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Enrique VIII de Inglaterra



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Enrique VIII de Inglaterra cumple los años el 28 de junio.


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Enrique VIII de Inglaterra nació el día 28 de junio de 1491.


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La edad actual es 532 años. Enrique VIII de Inglaterra cumplirá 533 años el 28 de junio de este año.


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Enrique VIII (28 de junio de 1491-28 de enero de 1547) fue rey de Inglaterra y señor de Irlanda desde el 22 de abril de 1509 hasta su muerte. Fue el segundo monarca de la casa Tudor, heredero de su padre, Enrique VII. Se casó seis veces y ejerció el poder más absoluto entre todos los monarcas ingleses. [2][3]​ Entre los hechos más notables de su reinado se incluyen la ruptura con la Iglesia católica y el establecimiento del monarca como jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra (Iglesia anglicana), la disolución de los monasterios y la unión de Inglaterra con Gales.

También promulgó legislaciones importantes, como las varias actas de separación con la Iglesia de Roma, de su designación como cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra, las Union Acts de 1535 y 1542, que unificaron a Inglaterra y Gales como una sola nación, la Buggery Act de 1533, primera legislación contra la sodomía en Inglaterra y la Witchcraft Act de 1542, que castigaba la brujería con la pena de muerte.[4]

La protección que dispensó al pintor alemán Hans Holbein se tradujo en una formidable serie de retratos y dibujos en color, que efigian a muchos personajes de la corte de aquella época, al propio Enrique VIII.

Enrique nació en el palacio de Placentia en Greenwich el 28 de junio de 1491. Fue el tercer hijo de Enrique VII e Isabel de York. Solo tres de sus seis hermanos sobrevivieron a la infancia: Arturo, príncipe de Gales, Margarita y María, futura reina consorte de Francia. Su padre, miembro de la Casa de Lancaster, había adquirido el trono por derecho de conquista, ya que su ejército derrotó al último Plantagenet, Ricardo III, y posteriormente completó sus derechos desposando a Isabel, hija de Eduardo IV de Inglaterra. En 1493, Enrique fue designado condestable[5]​ del castillo de Dover y lord Warden de los cinco puertos. En 1494 fue nombrado duque de York y posteriormente conde mariscal de Inglaterra y lord teniente de Irlanda.

Enrique recibió una educación de primera clase de importantes tutores y consiguió adquirir fluidez en latín, francés y español. Su madre falleció cuando él tenía once años.

Durante su juventud fue un ávido apostador y jugador de dados, y también practicó justas, caza y royal tennis, antepasado del actual tenis. Fue, además, un músico completo, escritor y poeta. Se involucró en la reconstrucción y mejoramiento de varios edificios importantes, como el palacio de Nonsuch, la capilla del King's College, en Cambridge, y la abadía de Westminster, en Londres. En muchos casos se trataba de edificios confiscados, por ejemplo al cardenal Thomas Wolsey; entre ellos, la Christ Church en Oxford, el palacio de Hampton Court, el palacio de Whitehall y el Trinity College en Cambridge.

En 1501, Arturo, heredero de la corona inglesa, se casó con Catalina de Aragón, hija menor de los Reyes Católicos, en la catedral de San Pablo, en Londres. La pareja, que por entonces tenía quince y dieciséis años, respectivamente, fue enviada por un tiempo a Gales, como se acostumbraba con el heredero del trono y su esposa. Al año siguiente, tras solo veinte semanas de matrimonio, Arturo murió de una infección, por lo que Enrique se convirtió en príncipe de Gales y heredero al trono. Enrique VII, aún interesado en sellar una alianza matrimonial entre Inglaterra y España, ofreció a su hijo Enrique en matrimonio a Catalina de Aragón.

