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Julio Cortázar



¿Qué día cumple años Julio Cortázar?

Julio Cortázar cumple los años el 26 de agosto.


¿Qué día nació Julio Cortázar?

Julio Cortázar nació el día 26 de agosto de 1914.


¿Cuántos años tiene Julio Cortázar?

La edad actual es 110 años. Julio Cortázar cumplió 110 años el 26 de agosto de este año.


¿De qué signo es Julio Cortázar?

Julio Cortázar es del signo de Virgo.


¿Dónde nació Julio Cortázar?

Julio Cortázar nació en Ixelles.


Julio Florencio Cortázar (Ixelles, 26 de agosto de 1914-París, 12 de febrero de 1984) fue un escritor y traductor argentino; este último oficio lo desempeñó para la Unesco y varias editoriales.[2]​ Sin renunciar a su nacionalidad argentina, optó por la francesa en 1981, en protesta contra la dictadura militar en su país,[3][4][5]​ que lo persiguió y prohibió y que él denunció a la prensa internacional desde su residencia en París.[6]

Considerado uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, fue maestro del cuento, la prosa poética y la narración breve en general. Fue también creador de importantes novelas, las cuales inauguraron una nueva forma de hacer literatura en el mundo hispano, pues rompieron los moldes clásicos mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal. Debido a los contenidos de su obra, que transitan en la frontera entre lo real y lo fantástico, Cortázar suele ser relacionado con el realismo mágico e incluso con el surrealismo.[7]​ Además, es catalogado como uno de los exponentes centrales del boom latinoamericano, junto a otros escritores de renombre, entre ellos, los premio Nobel de literatura: Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, y los ganadores del Premio Cervantes, Carlos Fuentes y Cristina Peri Rossi. [8][9]

Vivió hasta los cuatro años en Bélgica, Suiza y España. Tiempo después, su familia volvió a Argentina, donde Cortázar residiría hasta 1951, año en el cual se estableció en Francia, país que sirvió a la ambientación de algunas de sus obras y donde vivió el resto de su vida.[10][11]​ Visitó por última vez su país el 12 de diciembre de 1983, después de la vuelta a la democracia.[12]​ El 12 de enero de 1984 volvió a París, donde murió exactamente un mes después debido a una leucemia.

Julio Florencio Cortázar nació en Ixelles, un distrito al sur de la ciudad de Bruselas, capital de Bélgica, país invadido por los alemanes en los días de su nacimiento.[13]​El pequeño «Cocó», como lo llamaba su familia, fue hijo de los argentinos Julio José Cortázar y María Herminia Descotte.[14]​Su padre era funcionario de la embajada argentina en Bélgica, donde se desempeñó como agregado comercial. Julio comentaría más tarde respecto a su nacimiento: «Mi nacimiento fue un producto del turismo y la diplomacia».[15]

Hacia fines de la Primera Guerra Mundial, los Cortázar lograron pasar a Suiza gracias a la condición alemana de la abuela materna de Julio, y de allí, poco tiempo más tarde, a Barcelona, donde vivieron un año y medio. Cortázar contaba con cuatro años cuando él y su familia volvieron a la Argentina. Pasó el resto de su infancia en Banfield, al sur del Gran Buenos Aires, junto a su madre, una tía y Ofelia, su única hermana (un año menor que él). Vivió en una casa con fondo, pero no fue del todo feliz. «Mucha servidumbre, excesiva sensibilidad, una tristeza frecuente».[16]

Según el escritor, su infancia fue brumosa y con un sentido del tiempo y del espacio diferente al de los demás.[17]​Cuando el futuro escritor contaba con seis años, su padre abandonó a la familia, y él ya no volvió a tener contacto con su padre.[18]​Julio fue un niño enfermizo y pasó mucho tiempo en cama, por lo que lo acompañó la lectura. A los nueve años ya había leído a Julio Verne, Victor Hugo y Edgar Allan Poe, padeciendo por ello frecuentes pesadillas durante un tiempo.[14]​Solía además pasar horas leyendo un diccionario Pequeño Larousse.[14]​Leía tanto que su madre primero acudió al director de su colegio y luego a un médico para preguntarles si era normal, y estos le recomendaron que su hijo dejara de leer o leyera menos durante cinco o seis meses, para que saliera a tomar sol.[14]

