La Rio Tinto Company Limited (RTC) es el nombre de una de las empresas fundadoras del grupo Rio Tinto Group, y que fue adjudicataria entre 1873 y 1954 de la explotación minera de los yacimientos de Riotinto, localidad y municipio de la provincia de Huelva en Andalucía (España). Tras la guerra civil española el contexto político y económico se volvió mucho más adverso, por lo que en 1954 las acciones de la empresa serían vendidas a capitalistas españoles, creándose en su lugar la Compañía Española de Minas de Río Tinto.
La compañía fue constructora y propietaria de la línea de ferrocarril que comunicaba las minas con el puerto de Huelva, donde construyó un imponente muelle de mineral para facilitar la descarga y transporte del material extraído vía marítima.
La zona de la Faja pirítica ibérica ya había sido explotada desde hacía más de 3000 años, en el Calcolítico y por pueblos como tartessos, fenicios o romanos, que obtenían de ellas piritas de hierro, cobre y otros metales. Existen datos de que los romanos habían dejado más de quince millones de toneladas de escoria en la zona en una etapa en la que trabajaron nuevas técnicas de extracción con hornos y nuevas herramientas en la zona como norias o el tornillo de Arquímedes porque al superar el nivel freático era necesario desaguar las numerosas aguas subterráneas. Siglos después, los almohades no trabajaron demasiado la extracción de minerales (caparrosa, acije y aceche) pero sí la de diferentes materiales para la creación de tintes.
Ya en 1556 las minas estuvieron a punto de ser de nuevo explotadas durante el reinado de Felipe II, que necesitaba costear las numerosas guerras del Imperio. Este intento fracasó ya que los estudios de la época consideraron inviable y cara su explotación.
La primera compra documentada de las minas se produjo en 1725, cuando el sueco Liebert Wolters Vonsiohielm consiguió del Gobierno de España la explotación, en régimen de alquiler, de los yacimientos durante treinta años. Durante esas tres décadas Wolters explotaría las minas junto a un sobrino y un socio español.
Retornaron al Estado en 1783 siendo administradas por éste de nuevo hasta 1810 cuando fueron cerradas debido a la Guerra de Independencia. El declive en esos años es patente y entre 1815 y 1823 solo se aprovechan precariamente las aguas agrias. El fracaso en la explotación de las minas durante esas épocas se explica por la dificultad, y sobre todo el alto coste, de trasladar los minerales hasta el mar cuando aún no existía ninguna red de ferrocarriles y el traslado con animales de carga era la única opción.
Será a finales del siglo XIX cuando la iniciativa privada va a desear de nuevo alquilarlas.
Pero fue en 1873 cuando las minas fueron compradas por un importe de 94.000.000 pesetas al gobierno de la I República Española (prácticamente salvada de la bancarrota por esta venta) por adjudicatarios ingleses que crearon un consorcio para su explotación. Si bien, cabe decir, la presencia anglosajona en la zona databa ya del siglo XVIII por empresas arrendatarias como la Robert Wolters. El despegue de la industrialización en países muy desarrollados había propiciado que diversas empresas buscaran nuevos minerales y yacimientos para su crecimiento. Asimismo, el aumento de las necesidades de empleo provocó un rápido crecimiento de la zona e incluso en Huelva capital.
La razón del interés privado en estas minas es explicada por las nuevas leyes centrales de 1849 y 1859 que superaron un anterior régimen intervencionista para pasar a uno nuevo que favorecía enormemente a la iniciativa privada. Pero fueron realmente la Ley de Bases de 29 de diciembre de 1868 sobre minas y la Ley de 19 de octubre de 1869, las que favorecieron la creación de sociedades mercantiles privadas e industriales.
Así, el 14 de febrero de 1873, tras una fracasada subasta, las minas son adquiridas por compra directa por un consorcio internacional creado entre otros, por 3 poderosas familias, los Matheson, los Rothschild y la Goldschimidt, propietaria del Deutsche National Bank of Bremen a la que además se le permitiría proyectar el futuro ferrocarril que uniría las minas con el puerto de Huelva. Este consorcio fundaría poco después la compañía con un capital de seis millones de libras inglesas. Esto explica que años después, la localidad de Riotinto se convirtiera en una pequeña colonia inglesa dependiente de la compañía.
La compañía anglosajona —que había conseguido los derechos de explotación del cobre, plata y oro de las minas (aunque explotó también manganeso, sulfuros y piritas sobre todo)— propició en un principio el resurgir de la comarca al abrir nuevas vetas de explotación y desarrollar la minería interior. Su extensa producción, que salía de España desde el Muelle del Tinto en la ría de Huelva, convirtió a la empresa en una de las mayores de toda Europa y, según palabras del empresario e historiador de las minas David Avery, a Rio Tinto (en 1884) «en el mayor centro minero del mundo». Pese a todo, cabe decir, que los primeros años fueron difíciles y los accionistas tuvieron que hacer grandes inversiones y aguantar las fuertes críticas por la inicial falta de dividendos.
