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Rosemary Sutcliff



¿Qué día cumple años Rosemary Sutcliff?

Rosemary Sutcliff cumple los años el 14 de diciembre.


¿Qué día nació Rosemary Sutcliff?

Rosemary Sutcliff nació el día 14 de diciembre de 1920.


¿Cuántos años tiene Rosemary Sutcliff?

La edad actual es 103 años. Rosemary Sutcliff cumplirá 104 años el 14 de diciembre de este año.


¿De qué signo es Rosemary Sutcliff?

Rosemary Sutcliff es del signo de Sagitario.


¿Dónde nació Rosemary Sutcliff?

Rosemary Sutcliff nació en East Clandon.


Rosemary Sutcliff (East Clandon, 14 de diciembre de 1920-Walberton, 23 de julio de 1992) fue una escritora británica conocida por sus obras de literatura juvenil, principalmente novelas históricas.

Nacida en una pequeña población al sureste de Inglaterra, era hija de un oficial de la Armada británica sujeto a continuos cambios de destino que obligaron a la familia a vivir en diferentes lugares.[3]​ Sufrió desde una temprana edad artritis juvenil idiopática, enfermedad que le hizo pasar una infancia y adolescencia solitarias.[3]

Aunque sus estudios la enfocaron hacia una prometedora carrera como pintora de miniaturas, con poco más de veinte años se inició en la actividad literaria y comenzó a escribir algunas novelas para disfrute personal.[3]​ Un conocido suyo envió uno de sus manuscritos a una editorial y consiguió que se interesasen por ella iniciando así su larga trayectoria literaria profesional.[3]

Sus libros fueron mayoritariamente novelas históricas dirigidas al público juvenil, aunque su temática y estilo han hecho que sean apreciados por lectores de todas las edades.[3]​ Las tramas de sus novelas se desarrollan principalmente en las islas británicas y de manera destacada, durante el periodo romano de las mismas.[4]​ En esta época se enmarca su obra más conocida, El águila de la novena legión, basada en las leyendas sobre esta unidad militar romana. Dicha obra fue llevada al cine en 2011, con el título The Eagle; la película se estrenó en España y Argentina como «La legión del águila», mientras que en México lo fue como «El águila de la legión perdida».[5]

Sutcliff publicó más de cincuenta obras a lo largo de su vida,[3]​ de las cuales solo una pequeña parte ha sido traducida al español. Aparte de novelas históricas, también escribió algunas versiones actualizadas de conocidas leyendas clásicas, así como ensayos y cuentos ilustrados.[4]

Varios de sus libros fueron reconocidos con premios relevantes, entre los que destaca la medalla Carnegie, con la que fue galardonada la novela The Lantern Bearers (publicada en español con los títulos Los guardianes de la luz y Aquila, el último romano).[6]​ A título personal, fue reconocida en su país con el nombramiento de la Orden del Imperio Británico por sus aportaciones en el campo de la literatura juvenil.[7]

Rosemary Sutcliff nació el 14 de diciembre de 1920. Vino al mundo en la pequeña localidad de East Clandon dentro del condado de Surrey al este de Inglaterra. Ya en edad adulta afirmaría que no le agradaba mucho la circunstancia de haber nacido en esta región y que se sentía más ligada al área oeste del país.[3]

Fue hija única.[8]​ Su padre, George Ernest Sutcliff,[8]​ era un oficial de la Armada británica a pesar de proceder de una familia sin tradición militar.[3]​ Su madre, Elizabeth Sutcliff —nacida Lawton—[8]​ había permanecido en el Reino Unido mientras que su familia emigró a la India para trabajar en la construcción de ferrocarriles.[3]

La profesión de su padre estaba sujeta a continuos cambios de destino que obligaron a la familia a mudar de residencia en varias ocasiones para vivir junto a diferentes bases navales británicas.[9]​ El lugar donde Sutcliff pasó más tiempo durante este periodo de su vida fue en la isla de Malta.[9]​ Finalmente, tras este periplo, la familia pudo recalar de una manera más permanente en el norte de Devon.[9]​ Esta circunstancia de no poder permanecer mucho tiempo en el mismo lugar dificultó la escolarización de Rosemary, quien inicialmente fue educada en casa y no aprendió a leer hasta después de los nueve años.[7]

