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Salammbô



Salambó (Salammbô en francés) es una novela histórica escrita por Gustave Flaubert.

Fue publicada por primera vez en 1862.[1]​ La acción de la obra tiene lugar en el siglo III a. C. en el territorio de Cartago, durante la conocida como Guerra de los Mercenarios, ocurrida poco después de la derrota cartaginesa frente a los romanos en la Primera Guerra Púnica.

Al igual que la novela anterior del mismo autor, Madame Bovary, esta obra tuvo una gran acogida y consolidó la reputación de Flaubert como novelista. La novela, en su esfuerzo por resucitar la olvidada cultura cartaginesa, mencionó cuantos detalles pudo el autor recopilar en los libros de historia y ofreció minuciosas y coloristas descripciones de la vida cotidiana de Cartago, de sus costumbres y atavíos, descripciones que, a su vez, ejercieron una cierta influencia sobre la moda francesa contemporánea.[2]

Casi todos los personajes principales de la novela son históricos. Del lado cartaginés sobresalen Amílcar Barca y su joven hijo Aníbal, y los generales Hannón y Giscón. Por parte los mercenarios, tanto sus jefes, Matho, Espendio, Autarito como el númida Narr'Havas también existieron. Solo la protagonista principal, Salambó, supuesta hija de Amílcar y hermana mayor de Aníbal, es ficticia. Es un personaje que Flaubert tuvo que inventarse para poder articular en torno a ella una trama amorosa que animara la novela.

Si bien trama amorosa es ficticia, no lo son así los hechos militares, con su sucesión de revueltas, batallas, asedios, armas y máquinas de guerra. Y en cuanto a los detalles geográficos y la reconstrucción del aspecto urbano de Cartago, Flaubert hace grandes esfuerzos por inventar lo menos posible, limitándose a dar vida a los datos históricos y a los restos arqueológicos.[3]

En la segunda mitad del siglo III a. C., Cartago forma un ejército de mercenarios bárbaros para enfrentarse a Roma. Tras ser derrotada en la conocida como primera guerra púnica, Cartago tiene que indemnizar a los romanos con unas cantidades tales que queda imposibilitada para pagar la soldada debida a su propio ejército. Los bárbaros se sublevan y se vuelven contra Cartago en la que es conocida como guerra de los mercenarios.

Salambó, la protagonista ficticia, es una sacerdotisa hija de Amílcar Barca, el principal general cartaginés. Salambó es objeto de la obsesiva lujuria de Matho, jefe principal de los mercenarios. Con la ayuda de Espendio, Matho roba el velo sagrado de Cartago, el zaimph. Este es un velo ornamentado y enjoyado que envuelve la estatua de la diosa Tanit en el sanctasanctórum de su templo: el velo es considerado guardián espiritual de la ciudad y tocarlo trae la muerte a quien lo haga.

Después del éxito de Madame Bovary, y de las repercusiones judiciales que le supuso, Flaubert decide volverse hacia la novela histórica y para ello se recrea en una idea previa que le había sugerido su historiador preferido, Michelet. Orillando Roma, Grecia y Egipto, culturas demasiado conocidas, decide resucitar Cartago, la ciudad africana destruida por los romanos en 146 a. C.

La novela iba, en principio, a titularse Carthage,[7]​ pero Flaubert consideró que faltaba el elemento amoroso, sin el cual es difícil hacer una novela. Inventó el personaje de Salambó, del que la historia no dice nada, y echó mano de las figuras históricas de Matho y Narr'Havas para configurar un triángulo de celos. El título de la obra pasó a ser, pues, Salambó.