Para lograr el matrimonio entre su hijo y Catalina de Aragón, Enrique VII debía primero obtener una dispensa papal. Catalina manifestaba que su primer matrimonio no había sido consumado; de ser así no se requería dispensa alguna, sino una simple disolución de un matrimonio meramente formal. Sin embargo, tanto la corte española como la inglesa insistieron en la necesidad de una dispensa papal para eliminar todas las dudas concernientes a la legitimidad del casamiento. Debido a la impaciencia de Isabel I de Castilla, el papa otorgó apresuradamente la dispensa mediante una bula. De esta manera, catorce meses después de la muerte de su primer marido, Catalina se encontró comprometida con el hermano de aquel. En 1505 Enrique VII perdió su interés en mantener la alianza con España y el príncipe de Gales fue obligado a declarar que el compromiso había sido arreglado sin su consentimiento.

Enrique VIII ascendió al trono en 1509, tras la muerte de su padre. Fernando el Católico organizó el casamiento de su hija Catalina de Aragón con el nuevo rey. Enrique VIII desposó a Catalina en Greenwich, el 11 de junio de 1509, dejando de lado los consejos del papa Julio II y de William Warham, arzobispo de Canterbury, en cuanto a la validez de tal unión. Fueron coronados juntos en la abadía de Westminster el 24 de junio de 1509.

El primer embarazo de Catalina terminó en un aborto en 1510. Luego dio a luz a un hijo, Enrique, el 1 de enero de 1511, pero el bebé solo vivió hasta el 22 de febrero de ese mismo año.

Con su coronación, Enrique VIII debió enfrentarse a las problemáticas consecuencias de los impuestos nobiliarios establecidos por Richard Empson y Edmund Dudley, miembros del gabinete de su padre. Dos días después de su nombramiento los hizo detener en la Torre de Londres, fueron acusados de alta traición y decapitados en 1510. A diferencia de Enrique VII, que favorecía las políticas pacíficas, Enrique VIII manifestó una inclinación bélica durante todo su reinado.

Durante los dos años posteriores a la ascensión de Enrique VIII, Richard Fox, obispo de Winchester, y William Warham controlaron los asuntos de Estado. A partir de 1511, sin embargo, el poder real fue ostentado por el cardenal Thomas Wolsey. En ese mismo año, el papa Julio II proclamó una Liga Santa contra Francia. La nueva alianza se forjó rápidamente, incluyendo a Inglaterra, España, regida por los Reyes Católicos, y el Sacro Imperio Romano, gobernado por el emperador Maximiliano I. Enrique VIII firmó el Tratado de Westminster, en el que prometía ayuda mutua a España contra Francia. En 1513 invadió este país y derrotó a sus ejércitos en la batalla de las Espuelas. Por su parte, Jacobo IV de Escocia, aliado de Francia, invadió Inglaterra por el norte, pero fue derrotado y muerto en Flodden el 9 de septiembre de 1513, por lo que el conflicto se vio terminado.

En 1514, Fernando abandonó la alianza, y las otras partes hicieron la paz con Francia. La consecuente irritación con España inició la discusión sobre un divorcio entre Enrique VIII y Catalina. Sin embargo, con la ascensión en 1515 de Francisco I al trono francés, aumentó nuevamente el antagonismo entre Inglaterra y Francia, y Enrique se reconcilió con los reyes de España.

En 1516 Catalina pudo concebir a una niña, María, lo que renovó las esperanzas de Enrique de lograr un heredero varón a pesar de los previos embarazos fallidos de su esposa.[6]​ Fue un matrimonio de larga data, pero la paciencia de Enrique VIII por un hijo varón que Catalina no le pudo dar, lo llevó al final de la relación.[7]

Fernando II murió en 1516 y fue sucedido por su nieto Carlos, sobrino de Catalina. Para octubre de 1518, Thomas Wolsey había diseñado el Tratado de Londres con el papado, con la idea de conseguir un triunfo para la diplomacia inglesa, lo que ubicaba al reino en el centro de una nueva alianza europea con el ostensible objeto de repeler las invasiones moriscas a España, tal como había solicitado el papa.

