Éxodo Jujeño nació en Argentina.
El Éxodo Jujeño fue la retirada hacia Tucumán que, cumpliendo parcialmente la orden de evacuación hasta Córdoba impartida por el Primer Triunvirato de las Provincias Unidas del Río de la Plata, emprendió —el 23 de agosto de 1812— el Ejército del Norte, comandado por el general Manuel Belgrano, y la población de San Salvador de Jujuy —que abandonó completamente la ciudad y sus campos— como respuesta estratégica ante el avance del Ejército Realista proveniente desde el Alto Perú y cuya retaguardia fue protegida por el mayor general Eustoquio Díaz Vélez, resistiendo el acoso enemigo. El rigor de la medida debió respaldarse con la amenaza de fusilar a quienes no cumplieran la orden.
En las décadas previas a la revolución de la Independencia hispanoamericana del rey de España, la ciudad de San Salvador de Jujuy con su jurisdicción, integraba el Virreinato del Río de la Plata y la Intendencia de Salta del Tucumán, cuya capital, la ciudad de Salta, se encontraba a 18 leguas al sur.
Jujuy era una ciudad pequeña pero, gracias a su ubicación en la desembocadura de la Quebrada de Humahuaca, era un centro de tránsito obligado entre las provincias del Alto Perú -y aún más hacia el norte de ellas con el importantísimo Virreinato del Perú- y el Río de la Plata. La confluencia con el Altiplano entre las "provincias de arriba" y las "provincias de bajo", le daba un dinamismo comercial y generaba trabajo para sus habitantes.
En la ciudad de Jujuy terminaba el camino carretero que conectaba con el Río de La Plata; hasta allí llegaban las carretas cargadas con mercancías, con destino a los mercados del Alto y Bajo Perú; en adelante sólo se podía continuar el viaje en mula y las mercancías debía enfardarse para ubicarlas en tercios de mula o burro, dirigidos por arrieros. Los arrieros o con sus mulas y carreteros con sus carretas confluían con la dinámica actividad cotidiana de Jujuy.
La arriería era una actividad especialidad, que involucraba a diferentes sectores sociales, a través de contratos de flete, desde los grandes comerciantes poseedores de la mercaderías que debían fletar, hasta sectores populares, campesinos e indígenas, dueños de arrias y conductores. La razón de la importancia local de la arriera estaba dada en la localización de Jujuy, donde todas las mercancías debían acomodarse en mulas o burros antes de trepar al Altiplano; los arrieros jujeños era requeridos por sus conocimientos del terreno y sus prestigios.
Las invasiones inglesas de 1806 y 1807 al Virreinato del Río de la Plata, son un importante antecedente porque demostraron a los americanos que podían defenderse sin la ayuda de España, que envuelta en la difícil situación de Europa le resultaba complicado el gobierno de sus colonias ultramarinas.
La situación económica demostró a los comerciantes porteños los beneficios del libre comercio frente al monopolio dominante metropolitano.
Además, la estratificada y desigual sociedad colonial marcaba las diferencias entre la élite gobernante española y los criollos -hijos de españoles nacidos en América, quienes eran mayormente relegados en el acceso a los cargos públicos. Y más grande era aun la diferencia con la mayor parte de la población integrada por mestizos e indígenas. Entre los criollos, que tenían limitado acceso al gobierno colonial, fueron ganando terreno las idea de la ilustración como la soberanía popular, la libertad y la igualdad. Especialmente entre jóvenes abogados de las ciudades, los hacendados, los afrancesados, los comerciantes y los militares.
En 1808 el rey Fernando VII de España se encontraba cautivo de Napoleón Bonaparte, emperador de Francia, quien en su invasión a la metrópoli y Portugal había logrado la abdicación del monarca Carlos IV de España a favor de su hijo Fernando y luego había tomado prisionero a este, colocando como rey a su hermano José Bonaparte. En respuesta a la invasión los franceses se inició la Guerra de la Independencia de España que tuvo consecuencian importantísimas al otro lado del Océano Atlántico provocando inmediatamente el inicio al inicio de la independencia hispanoamericana.