Fue un escritor precoz, a los nueve o diez años ya había escrito una pequeña novela —«afortunadamente perdida», según él mismo— e incluso antes algunos cuentos y sonetos.[14]​Dada la calidad de sus escritos, su familia, incluida su madre, dudó de la veracidad de su autoría, lo que generó una gran pesadumbre en Cortázar, quien compartió ese recuerdo en entrevistas.[14][19]

Tras realizar los estudios primarios en la Escuela N.º 10 de Banfield, se formó como maestro normal en 1932 y profesor en Letras en 1935 en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta. Fue en ese entonces cuando comenzó a frecuentar los estadios para ver boxeo, donde ideó una especie de filosofía de este deporte «eliminando el aspecto sangriento y cruel que provoca tanto rechazo y cólera». Admiraba al hombre que siempre iba adelante y a pura fuerza y coraje conseguía ganar.

A los diecinueve años recién cumplidos, leyó en Buenos Aires Opio: diario de una desintoxicación de Jean Cocteau, traducido por Julio Gómez de la Serna y con un prólogo de su hermano Ramón. Este lo deslumbró y se convirtió en uno de sus libros de cabecera, acompañándolo por el resto de su vida.[14]​Comenzó sus estudios de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Aprobó el primer año, pero comprendió que debía utilizar el título que tenía para trabajar y ayudar a su madre. Dictó clases en Bolívar, Saladillo (ciudad que figura en su Libreta Cívica como oficina de enrolamiento); y luego en Chivilcoy. Vivió en cuartos solitarios de pensiones aprovechando todo el tiempo libre para leer y escribir. Entre 1939 y 1944 Cortázar vivió en Chivilcoy, en cuya Escuela Normal daba clases como profesor de literatura y era asiduo concurrente a las reuniones de amigos que se hacían en el local de fotografía de Ignacio Tankel. A propuesta de este, realizó su primera y única participación en un texto cinematográfico, donde colaboró en el guion de la película La sombra del pasado, que se filmó en esa ciudad entre agosto y diciembre de 1946. (Ese episodio fue tratado en el filme documental Buscando la sombra del pasado, dirigido por Gerardo Panero, el cual se estrenó en 2004).[20]​En 1944, se mudó a la ciudad de Mendoza, en cuya Universidad Nacional de Cuyo impartió cursos de literatura francesa.

Su primer cuento, «Bruja», fue publicado en la revista Correo Literario. Participó en manifestaciones de oposición al peronismo. En 1946, cuando Juan Domingo Perón ganó las elecciones presidenciales, presentó su renuncia. «Preferí renunciar a mis cátedras antes de verme obligado a sacarme el saco, como les pasó a tantos colegas que optaron por seguir en sus puestos».[21][22]​Reunió un primer volumen de cuentos —publicado póstumamente— titulado: La otra orilla. Regresó a Buenos Aires, donde comenzó a trabajar en la Cámara Argentina del Libro y ese mismo año publicó el cuento «Casa tomada» en la revista Los Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges, así como también un trabajo sobre el poeta inglés John Keats, «La urna griega en la poesía de John Keats» en la Revista de Estudios Clásicos de la Universidad de Cuyo. En 1947, colaboró en varias revistas, entre ellas, Realidad. Publicó un importante trabajo teórico, Teoría del túnel, y en Los Anales de Buenos Aires, donde aparece su cuento «Bestiario».

Desde fines de los años cuarenta hasta 1953, colaboró con la revista Sur, fundada y dirigida por Victoria Ocampo. Su primer trabajo para dicha revista fue un artículo con motivo del fallecimiento de Antonin Artaud. Dicha revista había adquirido gran parte de su relevancia histórica por la producción en años previos de un grupo de escritores que quedó en la historia con el nombre Grupo Florida, del cuál formaron parte escritores tales como Jorge Luis Borges, o la misma Victoria Ocampo y otros escritores, a los cuales se les conoció así por la ubicación de la oficina de la revista y las confiterías donde se reunían, en contraposición dialéctica e ideológica con el Grupo Boedo, de raigambre mucho más humilde, el cual publicaba en la Editorial Claridad y se reunía en el histórico Café El Japonés.