En sus años de esplendor, Riotinto se convirtió en una pequeña colonia inglesa gracias a la mina, en una «Gibraltar sui generis»,Juan Cobos Wilkins. A escasos metros de las excavaciones, se construyó el lujoso y exclusivo barrio de Bella Vista para el personal inglés y al que se accedía tras franquear incluso una garita con guardias; un barrio de estilo victoriano que estaba dotado de pistas de tenis, cementerio propio, un monumento homenaje a los directivos fallecidos en la Gran Guerra e incluso una iglesia presbiteriana. Mientras, la localidad española original, la iglesia o la Plaza de la Constitución donde años antes se había producido la matanza del «Año de los tiros», fue enterrada bajo la escoria procedente de las excavaciones. Por lo tanto, el antiguo pueblo yace bajo la mina de Cerro Colorado, que siguió en funcionamiento (gestionada por los mineros) hasta el año 2001.
como la denomina el escritor y poeta de la localidadHuelva capital también se desarrolló enormemente bajo el influjo inglés. Los numerosos talleres e instalaciones edificados por la Rio Tinto, que daban trabajo a más de setecientos obreros, cambiaron la fisonomía de la ciudad y contrastaban con el auge de una nueva burguesía tanto de españoles como de extranjeros que se encontraban vinculados a la empresa. El poder de la empresa llegó a ser tal en la ciudad que las edificaciones civiles dependían de los intereses de la empresa. Prueba de ello son el barrio barrio Reina Victoria como ciudad jardín que acogía a parte de sus empleados, la construcción de la Casa Colón de Huelva, que terminó convirtiéndose en sede para oficinas, el desaparecido hospital inglés o el gigantesco Muelle de mineral de la compañía Riotinto.
En los primeros años se construye la línea de ferrocarril para poder dar una salida barata y rápida al mineral. En solo dos años se dispuso de una línea que unía la misma mina con la salida más cercana al mar: el puerto de Huelva. Por lo tanto, la mayor parte de la riqueza obtenida de las entrañas de la tierra (se estima, por ejemplo, que la mitad de la pirita mundial) partía rápidamente, a través del Atlántico, hasta Inglaterra dejando una comarca en aparente progreso pero en realidad deprimida por una industrialización feroz.
Pese a todo los beneficios de la empresa en la provincia fueron innegables. Con una plantilla de 17 000 trabajadores de Huelva, Sevilla, Galicia o el Algarve y el Bajo Alentejo portugués solamente en empleo directo, obtiene en poco más de ochenta años más de 54 millones de libras de beneficio. El impacto paisajístico de la mina se hará notable y prueba de ello serán las tres inmensas explotaciones a cielo abierto que se abren hacia el interior de la tierra. Filón Sur en 1874, Filón Norte en 1892 y sobre todo Corta Atalaya, en 1907, entonces la más grande de todo el continente europeo, serán prueba de ello.
Hacia 1907 la RTC firmó un acuerdo energético con la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya (SMMP) por el cual esta última suministraría unas 19.000 toneladas de carbón anuales, contando para ello con la red ferroviaria de la compañía MZA. Varios años después, en 1917, la SMMP y la RTC participaron en la fundación de la Sociedad Española de Construcciones Electromecánicas, empresa a la cual la Rio Tinto Company suministró importantes cantidades de cobre para su posterior tratamiento metalúrgico.
De 1908 a 1954, a causa de la caída empicada del precio de las materias primas, se produce un declive de la empresa en la zona que terminará con su venta a empresas españolas. Hasta principios del siglo XX la explotación fue tremendamente rentable. Pero el nuevo siglo y sobre todo el crack del 29, la Guerra Civil Española y las Guerras Mundiales llevaron a la empresa a una nueva y difícil época por lo que tuvo que diversificarse implantándose en otros países.
Durante la Guerra Civil se incauta parte de la producción de piritas con destino a Italia y la Alemania nazi, además de tener que «ceder» libras a cambio de pesetas sobrevaloradas. En general, durante la Segunda Guerra Mundial la presión a la empresa, por pertenecer a los países aliados, va a ser mayor. A partir de los años 40 el Gobierno español se hace más intervencionista y comienza un hostigamiento a la empresa buscando su nacionalización. Razón de ello será que Falange Española defina a la empresa de «colonizadora porque las minas encarnaban lo peor del colonialismo porque un débil gobierno republicano enajenó por un precio irrisorio el criadero de piritas más rico del mundo» y obligando a que los productos de las minas se utilizaran exclusivamente en España. En ese contexto, en 1954 la Compañía vendió la mayoría de sus propiedades a intereses españoles, creándose la Compañía Española de las Minas de Río Tinto. Eran tiempos en los que la minería empezaba a encontrarse en franco retroceso. Aunque previamente se había diversificado ya por diversos países y regiones (como Estados Unidos, Rhodesia y Australia), es a partir de ese año cuando la Rio Tinto Company Limited abandona España y comienza una nueva andadura fuera de las minas que la vieron nacer.
