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Blanca I de Navarra



Carlos IV (de jure)

Con Martín I de Sicilia:

Con Juan II de Aragón:

Blanca I de Navarra (Pamplona, 1385[1]​ – Santa María la Real de Nieva, 3 de abril de 1441), perteneciente a la dinastía de Évreux, fue reina consorte de Sicilia entre 1401-1409, y reina propietaria de Navarra desde 1425 hasta su muerte.

Fue la tercera hija[2][3]​ del rey Carlos III de Navarra, apodado el Noble y de su esposa Leonor de Trastámara, hija del rey Enrique II de Castilla.

Según José María Lacarra, en la corte de Olite «vivía recogida en sus devociones, enfermiza, rodeada de médicos que con frecuencia eran moros y judíos a los que contagiaba su piedad». Durante las largas ausencias de su marido don Juan «ella se encierra en una devoción exaltada y mística, multiplicando sus actos de piedad. Funda capellanías, ermitas y cofradías. (…) Especial devoción mostró por la Virgen del Pilar, a donde hizo una peregrinación en 1433...» [4]

El 21 de enero de 1402 se concertó su matrimonio con Martín el Joven, rey de Sicilia y heredero de la Corona de Aragón.[5]​ El 21 de mayo de ese mismo año, en la ciudad de Catania, se llevó a cabo el matrimonio por poderes, siendo la novia representada por Mosen Leonel de Navarra y Diego de Baquedano.[6]​ El 9 de noviembre de ese mismo año, la joven infanta desembarca en Sicilia, llevada por una flota comandada por el almirante Bernardo de Cabrera[7]​ y acompañada por Ojerot de Var[6]​ y poco más de un mes más tarde, el domingo de Pentecostés (26 de diciembre), se celebra la boda en persona, siendo celebrada por Fray Miguel Mari.

Este era el segundo matrimonio para el rey siciliano; su primera esposa, María, reina propietaria de Sicilia, había muerto en 1401, pero Martín el Joven pudo conservar el trono siciliano pese a la muerte de su esposa. Blanca, como nueva reina de Sicilia, no tenía el poder e influencia de su predecesora. Su padre el rey Carlos III se quejaba amargamente no solo de los maltratos y privaciones materiales que sufría su hija en la corte siciliana (incluso llegó a acusar a los sirvientes del rey de provocarle a Blanca un aborto que sufrió a los pocos meses de su matrimonio) sino también del retraso de los acuerdos matrimoniales. Solo el 17 de julio de 1404 Blanca recibió la asignación correspondiente a su dote, la denominada Camera reginale,[8]​ consistente en la posesión directa de las ciudades de Paternò, Mineo, Lentini, Francavilla y Vizzini.[9]

En 1405 Martín el Joven abandona temporalmente Sicilia para retornar a Aragón; poco antes, el 22 de octubre de 1404, Blanca es nombrada "vicaria" (regente) del reino por su esposo durante su ausencia. Pese a su juventud, la reina, con la ayuda del Consejo Real, gobernó de hecho y no sólo de nombre. Durante su esta primera regencia, Blanca tuvo que hacer frente a un conjura en Mesina que no tuvo éxito gracias a la acción conjunta de Joan Cruilles, anterior bailío de la ciudad y al caudal aportado por Tomás de Diana, hermano del prior de la Orden de San Juan de Jerusalén.[8]​ Con el regreso del rey a Sicilia en agosto de 1405 se da por terminada toda participación de Blanca en el gobierno.

Blanca da a luz a su primer hijo, llamado Martín en honor a su padre y abuelo, el viernes 17 de diciembre de 1406. Heredero del trono de Sicilia desde su nacimiento (su medio-hermano Pedro, hijo de su padre en su primer matrimonio, había fallecido en 1400) y en línea directa de sucesión para el reino de Aragón (como único nieto superviviente de su abuelo, el rey Martín I el Humano), falleció en agosto de 1407 a los ocho meses de nacido.[8]

El 13 de agosto de 1408, Blanca es nuevamente designada vicaria del reino de Sicilia, cuando su marido parte en una expedición militar al reino de Cerdeña. En las funciones de gobierno, será auxiliada por un Consejo formado por administradores y representantes electivos de las principales ciudades sicilianas, así como por exponentes del poderío catalán en el reino. El 3 de octubre el rey zarpa desde la ciudad de Trápani, dejando a Blanca el gobierno del reino, al cual Martín el Joven nunca regresaría, pues muere en Cagliari el 25 de julio de 1409, víctima de malaria.[8]

La muerte de su esposo no interrumpió la regencia de Blanca, pues su marido, en el testamento firmado el mismo día de su muerte, estipulo que ella mantuviera su cargo. El rey Martín I el Humano de Aragón, ahora rey de Sicilia como sucesor de su hijo, sigue sus deseos y confirma a su nuera como Vicaria el 7 de agosto de 1409.[8]