A su madre le encantaban las novelas históricas así como las leyendas nórdicas, celtas y sajonas, lo que hizo que habitualmente leyese a su hija libros con esta temática.[3]​ Esto no fue óbice para que también le inculcase una férrea disciplina y que Rosemary desarrollase una relación difícil con su progenitora.[3]​ Con todo, ya mayor, reconoció haberse sentido muy querida por su padres y haberlos apreciado sinceramente a pesar de no poder hablar con ellos de una buena parte de sus problemas y sentimientos personales.[10]

Inició su educación infantil reglada más tarde de lo habitual. Con nueve años ingresó en la escuela femenina de Chatham, localidad portuaria donde había sido trasladado su padre. Cuando entró en la escuela no sabía leer todavía y quedó al cargo de una amable profesora de avanzada edad llamada Amelia Beck.[11]​ A pesar de su corto periodo de escolaridad, consiguió finalizar la educación obligatoria en 1934 con catorce años y de una manera meritoria.[10]​ Posteriormente ingresó en la escuela de arte de la ciudad portuaria de Bideford en la que estudió tres años y donde le recomendaron especializarse en la pintura de miniaturas.[3]​ Con dieciocho años vivió el estallido de la II Guerra Mundial, durante la que su padre sirvió como comandante de convoyes de transporte.[3]​ Poco después de su inicio —en 1940— realizó su primera exposición en la Royal Academy y una vez finalizada la contienda fue elegida miembro de la Royal Society of Miniature Painters.[11]

Fue durante la contienda —en el ecuador de la misma— cuando Rosemary se inició en la escritura de libros algo cansada de la pintura de miniaturas.[3]​ Su primera obra —Wild Sunrise— versó sobre un líder britano durante la invasión romana de Britania.[3]​ El texto, perdido en la actualidad, no fue de su agrado porque consideró que había quedado muy mal escrito.[3]​ A este trabajo inicial siguió una novela ambientada en el siglo XIX así como una recopilación de leyendas celtas y sajonas.[3]​ Estos primeros escritos los realizó para sí misma, sin buscar su publicación.[12]​ Envió copias a un amigo para recabar su opinión y este —un coronel del ejército— se las entregó, sin decirle nada a ella, a un conocido cuya esposa trabajaba en Oxford University Press.[12]​ Así, para sorpresa de Rosemary, un día recibió una carta de esta editorial informándole que rechazaban su publicación pero le pedían que escribiese una versión para niños de la historia de Robin Hood la cual, con el título de The Chronicles of Robin Hood, consiguió en 1950 ser su primer libro publicado.[12]

Mientras escribía esta obra, trabajó a la vez en una historia sobre la reina Isabel que también fue del agrado de los editores y consiguió ser publicada igualmente.[3]​ Sutcliff todavía no había desarrollado su particular estilo y ambas publicaciones pasaron relativamente desapercibidas en su momento.[13]​ Lo mismo sucedió con los dos libros que publicó en los años siguientes —1951 y 1952—.[13]​ No fue hasta 1953 en que su obra Simon, ambientada en la Guerra Civil Inglesa, consiguió tener una buena acogida por parte de la crítica.[14]​ En el año siguiente apareció el que sería su trabajo más conocido: The Eagle of the Ninth (El águila de la novena legión), libro sobre la búsqueda de una legión romana desaparecida al norte del muro de Adriano con una trama basada en la amistad y las lealtades en conflicto.[13]​ Esta obra fue la que le lanzó a la fama y la primera de una serie ambientada en la Britania romana de la que un título posterior, The Lantern Bearers, consiguió ganar en 1959 la medalla Carnegie.[13]

Poco después del final de la guerra conoció a un antiguo oficial de la RAF llamado Ruphert que estaba afectado por la fatiga de combate y con quien mantuvo una relación de dos años.[12]​ Esta persona estaba casada y Sutcliff finalizó la relación al descubrir que aquel había iniciado un romance con otra mujer con la que finalmente contrajo matrimonio tras divorciarse de su primera esposa.[3]​ Con todo, durante los años 1970 cuando Rosemary Sutcliff ya era una reconocida escritora, volvió a encontrarse con él.[3]​ En una entrevista a la BBC afirmó que su propia familia no estaba a favor de que contrajese matrimonio y que ni ella ni su posible prometido se vieron con capacidad para hacer frente a este rechazo.[12]

