Antonio Caballero Holguín (Bogotá, 1945) es un escritor, periodista y caricaturista colombiano.
Nació en Bogotá en 1945. Hijo del reconocido escritor Eduardo Caballero Calderón e Isabel Holguín. Sobrino del escritor Lucas Caballero Calderón (Klim) y hermano del pintor Luis Caballero Holguín. Asimismo, cuenta con antecesores entre los cuales está su tatarabuelo, el poeta José Eusebio Caro; su bisabuelo, el político Miguel Antonio Caro; su abuelo, el general Lucas Caballero Barrera y su primo hermano también educador, Agustín Nieto Caballero. Dentro de sus antecesores, por parte de su madre, se encuentran los políticos Carlos Holguín Mallarino y Jorge Holguín. Por parte de su tatarabuela, Francisco Mariño y Soler. Y su primo Felipe López Caballero.
Antonio Caballero Holguín estudió algunos años de su formación primaría en el Colegio Ramiro de Maeztu en Madrid (España) que complementó con una educación familiar cuando vivía en Tipacoque, Boyacá. Durante los años 1950, a raíz del cierre del diario El Tiempo, donde laboraba su padre, vivió entre España y Colombia. Más adelante gozó de una educación privilegiada, primero en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, y después en el Gimnasio Moderno, uno de los colegios más reconocidos de Bogotá y donde se recibe como bachiller. Comenzó sus estudios de Derecho en la Universidad del Rosario, aunque aprovechando el reciente nombramiento de su padre como embajador en la Unesco, se trasladó a París donde continuó sus estudios en Ciencia Política, abandonando así la práctica del derecho.
Uno de los primeros hechos que lo impactó políticamente fue la Revolución Cubana de 1959, pero su inicio en el periodismo sería durante su estancia en París, cuando presenció uno de los eventos más esenciales para su generación: el Mayo de 1968. París fue el escenario de una serie de revueltas que por primera vez mostraron la capacidad de organización y rebelión de una generación desencantada frente al orden establecido. Sin embargo, a raíz del caos que desataron las revueltas, la facultad de Ciencias Políticas cerró y Caballero no pudo continuar sus estudios, por lo cual se vio forzado a volver a Bogotá. Ya colaboraba con El Tiempo desde 1964, pero como caricaturista, con su serie Cartones que se publicó en ese diario hasta 1974.
Poco después volvió a Europa, donde viajó por Italia, Grecia, España e Inglaterra. Se instaló en Londres donde comenzó a trabajar para la BBC de Londres y la revista The Economist. Posteriormente se trasladó a Roma, donde permaneció alrededor de un año antes de partir a Grecia. Allí se instaló en Cefalonia donde subsistió durante un año de los dibujos que vendía semanalmente.
De Grecia partió a Madrid cuando Juan Tomás de Salas fundó la revista Cambio 16. Allí escribió para la revista hasta 1975, el año en que murió Francisco Franco. Regresó entonces a Colombia para escribir en la revista Alternativa, la cual había sido fundada en 1974 con el propósito de mostrar las luchas populares y brindarle voz a la oposición política y los sindicatos que en ese entonces se empezaban a articular contra el establecimiento, pero que eran ignorados y solo vistos como bandolerismo o sindicalismo subversivo. Permaneció como jefe de redacción y corresponsal internacional de la revista hasta su última publicación. Allí publicó dos series de caricaturas, bajo el título Macondo y El Señor Agente.
Sin embargo, en una conversación con Enrique Santos, aseguró que escribir en la revista había reprimido su estilo y tono de escritura, puesto que cualquier artículo debía pasar por un consejo de redacción para ser corregido y aprobado. Su voz pasaba entonces a formar parte de la voz unívoca en la que se conglomeraba las otras voces del grupo de Alternativa.