Manuel Belgrano, abogado y uno de los principales impulsores de la Revolución de Mayo de 1810, estaba cumpliendo la misión de fortificar las barrancas del río Paraná en Rosario, para repeler los ataques que los realistas efectuaban sobre la costa del mismo desde la ciudad de Montevideo. En esta ocasión había creado la actual Bandera Argentina. Estando en Rosario, el 27 de febrero de 1812 la Junta Superior Provisional de las Provincias Unidas a nombre de don Fernando VII, conocida históricamente como la Primera Junta, le ordenó hacerse cargo del Ejército Auxiliar del Perú.
Belgrano arribó a la Posta de Yatasto el 25 de marzo de 1812. Al día siguiente, Juan Martín de Pueyrredón le entregó el mando del Ejército del Norte aunque ambos revolucionarios convinieron que públicamente Belgrano lo ejercería en calidad de interino para no afectar las conversaciones diplomáticas que se estaban realizando entre Pueyrredón y el jefe de los realistas, José Manuel de Goyeneche. Finalmente, con fecha 26 de mayo de 1812, la Primera Junta nombró a Belgrano como General en Jefe del Ejército Auxiliar del Perú. El coronel Eustoquio Díaz Vélez fue designado mayor general o segundo jefe del ejército patriota.
Iniciada la segunda expedición auxiliadora al Alto Perú, Belgrano estableció su cuartel general en la ciudad de San Salvador de Jujuy, ubicada en la desembocadura meridional de la quebrada de Humahuaca, ruta principal de las invasiones desde el norte. Su objetivo era rearmar el ejército que se encontraba destrozado.
El mayor general Díaz Vélez, al mando de sus voluntarios que habían ido a Humahuaca a vigilar la entrada del general realista Juan Pío Tristán, volvió con la noticia de la invasión.
Enterado del avance del numeroso ejército realista, Belgrano reclamó al gobierno de Buenos Aires refuerzos para la resistencia; pero no obtuvo mayores auxilios, debido a que las autoridades estaban abocadas principalmente a vencer a los realistas fortificados en Montevideo.
Por entonces llegaban hasta la zona las fuerzas patriotas retiradas del Alto Perú tras la derrota sufrida en la batalla de Huaqui. Eran alrededor de 800 soldados, sin armas ni recursos, semidesnudos, afectados por el paludismo y completamente desmoralizados. Belgrano debía reorganizarlos, rearmarlos, restablecer la disciplina y dar ánimos a la población. Para ello se volvió riguroso e inflexible con sus subordinados. Creó diversas compañías, como la de guías, la de baqueanos, la de Cazadores y el cuerpo de castas. Recompuso la moral de las tropas, que ascendieron a 1500 hombres. A finales de julio recibió 400 fusiles, que le fueron de gran utilidad para completar el armamento.
Para aumentar el fervor patriótico del pueblo, y en conmemoración del segundo aniversario de la revolución, el 25 de mayo hizo bendecir la Bandera Argentina en la Catedral, por el canónigo Juan Ignacio Gorriti. Ignoraba que la misma había sido rechazada por el Primer Triunvirato, ya que el uso de una bandera propia era un claro signo de independencia para el Primer Triunvirato, que aún no deseaba abandonar la ficción de la máscara de Fernando VII de que el nuevo país aún dependía del rey de España.
En lugar de enviar refuerzos para atender el frente norte, el Triunvirato, a través de su ministro Bernardino Rivadavia, ordenó la retirada del Ejército del Norte hasta la ciudad de Córdoba).
El gobierno consideraba imposible resistir al ejército del realista Pío Tristán, que avanzaba desde el Alto Perú después de haber recibido refuerzos en Suipacha, que elevaban su dotación a 4000 hombres. La intención del Triunvirato era retroceder hasta Córdoba, donde a las tropas de Belgrano se unirían fuerzas procedentes de la región rioplatense. Belgrano escribía:
En las instrucciones recibidas por Belgrano, el gobierno le ordenó que destruyera cuanto pudiera ser útil al enemigo para dificultar sus marchas y recursos.
Ni siquiera el llamado a las armas de todos los ciudadanos entre 16 y 35 años, y la formación de un cuerpo irregular de caballería, los Patriotas Decididos a las órdenes del valiente Eustoquio Díaz Vélez, permitían a Belgrano oponer cabalmente resistencia.