En 1948 obtuvo el título de traductor público de inglés y francés, tras cursar en apenas nueve meses estudios que normalmente llevan tres años. El esfuerzo le provocó síntomas neuróticos, uno de los cuales —la búsqueda de cucarachas en la comida— desapareció con la escritura del cuento Circe, que junto con los dos cuentos anteriormente nombrados —aparecidos en la revista Los anales de Buenos Aires—, serían incluidos en su primer libro bajo su nombre: Bestiario.[n. 1]​En 1949, publicó el poema dramático «Los reyes», primera obra firmada con su nombre real e ignorada por la crítica. Durante el verano escribió una primera novela, Divertimento, que de alguna manera prefigura a su novela Rayuela, la cual escribiría en 1963.

Además de colaborar en Realidad, escribió para otras revistas culturales de Buenos Aires, como la revista Cabalgata. En la revista literaria Oeste de Chivilcoy publicó el poema «Semilla». En 1950, escribió su segunda novela, El examen, rechazada por el asesor literario de la Editorial Losada, Guillermo de Torre. Cortázar la presentó a un concurso convocado por la misma editorial, nuevamente sin éxito, y, como la primera novela, vio la luz apenas en 1986, de manera también póstuma. En 1951, publicó Bestiario, una colección de ocho relatos que le valieron cierto reconocimiento en el ambiente local. Poco después, disconforme con el gobierno de Juan Domingo Perón, decidió trasladarse a París, ciudad donde, salvo esporádicos viajes por Europa y América Latina, residiría el resto de su vida.[23]

En 1953, se casó con Aurora Bernárdez, una traductora argentina, con quien vivió en París con cierta estrechez económica hasta que aceptó la oferta de traducir la obra completa, en prosa, de Edgar Allan Poe para la Universidad de Puerto Rico. Dicho trabajo sería considerado luego por los críticos como la mejor traducción de la obra del escritor estadounidense. Con su esposa vivió en Italia durante el año que duró el trabajo, luego viajaron a Buenos Aires en barco y Cortázar pasó la mayor parte del trayecto escribiendo en su máquina portátil una nueva novela.

En 1967, rompió su vínculo con Bernárdez y se unió a la lituana Ugné Karvelis con la que nunca contrajo matrimonio y quien le inculcó un gran interés por la política.[24][25]

Con su tercera pareja y segunda esposa, la escritora estadounidense Carol Dunlop, realizó numerosos viajes, entre otros a Polonia, donde participó en un congreso de solidaridad con Chile. Otro de los viajes que hizo junto a Carol Dunlop fue plasmado en el libro Los autonautas de la cosmopista, que narra el trayecto de la pareja por la autopista París-Marsella. Tras la muerte de Carol Dunlop, Aurora Bernárdez lo acompañó nuevamente, esta vez durante su enfermedad, antes de convertirse en la única heredera de su obra publicada y de sus textos.[26]

Cortázar fue amigo de numerosos escritores, algo lo cual quedó plasmado en los más de quinientos libros dedicados de su biblioteca personal al momento de su muerte.[27]​Mantuvo correspondencia entre 1965 hasta 1973 con la escritora argentina Graciela Maturo.[28]​También tuvo varios amigos pintores, como Sergio de Castro, Luis Seoane, Julio Silva, Luis Tomasello, Eduardo Jonquières o Chumy Chúmez, extendiéndose su interés artístico hacia las artes plásticas.[29][14]​Dentro de sus grandes amigos literarios se encuentran, además de muchos otros, Lezama Lima —de cuya obra fue un importante difusor—, Octavio Paz, Pablo Neruda y Carlos Fuentes.[1][27]​Cortázar también cultivó junto a su esposa Aurora Bernárdez una estrecha relación con la poeta Alejandra Pizarnik, adoptando hacia ella una actitud de hermanos mayores.[30]​ Otra amistad, mezclada con amor, pasión y respeto y admiración profesional fue la que mantuvo durante los últimos años de su vida con la entonces joven escritora Cristina Peri Rossi a quien dedicó el poemario "Quince poemas de amor para Cris. [31]​.