Durante el invierno de 1856-57, se familiarizó con los datos históricos y eligió para la acción el episodio poco conocido de la rebelión de las tropas mercenarias que habían luchado por Cartago en la primera guerra contra Roma (264 a 241 a. C.). Este suceso, conocido únicamente por el no muy extenso relato del historiador Polibio,[8]​ dejaba libre a la imaginación de Flaubert para rellenarlo con su propia versión de los asedios, batallas y matanzas. Flaubert se encerró en la bibliotecas parisinas. Leyó un centenar de obras. Estudió la moneda, las joyas y las incripciones de la civilización púnica. Y no pudo sino concluir con una constatación de ignorancia: «No sabemos nada de Cartago».[9]

El 2 de septiembre de 1857,[10]​ Flaubert empezó la redacción de la obra, en la que avanzaba lentamente y con dificultades. Dos meses más tarde, se detiene. El escritor sentía la necesidad de conocer el norte de África, su cielo, sus colores, sus paisajes, para poder describir Cartago. Decidió suspender la redacción y viajar a Túnez. El viaje fue breve,[11]​ pero fructífero. A su vuelta, la novela deja de ser una obra enteramente fantástica para rellenarse con mil detalles verdaderos. No tuvo que modificar la intriga, pero el colorido y las descripciones eran ahora más convincentes.

Pero no por ello la redacción fue fácil: continuamente se detenía por escrúpulos de historiador y de artista. Se lanzaba a lecturas infinitas para justificar o enriquecer tal afirmación o tal detalle.[12]​ Los tres primeros capítulos necesitaron siete meses, los tres siguientes (cap. 4 a 6) nueve, solo el séptimo consumió ocho meses, los cinco siguientes (cap. 8 a 12) un año, y los tres últimos (cap. 13 a 15) nueve meses más (julio de 1861 a abril de 1862).[13]

Tras un proceso igualmente obsesivo de corrección de galeradas, por fin el 24 de noviembre de 1962 apareció editada Salambó en los estantes de las librerías. Las ventas fueron entusiastas,[14]​ pero la crítica no fue unánime. El gran crítico literario de la época, Sainte-Beuve rechazó la novela en tres artículos publicados en diciembre de 1862. Sin embargo, los grandes autores (Victor Hugo, Leconte de Lisle, Théophile Gautier, Baudelaire) la aclamaron.

Para el público la novela resultó más vistosa y colorista que la precedente del autor, pero sin alcanzar el mismo grado de penetración psicológica. La comparación entre ambas es resumida así por un historiador de la literatura:

La audacia de sus innovaciones literarias, la crudeza en las descripciones de violencias y torturas, una sensualidad expuesta sin tapujos, la iluminación que proyectaba sobre una época, unos lugares y una cultura desconocidos para el gran público, alimentaron la controversia e influyeron sobre la poesía y la narrativa de las décadas siguientes.[15]

La novela lleva al culmen la embriaguez de las pasiones, las desigualdades de clase social y la pujanza de los dogmas religiosos.[9]​ Los lectores biempensantes, sin embargo, quedaron consternados por la violencia indiscriminada y la sensualidad predominante en la novela. La Santa Sede la condenó en 1864 mediante su inclusión, por decreto de la Sagrada Congregación del Índice, en el Index Librorum Prohibitorum.[16]

Las palabras iniciales de la obra:

En el capítulo 13 («Moloch») se describe la quema de los niños dentro de una enorme estatua de bronce, hueca, del Baal Moloch:

Sainte-Beuve, crítico literario de renombre, acogió mal la novela de Flaubert, y le dedicó una larga crítica en el diario El Constitucional en la que dice:

Flaubert contestó a Sainte-Beuve en una carta abierta, y entre otros argumentos le dice:

Hay extremos en los que Flaubert se aleja del relato de Polibio y algunos de ellos son intencionados. Por ejemplo:

Salammbô por Gabriel Ferrier (1880).

Salammbô por Jean-Paul Sinibaldi (1885).

Rose Caron en el papel de Salambó por Léon Bonnat (1896).

Salammbô, escultura de Jean-Antoine-Marie Idrac (1903)

Agnès Borgo en el papel de Salambó (1904).

Salammbô por Gaston Bussière (1907)

Salammbô por Gaston Bussière (1920).




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