x
1

Reforma Protestante



Se conoce como Reforma protestante —o, simplemente, la Reforma— al movimiento religioso cristiano iniciado en Alemania en el siglo XVI por Martín Lutero, que llevó a un cisma de la Iglesia católica para dar origen a numerosas iglesias y corrientes religiosas agrupadas bajo la denominación de protestantismo.

Otra denominación usada para este movimiento por algunos historiadores como Ricardo García Villoslada es el de "revolución protestante".[1]

La Reforma tuvo su origen en las críticas y propuestas con las que diversos religiosos, pensadores y políticos europeos buscaron provocar un cambio profundo y generalizado en los usos y costumbres de la Iglesia católica, además de negar la jurisdicción del papa sobre toda la Cristiandad; para los protestantes el papa es solo el "obispo de Roma" y sus doctrinas religiosas serán conocidas como papismo y las políticas como cesaropapismo. El movimiento recibirá posteriormente el nombre de Reforma protestante, por su intención inicial de reformar el catolicismo con el fin de retornar a un cristianismo primitivo o puro, y debido a la importancia que tuvo la Protesta de Espira, presentada por algunos príncipes y ciudades alemanas en 1529 contra un edicto del emperador Carlos V tendente a derogar la tolerancia religiosa que había sido anteriormente concedida a los principados alemanes.[2][3]

Este movimiento hundía sus raíces en elementos de la tradición católica medieval, como el de los Alumbrados y la reforma del Cardenal Cisneros en España,[4]​ y también el movimiento de la Devoción moderna / Devotio moderna en Alemania y los Países Bajos, que era una piedad laica antieclesiástica y centrada en Cristo. Además, la segunda generación del humanismo la siguió en gran medida. Comenzó con la predicación del sacerdote agustino Martín Lutero, que revisó la doctrina de la Iglesia católica según el criterio de su conformidad a las Sagradas Escrituras. En particular, rechazó la teología sacramental católica que, según Lutero, permitía y justificaba prácticas como la «venta de indulgencias», consideradas un secuestro del Evangelio, el cual debía ser predicado libremente y no vendido.[2]

La Reforma protestante dependió del apoyo político de algunos príncipes y monarcas para poder formar iglesias cristianas de ámbito estatal (posteriormente iglesias nacionales). Los principales exponentes de la Reforma protestante fueron Martín Lutero y Juan Calvino.[2]

El protestantismo ha llegado a constituir la segunda gran rama del cristianismo, con un grupo de fieles que actualmente supera los 900 millones.[5]

En el siglo XVI se produjo una gran crisis en la Iglesia católica en Europa Occidental, debido a las numerosas acusaciones de corrupción eclesiástica, simonía y falta de piedad religiosa que aireó la imprenta, y se originaron muchas guerras de religión, que cesaron al fin en 1648. Sin embargo, esta gran crisis contaba con profundas raíces en el pasado.

Tras muchos conatos anteriores, fue el hecho puntual que desencadenó la Reforma fue la venta de bulas de indulgencias para financiar la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma (en 1517, el papa León X había ofrecido unas indulgencias que el monje dominico Johann Tetzel había vendido con una mercadotecnia tan aterrorizadora e insolente por Alemania, que motivó a Martín Lutero a escribir sus Noventa y cinco Tesis), así como las consiguientes disputas teológicas sobre la doctrina de la justificación por la fe o por las obras lo que dio inicio a la Reforma protestante en Europa, la cual provocaría finalmente que la cristiandad occidental se dividiese en dos: una, situada al sur de Europa, era liderada por la Iglesia católica, la cual, tras el Concilio de Trento, se reivindicó a sí misma como la verdadera heredera de la cristiandad occidental, expulsando cualquier disidencia y sujetándose a la jurisdicción del Papa, llamado por los protestantes obispo de Roma.

La otra mitad, al norte, fundó varias comunidades eclesiales propias, generalmente de carácter nacional para, en su mayoría, rechazar la herencia cristiana medieval y buscar la restauración de un cristianismo primitivo idealizado fundado en la fe más que en las obras y en la libre interpretación de las Escrituras por parte de cada cual, en línea con el moderno individualismo del antropocentrismo en el Renacimiento, por lo que la Biblia debía traducirse a la lengua vulgar.

Esto dio lugar a que Europa quedara dividida entre una serie de países que reconocían al papa como vicario de Dios en la Tierra y máxima autoridad o pontífice de la Iglesia católica, y los países que rechazaban la teología católica y la autoridad de Roma, que recibieron el nombre común de protestantes, y que en sus diversas divisiones internas reconocían la necesidad del pueblo de un acceso más directo y en su idioma a la fe y diversos grados de autoridad: los congregacionalistas, que solo admiten la interpretación colectiva del grupo de estudiosos de la Biblia; los que reconocen a pastores (sacerdotes presbiterianos) para este efecto; los episcopalianos, que admiten la autoridad superior máxima de los obispos en esa interpretación, etcétera.

Esta división provocó una serie de guerras de religión en Europa, sobre todo entre la iglesia católica y las coaligadas iglesias protestantes; por ejemplo, las ocho guerras distintas en Francia entre católicos y hugonotes entre 1562 y 1598, más los conflictos del católico emperador Carlos V contra la parte reformada de los príncipes alemanes, la llamada Liga de Esmalcalda (1531-1547), la subsecuente Guerra de Esmalcalda (1546-1547) y el Levantamiento de los señores; o las guerras de Kappel en Suiza (1529 y 1531), o los diversos disturbios en la reformada Inglaterra de Enrique VIII (Peregrinación de Gracia, 1536) y de Isabel I (Levantamiento del Norte, 1569), o las guerras entre el católico Felipe II y la rebelión de sus Países Bajos protestantes acaudillada por Guillermo de Orange, conocida como Guerra de los ochenta años (1568-1648). La última de estas violentas disputas religiosas europeas, ya en el siglo XVII, fue la Guerra de los Treinta Años 1618-1648, que involucró a casi todas las naciones europeas y causó una enorme destrucción material y humana, por más que también hubiera cruentas guerras entre distintas facciones o sectas del nuevo protestantismo, como la que sostuvieron los luteranos contra los anabaptistas (Guerra de los Campesinos 1524-1525: Rebelión de Münster, 1534-1535), fuera de una violencia más dispersa expresa en ejecuciones por distintas formas de Inquisición en uno u otro bando. En todo caso, tras la Paz de Westfalia (1648), se llegó al consenso de que no volvieran a darse guerras de religión en Europa y ya no hubo contiendas sobre este motivo.