En 1519 murió Maximiliano, y Wolsey propuso secretamente a Enrique como candidato para el puesto de emperador del Sacro Imperio Romano, a pesar de que públicamente parecía apoyar al rey francés, Francisco I. Finalmente, los príncipes electores eligieron a Carlos I de España. La subsecuente rivalidad entre Francia y España permitió a Enrique actuar como mediador. Así empezó a manejar el equilibrio del poder europeo. Tanto Francisco I como Carlos I intentaron gozar del favor de Enrique VIII, Francisco en forma espectacular y deslumbrante, con el encuentro en el Campo del paño de oro,[8]​ y Carlos I con toda solemnidad en los encuentros de Kent. Después de 1521, sin embargo, la influencia inglesa sobre Europa comenzó a menguar. Enrique entró en una alianza con Carlos I a través del tratado de Brujas, y Francisco I de Francia fue derrotado por el ejército imperial de Carlos I en la Batalla de Pavía, en febrero de 1525. La confianza del emperador en Enrique disminuyó al mismo ritmo que el poder inglés sobre el continente. Enrique VIII se mostró reacio en ayudarlo a conquistar Francia, a pesar de las garantías de Carlos I. Esto terminó con el Tratado de Westminster de 1527.

El interés de Enrique en los asuntos continentales se extendió hasta el ataque contra la revolución alemana de Lutero. En 1521 le dedicó su "Defensa de los siete sacramentos", que le valió el título de Fidei defensor ("Defensor de la Fe").[9]​ Con base en esto, se lo reconoció con el título de inclitissimus.[10]​ Este honor lo mantuvo aun después de romper con Roma, y es todavía usado por la monarquía británica.

La de Enrique VIII fue la primera coronación pacífica en Inglaterra en muchos años; sin embargo, todavía tenía que ponerse a prueba la legitimidad de la dinastía Tudor. Esta se dio gracias al fallecimiento de su hermano mayor Arturo, a los quince años.

El pueblo inglés parecía disconforme con las reglas de sucesión femenina, y Enrique sintió que solo un heredero varón podría asegurar el trono. Aunque Catalina quedó embarazada al menos siete veces (por última vez en 1518), solo uno de los hijos, María, sobrevivió a la infancia. Enrique había frecuentado amantes, entre ellas María Bolena e Isabel Blount, con quien tuvo un hijo ilegítimo, Henry Fitzroy, primer duque de Richmond y Somerset. En 1526, cuando estuvo claro que Catalina no podría tener más niños, Enrique comenzó a interesarse en la hermana de María Bolena, Ana.

Aunque la motivación principal para solicitar la declaración de nulidad de Catalina era su deseo de tener un heredero varón, Enrique se fue encaprichando con Ana hasta tal punto que terminó enamorándose de ella. El largo intento del rey para terminar su matrimonio fue denominado «La cuestión real».[11]​ El cardenal Wolsey y William Warham comenzaron secretamente a investigar la validez del matrimonio con Catalina. La reina había testificado que su primer matrimonio no había sido consumado y que, en consecuencia, no había impedimento para el posterior casamiento con Enrique. La investigación no pudo ir más allá, y se desestimó.

Sin informar a Wolsey, Enrique apeló directamente a la Santa Sede. Envió a su secretario William Knight a Roma para argüir que la bula de Julio II, por la que se permitió el matrimonio entre Enrique VIII y Catalina de Aragón, había sido obtenida mediante engaños y era en consecuencia nula. Además, pedía al papa Clemente VII que le otorgase una dispensa para permitirle desposar a cualquier mujer, incluso en el primer grado de afinidad. Esta dispensa era necesaria, ya que Enrique había tenido previamente relaciones con María Bolena.

