en las que hace una furibunda crítica a la clase política, responsable, según él, de la catástrofe bélica. No se salvan tampoco de sus ataques las instituciones religiosas y los literatos de su tiempo. Su postura extremadamente crítica en el terreno de las ideas y de la literatura le hizo ganar no pocos enemigos y le metió en diversas polémicas periodísticas.

Se desarrolló también, de un modo bastante tenue, el realismo en la novela, que toma vuelo a partir de entonces en el Perú.

Una característica resaltante en este período es el surgimiento de un grupo de escritoras. Muchas de ellas —habiendo perdido a sus cónyuges e hijos mayores en la guerra con Chile— tuvieron que ganarse la vida por sí mismas, y cultivaron su vocación literaria a través de tertulias. La principal fue la de la argentina Juana Manuela Gorriti, en las que se discutía sobre los problemas sociales y sobre la influencia de las formas europeas. Escribieron novelas que en cierto modo pueden calificarse como realistas. Tal es el caso de:

En agosto de 1885, Daniel Alcides Carrión, un estudiante de medicina peruano, se inoculó con la ayuda de Evaristo Chávez, la secreción tomada de una verruga de la paciente Carmen Paredes. Después de 3 semanas desarrolló los síntomas clásicos de la "fiebre de la Oroya", por lo que se estableció un origen común de las dos enfermedades. Carrión llevó un diario con anotaciones detalladas de sus síntomas hasta los últimos días de su enfermedad en que se agravó su estado clínico y falleció de la enfermedad el 5 de octubre de 1885.[4]​ Por sacrificio fue reconocido como mártir de la medicina peruana y en su honor se celebra el 5 de octubre el día de la medicina peruana.

En 1888, se fundó la Sociedad Geográfica de Lima.[5]

Pedro Paulet inventó el motor de propulsión de combustible líquido (1895) y el primer sistema moderno de propulsión para cohetes (1900). Descubrió las ventajas del combustible líquido para la propulsión de los cohetes y diseño, construyó y probó con éxito el primer motor cohete de combustible líquido conocido en la historia. En 1902, diseñó su "avión torpedo" propulsado por una batería de cohetes, montados en un ala pivotante que le permitía despegues verticales, después de lo cual giraban hacia atrás para impulsarlo en vuelo horizontal.

En 1901, Augusto Weberbauer comenzó sus investigaciones botánicas en el Perú. Publicará en 1911 su obra maestra La flora de los Andes peruanos en sus rasgos fundamentales (Die Pflanzenwelt des peruanischen Anden in ihren Grundzügen Dargestellt"),

Scipión Llona escribe sobre la Geografía de Madre de Dios en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima (1904).

En 1908, se funda el Observatorio Sismológico de Lima.

En 1911, Fermín Tangüis, tras 10 años de investigación, descubrió un variedad de algodón que resistía el Cotton Kilt (hongo que había destruido numerosas plantaciones), y superaba al Egipto y al Mitafifi en producción unitaria; además, su fibra larga y gruesa tuvo gran demanda en hilanderías, ya que no se rompía y era fácil de ser manufacturada. Por último, su cultivo requería poca agua y era muy rústico, por lo que podía ser sembrado en lugares que antes no se consideraban aptos para el algodón. Su algodón “especial” (bautizado algodón Tangüis) se difundió rápidamente por los valles de la costa, contribuyendo a un nuevo auge algodonero.

Santiago Antúnez de Mayolo publicó un estudio sobre el potencial hidroeléctrico del Cañón del Pato, que tituló Proyecto de la Instalación Hidro-Electro-Química del Cañón del Pato sobre el río Santa-Perú, en 1915.

Miguel Iglesias
(1883-1885)

Antonio Arenas (interino)
(1885-1886)

Andrés A. Cáceres
(1886-1890; 1894-1895)

Remigio Morales Bermúdez
(1890-1894)

Justiniano Borgoño
(1894)

Manuel Candamo (interino)
(1895)

Nicolás de Piérola
(1895-1899)


.



Escribe un comentario o lo que quieras sobre Reconstrucción Nacional (directo, no tienes que registrarte)


Comentarios
(de más nuevos a más antiguos)


Aún no hay comentarios, ¡deja el primero!