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Rey de Jerusalén



Se conoce como Reyes de Jerusalén,[1]​ a los poseedores de este título a partir de la conquista cruzada de 1099 a 1291, así como a los posteriores pretendientes al mismo.

El Reino de Jerusalén tuvo su origen tras la Primera Cruzada, cuando Godofredo de Bouillón tomó el título de Advocatus Sancti Sepulchri, "Protector del Santo Sepulcro",[2]​ en 1099 y fue coronado en la iglesia de la Natividad en Belén. El año siguiente, su hermano Balduino I de Jerusalén fue el primero en usar el título de "rey" y el primero en ser coronado en la iglesia del Santo Sepulcro en la propia Jerusalén.

La monarquía de Jerusalén era en parte electiva y en parte hereditaria. En el momento de máximo esplendor del reino, a mediados del siglo XII, había una familia real y una relativamente clara línea sucesoria. Aunque en realidad, el rey era elegido, o al menos ratificado, por la Haute Cour. En la Haute Cour, el rey era considerado un primus inter pares, y en su ausencia, era sustituido por el senescal.

El palacio real se encontraba en la ciudadela, en la Torre de David. El reino de Jerusalén introdujo el sistema feudal francés en Outremer: el rey era señor directo de varios feudos que formaban parte del dominio real, que variaban según el reinado. También era el responsable de llevar al reino a la guerra, aunque esta obligación podía transferirse al condestable. Mientras que varias monarquías europeas contemporáneas iban evolucionando hacia la centralización monárquica, el rey de Jerusalén fue perdiendo poder a favor de sus barones más poderosos: esto se debió en parte a la juventud de muchos reyes, así como a lo frecuente que era la presencia de regentes procedentes de la nobleza.

Tras la caída de Jerusalén en 1187, la capital del reino se transfirió a Acre, donde se mantuvo hasta 1291, aunque la coronación tenía siempre lugar en Tiro. En esta época, el poder real a menudo era simplemente un título en posesión de un príncipe europeo que nunca vivía en Acre. Cuando el joven Conradino de Hohenstaufen era el rey y vivía en Alemania meridional, el primo segundo de su padre, Hugo de Brienne, reivindicó la regencia del reino (e, indirectamente, también su lugar en la línea sucesoria) en 1264, en tanto que heredero por línea directa de Alicia de Jerusalén, segunda hija de la reina Isabel I, al ser el hijo de su hija mayor, pero su pretensión fue obviada por la Haute Cour a favor de su primo Hugo de Antioquía, el futuro Hugo III de Chipre y I de Jerusalén. Después de 1268, la monarquía recayó en la familia Lusignan, que eran a la vez reyes de Chipre. Pero Carlos de Anjou compró los derechos de uno de los herederos del reino en 1277. Ese año, envió a Roger de San Severino a Levante como su bailío. Roger tomó Acre y recibió el homenaje forzado de los barones. En 1282, Roger fue requerido a causa de las Vísperas sicilianas, y dejó a Odón de Poilechien en su representación; sus recursos y autoridad eran mínimos, y fue expulsado por Enrique II de Chipre cuando éste llegó de Chipre para su coronación como rey de Jerusalén. Acre fue tomada por los mamelucos en 1291, acabando así con la presencia cruzada en Oriente.

Tras el final del reino, Enrique II de Chipre siguió usando el título de "rey de Jerusalén". Tras su muerte, el título fue pretendido por sus herederos directos, los reyes de Chipre en los siglos XIV y XV.

A partir de esta línea deriva la de Saboya (desde Carlos I de Saboya, 1482-1490, como sobrino de la reina Carlota de Chipre), aunque éstos no hicieron uso del título hasta el siglo XVIII, cuando Víctor Amadeo II de Saboya fue brevemente rey de Sicilia (1713), y desde entonces han mantenido esta titulación hasta el presente.

El título real de Jerusalén también siguió siendo usado por los reyes angevinos de Nápoles, cuyo fundador, Carlos de Anjou, había comprado el derecho al trono a María de Antioquía. Desde entonces, este derecho al trono de Jerusalén se ha considerado ligado a la corona de Nápoles, que a menudo cambió de manos por testamento o conquista más que por herencia directa. Como Nápoles era un feudo papal, los Papas solían conceder el título real de Jerusalén junto con el de Nápoles, y la historia de esta línea de pretendientes va unida a la del reino napolitano.

De los sucesores de Renato I de Nápoles derivan los derechos de la Casa de Habsburgo-Lorena (hasta el presente), a través de Yolanda de Anjou, y los derechos pretendidos de los reyes de Francia Carlos VIII y Luis XII, a través de Carlos V de Maine.

Por conquista del reino napolitano de Alfonso V de Aragón y Fernando el Católico se derivan las pretensiones de los reyes de la Casa de Austria, de la Casa de Borbón en España y de la Casa de Borbón-Dos Sicilias . En el siglo XVIII, Carlos de Borbón (el futuro Carlos III de España) fue reconocido como rey de Nápoles y de Sicilia y, al dejar Nápoles por España, los Borbones napolitanos (Borbón-Dos Sicilias) siguieron usando el título de Jerusalén, igual que hacían los Borbones de España, y así han llegado ambas líneas hasta el presente. Así pues, actualmente el rey Felipe VI de España tiene oficialmente el título de Rey de Jerusalén aunque no gobierna en ninguna parte del ya extinto Reino de Jerusalén.



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