Knight se encontró con que Clemente VII era prácticamente prisionero del emperador Carlos V, sobrino de Catalina. Tuvo dificultades hasta para entrevistarse con el papa y, cuando finalmente lo logró, no consiguió los resultados que buscaba. Aunque no estaba de acuerdo en declarar nulo el matrimonio, Clemente VII otorgó la dispensa, presumiendo que esta no tendría mucho efecto mientras Enrique permaneciera casado con Catalina.

Informado de lo obtenido por el representante del rey, Wolsey envió a Stephen Gardiner y a Edward Fox a Roma. Quizá por temor a Carlos V, el papa inicialmente evitó atender sus reclamaciones. Fox fue enviado de regreso con una comisión autorizando el inicio de un proceso, pero las restricciones impuestas la tornaban prácticamente insignificante.

Gardiner procuró formar una comisión ejecutiva que decidiera con antelación los puntos legales a discutir. Clemente VII fue persuadido para aceptar tal propuesta, y permitió a Wolsey y al cardenal Lorenzo Campeggio llevar el caso juntos. La comisión actuó en secreto; sus conclusiones no debían ser mostradas a nadie, y debían permanecer siempre en poder de Campeggio.

La comisión estableció que la bula papal que había autorizado el casamiento de Enrique con Catalina sería declarada nula si los alegatos en que se basó se demostraban falsos. Por ejemplo, la bula sería nula si resultaba falso que el matrimonio había sido absolutamente necesario para mantener la alianza anglo-hispana.

El cardenal Campeggio llegó a Inglaterra en 1528. Los procedimientos, sin embargo, se paralizaron cuando los españoles emitieron un segundo documento que presumía el otorgamiento de la necesaria dispensa. Se aseguraba que, unos pocos meses antes de otorgarle la dispensa en una bula pública, el papa Julio II había otorgado lo mismo en una nota privada enviada a España.

La comisión, sin embargo, solo hizo mención de la bula; no autorizó a los cardenales Wolsey y Campeggio a determinar la validez de la nota y durante ocho meses las partes litigaron sobre su autenticidad. Durante la primavera de 1529, el equipo legal de Enrique VIII completó el «libelo», sumario de los argumentos reales, incluyendo Levítico 20, 21, que fue presentado ante los delegados papales, y donde se observa, por ejemplo, lo siguiente:

Enojado por la demora, Enrique despojó a Wolsey de su poder y riqueza. Lo acusó de «præmunire»,[12]​ pero Wolsey murió al poco tiempo. Con Wolsey cayeron otros poderosos miembros de la Iglesia en Inglaterra; en las oficinas del lord canciller y del guardián de sellos fueron nombrados laicos en cargos antes reservados únicamente a clérigos.

El poder pasó en primer término a Tomás Moro, quien asumió como nuevo lord canciller de Inglaterra el 26 de octubre de 1529.[13]John Stokesley, quien había sido miembro del Consejo real, capellán y asistente de Enrique VIII, sirviéndolo en el Campo del Paño de Oro en 1520, fue enviado en 1529 a Francia —como embajador ante Francisco I— y a Italia buscando obtener nuevas opiniones favorables al divorcio del rey y de Catalina de Aragón.[14]​ Se lo designó obispo de Londres el 28 de marzo de 1530, en concomitancia con la creciente caída en desgracia de Tomás Moro, quien terminaría por renunciar a su cargo el 16 de mayo de 1532, un día después de que el clero inglés se sometiera definitivamente a la supremacía del rey sobre la Iglesia.[13]​ Ya en 1531 la influencia de Moro había mermado y distintos personajes que respaldaban las intenciones del rey mejoraron rápidamente sus posiciones. Así, el incremento de la influencia política de Thomas Cromwell se puso de manifiesto a través de la serie de cargos que asumió entre 1532 y 1533, que terminaron por incluir el de ministro de Hacienda y secretario de Estado.[15]​ Por su parte, Thomas Cranmer fue consagrado como arzobispo de Canterbury el 30 de marzo de 1533.[16]