La Reforma protestante se inició en Alemania y se explica en gran parte por las condiciones económicas y sociales que tenía el Sacro Imperio Romano Germánico. Numerosas ciudades eran muy ricas gracias al comercio desarrollado por la Liga Hanseática entre los países ribereños del mar Báltico y el mar del Norte; además los burgueses eran partidarios del humanismo y de eliminar la corrupción imperante en la Iglesia católica. Pero el grupo más importante en Alemania era la alta nobleza; los grandes nobles de los pequeños estados alemanes eran casi independientes, señores de numerosas tierras y vasallos campesinos, y siempre estaban conspirando contra la autoridad del emperador germánico, que apenas tenía poder sobre ellos. Pero junto a esta alta nobleza existía una pequeña nobleza formada por los nobles más pobres y los segundones de las grandes casas nobiliarias.

A principios del siglo XV, esta pequeña nobleza estaba completamente arruinada y, para recuperar sus ingresos, los pequeños nobles buscaban una oportunidad para apoderarse de los bienes y las improductivas tierras de la Iglesia católica, muchas de las cuales no se cultivaban y eran improductivas o de mano muerta. La pequeña nobleza aprovechó las ideas de los humanistas que criticaban las excesivas riquezas, pompas y boatos de la Iglesia católica para proclamar que ella no tenía necesidad de propiedades y bienes temporales e intentar apropiarse de sus cuantiosas riquezas. Por esta razón, la pequeña nobleza fue la primera en apoyar y aprovechar las convulsiones reformadoras.

Además, existía la figura del emperador electivo del Sacro Imperio, uno de los poderes universales forjados en mutua competencia durante la Edad Media (el otro era el Papado), cuyo poder efectivo dependía de su capacidad de hacerse obedecer en cada uno de los territorios, prácticamente independientes, y, con anterioridad a esto, de ser elegido por los príncipes electores, unos laicos y otros eclesiásticos. También disponía de unas funciones de dimensión religiosa indudable, que le permitía incluso convocar Dietas con contenido organizativo e incluso doctrinal, como Carlos I de España hizo de hecho durante todo el proceso de la Reforma protestante. Para algunos autores, la postura recelosa de los pueblos germánicos desde la alta Edad Media (Concilio de Frankfurt, 794, frente al Concilio de Nicea II, 787) se había expresado también en esas luchas entre pontificado e imperio,[6][7]​ de una forma incluso protonacionalista, en la que Roma era vista como

El fundador de la Reforma protestante fue el monje católico agustino alemán Martín Lutero, quien ingresa en 1505 en la orden religiosa de los agustinos.

En el convento católico, Lutero prosiguió sus estudios y se convirtió en un experto en la Biblia y en los autores cristianos medievales; llegó titularse de doctor en Teología y fue contratado para dar clases en la nueva universidad de Wittenberg, que entonces era la capital del ducado de Sajonia. A partir de la revitalización que vivió el Sacro Imperio Romano Germánico desde que Otón I el Grande se convirtiera en emperador germánico en el 962, los papas y emperadores se habían visto involucrados en una continua contienda de poder por la supremacía en los asuntos espirituales y temporales.

Este conflicto concluyó, a grandes rasgos, con la victoria del Papado, pero creó profundos antagonismos y desavenencias (observadas con mucha atención por otros monarcas europeos cortos de fondos, como el de Inglaterra) entre Roma y el Imperio Germánico, que aumentaron muchísimo durante los siglos XIV y XV: en el reino de Bohemia, Jan Hus (1370-1415) planteó ya una reforma inspirada en los principios del inglés John Wiclef o Wycliffe (1320-1384),[9]​ quien había traducido además la Biblia al inglés; ambos crearon dos movimientos cristianos preprotestantes: los husitas[10]​ y los lolardos,[11]​ inspirados a su vez en otro movimiento crítico anterior, el de los valdenses,[12]​ que seguía activo desde sus comienzos en el siglo XII inspirándose en la doctrina de su líder Pedro Valdo.[13]​ Se desarrollaron las guerras husitas (1419-1434) en que los católicos lucharon contra las distintas facciones, de momento unidas, del husismo: los utraquistas, taboritas y orebitas. Cuando los huistas ganaron, crearon la Hermandad de Moravia, la iglesia evangélica preluterana más antigua de Europa después de la Iglesia evangélica valdense. Se constituyó en el Reino Checo a partir del año 1415.

La animosidad provocada por los impuestos papales y por la sumisión a los delegados pontificios se extendió a otras zonas de Europa, en particular a Inglaterra. El principio del movimiento para lograr una independencia absoluta de la jurisdicción papal empezó con la promulgación de diversos estatutos: los dos Statutes of Mortmain o Estatutos de manos muertas (1279 y 1290), obra de Eduardo I de Inglaterra.[14]​ Con ellos el monarca intentaba preservar los ingresos del reino evitando que la propiedad de las tierras alodiales pasara a manos de la Iglesia.[15]​ El Statute of Provisors (1351), establecía procedimientos legales contra la impopular práctica papal de hacer nombramientos a los beneficios de la iglesia en Inglaterra; y el Statute of Praemunire (1353), dos años después, prohibía las apelaciones a Roma en disputas de patrocinio. La corona en la práctica tenía así suficientes armas jurídicas disponibles contra los intereses materiales del Papa que redujeron, en gran medida, el poder de la Iglesia católica en el control del gobierno civil sobre las tierras, en el nombramiento de cargos eclesiásticos y en el ejercicio de la autoridad. Es más, ya Eduardo III de Inglaterra repudió formalmente (1366) la supremacía feudal sobre Inglaterra que aún reclamaba el papado.[16]