En 1963, Cortázar visitó Cuba invitado por Casa de las Américas para hacer de jurado en un concurso. A partir de entonces, ya nunca dejó de interesarse por la política latinoamericana. Durante esa visita también conoció personalmente a José Lezama Lima, con quien se escribía desde 1957, y cuya amistad se mantuvo hasta la muerte de este. En ese mismo año aparece la que sería su mayor éxito editorial y le valdría el reconocimiento de ser parte del boom latinoamericano: la novela Rayuela, la cual se convirtió en un clásico de la literatura en español.[33]

Los derechos de autor de varias de sus obras fueron donados para ayudar a los presos políticos de varios países, entre ellos los de Argentina. En una carta a su amigo Francisco Porrúa de febrero de 1967, confesó: «El amor de Cuba por el Che me hizo sentir extrañamente argentino el 2 de enero, cuando el saludo de Fidel en la plaza de la Revolución al comandante Guevara, allí donde esté, desató en 300.000 hombres una ovación que duró diez minutos».

En noviembre de 1970, viajó a Chile, donde se solidarizó con el gobierno de Salvador Allende y pasó unos días en Argentina para visitar a su madre y amigos.

Al año siguiente, junto a otros escritores cercanos —Mario Vargas Llosa, Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre—, se opuso a la persecución y arresto del autor Heberto Padilla, desilusionado con la actitud del proceso cubano. En mayo de 1971 reflejó su sentir ambivalente hacia Cuba en «Policrítica en la hora de los chacales», poema publicado en Cuadernos de Marcha y reproducido después por Casa de las Américas.[34]​A pesar de ello, siguió de cerca la situación política de Latinoamérica. En noviembre de 1974 fue galardonado con el Médicis étranger por Libro de Manuel y entregó el dinero del premio al Frente Unificado de la resistencia chilena.[35]​Ese año fue miembro, junto con los escritores Gabriel García Márquez y Armando Uribe (este último, en su calidad de jurista), del Tribunal Russell II reunido en Roma para examinar la situación política en América Latina, en particular las violaciones de los Derechos Humanos.[36][37]​ Fruto de esa participación fue el cómic editado posteriormente en México Fantomas contra los vampiros multinacionales, que Gente Sur editó en 1976.[38]​También, en 1974, junto a otros escritores tales como Borges, Bioy Casares y Octavio Paz, pidieron la liberación de Juan Carlos Onetti, apresado por deliberar como jurado en favor del cuento El guardaespaldas de Nelson Marra, y cuyo encarcelamiento le significó secuelas traumáticas.[39]

Según una investigación durante el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón, el 29 de agosto de 1975, la DIPPBA (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires) creó el legajo número 3178 con una ficha que contenía seis datos: apellido (Cortázar), nombre (Julio Florencio, el segundo escrito a mano alzada), nación (Argentina; Francia), localidad, profesión (escritor) y antecedentes sociales o entidad: «Habeas». La ficha del escritor fue hallada entre otras 217 000 fichas personales, revelando una persecución en su contra del grupo parapolicial conocido como Triple A, a cargo del gobierno democrático, y cuya persecución continuó la dictadura a partir del 24 de marzo de 1976.[40]

Cortázar fue perseguido durante la dictadura militar ocurrida en Argentina entre 1976 y 1983, denunció y lideró las denuncias y acusaciones a los organismos de Derechos Humanos de los exiliados argentinos en París a la prensa internacional en contra de la dictadura. El periodista Samuel Chiche Gelblung ―quién era jefe de redacción de la revista Gente de 1976 hasta 1978)―, el 25 de mayo de 1978 hizo una nota desde Francia acerca de las acusaciones de organismos de Derechos Humanos de los exiliados argentinos en París (Francia) ―liderados por el escritor― titulada «Cara a cara con los jefes de la campaña antiargentina».[41]

En 1976, viajó a Costa Rica en donde se encontró con Sergio Ramírez y Ernesto Cardenal, emprendiendo un viaje clandestino hacia la localidad de Solentiname en Nicaragua. Este viaje marcó su vida para siempre y fue el comienzo de una serie de visitas a ese país. Luego del triunfo de la revolución sandinista, visitó reiteradas ocasiones Nicaragua y siguió de cerca el proceso y la realidad tanto nicaragüense como latinoamericana. Estas experiencias dieron como resultado una serie de textos que serían recopilados en el libro Nicaragua, tan violentamente dulce.