El 25 de enero de 1533, Cranmer participó de la boda entre Enrique y Ana Bolena. En mayo anunció la anulación del matrimonio con Catalina y poco después declaró válido el matrimonio con Ana. Catalina perdió el título de reina y se convirtió en la princesa viuda de Gales. Su hija María, ahora considerada, ilegítima, perdió el título de princesa de Gales y pasó a ser, simplemente, lady. La hija de Ana, Isabel, se convirtió en heredera presuntiva. Catalina de Aragón murió de cáncer en 1536. Tomás Moro aceptó que el Parlamento hiciera reina a Ana, pues del Parlamento emanaban las leyes y no se pronunció sobre que Enrique VIII fuese cabeza de la Iglesia de Inglaterra, llegando a dimitir como lord canciller para no tener que pronunciarse. Sabía que la vida le iba en ello. Durante un tiempo Enrique VIII lo dejó tranquilo, pero su silencio era tan atronador para toda Inglaterra que al final le quiso hacer hablar. Muchas veces fue interrogado. Fue encerrado en la Torre de Londres y llevado a un juicio que incluyó falsos testimonios. La función de acusación fue ejercida por Thomas Cromwell. Hallado culpable de alta traición, debido al falso testimonio, fue condenado a muerte. Una vez dictada la sentencia y al solicitársele por los jueces unas últimas palabras, por fin habló, diciendo que el juicio había sido una patraña y negando que Enrique VIII pudiera ser cabeza de la Iglesia. Fue ejecutado en 1535. La Iglesia católica lo consideró un mártir de la fe, y lo canonizó cuatro siglos después de su muerte.

El papa respondió a estos acontecimientos excomulgando a Enrique VIII en julio de 1533. Siguió una considerable agitación religiosa. Urgido por Thomas Cromwell, el parlamento aprobó varias leyes que sellaron la brecha con Roma en la primavera de 1534. La Ley de restricción de apelaciones[17]​ prohibió las apelaciones de las cortes eclesiásticas al papa. También previno que la Iglesia decretara cualquier tipo de regulación sin previo consentimiento del rey. La Ley de designaciones eclesiásticas[18]​ de 1534 decretó que los clérigos elegidos para obispos debían ser nominados por el soberano. La Ley de Supremacía,[19]​ del mismo año, declaró que «el rey es la única cabeza suprema en la tierra de la Iglesia de Inglaterra». La Ley de traiciones,[20]​ también de 1534, convirtió en alta traición castigada con la muerte desconocer la autoridad del rey, entre otros casos. Al papa se le negaron todas las fuentes de ingresos monetarios, como el Óbolo de San Pedro.

Rechazando las decisiones del papa, el Parlamento validó el matrimonio entre Enrique y Ana Bolena con la Ley de Sucesión[21]​ de 1534. La hija de Catalina, María, fue declarada ilegítima, y los descendientes de Ana pasaron a estar en la línea de sucesión real. Todos los adultos fueron obligados a reconocer las previsiones de esta acta; quienes la rechazaban eran condenados a prisión de por vida. La publicación de cualquier escrito alegando que el matrimonio de Enrique con Ana era inválido sería considerado alta traición.

La oposición a las políticas religiosas de Enrique fue rápidamente suprimida. Varios monjes disidentes fueron torturados y ejecutados. Cromwell, por quien fue creado el puesto de viceregente espiritual, fue autorizado a visitar monasterios, supuestamente para asegurarse de que seguían las instrucciones reales, pero en la práctica para hacerse con sus riquezas. En 1536, una ley del Parlamento permitió a Enrique confiscar las posesiones de los monasterios deficitarios (aquellos con ingresos anuales de 200 libras o menos).