En este tiempo estalló un gran escándalo en Alemania a causa de la cuestión de las bulas de indulgencias, concepto de la teología católica consistente en que ciertas consecuencias del pecado, como la pena temporal del mismo, pueden ser objeto de una remisión o indulgencia concedida por determinados representantes de la Iglesia y bajo ciertas condiciones, pero pagando por ello; esta remisión se materializaba en un documento-factura llamada bula de indulgencias. Esta institución se remonta al cristianismo antiguo y tanto su práctica como su formulación han evolucionado a lo largo del tiempo.[2]

Muchos consideraron esta práctica como un abuso escandaloso y la culminación de una serie de prácticas anticristianas fomentadas por el clero católico, pero será el fraile agustino y teólogo de la universidad de Wittenberg Martín Lutero el primero que expondrá públicamente su opinión contraria a la doctrina de las indulgencias.[2]

Para Lutero, irritado por la simonía y los excesos del predicador y vendedor de bulas dominico Johann Tetzel, las indulgencias eran una estafa y un engaño a los creyentes con respecto a la salvación de sus almas. Según la tradición, el 31 de octubre de 1517, Lutero clavó en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus noventa y cinco tesis,[17]​ en las que atacaba las indulgencias y esbozaba lo que sería su doctrina sobre la salvación solo por la fe y no por las obras. Este documento es conocido como las noventa y cinco tesis de Wittenberg y se consideró el comienzo de la Reforma Protestante.[2]​ Pero el problema teológico central que dividía a catolicismo y a luteranismo era esencialmente la Doctrina de la justificación.

Las noventa y cinco tesis se difundieron rápidamente por toda Alemania gracias a la recién inventada imprenta de tipos móviles, obra de Gutenberg, y Lutero se convirtió en un héroe para todos los que deseaban una reforma de la Iglesia católica. En algunos lugares hasta se iniciaron asaltos a edificios y propiedades de la misma Iglesia católica. Por sus noventa y cinco tesis, Lutero se había convertido en el símbolo de la rebelión de Alemania contra lo que ellos consideraban prepotencia de la Iglesia católica. Lutero arriesgaba además su vida, ya que podía ser declarado hereje por la jerarquía eclesiástica y ser condenado a la hoguera.[2]

Al principio, la Iglesia católica no dio demasiada importancia a las ideas de Lutero, ni a sus ataques contra la doctrina de salvación por las obras, pero muy pronto tuvo que reaccionar ante las noticias que llegaban de Alemania, de que gran parte de la gente estaba desafiando la autoridad del papa.

Lutero continuó atacando las indulgencias y la doctrina que sustentaba tal práctica mediante escritos que la imprenta difundía por toda Alemania. Este cuerpo doctrinal consistía principalmente en el Catecismo Menor de Lutero (1529), el Catecismo Mayor de Lutero (1529), las Confesiones de Augsburgo (1530), la Apología de la Confesión de Augsburgo (1531) y los Artículos de Esmalcalda (1537). Lutero hacía un llamado a la nobleza alemana para que negase obediencia al papa y apoyase la formación de una Iglesia alemana; afirmaba también que, de acuerdo a la Biblia, todos los cristianos eran sacerdotes sin necesidad de ninguna ordenación especial y negaba la jurisdicción suprema del papa sobre la cristiandad universal. Lutero criticaba asimismo los sacramentos de la Iglesia católica, reduciéndolos a solo dos, que él pensaba eran bíblicamente fundamentados y afirmaba también que los poderes civiles debían tener plena autoridad política sobre la Iglesia católica. Esto iba más allá de la doctrina de la salvación por la fe y suponía una auténtica amenaza para el catolicismo. Finalmente, el papa declaró a Lutero un hereje y lo excomulgó, es decir, lo declaró separado de la comunidad de la Iglesia católica.

En 1521, el recién elegido emperador Carlos V de Alemania (Sacro Imperio Romano) (rey de España como Carlos I) convocó una Dieta (asamblea de todas las autoridades del imperio) en la ciudad de Worms e invitó a Lutero a que asistiera a la misma para explicar su postura.[3]

Muchos advirtieron a Lutero que se trataría de una trampa, pero Lutero estaba decidido a acudir pese a todos los peligros. La Dieta se celebró y Lutero expuso su doctrina ante el mismo Carlos V, pero este no quedó convencido por Lutero y, en cambio, hizo una declaración de lealtad y fidelidad a los principios de la Iglesia católica. A partir de entonces, la dinastía de los Habsburgo se convertirá en la primera defensora de la Iglesia católica contra los protestantes. Como los Habsburgo eran también reyes de España, la defensa del catolicismo se convertiría en una de las bases de la identidad española, durante siglos.[3]

La Dieta terminó y Lutero se dispuso a regresar a Wittenberg, pero en el camino de vuelta, fue secuestrado por agentes de Federico III de Sajonia, que quería protegerle y que lo escondió con nombre falso en el castillo de Wartburg.[3]

El duque quería salvar a Lutero de posibles maniobras de la Iglesia católica, por lo que Lutero tuvo que quedarse en el castillo y aprovechó ese tiempo para realizar su primera traducción al alemán de la Biblia. Mientras Lutero estaba escondido, sus partidarios empezaron a interpretar sus doctrinas, en un sentido que Lutero no había previsto, como producto de la doctrina de Lutero de la interpretación libre de las Escrituras.[3]

Varios seguidores de Lutero (pronto serían rechazados por el propio Lutero y denominados «reformadores radicales») comenzaron a decir que se debían destruir todas las pinturas, estatuas e imágenes religiosas, que los sacerdotes tenían el deber de casarse, y no solo afirmaban que la Iglesia cristiana no debía tener propiedades, sino que, según la Biblia, todos los cristianos debían tener las mismas propiedades y que, por lo tanto, se debía abolir la propiedad privada y repartir todos los bienes entre los integrantes de la comunidad cristiana. De esta manera, corrientes radicales que apoyaban todo esto, como el anabaptismo, fueron criticadas por Lutero y posteriormente combatidas por católicos y protestantes por igual.[3]