En la década de los 80 fue columnista de El Espectador. Pero en 1996 regresó a la revista Semana. Desde entonces sostiene una columna semanal sobre política y actualidad y la serie de caricaturas Monólogo. Desde estos espacios de opinión se ha caracterizado como uno de los críticos más agudos de los sucesivos gobiernos de Colombia y de la influencia de Estados Unidos en la política interna colombiana.
A raíz de la llamada "Guerra contra las Drogas" y la instauración del Plan Colombia, Caballero ha denunciado por muchos años la presencia del narcotráfico en la vida social, militar, política, artística y religiosa. En su discurso siempre sale a relucir lo ineficiente de la lucha en contra de las drogas, la doble moral de los países consumidores frente a los productores, la conveniencia de los primeros en mantener una guerra en contra de los narcotraficantes y la de la clase dirigente de los países productores al escudarse en este conflicto para mantener las desigualdades.
En 1984 Caballero incursionó en la novela de ficción con la publicación de Sin remedio. La novela cuenta las aventuras y desdichas de Escobar, un poeta frustrado en la convulsionada Bogotá de los años 70 o, simplemente, como él mismo la definió, "una novela sobre lo difícil que es escribir poesía". Pese a su éxito de crítica, la novela duró descontinuada hasta que en 2004, la editorial Alfaguara la reeditó. En 2008 fue traducida al francés. Sin remedio ha sido considerada por la crítica nacional como una de las novelas más representativas del género urbano en Colombia. La novela se ha usado como base incluso para estudios doctorales en Estados Unidos acerca de la transformación urbanística de la ciudad de Bogotá.
En 1989 escribió Isabel en Invierno, un libro infantil que también ilustró. En noviembre de 1996 apareció publicado en el primer número de la revista El Malpensante un cuento suyo, "El padre de mis hijos", que fue parte de la recopilación de Luz Mary Giraldo, Cuentos del Fin de Siglo, antología de escritores colombianos, editada en 1999 por Seix Barral.
Varias recopilaciones de sus columnas y crónicas han sido publicadas en Colombia. La primera, editada por editorial La Hoja, se llamó 15 años de mal agüero. El 1999 fue distinguido por la Editorial Planeta con su premio de periodismo y la publicación de la antología No es por aguar la fiesta.
En el ámbito de la crítica de arte, la obra de Caballero fue recogida en Paisajes con Figuras, de 1997 y reeditada en 2009.
En 2000, El Áncora Editorial publicó Y Occidente conquistó al mundo, una crónica "entre el gran pavor del año 1000 y el gran terror del año 2000". Las ilustraciones en esta ocasión corrieron a cargo del español Juan Ballesta.
Caballero es taurino y uno de los principales cronistas y defensores de la fiesta brava. En este ámbito ha publicado Los Siete Pilares del Toreo (2003) y Torero en el Sillón (2010).En 2011 suscribió un Manifiesto en favor del toreo, junto con figuras como Alfredo Molano Bravo.
Ricardo Sánchez Ángel muestra dentro del repertorio de escritores de Antonio Caballero a Jean-Paul Sartre como uno de los focos que le han permitido consolidar su escritura en lo que respecta al ensayo político. Henry de Montherlant ha sido también otras de sus influencias y con quien tuvo presente la importancia del cambio de tonos, temas, estilos, la escritura libre y al gusto del autor. Asimismo las lecturas del escritor, iniciadas desde muy joven, han sido otro de sus aportes literarios, Calderón de la Barca, Miguel de Cervantes, San Juan de la Cruz, son algunos ejemplos, al igual que textos de la picaresca española (El diablo cojuelo y El lazarillo de Tormes) y obras de Robert Musil, con quien concibió la novela como género abierto; otros escritores dentro de sus lecturas como León Tolstoi, Ernest Hemingway, Gustave Flaubert, Fiódor Dostoievski, William Faulkner, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Tomás Carrasquilla, entre otros.
