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Sociedades científicas



Una sociedad científica es una asociación de profesionales, investigadores, especialistas o eruditos de una rama del conocimiento o de las ciencias en general, que les permite reunirse, exponer los resultados de sus investigaciones, confrontarlos con los de sus colegas o especialistas de los mismos dominios del conocimiento, y difundir sus trabajos a través de publicaciones especializadas.

Algunas de las sociedades científicas más antiguas son la Accademia dei Lincei (1603), la Academia francesa (1635), la Academia alemana de las ciencias naturales – Leopoldina (1652), la Royal Society de Londres (1660) y la Academia de Ciencias de Francia (1666), en el continente americano la más antigua es la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (1833).[1]

La participación de las sociedades científicas en los albores de la ciencia moderna es un tema ampliamente estudiado y debatido. La historia de la ciencia ha sido más pródiga en analizar los orígenes de la Royal Society y de las distintas academias nacionales de ciencias del siglo XVII, el desarrollo de las sociedades profesionales de científicos en el siglo XIX o la creación de asociaciones internacionales en el marco del proceso de internacionalización de la ciencia en el siglo XX.

Su estructura, objetivos y actividades se rigen de acuerdo a unos estatutos propios, regulados según las leyes nacionales e internacionales. Entre sus actividades suelen incluirse las de tipo docente (cursos, talleres, seminarios, congresos, etc) investigación (teórica o aplicada) y publicaciones (libros, revistas, etc). Como valor añadido consiguen el prestigio, tanto de sus miembros como el de la organización que los vertebra. Las sociedades científicas se denominan, generalmente, en función del territorio que abarca (internacional, nacional, regional o local) y de la rama del saber que estudian (medicina, literatura, etc); organizaciones pequeñas se suelen federar con otras afines para crear asociaciones de rango superior.[2]

Las sociedades científicas suelen asesorar a gobiernos, e instituciones públicas o privadas, sobre los conocimientos que las fundamentan mediante informes técnicos o exámenes periciales.

Los estudios sociales de la ciencia han prestado mayor atención a los colectivos no formalizados en la ciencia, como la "república de la ciencia" de Poliana, la "comunidad científica" de Hagstrom y Merton[3]​, los "colegios invisibles" de Crane, las "comunidades epistémicas" de Knorr-Cetina[4]​ y el "campo científico" de Bourdieu[5]​. La literatura sociológica en sí, donde el tema de la participación asociativa es recurrente, poco ha abordado el caso particular de las asociaciones científicas.[S]e puede debatir si las sociedades científicas siguen teniendo razón de existir en un sistema cada vez más polarizado entre el científico individual, con sus estrategias y ambiciones de carrera, y las instituciones académicas, presionadas a competir entre sí por recursos escasos.[6]



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