Pronto comenzaron nuevos planes matrimoniales para la reina-viuda y Vicaria de Sicilia. A fines de 1409, fue realizado en París su formal desposorio con Luis de Baviera-Ingolstadt, hermano de Isabel, reina consorte de Francia. A comienzo del año 1410, el compromiso fue cancelado.[10]

En el mismo año de 1410 un nuevo compromiso es arreglado para Blanca, esta vez con Eduardo, hijo y heredero del duque Roberto I de Bar. Es probable que el compromiso fuera también cancelado, aunque es asimismo posible que la boda se frustara debido a la prematura muerte del entonces duque Eduardo I (quien había sucedido a su padre en 1411) en la batalla de Azincourt en 1415.[10]

La muerte de Martín I el Humano (31 de mayo de 1410) y la consecuente lucha por la sucesión al trono de Aragón, no perturbaron la regencia de Blanca en el reino de Sicilia, afianzado por su tacto y prudencia en el gobierno. Los sicilianos vieron en ella un símbolo de independencia frente a los aragoneses; para mantenerla hubo proyectos para casarla con un descendiente del rey Federico III de Sicilia, Nicolás Peralta, así como el intento de rapto por parte de Bernardo Cabrera, conde de Módica y las tratativas del rey Juan I de Portugal de unirla en matrimonio con uno de sus hijos, para poder conquistar Sicilia con una expedición naval. Cuando en mayo de 1411 Bernardo Cabrera fue juzgado como rebelde, la Vicaria declaraba que, pese a los peligros de su persona, jamás llamó en su auxilio a su padre el rey de Navarra o a sus primos, pues esto suponía la injerencia de tropas extranjeras en el reino de Sicilia, cosa que ella quería evitar.[8]

La elección de Fernando de Antequera como el nuevo rey de Aragón en el Compromiso de Caspe (28 de junio de 1412), supone el golpe de gracia para la independencia de Sicilia, pues el nuevo monarca aragonés se adjudica, con el apoyo del papa Benedicto XIII, la investidura del reino insular, el 21 de noviembre del mismo año. Unas semanas antes, el 1 de octubre, Fernando I había confirmado a doña Blanca como lugarteniente de Sicilia.[11]

Otro hecho fundamental cambia diametralmente la posición de Blanca: el fallecimiento sin hijos de su hermana mayor la infanta Juana de Navarra, condesa de Foix y heredera del reino (julio de 1413), la deja como la siguiente en la línea sucesoria al trono de Navarra. Este hecho obliga a su padre a pedirle reiteradamente que retorne a su lado.

Finalmente, en abril de 1415 y tras haber sido sustituida como lugarteniente de Sicilia por el segundo hijo del rey don Juan,[11]​ Blanca abandonó para siempre el reino de Sicilia, donde había vivido y gobernado por casi trece años. Fue escoltada en su retorno a Navarra por mosén Pierres o Pedro de Peralta "el Viejo" y Juan de Asiáin y Lacarra, II señor de Lacarra, designados por las Cortes navarras para tal efecto.[6]

Una vez en Navarra, Blanca comienza a solicitar con insistencia a su padre la convocatoria de las Cortes para su proclamación como primogénita del rey. El rey Carlos III se pliega a los deseos de su hija, y el 28 de octubre de 1416 se convocan las Cortes en Olite, donde Blanca es jurada heredera del reino de Navarra.[6]

En 1418 llegaron a buen puerto los tratos del nuevo rey de Aragón Alfonso el Magnánimo con el rey de Navarra Carlos III el Noble —contando con la mediación de la reina viuda de Aragón Leonor de Alburquerque— para casar a Blanca con Juan de Aragón, hermano del rey Alfonso y a quien Blanca había conocido en Sicilia cuando Juan detentaba el cargo de lugarteniente real en la isla. En diciembre de ese año llegó la dispensa papal para que el matrimonio pudiera celebrarse y los capítulos matrimoniales se firmaron el 6 de noviembre de 1419 en Olite. En ellos se estipuló que los derechos a la corona navarra de doña Blanca pasarían a su muerte al hijo que tuvieran ambos y que si ella fallecía antes que su esposo sin sucesión don Juan debería abandonar Navarra pues «como extranjero» no esperaba «la subcesión e herencia del dicho reyno de Navarra» más que en virtud de los derechos de su mujer. Sin embargo, nada se estipuló sobre qué papel tendría el futuro rey consorte de Navarra en el caso de la muerte de su esposa con hijos mayores de edad, lo que sería fuente de graves controversias en el futuro.[12]​ Finalmente la boda se celebró el 10 de julio de 1420 en la catedral de Pamplona[13]​ pero según el cronista Alvar García de Santa María la ceremonia tuvo lugar el 18 de junio.[14][10]

Para ese entonces, Blanca ya era una viuda madura de treinta y cinco años, mientras que el infante aragonés era apenas un joven de veintidós años. Pese a la diferencia de edades, aparentemente el fuerte carácter de su marido fue el que se impuso en el matrimonio. Poco después de la boda, Blanca se traslada con su esposo a sus estados en Peñafiel,[6]​ donde da a luz a su segundo hijo —pero primogénito de sus segundas nupcias—, Carlos, el 29 de mayo de 1421.