La alta nobleza reunió un gran ejército que derrotó brutalmente a estos protestantes radicales sublevados en la Guerra de los campesinos alemanes (1524-1525), en la Batalla de Frankenhausen, si bien siguieron produciéndose pequeñas revueltas puntuales años después y una incluso llegó al poder en la ciudad de Münster (Rebelión de Münster, 1534). La represión fue durísima y miles de protestantes fueron ejecutados con extrema crueldad; entre los ejecutados se encontraba el dirigente más importante de esta reforma radical, Thomas Müntzer. De este anabaptismo nacerían divisiones, denominaciones o sectas como la amish, huterita, menonita, la Iglesia de los Hermanos e incluso el socinianismo y el unitarismo, todas ellas perseguidas tanto por los católicos como por los luteranos, los calvinistas y los anglicanos.[3]

Lutero apoyó desde un primer momento a la nobleza, ya que pensaba que su autoridad era legítima y que su apoyo era indispensable para el triunfo de la reforma de la Iglesia cristiana. Durante estos años, Carlos V no pudo intervenir en Alemania, pues debió proseguir sus guerras contra Francia y sus campañas contra los turcos, pero en 1529 consiguió un periodo de paz con Francia que le permitió ocuparse de la situación religiosa en Alemania.[3]

En 1529, Carlos V convoca una Dieta en la ciudad de Espira y en ella intenta convencer a los nobles que se han convertido al luteranismo, para que se sometan a la jurisdicción del papa, pero los príncipes y señores luteranos se niegan y protestan en la convocatoria de la Dieta, y a causa de esta protesta los católicos comenzarán a llamarlos con el nombre de protestantes.[3]

En 1530, Carlos V convocó otra Dieta en la ciudad de Augsburgo y en ella intentó conseguir que los luteranos y los católicos se pusieran de acuerdo para aceptar una doctrina cristiana común que superase la división religiosa. Lutero fue invitado de nuevo a asistir, pero se negó y envió en su lugar a su discípulo Philipp Melanchthon. Los esfuerzos de Carlos V en la Dieta fueron inútiles, pues Melanchthon se negó a cualquier acuerdo y en su lugar los protestantes redactaron la llamada Confesión de Augsburgo, en la que exponían sistemáticamente los principios de su doctrina. Los católicos seguirían pronto su ejemplo, redactando también su compendio doctrinal, de modo que la cristiandad occidental se había dividido irremediablemente.[18]

Lutero muere en 1546 mientras Carlos V preparaba en Alemania una campaña contra la liga de Esmalcalda, defensora del protestantismo. Carlos V presentó su campaña no como una guerra contra los protestantes, sino como un castigo contra los nobles que se habían rebelado contra su emperador; en su ejército había, sobre todo, tropas españolas, pero también nobles protestantes que no se habían unido a la liga y que permanecían fieles a Carlos V. El ejército de Carlos V derrotó a la liga de Esmalcalda en 1547 en la gran batalla de Mühlberg. Parecía que el triunfo de Carlos V era total y toda Sajonia fue ocupada por las tropas del emperador germánico.

Carlos V se proponía ahora encontrar una solución a la división religiosa de Alemania, pero su triunfo había asustado a todos los nobles de Alemania, tanto a los católicos como a los protestantes, que temían que el emperador se volviera demasiado poderoso. Todos estos nobles van a formar posteriormente en secreto una alianza contra Carlos V anulando las ventajas conseguidas por la victoria de Mühlberg.

En un momento en que Carlos V se encontraba en Alemania sin tropas españolas, los nobles alemanes se rebelan contra él y el emperador tuvo que escapar hacia Italia, mientras su poder y autoridad se derrumbaban en Alemania.

Carlos V se vio obligado a aceptar las condiciones de los nobles rebeldes y en 1555 firmó la paz de Augsburgo. Según esa paz, cada príncipe alemán podía profesar la religión que quisiera sin que el emperador lo pudiese impedir (cuius regio eius religio); sin embargo, todos los vasallos de un noble tenían que tener la misma religión. Finalizaba así el anhelo de Carlos V de mantener la unidad religiosa en sus dominios. Así, mientras los católicos reafirmaban su propia teología en un proceso de Contrarreforma iniciado con el Concilio de Trento (1545-1563), los protestantes luteranos consolidaron la suya en su Libro de la Concordia (1580), una colección de escritos que establece el estándar doctrinal luterano.

Durante aproximadamente 20 años, la Iglesia católica había visto cómo gran parte de sus fieles se peleaban entre ellos en Europa, y obispos que dejaban de reconocer al papa como Primus inter pares o como máximo pontífice de la Iglesia católica, y se separaban de Roma incluso algunos cardenales, en consecuencia, hubo muchos católicos que requerían una reacción de la Iglesia que mejorase las costumbres, corrigiendo los abusos que habían alimentado la Reforma protestante. A esta reacción de la Iglesia católica ante el protestantismo se le conoce generalmente con el nombre de Contrarreforma católica, aunque algunos historiadores consideran más preciso el término «Reforma católica».

Aunque muchos creían que era necesario reformarse, no sabían el modo de hacerlo. Pronto, se llegó a la idea de que la mejor solución era convocar a un Concilio donde se pudiesen discutir las posibles reformas. Carlos V presionaba también a los papas para que se convocase ese concilio con la esperanza de que la Iglesia católica volviese a existir unificada, pero los papas desconfiaban de las pretensiones políticas de Carlos V en Italia y no convocaron este concilio sino hasta 1545, reunión que sería conocida como Concilio de Trento.

Las sesiones del Concilio de Trento duraron casi 17 años, ya que fueron interrumpidas muchas veces. Varios papas se sucedieron en Roma en ese lapso y cuando dicho concilio finalizó, en 1562, ya había muerto Carlos V.

El concilio se desarrolló sin la participación de los adherentes al emergente protestantismo (aunque fue Lutero quien primero propuso la necesidad de un concilio, en 1518), debido a que ellos mismos se negaron a participar, pues ya habían creado nuevas iglesias separadas del catolicismo.

En el Concilio de Trento se reformaron los abusos anteriores: se cuidó la formación de los obispos, se establecieron medidas de disciplina para los sacerdotes y se crearon seminarios para que los nuevos sacerdotes tuvieran una preparación religiosa adecuada para poder enseñar la fe católica.

