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Ana de Cléveris



Cléveris (por nacimiento)

Ana de Cléveris (en alemán, Anna von Jülich-Kleve-Berg; en inglés Anne of Cleves; Düsseldorf, 22 de septiembre de 1515 - Hever, 16 de julio de 1557) o Ana de Cleves fue una noble alemana y cuarta esposa del rey Enrique VIII de Inglaterra y como tal fue reina de Inglaterra desde el 6 de enero de 1540 hasta el 9 de julio del mismo año. El matrimonio nunca se consumó, y no fue coronada reina consorte. Tras la anulación de su matrimonio, el rey concedió a Ana un arreglo generoso, y a partir de entonces se refirieron a ella como la amada hermana del rey. De las mujeres de Enrique VIII, es la segunda que más edad alcanzó, después de Catalina de Aragón.

Ana fue retratada dos veces por Hans Holbein el Joven, quien la pintó en 1539.

Ana nació en 1515 cerca de Düsseldorf,[1]​ como la segunda de los cuatro hijos de Juan III, duque de Cléveris, Julich, Berg, conde de Mark y Ravensberg (a menudo se le llama simplemente Duque de Cléveris), y de María de Julich (1491-1543), heredera de los ducados de Julich, Berg y Ravensberg. Su padre se vio influido por Erasmo y siguió una tendencia moderada dentro de la Reforma. Se puso al lado de la Liga de Esmalcalda en oposición al emperador Carlos V. Tras la muerte de Juan III en 1538, el hermano de Ana, Guillermo se convirtió en duque de Jülich-Cleves-Berg, luciendo el prometedor epíteto de "El Rico". En 1526, su hermana mayor, Sibila se había casado con Juan Federico, Elector de Sajonia, cabeza de la confederación protestante de Alemania y considerado el "Campeón de la Reforma".

A los doce años de edad (1527), Ana fue prometida a Francisco, hijo y heredero del duque de Lorena cuando sólo tenía diez años de edad, así que el compromiso fue considerado "oficioso" y fue cancelado en 1535. Su hermano Guillermo era un luterano pero la familia no estaba adscrita a una sola tendencia religiosa, pues su madre, la duquesa María, es descrita como una "católica estricta".[2]

Siendo el duque de Cléveris aliado de los príncipes protestantes, Enrique VIII de Inglaterra necesitaba una alianza con él. La continua disputa del duque con Carlos V sobre los Güeldres hizo que fuera un aliado conveniente para Enrique al comienzo de la Tregua de Niza. El canciller Thomas Cromwell instó al rey a este enlace. Tanto Enrique como Ana descendían de Carlomagno a través de Balduino IV, Conde de Flandes.

Se le encargó al artista Hans Holbein el Joven retratar a Ana y a su hermana menor, Amelia, pues Enrique estaba considerando a ambas como candidatas para ser su cuarta esposa. Enrique pidió al artista que fuera tan preciso como fuera posible, que no halagase a las hermanas. Las dos versiones del retrato de Holbein se encuentran en el Louvre de París y en el Museo Victoria y Alberto de Londres.

La negociaciones con Cléveris estaban en plena acción para marzo de 1539. Cromwell supervisó las conversaciones, y un tratado de matrimonio se firmó el 4 de octubre de aquel año. Enrique valoraba la educación y la formación cultural en una mujer, pero Ana carecía de ambas, pues no se la había educado en ese sentido. Era hábil en labores de aguja y le gustaba jugar a las cartas. Podía leer y escribir correctamente, pero solo en alemán. A pesar de todo, Ana era considerada amable, virtuosa y dócil, cualidades que hacían de ella una candidata apropiada para Enrique. Ana fue descrita por el embajador francés, Charles de Marillac, como alta y delgada, "de mediana belleza, y de apariencia bien segura y resuelta".[3]​ Tenía el cabello rubio y largo; parecía solemne según las costumbres inglesas y aparentaba más edad de la que tenía. Holbein la pintó con frente alta, de párpados caídos y una barbilla apuntada.[4]​ Enrique se mostró satisfecho con el resultado. Hoy en día se sabe que los artistas de la corte tenían detalles con las personas importantes a las que retrataban. Según los cánones de la época, Ana era realmente fea: era alta y corpulenta, y su rostro poco agraciado mostraba además las cicatrices cutáneas de haber padecido la viruela.

Enrique estaba impaciente por ver a su futura novia, por lo que marchó a Rochester y no se sintió satisfecho con la llegada de Ana a Inglaterra. Sintió que había sido engañado, pues todo el mundo había alabado los atractivos de Ana: "No es en absoluto tan bella como me habían contado", se quejó.[6]​ Enrique instó a Cromwell para que encontrara alguna forma legal de evitar el matrimonio, pero llegados a tal punto, hacerlo era imposible sin arriesgar la alianza vital con los alemanes.