El 4 de febrero de 1888, poco tiempo después de la llegada del nuevo mánager general Mr William Rich, una manifestación de mineros y agricultores que protestaban por los humos de las teleras y las míseras condiciones de trabajo fue duramente reprimida por el ejército. Aunque el Gobierno central y la compañía silenciaron parte del suceso se cree que fueron más de dos centenares los muertos aquel día. Los sangrientos hechos fueron conocidos en la provincia de Huelva como «El año de los tiros».
Las teleras (calcinaciones al aire libre del mineral pobre del cobre impuestas en España por el Marqués de Remisa décadas atrás) eran utilizadas en la zona desde principios de siglo pero con la llegada de los ingleses su uso aumentó considerablemente por lo que se cree que eran lanzados al aire en torno a 500 toneladas anuales. El hecho tenía cierta resonancia nacional, y en la provincia la población se dividió entre «humistas» que defendían su utilización como símbolo de progreso y «antihumistas» que las criticaban por su elevadísima capacidad contaminante (de hecho, los humos procedentes de las teleras inundaban toda la comarca y en ocasiones eran visibles en la sierra de Sevilla e incluso Ayamonte y Portugal). Por lo tanto, desde 1877, se formularon las primeras quejas respecto a este asunto al Gobierno de Cánovas del Castillo. Fruto de ello fue la publicación de la Resolución 22/7/1879 que si bien imponía pequeñas indemnizaciones a los daños causados a los cultivos de la zona no planteaban problema alguno sobre la salubridad humana; es decir, en cierta medida «legalizaba» el uso de las calcinaciones pese a la existencia de varios fallecimientos de trabajadores de la zona por su causa (fallecimientos que los médicos de la Compañía «achacaban» a enfermedades congénitas de los trabajadores y no externas —falta de vida según sus propios informes— y, por supuesto, no producto de las minas).
Los ayuntamientos, por su parte, intentaron prohibir estos procedimientos. Pero el gobierno, influenciado por la Compañía y periódicos conservadores como La Provincia (que había realizado casi una cruzada a favor de la minería) derogaban sistemáticamente toda ley municipal contraria a las teleras.
Tal era el grado de descontento con la situación, que terratenientes y jornaleros, que veían como sus cultivos y medios tradicionales de vida se iban perdiendo contaminados sin remisión, se unieron a las protestas laborales y «medioambientales» de los mineros. Así, el día 31 de enero de ese 1888, una manifestación encabezada por el sindicalista cubano Maximiliano Tornet llega hasta el ayuntamiento de la localidad para entregar una serie de reivindicaciones, entre las que se exige la desaparición de las calcinaciones al aire libre. No sería hasta el 29 de diciembre de ese mismo año cuando el Gobierno decretara que este tipo de calcinación (ya prohibido en Gran Bretaña desde siete años antes) fuese reducido.
A partir del 2 de febrero se inicia una huelga en la Cuenca Minera que provoca que el Gobernador Civil acantone en Huelva a dos compañías del Regimiento del General Pavía comandadas por el teniente coronel Ulpiano Sánchez. Al día siguiente, pese a los intentos de mediación de la Guardia Civil, se producen conatos violentos, el Ayuntamiento y el gerente de la Compañía William Rich no aceptan ninguna de las condiciones y probablemente alertan a la capital para que trasladen a Riotinto a las compañías del ejército.
El 4 de febrero por la mañana se produce una nueva manifestación con llegada de gentes de la cercana localidad de Nerva y zonas limítrofes e incluso una delegación sube al Ayuntamiento para exponer sus reclamaciones. La plaza de la Constitución de la localidad está llena de trabajadores, mujeres y niños y se estima que había más de doce mil personas de toda la comarca. Al salir del edificio las fuerzas de Pavía cargan durante quince minutos a tiros y bayonetas contra los manifestantes produciendo un número de víctimas mortales y de heridos no conocido oficialmente (que oscila entre 14 y 45 en la prensa y según fuese el medio conservador o liberal y que hoy se estima mucho más amplia).