En 1536, Ana comenzó a perder el favor de Enrique. Después del nacimiento de su hija Isabel, Ana tuvo dos embarazos que terminaron en aborto o muerte del niño. [22]​ Mientras tanto, Enrique empezaba a prestar atención a otra doncella de su corte, Juana Seymour. Quizá animado por Thomas Cromwell, Enrique hizo arrestar a Ana bajo cargos de usar brujería para convertirlo en su esposo, de tener relaciones adúlteras con cinco hombres, de incesto con su hermano Jorge Bolena, vizconde de Rochford, de injuriar al rey y conspirar para asesinarlo, con el agravante de traición. Los cargos eran enteramente fabricados. La Corte que trató el caso fue presidida por el propio tío de Ana, Thomas Howard, III duque de Norfolk. En mayo de 1536, se condenó a Ana y a su hermano a muerte por la hoguera o por decapitación, lo que el rey eligiera. Los otros cuatro hombres sobre los que se alegó tener relaciones con Ana fueron condenados a ser colgados, ahogados y descuartizados.

Lord Rochford fue decapitado al término del juicio de forma inmediata; a los otros cuatro implicados les fueron conmutadas sus diversas sentencias de muerte por la de decapitación. Ana también fue decapitada al poco tiempo.

En 1536, pocos días después de la ejecución de Ana, Enrique VIII se desposó con Juana Seymour. El Acta de Sucesión de 1536 declaró a los hijos de Juana dentro de la línea sucesoria, excluyendo a las otras hijas de Enrique, María e Isabel. El rey fue habilitado para determinar por sí en lo sucesivo la línea sucesoria. Juana dio a luz a un único hijo varón que tuvo en vida Enrique VIII, el príncipe Eduardo en 1537. Eduardo murió en el Palacio de Greenwich el 6 de julio de 1553, a los quince años de edad, y fue sepultado en la Abadía de Westminster. El 10 de julio de ese año subió al trono Juana Grey.

Luego de la muerte de Juana, la corte entera guardó luto con Enrique por algún tiempo. El rey la consideró siempre su «verdadera» esposa, por ser la única que le dio el heredero varón, que tan desesperadamente anhelaba para asegurar a la Dinastía Tudor.

De acuerdo con una investigación realizada en marzo de 2011, el patrón de embarazos de sus esposas y su deterioro mental sugieren que Enrique VIII tenía el antígeno sanguíneo Kell positivo, que ocasiona abortos en mujeres con antígeno Kell negativo y mortalidad neonatal y el síndrome de McLeod.[23][24][25]​ Enrique VIII nunca reconoció mal alguno en sí mismo por las pérdidas recurrentes de los embarazos de sus respectivas 6 esposas. [26]

Para la época de su casamiento con Juana Seymour, Enrique concedió su aprobación a la Constitución de Gales[27]​ (1535–1542), que lo anexó legalmente con Inglaterra, haciendo de ambos un solo país. La ley decretó el uso exclusivo del inglés para los procedimientos oficiales en Gales, contrariando a los numerosos hablantes del idioma galés.

Enrique continuó la persecución de sus oponentes religiosos. En 1536 se desató en el norte de Inglaterra una revuelta conocida como la «peregrinación de Gracia» (en inglés, Pilgrimage of Grace).[28]​ Para aplastar a los católicos rebeldes, Enrique concedió poderes al Parlamento, y decretó un perdón general a todos los involucrados. No cumplió ninguna de sus promesas, y una segunda revuelta se inició en 1537. Los líderes de la rebelión fueron acusados de traición y ejecutados.[29]​ En 1538 Enrique ordenó la destrucción de los santuarios de todos los santos de la Iglesia católica, y para 1538, todos los monasterios existentes habían sido disueltos, y sus propiedades transferidas a la corona. Como recompensa por su eficiencia, Thomas Cromwell fue nombrado Conde de Essex. Abades y priores perdieron sus escaños en la cámara de los lores, y solo los arzobispos y obispos formaron la representación eclesiástica del cuerpo. Los «lores espirituales», como se conocía a los miembros del clero con lugares en la Cámara de los Lores, fueron por primera vez superados en número por los lores temporales.