Díaz Vélez se ofreció para apoyar a la revolución que había estallado en la ciudad de Cochabamba, pero la falta de tropa suficiente desvaneció el proyecto. Sin la ayuda de las provincias "de abajo", la ciudad altoperuana fue ocupada por el mariscal de campo de los ejércitos realistas Goyeneche -que, al igual que su primo y subordinado Tristán, era criollo arequipeño- a finales del mes de julio, el cual actuó con gran rigor contra los partidarios de la revolución, tanto españoles como criollos e indios: ejecutó prisioneros, encarceló a civiles, embargó propiedades y aplicó tormentos y azotes para con los aborígenes. Cayeron también nuevamente en poder de los españoles las ciudades de Chuquisaca, Oruro y La Paz.
El ejército español continuaba su avance hacia el sur, con cerca de 3000 soldados, comandados por Tristán. Como respuesta, el 29 de julio de 1812 Belgrano dictó un bando dirigido a todo el pueblo de Jujuy, disponiendo la retirada:
La orden especificaba que la retirada debía dejar solo campo raso frente al enemigo, de modo de no facilitarle casa, alimento, ganado, mercancías ni cosa alguna que le fuera utilizable. Los cultivos fueron cosechados o quemados, las casas destruidas, y los productos comerciales enviados a Tucumán. El rigor de la medida debió respaldarse con la amenaza de fusilar a quienes no cumplieran la orden.
La población acató sin mayores actos la medida a partir de los primeros días de agosto, demorándose algo más los vecinos pudientes, que requirieron de Belgrano carretas para transportar sus bienes. Ante los reclamos que le hiciera el Teniente Gobernador de Salta el 31 de julio, Belgrano le escribía al día siguiente:
Del éxodo participaron aproximadamente 1500 personas de un total de 2500 a 3500 con que contaba la ciudad y jurisdicción de Jujuy. El pueblo jujeño, al igual que el del resto del antiguo Virreinato del Río de la Plata, estaba muy dividido entre los que apoyaban a los patriotas partidarios de la Revolución de Mayo y los que se mantenían leales a la continuidad del sistema virreinal.
Siguiendo las órdenes de Belgrano, los habitantes de Jujuy, a los que se sumaron algunos refugiados procedentes de Tarija y Chichas, abandonaron sus hogares y arrasaron con todo lo que dejaban atrás, a fin de que las fuerzas realistas no pudiesen aprovechar ninguno de sus bienes y dejándolos sin víveres para sus tropas. La población efectuó un largo trayecto de 360 km hasta Tucumán, paralelo a la actual Ruta Nacional 34, tomando por el camino de las Postas.
Los 200 hombres de las fuerzas irregulares al mando de Díaz Vélez, encargados antes de observar la frontera noroeste para cuidar de los movimientos de Tristán, quedaron a la retaguardia. La marcha cubriría 50 km diarios —el quíntuple de lo recomendable— para buscar cobijo hacia el oeste.
La retaguardia del éxodo partió de Humahuaca el 21 de agosto, y el 23 de agosto ya se encontraba en las adyacencias de la ciudad de Jujuy. Los realistas ocuparon también Humahuaca.
Díaz Vélez, con su Regimiento de los Patriotas Decididos tuvo como misión “retardar la marcha del enemigo mediante ataques de flanco que no comprometan su tropa”. El 26 de agosto volvió a ser atacado, con el refuerzo de dos piezas de artillería y sus efectivos rechazó esta intentona realista, luego de tres horas de combate.
El ejército patriota finalmente comenzó también su retirada ese 23 de agosto, en horas de la tarde; se arreó el ganado y se prendió fuego a las cosechas para desguarnecer al enemigo. Belgrano fue el último en dejar la ciudad deshabitada, dejando la tierra arrasada.
El 28 de agosto Pío Tristán ocupó la ciudad de Salta y formó un gobierno adicto, algo que le había costado integrar en Jujuy debido al escaso apoyo recibido.
Los realistas pretendieron bajar por la Quebrada del Toro para cortar la retirada de los rioplatenses. El brigadier Tristán envió sus avanzadas a hostilizar a los que se retiraban, dirigidos por el coronel Agustín Huici. Este alcanzó a la columna sobre el río de las Piedras, entablándose el combate de Las Piedras el 3 de septiembre de 1812. La rápida reacción de Díaz Vélez logró allí una victoria, cayendo en poder de los independentistas el mismo Huici.