Se reafirmaron todos los puntos de la doctrina milenaria católica frente a las protestantes:

La Contrarreforma alimentó un renacer en el catolicismo, impulso que se manifestó en el reavivamiento de antiguas órdenes religiosas, como la Orden de los carmelitas descalzos, reformada en España por Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, los dos grandes escritores místicos de la península ibérica.

Pero la orden religiosa que más ayuda prestó a la Contrarreforma católica fue la Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola, de la que se distinguieron varios teólogos participantes en el Concilio de Trento.

Comenzó con la difusión en la isla de los primeros escritos de Martín Lutero, Ulrico Zwinglio y otros reformadores continentales. Además, la tradición de John Wyclif, teólogo reformador medieval y traductor de la Biblia al inglés, probablemente ejercía aún influjo en ciertos sectores de la Iglesia de Inglaterra.

Enrique VIII ascendió al trono de Inglaterra siendo muy joven y al principio no se interesó por los problemas de gobierno, que dejó en manos de su favorito, el cardenal Thomas Wolsey, a quién nombró canciller de Inglaterra. Enrique VIII siempre fue un católico convencido, y un ardiente partidario de la primacía de Roma sobre la cristiandad, por ello fue declarado «Defensor de la Fe» (Fidei Defensor) por el papa León X tras publicar «La Defensa de los Siete Sacramentos» (1521),[19]​ donde argumentaba con vehemencia a favor de las prerrogativas del papado. Por ello resulta curioso el hecho de que la Iglesia de Inglaterra se haya separado de la Iglesia católica a mediados del siglo XVI, no por aceptar o compartir las ideas reformadoras de Lutero u otros protestantes, sino por iniciativa del rey Enrique VIII.[20]​ Durante su reinado William Tyndale tradujo la Biblia al inglés desde el hebreo y el griego (el Nuevo Testamento en 1525, el Pentateuco en 1530), pero al haberlo hecho sin pedir el permiso real, fue ajusticiado; Miles Coverdale hizo una nueva traducción algo después, esta vez con el permiso de Enrique VIII, y fue la primera versión autorizada, la llamada Biblia grande o Great Bible (1539) a causa de su tamaño; en realidad se trata casi del texto de Tyndale, pero con los pasajes polémicos según la interpretación real y con el resto del Antiguo Testamento traducido por Coverdale desde la Vulgata latina. Pronto alcanzó treinta ediciones. En 1568, la Great Bible fue reemplazada por la versión autorizada de la Iglesia anglicana: la llamada Biblia de los Obispos, pero esta vez traduciendo desde los textos en lengua original lo que Coverdale había tomado de la Vulgata.

Enrique VIII se opuso, sin embargo, a la reforma de la Iglesia de Inglaterra tras decretar el Acta de supremacía en 1534, por la que el mismo rey se convertía en jefe de la Iglesia de Inglaterra, y no se realizó ninguna modificación doctrinal o litúrgica sustantiva bajo su gobierno; solo se prohibió a obispos y sacerdotes ingleses tener relación con la Curia Romana y se expropiaron los bienes excedentes de la Iglesia católica en beneficio de la Corona Real. A partir de esto emergieron, en Inglaterra, muchísimas sectas.[21]

Al sucederle su hijo Eduardo con el nombre de Eduardo VI, con apenas 9 años de edad, se produjeron los primeros avances efectivos de la reforma de la Iglesia de Inglaterra, pues se redactó en lengua vernácula inglesa (no hablada en todos los dominios del rey) el primer Libro de Oración Común, que introdujo, gracias al trabajo del arzobispo de Canterbury Thomas Cranmer, ciertos cambios menores en la doctrina y sobre todo en la forma de celebrar la misa. Este libro fue la primera expresión concreta de la reforma de la Iglesia de Inglaterra.

En 1553, Eduardo VI muere a la edad de 15 años, dejando como sucesora a Jane Grey (coronada el 10 de julio de 1553), quien gobernó solo unos días. Se produjo una breve guerra de sucesión hasta que se impuso como reina (con el apoyo de la mayoría) María I de Inglaterra, quien rápidamente abrogó las reformas religiosas introducidas durante el reinado de Eduardo VI y sometió nuevamente a la jurisdicción papal a la Iglesia de Inglaterra, en noviembre de 1554.

Restablecido el catolicismo, el Acta de supremacía y el Libro de oración común fueron suprimidos y se nombraron nuevos obispos, se persiguió a los partidarios de la independencia de la Iglesia de Inglaterra (ya conocidos como anglicanos), y algunos de ellos acabaron en la hoguera (no todos eran favorables a la reforma religiosa).[22]

María murió en 1558 a los 42 años de edad y sin hijos, por lo que su media hermana, Isabel I de Inglaterra fue proclamada reina. Isabel asumió el trono de Inglaterra tratando de mantener la unidad nacional por sobre las diferencias religiosas, por lo que no mostró inicial apoyo a ninguno de los bandos en disputa (protestantes y católicos); sin embargo, la política internacional hostil del rey Felipe II de España y especialmente las conspiraciones y rebeliones la hicieron ofrecer cada vez más apoyo al bando protestante.

Isabel restauró el Acta de supremacía, por lo que los obispos partidarios de la teología católica papista fueron depuestos y sustituidos; proclamó luego el Acta de Uniformidad que obligaba a todas las parroquias de la Iglesia de Inglaterra a utilizar el Book of common prayer / Libro de Oración Común (con aquellos pequeños cambios introducidos por Thomas Cranmer) con su texto en inglés y no en latín. Todo ello dio espacio para la difusión de las ideas de la Reforma protestante en Inglaterra, no obstante la moderación que en general siguió teniendo la Iglesia de Inglaterra al conservar casi intacta su tradición medieval. De nuevo se tradujo la Biblia, esta vez por impulso de su sucesor, la llamada Biblia del rey Jacobo (1611) en el denominado inglés moderno temprano (Early Modern English), versión cuyo influjo fue enorme en toda la literatura posterior.

De la iglesia anglicana fueron naciendo distintas ramas: las iglesias episcopalianas y las metodistas, por ejemplo.