Como su hijo Eduardo, duque de Cornualles, no era un niño sano, Enrique decidió casarse una vez más para asegurarse un heredero varón. Existían varias candidatas, entre ellas la duquesa viuda de Milán Cristina de Dinamarca o la hermana del duque de Cleves Ana de Cleves, esta última protestante y por tanto apoyada por Thomas Cromwell al ser la alianza luterana una importante aliada en el caso de que Roma atacara a Inglaterra.

Hans Holbein el Joven fue enviado a Cléveris para retratar a Ana. Tras el rechazo al matrimonio de Cristina de Dinamarca y después de observar el favorecedor retrato de Ana de Cleves, en el que aparecía sin ninguno de sus rastros de viruela, y urgido por las cumplidas descripciones que sus cortesanos hacían de Ana, Enrique decidió casarse con ella. Sin embargo, se dice que no la encontró nada atractiva cuando llegó a Inglaterra, y la llamaba en privado «la yegua de Flandes». No obstante, Enrique la desposó el 6 de enero de 1540.

Poco después, Enrique deseó terminar el matrimonio, no solo por sus sentimientos personales, sino también por consideraciones políticas. El duque de Cleves se hallaba envuelto en una disputa con Carlos V, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, con quien Enrique no quería tener disputas. Ana fue lo suficientemente inteligente para no impedir la búsqueda de una anulación. Testificó que el casamiento nunca había sido consumado, diciendo que Enrique había ingresado cada noche en su habitación para meramente besarla en la frente antes de dormir. El casamiento fue consecuentemente anulado basándose en que Ana había realizado previamente contratos nupciales con otros nobles europeos.

Ana recibió el título de «Hermana del rey» y se le otorgó el castillo de Haver, la antigua residencia de la familia de Ana Bolena. Thomas Cromwell, mientras tanto, por haber impulsado el fallido matrimonio, perdió el favor real, cayó en desgracia y fue decapitado. El puesto de «vicegerente espiritual», creado para él, no fue cubierto y permanece vacante hasta hoy.

El 28 de julio de 1540, el mismo día en que Cromwell fue ejecutado, Enrique se casó con la joven Catalina Howard, prima de Ana Bolena. Poco después del casamiento, Catalina tuvo un romance con el cortesano Thomas Culpeper. También había empleado a Francis Derham como secretario, con quien había estado informalmente relacionada antes del casamiento real. Thomas Cranmer, enemigo de la poderosa y católica familia Howard, obtuvo evidencias de las actividades de la reina e informó a Enrique de ello. Aunque en principio el rey no creyó tales denuncias, autorizó a Cranmer a efectuar una investigación, que confirmó las acusaciones. Al ser interrogada, Catalina pudo haber admitido un compromiso previo con Derham, lo que por sí mismo habría convertido en inválido el posterior matrimonio con Enrique pero, en lugar de esto, sostuvo que Derham la obligó a establecer una relación adúltera. Derham, a su vez, expuso la relación entre la reina y Culpeper.

En diciembre de 1541, Culpeper y Derham fueron ejecutados. Catalina no fue condenada en juicio sino por un decreto de deshonra aprobado por el Parlamento. El decreto detallaba la evidencia contra la reina, con una cláusula especial que permitía la aprobación real a través de comisionados, para evitar que el rey volviera a escuchar el relato de los crímenes. Nunca se había utilizado este método de aprobación real, pero se usó en reinados posteriores para reemplazar la presencia real en el parlamento.

El casamiento con Catalina fue anulado poco antes de su ejecución. Igual que en el caso de Ana Bolena, Catalina no podría ser culpada técnicamente de adulterio ya que el matrimonio resultó oficialmente nulo desde el origen. Nuevamente esta cuestión fue ignorada y Catalina fue ejecutada el 13 de febrero de 1542.

