La revolución permanente es una teoría que establece, entre otras cosas, que la revolución socialista debe estar bajo la dirección política del proletariado y que solo a través de su internacionalización se convierte en «permanente» garantizando así su triunfo. Fue usado por León Trotski, con quien está más comúnmente asociado el término al haber escrito, en 1929, el libro La revolución permanente y que fuera publicado al año siguiente en Berlín por la Oposición de Izquierda. Tradicionalmente esta teoría se contrapone a la teoría de Iósif Stalin y Nikolái Bujarin del socialismo en un solo país.
La teoría de la revolución permanente se publica en un contexto de persecución a la Oposición Comunista de Izquierda por parte del estalinismo en la URSS y buscando la contraposición a la política aceptada por la Internacional Comunista sobre el socialismo en un solo país. Es de esta manera que la teoría de la revolución permanente levanta nuevamente las banderas del internacionalismo como fundamentales para que triunfe la revolución socialista mundial.
Según la concepción trotskista de la revolución permanente, la burguesía contemporánea de los países subdesarrollados es incapaz de llevar a cabo la revolución democrática debido a algunos factores como su debilidad histórica y su dependencia del capital imperialista. Por lo tanto, es el proletariado el que debe conducir a la nación hacia la revolución, empezando por las tareas democráticas y continuando por las socialistas. Además, la revolución no puede limitarse a una nación concreta, sino que debe ser internacionalizada, porque solo sobrevivirá si triunfa en todo el planeta.
Anteriormente, este término lo usaron los jacobinos en 1793 durante la Revolución francesa. Más tarde, Karl Marx lo usa para señalar una estrategia revolucionaria donde el proletariado ejerce una lucha independiente de la burguesía.
A mediados del siglo XIX, Pierre-Joseph Proudhon, fundador del mutualismo, acuña el término 'revolución permanente' (más específicamente révolution en permanence) haciendo alusión a que no hay revoluciones, sino «una revolución idéntica a sí misma y perpetua».
Por otra parte, en su Catecismo revolucionario (1866), el anarcocolectivista Mijaíl Bakunin escribe: «Estamos profundamente convencidos de que, si la libertad de todas las naciones es indivisible, las revoluciones nacionales deben ser internacionales en su alcance. Así como la reacción europea y mundial está unificada, ya no debe haber revoluciones aisladas, sino revoluciones universales». Asimismo, Bakunin escribió en los Statuts secrets de l'Alliance de la démocratie socialiste: «La revolución, como el poder de las cosas hoy la presenta necesariamente ante nosotros, no será nacional, sino internacional, es decir, universal». Además, asegura que «ninguna revolución puede contar con el éxito si no se extiende rápidamente más allá de la nación individual a todas las demás naciones». De igual manera, Bakunin señala en los Statuts que «la revolución nunca puede cruzar las fronteras y convertirse en general a menos [...] que sea pronunciadamente socialista».
En línea similar, Friedrich Engels en Principios del comunismo (1847) afirma lo siguiente:
En su obra León Trotski define la revolución permanente a través de 14 tesis fundamentales. Aquí se resumen algunas destacando la importancia del internacionalismo para que triunfe la revolución socialista mundial y el lugar de la pequeña burguesía en la organización de las revoluciones por venir:
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