En cuanto a sus rasgos humorísticos presente en gran parte en su periodismo, Sánchez menciona su proveniencia a partir de la influencia de Hernando Martínez Rueda, poeta cuya poesía se ve marcada por el cinismo, la ferocidad, la improvisación y el humor, componentes que le ayudaron a condensar una buena escritura en sus verso.
El estilo crítico de Antonio Caballero empezó a trazarse bajo las impresiones que le provocaron el acontecimiento de mayo del 1968, sus primeras expresiones críticas aparecen en los cartones, cuyos inicios son flojos y poco recibidos en Bogotá, puesto que sus expresiones carecen de movilidad, tienen cierto hermetismo y salpullido metafísico.
El hermetismo de ese entonces, se debió a que eran cartones solo perceptibles para el autor y sus allegados, es decir, para quienes vivían en la ciudad.El tiempo y el trabajo restituyeron el estilo inmóvil de los cartones por el estilo ágil y variado de los dibujos que, asimismo, lograron romper con la comprensión hermética del humor bogotano para traspasar su comprensión a otras regiones colombianas; para volverse figuras que plasmaban el entonces de la historia de Colombia, pero sobre todo, figuras de una comedia colombiana.
Se ha caracterizado las diferencias de los cartones y caricaturas de Caballero a partir de la imaginación y realidad. Los cartones forman parte de la imaginación del escritor, mientras las caricaturas pertenecen a la realidad política social mostrada con crueldad, sin elogios y en la que se encuentra los estereotipos populares, el factor común de la sociedad de donde Caballero pudo difundir una compresión eficaz y general.Algunas figuras representativas y pertenecientes a ambos polos de la sociedad son: los burgueses, políticos, militares, cardenales (propios de la clase alta) y hombres y mujeres comunes de barrio popular (representantes de la clase baja). De las anteriores figuras empleadas en la caricatura de Caballero se ha mencionado en el prólogo de uno de sus libro de caricaturas:
“…no son caricaturas de personajes conocidos, sino que cada cuadro es una caricatura completa de toda la sociedad colombiana, que a Antonio Caballero parece parecerle pervertida y condenada, y que a su modo de ver no tiene salvación (…)”
En 1994 recibió el premio Simón Bolívar por sus caricaturas políticas.
Caballero, Antonio.; Holguín (1986). Reflexione monos: 20 años de caricatura de Antonio Caballero. Colombia: Fondo Editorial Cerec.
Así, la caricatura de Antonio Caballero manifiesta como eje central el tono humorístico y su materia prima: la realidad con sus estereotipos sociales; tras esto, se encuentran el tono crítico de la vida política y social, en profundidad aparece el tono existencial y melancólico de la vida individual.
Un periodismo como el de Antonio Caballero se encuentra presente en las columnas de las revistas, en los artículos de periódicos e incluso en recopilaciones a través de sus libros, tales como No es por aguar la fiesta y Quince años de mal agüero. Se caracteriza por ser un periodismo censor de los comportamientos políticos, los establecimientos económicos y sociales, dando así como resultado una conciencia crítica del periodismo colombiano. Además, se caracteriza por enfocarse bajo la fórmula del análisis y la ética, cuyo fin no es otro que mantener viva la llama de la libertad y la justicia.
Es por tanto, un periodismo ético que se indigna, asume y estimula. La indignación es necesaria para poder enfrentar las situaciones y encontrarles remedio, junto a esa indignación también son fundamentales la desobediencia civil y el ejercicio crítico, pues permiten la construcción de la salvación del pueblo y la nación. Todos estos tres componentes conllevan al estímulo de una conducta ética colectiva, de allí que se le asigne un carácter ético.
Lo polémico de un estilo periodístico como el de Caballero, radica en su expresividad directa y tajante, puesto que es desmitificador de la mentira: a cada cosa se la señala por su nombre, se la señala según su responsabilidad. En este periodismo se acaba la complicidad, los elogios y los silencios que, por el contrario, se dan en otros círculos de los medios masivos.
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