Enrique se casó en 1543 con su última esposa, la rica viuda Catalina Parr. La nueva reina discutía con Enrique sobre religión, ya que era calvinista mientras que el rey permanecía anglicano. Esta conducta podría haberle resultado peligrosa si no hubiera sido por sus muestras de sumisión. Ayudó a reconciliar a Enrique con sus dos primeras hijas, María e Isabel. En 1544, un decreto parlamentario puso a ambas en la línea de sucesión tras el príncipe Eduardo, a pesar de ser consideradas ilegítimas. El mismo decreto permitía a Enrique determinar la siguiente sucesión al trono a su arbitrio.

En sus últimos años, Enrique engordó notablemente y su cintura llegó a medir 137 centímetros. El inicio de la obesidad data de un accidente de justa en 1536, en el que sufrió una herida en el muslo que no solo le impidió realizar actividad física sino que gradualmente derivó en una úlcera que indirectamente pudo haberlo llevado a la muerte. La hipótesis de que tenía sífilis fue difundida por primera vez unos cien años después de su muerte. Argumentos más recientes sobre esta posibilidad provienen de un mayor conocimiento de la enfermedad, que permiten suponer que Eduardo VI, María I de Inglaterra e Isabel I mostraron síntomas característicos de sífilis congénita.

Enrique VIII falleció el 28 de enero de 1547 en el palacio de Whitehall, el día en que su padre habría cumplido noventa años. Fue sepultado en la Capilla de San Jorge en el castillo de Windsor, al lado de su tercera esposa, Juana Seymour.

En el transcurso de la década posterior a su muerte sus tres hijos se sentaron sucesivamente en el trono de Inglaterra. En virtud de la Ley de Sucesión de 1544, la corona fue heredada por el único hijo varón, Eduardo, que se convirtió en Eduardo VI, como primer monarca protestante de Inglaterra. Con solo nueve años de edad, no podía ejercer por sí el poder, que recayó en un consejo de regencia formado por dieciséis miembros elegidos según el testamento de Enrique VIII. El consejo eligió a Edward Seymour, Duque de Somerset y hermano mayor de Juana, como lord protector del reino.

En la eventualidad de que Eduardo no tuviera hijos, sería sucedido por María, hija de Catalina de Aragón. Si esta, a su vez, no tenía descendencia, la corona real la heredaría la hija de Ana Bolena, Isabel. Finalmente, si Isabel moría sin descendencia sería sucedida por los descendientes de María Estuardo, sobrina de Enrique VIII.

Junto con Alfredo el Grande, Enrique VIII es tradicionalmente recordado como uno de los fundadores de la Armada Real británica. Durante su reinado se desarrollaron varias batallas navales, y fundamentalmente se invirtieron importantes recursos en la construcción de barcos, incluyendo grandes navíos como el Mary Rose, y en la innovación tecnológica, como el uso de artillería a bordo. A pesar de esto, Enrique VIII no legó a sus sucesores una armada orgánica, con estructuras, rangos, etcétera. Isabel I tuvo que improvisar sobre la base de navíos privados para luchar contra la armada española, y en realidad, en un sentido completo, la armada británica recién se constituyó como producto de la rivalidad anglo-holandesa en el siglo XVII. Por su ruptura con la Iglesia católica, Enrique VIII inició el escenario de grandes invasiones españolas o francesas. Para proteger las costas mejoró numerosas defensas, como el castillo de Dover y otras fortificaciones y guarniciones de artillería, desde East Anglia hasta Cornualles. Muchas de estas construcciones se efectuaron con material obtenido durante la disolución de los monasterios entre 1536 y 1541.

Enrique VIII compuso obras breves entre las que pueden citarse:

Enrique VIII aparece como personaje en las siguientes películas:

Nota: De los hijos ilegítimos de Enrique VIII, sólo el duque de Richmond y Somerset fue formalmente reconocido por el rey. El parentesco de los otros hijos ilegítimos no está establecido. También es posible que Enrique tuviese más hijos con otras amantes no conocidas.




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