El éxito obtenido en el combate de Las Piedras por Díaz Vélez alentó a Belgrano a detener la marcha. Ya desde antes, Belgrano se había apercibido que retirándose hasta Córdoba en espera de la ofensiva de los realistas, éstos podrían fácilmente esquivar las defensas en Córdoba y avanzar directamente sobre Buenos Aires.
De modo que, invitado por los tucumanos —y contando con la colaboración de la poderosa familia Aráoz, emparentada con su segundo, Díaz Vélez, y con el joven teniente Gregorio Aráoz de Lamadrid— y desobedeciendo las órdenes impartidas desde Buenos Aires de retirarse hasta la ciudad de Córdoba, se trasladó hacia San Miguel de Tucumán, donde esperó al ejército de Tristán.
Comunicó esta decisión al Triunvirato, pero Rivadavia le contestó ordenándole nuevamente seguir viaje hacia Córdoba. Cuando esa orden llegó, Belgrano ya había derrotado a Tristán en la batalla de Tucumán —la más importante en la Guerra de Independencia de la Argentina— y había obligado a las tropas realistas a retroceder hacia el norte. De ese modo, los independentistas recuperaron el control de esa región, control que se hizo completo con una segunda victoria en la batalla de Salta.
Por otro lado, la victoria de Tucumán causó la caída del Primer Triunvirato y su reemplazo por el Segundo Triunvirato, que apoyó más decididamente al Ejército del Norte sin descuidar a Montevideo.
Con el retorno del pueblo jujeño a la ciudad de Jujuy, el nuevo cabildo comenzó a sesionar nuevamente el 4 de marzo de 1813.
Como símbolo patrio, la misma bandera fue donada por el general Belgrano al Cabildo de Jujuy el 25 de mayo de 1813, como premio y homenaje a ese pueblo que lo acompañó en el éxodo del 23 de agosto de 1812, y que posibilitó los triunfos de Las Piedras, Tucumán y Salta. Su tela es de raso, consta de tres paños y lleva pintado el escudo de la Asamblea del Año XIII. Su confección y pintado se realizó en la ciudad de San Salvador de Jujuy.
En aquellos tiempos la heroica jornada no se conocía con el nombre de Éxodo, como ocurre actualmente. Belgrano se refería al mismo como retirada o marcha retrógrada. Recién en 1877 recibiría ese término en la obra “Jujui, provincia federal arjentina: apuntes de su historia civil”, del historiador Joaquín Carrillo (1877), quien asemejaba la marcha a la emprendida por la familia de Jacob por el desierto. Ricardo Rojas, retomó la idea del Éxodo en su obra “Archivo Capitular de Jujuy”, impresa en 1913 para conmemorar el centenario del mismo.
El Éxodo Jujeño es recordado con gran estima por los habitantes de Jujuy, que cada 23 de agosto conmemoran el mismo. La acción de los jujeños de 1812 constituyó un gran acto de heroísmo colectivo que permitió las derrotas posteriores de los españoles.
Fue la heroica contribución de los pueblos norteños, en especial de jujeños, tarijeños y chicheños a la causa de mayo.
El 28 de octubre de 2002 fue promulgada la Ley 25.664, originada en un proyecto presentado en el Senado de la Nación Argentina, por la cual se declaró —en conmemoración de la gesta del "Éxodo Jujeño"— a la provincia de Jujuy como Capital Honorífica de la Nación Argentina durante el día 23 de agosto de cada año.
En el año 2012 se cumplieron doscientos años de la gesta, razón por la cual se llevaron a cabo diversos actos en homenaje al Bicentenario del Éxodo Jujeño.
Cada 22 de agosto, es decir el día previo a la gesta del éxodo, se lleva a cabo la quema simbólica de la ciudad, acto para el que se construyen chozas de madera y paja en el lecho del río Xibi Xibi, que luego son quemadas mientras la población se desplaza a pie y en carretas simulando la partida del pueblo que abandonó sus pertenencias y bienes en pos la libertad del pueblo argentino.
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