Su madre falleció en la década de 1960, tras lo que Rosemary y su padre se trasladaron para vivir en la campiña cerca de Sussex, en un área donde también se encontraba Bateman’s, la casa de campo donde Rudyard Kipling vivió gran parte de su vida.[9]​ Permaneció en ese lugar durante varios años, hasta que, tras la muerte de su progenitor a principios de los años 1980, recaló finalmente en la pequeña localidad de Walberton, cerca de Arundel.[3][1]​ En esta, su última residencia, vivió acompañada de un ama de llaves y dos perros chihuahuas.[3]​ En ella recibió visitas de familiares y amigos, así como de grupos de niños de la escuela local con los que le gustaba conversar.[1]​ Igualmente, se implicó en la vida de este pequeño pueblo y fue ayudada por sus vecinos cuando lo necesitó.[1]​ Con motivo de la muerte de uno de sus perros, Sutcliff reveló una cierta creencia en la reencarnación, ya que se negó a tener otro hasta pasados unos años con la esperanza de que el nuevo can fuese una reencarnación del fallecido.[3]​ En este sentido, se le atribuyen declaraciones afirmando que una de las causas por la que algunos autores se sentían especialmente atraídos por una determinada época histórica era que habían vivido otra vida anterior en ella y por eso les resultaba familiar.[3]

Falleció repentinamente el 23 de julio de 1992. En esos días estaba terminando su obra Sword Song;[3]​ de hecho, estuvo trabajando en el libro la misma mañana del día de su muerte.[15]

A Rosemary Sutcliff le fue diagnosticada artritis juvenil idiopática a la edad de dos años.[16]​ Esta afección provocó que quedase impedida de por vida y le obligó a tener que usar silla de ruedas.[16]​ Además tuvo que soportar un buen número de intervenciones quirúrgicas y largas estancias en diferentes hospitales.[16]​ Aparte de lo anterior, un efecto secundario de su enfermedad fueron las alucinaciones que sufrió debido al arsénico contenido en alguno de los medicamentos que le suministraron.[3]

Durante una de sus convalecencias, siendo niña, encontró en la biblioteca del hospital el libro Emily of New Moon (Emily la de Luna Nueva) de la autora canadiense Lucy Maud Montgomery.[3]​ Esta obra, que trataba sobre una niña huérfana que lucha por convertirse en escritora, fue recordada posteriormente por Rosemary como una de sus más importantes lecturas.[3]

Ya en edad adulta afirmó que, a pesar de que la profesión de escritora se podía desarrollar bien siendo impedida, su temática de novela histórica le obligaba a un trabajo previo de documentación en bibliotecas y archivos con difícil acceso a personas en silla de ruedas.[17]​ Esta dificultad de movimiento de Rosemary tuvo, sin embargo, como consecuencia el desarrollo de un gran sentido de la observación.[3]​ La autora reconoció que los padecimientos causados por su enfermedad fueron inspiración de varias de sus obras.[9]​ En este sentido, se ha considerado que el elemento de conseguir salir adelante y triunfar venciendo al sufrimiento y las heridas fue central en el desarrollo de algunos personajes.[16]

Su enfermedad la condujo a pasar una infancia y juventud solitarias durante las que la única compañía con la que contó fue la de sus padres.[16]​ Rosemary consideraba que estos, además, fueron unas personas encerradas en sí mismas que no comprendieron que una persona en su infancia y adolescencia necesita a otras personas de su misma edad y no permitieron que su hija trajese a casa a los pocos amigos que tenía.[12]

Esta infancia en una soledad marcada por la enfermedad y la deficiente escolarización durante los primeros años han sido considerados por el autor Alan Garner como elementos comunes en varios escritores de novela juvenil.[3]​ Con todo, a pesar de que su incapacidad fue en aumento con los años, Sutcliff consiguió hacer viajes al extranjero, en especial a Grecia, lugar que era muy querido para ella y en cuyo periodo clásico ambientó alguna de sus novelas.[3]

Rosemary Sutcliff escribía constantemente —una media de 1800 palabras diarias— por lo que solía trabajar desde media mañana hasta el anochecer.[18]​ Redactaba sus borradores manualmente para lo que se valía de bolígrafos especiales con cuerpo grueso y blando que se adaptasen bien a su mano artrítica.[18]​ Escribía utilizando una letra pequeña y bien legible.[18]​ No buscaba una extensión determinada de sus libros. Para ella, cada historia necesitaba su propio tiempo para desarrollarse y llegar a su conclusión.[12]

Ella misma afirmaba que para crear sus historias no partía de una trama preconcebida, sino meramente de una idea particular que le venía a la cabeza.[12]​ Sobre esta idea desarrollaba un tema que enmarcaba en una escena inicial y un acontecimiento final entre los que se pasaba por sucesos intermedios.[12]​ También se inspiraba en personajes históricos a los que admiraba o en conocidos arquetipos de héroe que proporcionan las mitologías griega, romana o celta.[16]