En 1978, a pedido del grupo musical chileno Quilapayún, remodeló parte del texto de la Cantata Santa María de Iquique, lo que causó el disgusto de su autor, el compositor Luis Advis, quien no había sido consultado. La versión con las correcciones de Cortázar fue grabada en dos oportunidades, pero después Quilapayún volvió a interpretar la obra de acuerdo al original de Advis.[42]

En agosto de 1981 sufrió una hemorragia gástrica y salvó su vida de milagro, pero eso no le impidió seguir escribiendo. Poco después, el presidente François Mitterrand le otorgó la nacionalidad francesa. Dos años más tarde, en 1983, tras la vuelta a la democracia en Argentina, Cortázar hizo un último viaje a su patria, en donde fue recibido por sus admiradores, quienes lo pararían en la calle o bien le pedirían autógrafos, en contraste con la indiferencia de las autoridades nacionales —el presidente Raúl Alfonsín se negó a recibirlo—.[43][44]​ Ya de regreso en París, vivió sus últimos años en dos casas: una en la rue Martel y otra en la rue de L'Eperon. La primera correspondía a un pequeño apartamento ubicado en un tercer piso sin ascensor, cómodo, luminoso y lleno de libros y discos de música, donde solía recibir amablemente continuas visitas de otros escritores que pasaban por la ciudad, en compañía de su gata Flanelle.[45]

Carol Dunlop había ya fallecido el 2 de noviembre de 1982, sumiendo a Cortázar en una profunda depresión. El 12 de febrero de 1984, a causa de una leucemia, Cortázar falleció. Sin embargo, en 2001, la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi afirmó en su libro sobre el escritor que creía que la leucemia había sido provocada por el sida, virus que Cortázar habría supuestamente contraído durante una transfusión de sangre en mal estado en el sur de Francia.[46][47]​ Dos días después, fue enterrado en el cementerio de Montparnasse, en la tumba donde yacía Carol Dunlop. La lápida y la escultura fueron hechas por sus amigos: los artistas Julio Silva y Luis Tomasello.[48]​ A su funeral asistieron muchos amigos, así como sus ex-parejas Ugné Karvelis y Aurora Bernárdez.[45]​ Esta última, lo atendió durante sus últimos meses, tras el fallecimiento de Dunlop.[45]

En la actualidad es costumbre dejar sobre su lápida recuerdos como guijarros, notas, flores secas, lápices, cartas, monedas, billetes de metro con una rayuela dibujada, un libro abierto o paquetes de cerezas.[45]

En abril de 1993, Aurora Bernárdez donó a la Fundación Juan March de Madrid la biblioteca personal del autor, de la calle Martel; más de cuatro mil libros, de los cuales más de quinientos están dedicados al escritor por sus respectivos autores, y la mayoría poseen numerosas anotaciones de Cortázar, acerca de las cuales habla la obra Cortázar y los libros (2011), de Jesús Marchamalo.[50]

Durante 2014, con motivo de los cien años desde su nacimiento, como homenaje se publicaron libros y realizaron exposiciones sobre el autor en diversos países.[51]​ En la Plaza Libertador de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires se inauguró un monumento en su honor.[52]

Su obra ha sido traducida a varios idiomas. Rayuela cuenta con traducciones en 30 idiomas diferentes.[53]​En China aparecieron versiones en mandarín de la pluma del académico Fan Yan.

Cortázar sentía un gran interés por los antiguos escritores clásicos. En este interés fue fundamental la presencia del profesor argentino Arturo Marasso, quien lo incitó a leerlos prestándole libros de su propiedad.[14]​Un punto de inflexión juvenil en su manera de escribir se debió al libro Opio: diario de una desintoxicación de Jean Cocteau, el cual fue uno de sus libros fijos de cabecera. Cortázar sostuvo así desde su juventud una gran admiración por la obra de este autor, así como por la de John Keats, el cual continuó siendo con los años uno de sus poetas favoritos.[14]

Sintió siempre una gran admiración por la obra del argentino Jorge Luis Borges, una admiración que fue siempre mutua pese a las diferencias ideológicas de los mismos; esto pues mientras Cortázar era un activista de izquierdas, Borges fomentaba el individualismo y rechazaba los regímenes totalitarios en general —aún pese a haber aceptado recibir condecoraciones de países en dictadura—.[55][50][2]​Sus gustos literarios eran muy amplios, y sentía una especial atracción por los libros de vampiros y fantasmas, lo que debido a su alergia al ajo, era motivo de bromas por parte de sus amistades.[14]

El mismo Cortázar afirmó haber leído más novelas francesas y anglosajonas que españolas, lo que compensaba leyendo mucha poesía española, incluyendo a Salinas y Cernuda, a quienes dedicó comentarios entusiastas.[2]



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