A pesar de los recelos de Enrique, se casaron el 6 de enero de 1540 en el Palacio de Placentia, en Greenwich, cerca de Londres, por el arzobispo Thomas Cranmer. La frase "God send me well to keep" fue grabada alrededor del anillo de boda de Ana. Inmediatamente después de llegar a Inglaterra, Ana admitió la forma anglicana de rezar, como esperaba Enrique.[7]​ La primera noche de la pareja como marido y mujer no fue feliz. Enrique confió a Cromwell que no había consumado el matrimonio, diciendo, "Antes no me gustaba mucho, pero ahora me gusta mucho menos".[8]

Enrique deseaba romper el enlace pero no quería ser violento o injusto con Ana, así que pronto se encontró un pretexto para el divorcio. Este matrimonio fue el principio del fin para Thomas Cromwell como ministro y mano derecha del rey. Ordenaron a Ana abandonar la corte el 24 de junio, y el 6 de julio se le informó de la decisión de su marido de reconsiderar el matrimonio. Poco después, pidieron a Ana su consentimiento para una nulidad, a lo que ella accedió. El matrimonio se anuló el 9 de julio de 1540 alegando que no se había llegado a consumar por su anterior compromiso con Francisco de Lorena.

Ana fue compensada con diversas propiedades, incluyendo el castillo de Richmond (en el condado de Surrey) y el de Hever (en Kent), perteneciente a la familia de su segunda esposa, Ana Bolena. La casa de Ana de Cléveris, en Lewes, Sussex, es sólo una de sus propiedades; ella nunca vivió allí. Enrique y Ana se convirtieron en buenos amigos; ella era un miembro honorífico de la familia del rey, y se referían a ella como "la querida hermana del rey". Fue invitada a menudo a la corte y, por gratitud al no haber disputado la anulación, Enrique decretó que se le diera precedencia por delante de todas las mujeres de Inglaterra salvo su propia esposa e hijas.[7]

Después de que Catalina Howard fuese decapitada, Ana y su hermano, el duque de Cléveris, presionaron al rey para que volviera a casarse con ella. El rey respondió rápidamente a tales sugerencias diciendo que no.[9]

En 1553, (tras la muerte de Eduardo VI y la corona en manos de Juana Grey por voluntad de Eduardo) cuando las hijas de Enrique, María e Isabel, marcharon a Londres con María como la nueva reina, Ana estuvo allí para saludarlas.[7]​ También estuvo presente en la coronación de María I en Westminster.[7]​ Esa fue su última aparición pública.

Unos meses más tarde, Ana escribió a María I para darle la enhorabuena por su matrimonio con el príncipe Felipe de España.[7]​ No obstante, Ana raramente visitaba la corte durante el reinado de María y disfrutaba manejando sus propiedades particulares.[7]​ Desde su llegada como novia del rey, Ana nunca dejó Inglaterra: cuando su matrimonio se anuló, sus padres ya habían muerto, y su hermano, protestante estricto, no aprobaba su adhesión al anglicanismo.[7]

Fue la última de las seis esposas de Enrique VIII en morir. Cuando su salud empezó a fallar, María I permitió a Ana vivir en Chelsea Old Manor —donde había vivido la última esposa de Enrique, Catalina Parr, después de su matrimonio—. Aquí dictó su testamento a mediados de julio de 1557. En él menciona a su hermano, su hermana y su cuñada, así como a la futura reina Isabel, la duquesa de Norfolk y la condesa de Arundel.[7]​ Dejó algo de dinero a sus sirvientes y pidió a María e Isabel que los empleasen en sus casas.[7]​ Ana murió en Chelsea Old Manor el 16 de julio de 1557, unas pocas semanas antes de su cuadragésimo segundo cumpleaños. Fue sepultada el 3 de agosto en lo que se describe como "una tumba algo difícil de encontrar en la abadía de Westminster", ya que se halla en el lado opuesto al santuario de Eduardo el Confesor y un poco por encima del nivel de visión de una persona de mediana estatura. Al final de sus días se reconvirtió al catolicismo siguiendo los consejos de la hija de su esposo, María Tudor.[cita requerida]

Tiene la distinción de ser la última de las esposas de Enrique VIII en morir, pues vivió nueve años más que la última, Catalina Parr. Sin embargo, no fue la que tuvo más larga vida, ya que en esto la superó la primera, Catalina de Aragón, que tenía cincuenta años cuando murió. Después su muerte, fue también la única de las esposas de Enrique VIII en estar sepultada en la Abadía de Westminster.




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