El destino de los cuerpos de los fallecidos sigue siendo una incógnita aunque se piensa que fueron sepultados bajo escoria en alguna mina de la comarca. La tragedia, que causó conmoción nacional e incluso internacional, puede considerarse como una de las primeras manifestaciones ecologistas. Pese a todo, las teleras no fueron prohibidas en España hasta años después, pues a pesar de que ese mismo año se promulgó un Decreto Real del ministro José Luis Albareda1907 cuando desapareció ese método de calcinación, siendo sustituido por la construcción de pequeñas fundiciones.
que instaba a su desaparición, no fue hasta el añoMenos conocidas pero también prueba del sistema semi-esclavista de gestión de la empresa fueron la huelga de 1913 y, sobre todo, la huelga de 1920. Con una duración de seis meses, los trabajadores volvieron a reclamar unos derechos que poseían compañeros de otras comarcas mineras españolas. Se dio el caso que mientras duró dicha huelga, los hijos de los trabajadores tuvieron que ser acogidos por otras familias obreras de Andalucía porque ya no podían ser alimentados en su casa por la falta de sueldo y ayudas.
La numerosa población anglosajona asentada en la zona (trabajadores y directivos de la Rio Tinto Company en su mayoría) permitió que parte de sus tradiciones culturales, sociales y deportivas se implantaran en la cuenca minera e incluso en el resto del país.
Aunque la Rio Tinto Company Limited abandonó las explotaciones españolas la empresa siguió existiendo pero rebautizada a partir de entonces como Rio Tinto PLC. Posteriormente se fusionó con una empresa australiana formando el Rio Tinto Group.
diversificando sus actividades. Siendo la compañía extractora de carbón más grande del mundo, sus orígenes en las minas onubenses son mostrados en su sitio internet oficial corporativo.Otras empresas destacadas en la Cuenca Minera de Huelva fueron The Buitrón and Huelva Railway and Mineral Company Limited, que explotaba las minas ferrocobrizas de El Castillo de Buitrón y La Poderosa en Zalamea la Real, y de La Concepción en Almonaster la Real, además de gestionar el ferrocarril Zalamea–San Juan del Puerto; The Peña Copper Company Limited, enclavada en Nerva, que explotaba el criadero de Peña de Hierro; la Huelva Copper and Sulphur Mines Company Limited, que centró su actividad en Cueva de la Mora (Almonaster), aunque llegó a contar con 68 concesiones; la United Alkali Company Limited explotadora de Sotiel Coronada y Tinto y Santa Rosa, registrando más de medio centenar de concesiones. La Société Française de Pyrites d'Huelva se dedicó sobre todo a la explotación de piritas de hierro en El Cerro de Andévalo y Calañas.
De menor peso cualitativo, también existieron empresas de origen español. Cabe destacar la bilbaína Sociedad Anónima de Minas de Cala, dedicada a la explotación de piritas de cobre y hierro magnético, que era a su vez propietaria del ferrocarril que unía Cala y San Juan de Aznalfarache; la Ibarra, inicial explotadora de las minas de San Telmo; el Grupo Nerón, de origen onubense dedicado a la explotación de antimonio en El Cerro; y la Compañía de las Minas de Cabeza del Pasto y el Ferrocarril del Guadiana, propiedad de la familia Sundheim, que explotaba yacimientos en Puebla de Guzmán.
Varias han sido las empresas que han explotado las mismas minas desde la partida de la Compañía (Compañía Española de Minas de Río Tinto, Unión Explosivos Río Tinto, Río Tinto Patiño, Río Tinto Minera y la última de ellas, Minas de Riotinto S.A.L.) sin que se pudiera recuperar el esplendor de antaño. A pesar de que el incremento del precio de las materias primas de metales, especialmente de cobre, han abierto nuevas expectativas en los yacimientos de Cerro Colorado en Río Tinto, así como en otros de la Faja Pirítica Ibérica, el destino de unas minas que durante cinco mil años han sido trabajadas es el de desaparecer ya que en 2001 se cerró la última exploración.
El municipio progresivamente ha orientado su economía hacia otros sectores, como el de la tradicional agricultura frutícola con la presencia de la compañía Riotinto Fruit o el del turístico a cargo de la Fundación Río Tinto proponiendo una oferta específicamente orientada a dar a conocer la memoria histórica de una comarca que durante siglos ha vivido de la minería, siendo ambos sectores insuficientes para el mantenimiento económico de la Cuenca Minera, lo que, unido a la crisis económica, ha provocado el descenso poblacional, además de una elevada tasa de paro.
Uno de los talleres de la compañía.
Directivos de la compañía.
Explotación de la planta 16 de las 18 de las que cuenta Corta Atalaya.
Excavación.
Exterior de la fundición de cobre.
Interior de la fundición de cobre.
Fábrica de ácido sulfúrico.
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