En Suiza también se van a separar algunos territorios de la Iglesia católica; las ideas de Lutero llegaron muy pronto a Suiza y aparecieron una serie de predicadores que criticaban la corrupción de la Iglesia católica y defendían la creación de una «Iglesia» distinta. Uno de los primeros fue Ulrico Zuinglio o Zwinglio, quien, junto a su amigo Leo Jud, tradujo la Biblia al dialecto suizo del alemán tres años antes que el mismo Lutero, la llamada Biblia de Zúrich, cuya versión completa se imprimió en 1531. Aunque compartía muchas de las ideas de Lutero, Zwinglio quería dar una mayor libertad a su nueva «Iglesia» cristiana y rechazaba el sometimiento de los cristianos a la nobleza como defendía Lutero. Al final el mismo Lutero criticó a Zwinglio y se alegró públicamente de su muerte en un combate contra los suizos católicos.

Pero el principal foco de la Reforma protestante en Suiza va a ser la ciudad de Ginebra, gracias a la actuación del teólogo francés Juan Calvino, quien con Lutero es la mayor figura de la Reforma protestante.

En Ginebra una serie de reformadores habían asaltado las iglesias y conventos expulsando a los sacerdotes católicos, pero estos reformadores no sabían cómo organizar la nueva «Iglesia» que pretendían crear ni tampoco tenían claro qué nueva doctrina querían establecer, por lo que llamaron a una figura de prestigio dentro del campo protestante, que supiera cómo organizar la nueva Iglesia y diera un contenido religioso claro, y optaron por Juan Calvino.

Este era un francés que había estudiado teología en varias universidades, entre ellas la de París; aunque al principio acepta algunas de las ideas luteranas, muy pronto piensa que Lutero ha conservado demasiadas cosas de la Iglesia católica que debían ser suprimidas. Calvino también opina que el hombre debe acceder a la fe por medio de la lectura de la Biblia, pero considera que se debían de eliminar todos los sacramentos de la Iglesia católica, incluyendo los tres que había conservado Lutero. Además era iconoclasta: todas las imágenes de las iglesias incurrían en pecado de idolatría y debían ser eliminadas de los templos religiosos.

Calvino también pensaba que no debían existir ni sacerdotes ni obispos y que los jefes religiosos debían ser pastores elegidos por la congregación; pero la teoría religiosa más importante que Calvino predicó, producto de su libre examen e interpretación de la Biblia, es la predestinación: según esta teoría el hombre por sí mismo no puede hacer nada para alcanzar la salvación, ni por la fe ni por las obras, sino que antes de nacer Dios ya ha elegido a un hombre para la condenación o la salvación, y el hombre no puede hacer nada para cambiar este designio divino. Sin embargo, en la sociedad humana puede distinguirse a los hombres elegidos para su salvación en los que llevan una vida virtuosa, honesta, trabajadora y sin pecado y en los que tienen riquezas y éxito material en la vida, ya que la riqueza es un signo de la protección de Dios.

Calvino empezó a exponer sus ideas en París, pero como Francia era católica tuvo que huir del Reino y refugiarse en el extranjero. Ya empezaba a ser conocido entre los protestantes europeos como un hombre firme y enérgico, un gran teólogo y un buen organizador que sabía dirigir a los hombres, y por esta razón fue llamado por los protestantes de Ginebra.

Cuando Calvino llega a Ginebra, toma la decisión de que, si quiere imponer una nueva «iglesia» que adopte sus puntos de vista religiosos, tiene que controlar el gobierno de la ciudad; intenta dar órdenes al consejo municipal, que termina por expulsarle de Ginebra.

Sin embargo, la situación en Ginebra continuaba sin aclararse, las autoridades de la ciudad eran incapaces de organizar una «Iglesia» nueva y Calvino seguía teniendo partidarios en la ciudad; estos partidarios convencen a las autoridades de Ginebra para que permitan el regreso de Calvino a Ginebra con la promesa de que no se entrometerá en el gobierno político de la ciudad. Y las autoridades autorizan el regreso de Calvino a Ginebra en 1541.

Calvino ha aprendido la lección y ha comprendido que no puede manifestar abiertamente su deseo de controlar políticamente la ciudad; sin embargo, no renuncia a hacerse con el poder de Ginebra, que para él era indispensable para fundar su nueva Iglesia. Durante doce años Calvino va a llevar a cabo una paciente labor para ganarse partidarios en el gobierno de la ciudad, aumentar su influencia en Ginebra hasta que llegase el día en que el gobierno y todas sus instituciones estuvieran bajo su control. Cuando ya Calvino está a punto de controlar el gobierno se produce la ejecución en la hoguera del español Miguel Servet.

Miguel Servet era un humanista español típico de la época del Renacimiento; sentía curiosidad por todas las materias, desde la ciencia a la medicina, pasando por la filosofía y la religión. Como muchos hombres de su tiempo estaba descontento con la Iglesia católica y rechazaba la doctrina católica milenaria. Servet desarrolló así sus propias ideas religiosas y llegó a creer que Jesucristo no había sido hijo de Dios y sólo tenía naturaleza humana, no divina; con esto volvía a adoptar una postura de los primeros siglos del cristianismo, que la Iglesia católica había condenado como herética en el siglo IV y que todos los protestantes rechazaban también con escándalo. Servet fue a estudiar a las universidades francesas y también en la de París, donde conoció a Calvino. Allí Calvino comenzó a acumular un profundo odio hacia aquel humanista y médico español, al que consideraba un peligroso hereje. Calvino había escrito una Institutio religionis Christianae / Institución de la Religión Cristiana (1536) que Servet leyó y anotó con críticas a diversos pasajes que enfurecieron a Calvino.

A causa de sus opiniones, Miguel Servet tuvo que escapar de París, cambió de nombre y se instaló como médico en Vienne de Isère, una localidad cerca de la frontera con Suiza; tuvo éxito como médico y llegó a adquirir una situación económica respetable; fue en esos años cuando descubrió la circulación pulmonar de la sangre.

Pero Servet seguía con sus inquietudes religiosas y decidió divulgar sus doctrinas acerca de Jesucristo en un libro que hizo imprimir clandestinamente en una imprenta secreta.