La primera fase de su trabajo consistía en una estudio previo que solía hacer consultando enciclopedias y buscando bibliografía.[18]​ Posteriormente visitaba bibliotecas y archivos para leer obras con las que profundizar en la historia y vida cotidiana de la época donde ambientaba su obra.[18]​ Su gran sentido del detalle le posibilitó dar un gran realismo a las descripciones que aparecen en sus libros.[9]​ A estos detalles dedicaba mucha atención y procuraba que fueran lo más fieles posible, lo que le hacía ponerse en contacto con personas expertas en diversos campos para ilustrarse lo necesario.[12]

Una de las características de su estilo fue el concepto que tenía de que a sus lectores jóvenes se les tenía que hablar de manera clara y directa, no como si el autor fuese un padre o un maestro.[9]​ Por este motivo sus libros, aunque son considerados como literatura juvenil, han sido apreciados por lectores de todas las edades. En este sentido, era habitual su afirmación de que escribía libros para niños entre nueve y noventa años de edad.[12]

Por lo general escribía en tercera persona con alguna excepción como su obra Sword at Sunset, en la que utiliza la primera.[19]​ La mayoría de sus historias están relatadas desde el punto de vista de los personajes masculinos y Rosemary llegó a afirmar que le resultaba difícil describir las cosas desde la perspectiva femenina.[12]

El estilo de Rosemary Sutcliff se dirige más a contar la historia que a describirla y ella se definía a sí misma como una especie de «juglar».[20]​ Al mismo tiempo, su narrativa siempre ha manifestado una gran habilidad para la recreación de momentos en los que suceden cambios dramáticos y desafiantes.[10]

Las obras del Nobel británico Rudyard Kipling ejercieron en su estilo una notable influencia, en especial El libro de la selva, Kim y Los cuentos de así fue.[10]​De hecho, Rosemary publicó en 1960 un ensayo sobre este autor con el título Rudyard Kipling – A Monograph.

Sus obras fueron mayoritariamente novela histórica y en menor medida ensayos, además de una autobiografía. La época sobre la que a Sutcliff más le gustaba escribir era la de Britania durante el Imperio romano.[12]​ También el periodo posterior tras la retirada romana de la isla y las invasiones sajonas fue el trasfondo en el que se desarrollaron varias de sus novelas.[16]​ No le gustaba escribir obras ambientadas en la Edad Media ya que, a pesar de que le interesaba bastante, consideraba que esta época histórica había estado demasiado impregnada por la religión y que esta afectaba demasiado a todos los aspectos de la vida.[12]

En el citado periodo posromano de Gran Bretaña también se puede enmarcar la búsqueda del Arturo histórico, tema que le apasionaba y que fue la base para varios de sus libros.[16]​ También reescribió varias leyendas conocidas, tales como Beowulf, para hacerlas más accesibles a los lectores de menor edad.[16]

Los personajes de muchos de sus libros fueron personas jóvenes, mayoritariamente masculinos, de los que su lealtad, amistad y camaradería forman una parte importante del relato.[16]​ En buena parte de sus obras sus protagonistas se ven obligados a elegir entre diferentes caminos y lealtades así como con la necesidad de conciliar unas ideas y valores sostenidos en el pasado con una situación real a la que se enfrentan en el presente.[21]​ Igualmente, es habitual la fina exposición que la autora hace de las diferentes y particulares visiones que tienen estos personajes sobre el bien y el mal.[10]​Otro tema recurrente en un buen número de sus novelas fue la relación de las personas con los animales, particularmente caballos y perros.[16]​ También es normal la aparición de amuletos u objetos con algún significado especial —preferentemente con motivos de plantas, pájaros o animales míticos— que suelen ser un elemento de conexión entre diferentes historias a través del tiempo.[16]

Rosemary Sutcliff recibió varios reconocimientos en vida y a título póstumo. Quizá los más importantes fueron sus nombramientos como oficial de la Orden del Imperio Británico en 1975 y comandante de la misma orden en 1992, el año de su muerte.[7]​ También algunos de sus libros fueron seleccionados en varios premios de literatura juvenil, tanto incluidos entre los finalistas para su obtención como galardonados con el mismo. En orden cronológico, sus reconocimientos fueron los siguientes:

Tras el éxito de The Eagle of the Ninth, Sutcliff escribió varias novelas más con el común denominador de que sus protagonistas son descendientes de Marco Flavio Aquila, figura principal de la primera. Estas obras están ambientadas en momentos posteriores y el horizonte temporal de la serie llega hasta la definitiva fusión de la previa población romano-britana con los nuevos habitantes anglosajones. En ocasiones se le define como una trilogía formada por The Eagle of the Ninth, The Silver Branch y The Lantern Bearers aunque también se pueden incluir en esta serie otros libros más.[4]​ Ordenadas por el momento en el que tiene lugar la trama, estas obras son las siguientes:

La leyenda artúrica fue un tema que apasionó a Rosemary Sutcliff desde niña.[28]​ Sin llegar a leer ninguna obra que presentase a Arturo como un líder de los años oscuros posromanos en Britania, llegó a la conclusión de que detrás de esta leyenda se encontraba la historia de una persona real que ella reconstruyó sobre la base de sus conocimientos sobre esos momentos de la historia de Britania.[28]​ El primer libro sobre esta temática fue Sword at Sunset, considerado por algunos como una de sus mejores novelas.[29]​ Continuó con esta materia artúrica con tres trabajos posteriores en los que, en lugar del aspecto histórico, se centró en el lado legendario.

Sutcliff dedicó varias de sus obras a reescribir leyendas clásicas, tanto celtas y nórdicas como griegas. De hecho, su primer libro publicado fue una adaptación de la leyenda de Robin Hood. En sus adaptaciones intentó actualizar el lenguaje y adaptarlo a un público juvenil a la vez que pulía, en la medida de lo posible, los elementos más fantásticos para dar un enfoque más realista a las historias.

La gran mayoría de las novelas históricas de Rosemary Sutcliff están ambientadas en las islas británicas, principalmente en Gran Bretaña y en menor medida en Irlanda. Sus tramas se desarrollan en varios periodos históricos entre los que sobresalen la prehistoria y la época romana.

Sutcliff escribió cinco novelas ambientadas en el periodo prehistórico de las islas. Son obras en las que elementos de las antiguas religiones y las supersticiones ocupan un lugar importante. Igualmente, como en muchos de sus libros, los protagonistas tienen que enfrentar adversidades y conseguir sobreponerse a ellas.

El periodo romano fue para Sutcliff la principal época donde ambientar sus novelas y en la que se sentía más cómoda escribiendo. Aparte de los cinco libros englobados en la serie denominada «El Águila», escribió otras siete obras cuyas historias suceden dentro de esos siglos. Sus protagonistas son tanto romanos como britanos indígenas.

Fueron escasas las obras ambientadas en la Alta Edad Media durante el periodo anglosajón. Aparte de sus libros con temática artúrica, Sutcliff escribió otras dos novelas. Únicamente en una de ellas, el protagonista pertenece a los pueblos invasores anglosajones.

La Edad Media no fue un periodo en el que a Sutcliff le gustase ambientar sus novelas. Solo tres de ellas se desarrollan en la Plena Edad Media durante el periodo de la invasión normanda. En ninguna de ellas, los protagonistas pertenecen a los invasores llegados de Francia sino que son miembros de los pueblos que habitaban la isla.

En el siglo XVI Rosemary Sutcliff ambientó cuatro de sus novelas, todas ellas escritas durante la década de 1950. Una de las obras sucede durante el reinado de Enrique VIII y tres en el posterior gobierno de su hija Isabel I. De hecho, la segunda novela que la autora consiguió publicar fue The Queen Elizabeth Story en 1950.

Durante buena parte del siglo XVII Inglaterra y Escocia se vieron sacudidas por una serie de conflictos internos a causa de la lucha entre la monarquía y el parlamento así como debido a la coexistencia de diferentes confesiones cristianas. La autora ambientó tres de sus libros en esta época. Dos durante las guerras civiles y el tercero sobre un líder escocés durante el convulso reinado de Jacobo I.

Rosemary Sutcliff escribió muy pocas obras ambientadas fuera de las islas británicas. Solo cuatro de sus novelas históricas tienen escenarios diferentes. Tres de ellas están ambientadas en Grecia durante diferentes periodos y la cuarta en el imperio turco; esta última, con todo, está basada en las aventuras de un soldado escocés.

Además de magnífica escritora, Sutcliff también tenía una notable habilidad como dibujante. La autora combinó ambas facetas en varios cuentos ilustrados de temática infantil pero con un gran contenido simbólico.

Aparte sus obras de ficción, Sutcliff también escribió algunos ensayos que representan una pequeña parte de su producción literaria. El más conocido de ellos fue su autobiografía titulada Blue Remembered Hills.



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