En la mitología griega, Escila (en griego Σκύλλα) fue una hermosa ninfa, que algunas fuentes la refieren como hija de Forbantes y Hécate o de Forcis y Hécate, y otras como hija de Forcis y Ceto. De su nombre proviene el municipio epónimo, Scilla en Calabria.
Escila posteriormente fue transformada en un monstruo marino, con torso de mujer y cola de pez, así como con seis perros partiendo de su cintura con dos patas cada uno, haciendo un total de doce; según otras versiones, sería un ser con seis largos y serpentinos cuellos con cabezas grotescas, mientras que sus doce patas serían de otra naturaleza; finalmente, según otras fuentes, compartiría algo de ambas descripciones. Sin embargo, se dice siempre que poseía en cada cabeza tres apretadas hileras de afilados dientes, así como que emitía un aullido estridente similar al de un perro.
Este ser habitaba en el lado calabrés del estrecho paso marítimo que separa Calabria de Sicilia, el actual estrecho de Mesina, en cuyo lado siciliano habitaba Caribdis, otro monstruo. Los lados del canal estaban dentro del alcance de una flecha, de modo que los barcos que intentasen evitar a Caribdis deberían acercarse a Escila, y viceversa. Con el tiempo fue transformada por los dioses en una roca, aún existente, que suponía graves peligros para los navegantes.
Esta figura mitológica aparece en las aventuras de Odiseo.
En el canto XII de la Odisea, Circe aconseja a Odiseo que navegue más cerca de Escila que de Caribdis, ya que Escila devoraría a seis de sus hombres, pero su contrapartida succionaría el barco entero:
Odiseo logró navegar entre Escila y Caribdis, aunque las seis cabezas de la primera devoraron seis miembros de su tripulación.
Según la obra Las metamorfosis, de Ovidio, Escila fue una vez una hermosa ninfa. El dios marino Glauco, anteriormente un pescador, se enamoró de ella, pero ella huyó de él hacia la tierra, donde no podía alcanzarla. Desesperado, Glauco fue a la isla de la diosa hechicera Circe, para que le preparase una poción de amor y así derretir el corazón de la joven. Circe, que estaba secretamente enamorada de Glauco, le recomendó dedicar su amor a alguien más digno de él, intentando cortejarlo con dulces palabras y miradas, pero el dios no quiso saber nada de ella. Circe se enfureció tanto, mas con Escila, no con Glauco, por ello, fingió ayudar al dios entregándole un frasco, recomendándole que lo vertiese en la charca donde Escila solía bañarse. Glauco siguió sus instrucciones y vertió la poción; en cambio, tan pronto como la ninfa entró en el agua se transformó en un horrible monstruo de seis cabezas perrunas. Glauco, que vigilaba esa triste escena desde la lejanía, perdió su interés por ella y se marchó llorando amargamente.
En mitos griegos posteriores, se dice que Heracles encontró a Escila durante un viaje a Sicilia y le dio muerte. Luego Forcis, el padre de Escila, le aplicó antorchas ardientes al cuerpo y le devolvió la vida.
Según el comentario de Servio sobre la Eneida, Escila fue una hermosa náyade de la que se enamoró Poseidón, pero fue convertida en un monstruo por la celosa Anfitrite.
De la narración sobre Escila y Caribdis surge una expresión: «Estar entre Escila y Caribdis», vale decir, «estar entre la espada y la pared», o sea, en un problema de difícil (si no imposible) solución.
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