Pero, ajeno al odio que generaba en Calvino, cometió el error de escribir a este en Ginebra enviándole ejemplares de su obra, la Christianismi restitutio (1553); Calvino lo denunció por carta a la Inquisición católica francesa. Sin embargo, Servet tenía amigos que lo protegieron y ayudaron a ocultar la autoría de su libro y la Inquisición católica renunció a investigar. Pero Calvino envió las cartas que el propio Servet le había escrito, y que constituían una prueba irrefutable de que aquel médico era el español Miguel Servet.

La Inquisición católica condenó a Servet a la hoguera; pero la noche antes de la ejecución sus amigos ayudaron a Servet a escapar. Sin conocer el enorme poder político que Calvino se había procurado en Ginebra, cometió la ingenuidad de intentar refugiarse en esa ciudad creyendo que allí estaría seguro. En Ginebra, Calvino lo reconoció y consiguió que las autoridades de la ciudad lo detuvieran como hereje. Calvino quería que se juzgase y se lo quemase en la hoguera, pero todavía no controlaba del todo el gobierno de la ciudad y el juicio de Servet se fue convirtiendo en un pulso entre Calvino y los gobernantes de la ciudad que se oponían a él; sin embargo, Calvino se impuso y Servet fue condenado a muerte en la hoguera.

La muerte de Servet alejó de Calvino a una serie de protestantes europeos que se habían refugiado en Ginebra. Estos protestantes también tenían sus propias ideas religiosas y sintieron sus vidas amenazadas por el fanatismo de Calvino; así que escaparon de la ciudad; el más famoso de estos refugiados fue Sébastien Châteillon / Sebastián Castellion, quien, desde el extranjero, denunció a Calvino por la muerte de Servet defendiendo la tolerancia religiosa y el derecho del hombre a tener sus propias opiniones al interpretar la Biblia en su De haereticis, an sint persequendi (1554), publicado bajo pseudónimo; por eso Castellion es considerado el padre de la libertad de pensamiento en Europa. A esta postura se adhirieron los protestantes españoles emigrados Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, quienes se habían refugiado en Ginebra con la intención de traducir la Biblia al español, la llamada Biblia del oso, impresa en Basilea en 1569. Casiodoro de Reina, de hecho, tradujo incluso la obra de Castellion al español.

Pero la muerte y el juicio de Servet le sirvieron a Calvino para hacerse definitivamente con el gobierno de la ciudad y su cantón; los adversarios de Calvino fueron expulsados del gobierno municipal y algunos de ellos fueron incluso ejecutados al igual que Servet. Ahora toda Ginebra obedecía las órdenes de Calvino.

Calvino quiso hacer de Ginebra la capital religiosa de un nuevo cristianismo y obligar a sus habitantes a la fuerza a llevar una vida virtuosa y cristiana: se suprimieron todos los bailes, todas las canciones que no fueran himnos de iglesia y todos los espectáculos y representaciones teatrales. Se cerraron incluso las tabernas y se prohibió hacer y consumir bebidas, y las subsecuentes borracheras: todos debían ser buenos cristianos, pero a la fuerza.

Toda Ginebra se convirtió en una ciudad calvinista, dedicada solo al trabajo y la oración. Pero Calvino quería extender su comunidad cristiana a toda Europa y en Ginebra se fundaron escuelas calvinistas para todos los protestantes extranjeros que visitaban la ciudad; estos extranjeros debían regresar a sus países de origen y enseñar allí la doctrina calvinista.

El más importante de estos extranjeros fue el escocés John Knox, que consiguió que toda Escocia se convirtiera al calvinismo; en Escocia los calvinistas recibieron el nombre de presbiterianos. Escocia fue el único país donde el calvinismo se convirtió en religión oficial, pero también llegó a ser mayoritario en Holanda y hubo importantes minorías calvinistas en Alemania, Inglaterra y en Francia; en Inglaterra los calvinistas recibieron el nombre de puritanos y en Francia se les dio el nombre de hugonotes.

Aparte del presbiterianismo y el puritanismo, del calvinismo proceden también las Iglesias bautistas y congregacionalistas.

La Reforma en el reino de Hungría comenzó alrededor de 1520 y tuvo como resultado la conversión de la mayoría de los húngaros del catolicismo romano a una denominación protestante a finales del siglo xv. El reino de Hungría, una potencia regional de Europa Central a finales del siglo xv, era una monarquía compuesta multiétnica con una importante población no católica, predominantemente griega ortodoxa.

El movimiento protestante reformador iniciado por el monje agustino Martín Lutero se conoció pronto en el reino de Hungría. Tras la batalla de Mohács en 1526, en que los otomanos derrotaron a los húngaros y murió el rey Luis II de Hungría, la Iglesia católica sufrió un periodo de debilitamiento en el país, ya que fueron numerosos los sacerdotes, obispos y arzobispos católicos que murieron en la batalla; esto dejó el campo abierto para nuevos religiosos de estratos inferiores que simpatizaban con la Reforma protestante. Muchos nobles húngaros, al igual que los alemanes y franceses, vieron en la Reforma la oportunidad de deshacerse del pago del diezmo y de la supervisión de la Iglesia católica, de modos que ellos y sus vasallos fueron pasando paulatinamente al luteranismo.

La Reforma se popularizó muy pronto en una parte de la Hungría dividida, en la Hungría Oriental (futuro Principado de Transilvania), donde el conde húngaro Juan Segismundo de Zápolya gobernaba como rey independiente aunque vasallo del Imperio otomano, que decidía el ocupante del trono y la orientación política.[23]​ No lo era en la Hungría Real —al oeste, católica, controlada por los germánicos, donde Fernando I, hermano del emperador Carlos I, también había sido coronado como rey— ni en la Hungría otomana (el eyalato de Buda), la parte central en poder otomano. En la Hungría Real el catolicismo se mantuvo con gran fortaleza y, si bien los predicadores protestantes eran comunes, la influencia del rey Habsburgo no permitía su predominancia. En cambio, en la Hungría otomana los sacerdotes católicos eran rara vez vistos; la mayoría de los clérigos cristianos eran protestantes, que contaban entonces con la protección de los otomanos. Sin embargo, rara vez los turcos se entrometieron en las disputas religiosas entre las dos facciones, conformándose con que los cristianos pagasen el tributo al sultán.

Transilvania y sus príncipes se convirtieron en las figuras representativas de la vieja Hungría, contrapuestas a la dinastía de los Habsburgo. Juan Segismundo se convirtió al protestantismo y comenzó a acoger a todos los filósofos y religiosos checos y germánicos que huían del Imperio y de los Habsburgo. La estrategia de Zápolya y de los posteriores príncipes de Transilvania fue utilizar al protestantismo como instrumento contra los Habsburgo católicos, de los que querían deshacerse para reunificar el reino húngaro dividido. Igualmente, el nuevo movimiento religioso de Juan Calvino, conocido como calvinismo, siguió los pasos del luteranismo, y la región noreste del Reino húngaro se comprometió tanto con esta nueva confesión cristiana que la ciudad de Debrecen era conocida la en aquella época como «La Roma calvinista».

Los príncipes transilvanos promovieron las escuelas protestantes, cada vez más populares en ciudades como Bratislava, Sopron, Szárlőrinc o Sárvár, así como en los asentamientos sajones en el principado transilvano. Posteriores príncipes como el barón húngaro Esteban Bocskai (1605-1606) y el conde húngaro Gabriel Bethlen (1613-1629) fueron fuertes defensores del protestantismo en Transilvania y Hungría. Catapultaron a los húngaros a un nivel cultural, sociopolítico y económico a la par con Francia, el Imperio Germánico e Inglaterra; encabezaron guerras contra los Habsburgo e incluso Bethlen participó en la guerra de los Treinta Años (1618-1648) a favor de la confederación protestante.[24]

En 1541 se publicó la primera traducción al húngaro del Nuevo Testamento, obra del monje Juan Sylvester. Años después, en 1590, el pastor protestante Gáspár Károli publicó la primera Biblia completa en húngaro, conocida como la Biblia de Károli.

Uno de los pensadores protestantes más significativos fue el pastor húngaro Ferenc Dávid (1510-1579), que primero profesó el luteranismo y luego el calvinismo. Dávid se volvió un gran defensor del antitrinitarismo, es decir, no aceptaba la existencia de la Santísima Trinidad; introdujo así el unitarismo en Transilvania y agregó una confesión religiosa más al mosaico de ese momento. La diversidad religiosa en el principado alcanzó tales niveles que el voivoda y antirrey húngaro Juan Segismundo de Zápolya, de confesión protestante, aconsejado por sus religiosos, convocó a la Gran Asamblea transilvana y se sancionó el Edicto de Turda en 1568. Este documento sostenía que todas las confesiones religiosas cristianas eran aceptadas por igual. Hungría Oriental sería el primer reino en el mundo en reconocer la diversidad de culto cristiano: catolicismo, luteranismo, calvinismo y unitarismo.[25]

A causa de la enemistad y de las constantes guerras de los otomanos y los Habsburgo, como principales representantes del cristianismo en Europa Central, en muchas ocasiones los turcos se aliaron con los protestantes, en vez de con los católicos. Posteriormente los Habsburgo introdujeron en Hungría la Contrarreforma católica, y la ardua labor de los jesuitas, como el cardenal Pedro Pázmány, logró la paulatina conversión de gran parte de la población al catolicismo (sin embargo, Transilvania permanecería, a grandes rasgos, protestante hasta la época actual).


Juan Segismundo Szapolyai de niño, con su madre, la reina viuda Isabel Jagellon, rindiendo vasallaje a Solimán el Magnífico en 1541. Juan Segismundo (r. 1541-1571) fue el primer príncipe de Transilvania que se convirtió al protestantismo.

Esteban I Báthory (r. 1571-1586) y futuro rey de Polonia y de Lituania (r. 1576-1586), no perturbó la paz religiosa (aunque prohibió nuevas reformas) y su objetivo era fortalecer el catolicismo en el Principado de mayoría protestante.

Segismundo Báthory (r. 1588-1602), partidario de los católicos, lo que hizo que los ambiciosos aristócratas jóvenes protestantes se convirtieron al catolicismo durante su reinado.

El monarca francés Luis XIV procuró persuadir a los hugonotes (más que menos violentamente) a convertirse al catolicismo desde 1681 con las llamadas dragonadas, y al fin revocó por completo en 1685 el Edicto de Nantes con otro, el Edicto de Fontainebleau, que abolía todos los derechos de los protestantes en el reino y disolvía todos sus colegios y universidades de Sedán y Saumur. Bajo esta coacción, solo algunos protestantes se convirtieron al catolicismo; otros practicaban sus creencias en secreto como criptoprotestantes, los llamados despectivamente nicodemitas; otros huyeron del país a tierras protestantes, como Ginebra (así, por ejemplo, los antepasados de Jean-Jacques Rousseau), Países Bajos, Gran Bretaña o los estados de Alemania. O bien optaron por una lucha de guerrillas, llamada de los camisardos. Luis XV, de 1715 a 1774, llevó a cabo una nueva persecución de los hugonotes.

En Gran Bretaña, la Ley de Tolerancia o Toleration Act (24 de mayo de 1689) concedió libertad religiosa a los católicos y protestantes, la libertad de culto público, el derecho a abrir escuelas y el acceso a todas las funciones públicas, pero restringía todas esas libertades en especial a los católicos, llamados recusantes. Se denomina "Ley de tolerancia" y no de libertad religiosa, pues en primera instancia Gran Bretaña tenía (y tiene) una religión oficial, el anglicanismo. Tolera a ciertas sectas protestantes que no concuerdan absolutamente con todos los preceptos de dicha religión (los llamados dissenters e inconformes anglicanos), pero esta tolerancia no se solía aplicar a los católicos recusantes (por ejemplo al poeta católico recusante Alexander Pope, que no pudo formarse en una escuela católica, sino privadamente) así que margina de hecho a un determinado culto y no establece la plena libertad religiosa, pero, comparada con la francesa de su época, parecía cierta al deísta Voltaire en sus Cartas inglesas (1733).



Escribe un comentario o lo que quieras sobre Reforma Protestante (directo, no tienes que registrarte)


Comentarios
(de más nuevos a más antiguos)


Aún no hay comentarios, ¡deja el primero!