Blanca, su marido e hijo retornan a Navarra en 1422, probablemente por petición de su padre el rey Carlos III, el cual decide instituir el título de príncipe de Viana para su nieto, mediante documento fechado en Tudela el 20 de enero de 1423. Poco después, Blanca daba a luz a su segundo hijo, Juana.

El 9 de junio de 1424 nacía en Olite un tercer hijo, Blanca, y el 28 de agosto de aquel año la infanta heredera de Navarra realiza un viaje a Castilla llevando a su hijo Carlos en su compañía hasta Haro.[6]

Blanca daba a luz a su último hijo, Leonor, el 2 de febrero de 1425. Seis meses más tarde, el 22 de agosto, fallecía su hija mayor Juana, con apenas dos años de edad, y el 8 de septiembre muere el rey Carlos III en Olite. Blanca se convierte en reina soberana de Navarra.

Las constantes injerencias de su marido en Castilla —su tierra de nacimiento y donde poseía un inmenso patrimonio—, retrasaron su coronación y la de Blanca. Solo cuando fue expulsado de Castilla definitivamente en 1428, el rey consorte de Navarra retorna al país de su esposa llamado por ésta, aduciendo que la ceremonia se había dilatado demasiado.[15]

El 15 de mayo de 1429, domingo de Pentecostés —es decir, cuatro años después de su acceso al trono—, Blanca I fue finalmente coronada reina de Navarra con su esposo Juan II como rey consorte en la Catedral de Pamplona.

La abulia (pérdida de iniciativa) que la caracterizaba permitió que Navarra quedara sometida en todo a su marido y a sus intereses, perdiendo el reino territorios fronterizos como consecuencia de la intervención armada de Juan II en los asuntos de Castilla, entre 1428 y 1429. No obstante, en 1436 se firmó la Concordia de Toledo que significó la paz entre Navarra y Castilla y en la que se acordó el matrimonio de la infanta Blanca con Enrique, príncipe heredero de Castilla, recuperando Navarra de este modo las villas y castillos perdidos durante la guerra.

La reina Blanca I acompañó a su hija a Castilla para su matrimonio formal con el príncipe Enrique de Castilla, que tuvo lugar en Valladolid, el 16 de septiembre de 1440. Una vez en Castilla, la soberana de Navarra aprovecha para realizar una peregrinación al santuario de Guadalupe, en Extremadura, y para mediar en las constantes disputas de su marido con los nobles castellanos.[16]​ Esto la lleva a un constante movimiento en el reino castellano, muriendo en Santa María la Real de Nieva (Segovia) el 1 de abril de 1441. Fue sepultada en la capilla mayor de la iglesia-monasterio de Ntra. Sra. de la Soterraña, en contra del deseo expresado en su testamento de ser enterrada en la iglesia de Santa María de Ujué.[17][18]​.

En su testamento, expresó su deseo de ser enterrada en la iglesia de Santa María de Ujué, sin embargo esto último no llegó a cumplirse. Quedó enterrada provisionalmente en algún lugar de Santa María la Real de Nieva. Años más tarde, su hija Leonor dispuso que se trasladaran a Nuestra Señora de la Misericordia de Tafalla, pero tampoco se llevó a efecto" La localización donde fue enterrada provisionalmente quedó en el olvido y a día de hoy se desconoce.

Durante unas obras en la iglesia de Santa María la Real de Nieva se hallaron unos restos, que por su aspecto, fueron asignados sin prueba alguna a Blanca I de Navarra. Se realizó una tumba en el presbiterio de la iglesia donde se introdujeron estos restos.

Sin embargo, con el objetivo de aclarar la autenticidad de los restos de su hijo, el Príncipe de Viana, se le realizó una prueba de ADN Mitocondrial al príncipe y se contrastó con otra prueba de ADN Mitocondrial realizada a los restos de su madre, supuestamente enterrada en la iglesia de Santa María la Real de Nieva.

Esta prueba fue presentada en Poblet, el 9 de septiembre de 2008. Su resultado demostró que eran falsos los restos del príncipe y por consiguiente los de su madre. [19][20]

A día de hoy, ni la iglesia ni el gobierno local y autonómico han corregido lo que al principio fue craso error.[21]

En el testamento doña Blanca, de acuerdo con los capítulos matrimoniales de su enlace con don Juan,[12]​ legaba la corona de Navarra a su hijo Carlos de Viana, pero en el mismo la reina introdujo un párrafo que será el objeto de la controversia entre padre e hijo. En él se decía: «Y aunque el dicho príncipe, nuestro caro y muy amado hijo, pueda, después de nuestra muerte, por causa de herencia y derecho reconocido, intitularse y nombrarse rey de Navarra y duque de Nemours, no obstante, por guardar el honor debido al señor rey su padre, le rogamos, con la mayor ternura que podemos, de no querer tomar estos títulos sin el consentimiento y la bendición del dicho señor padre».[22]​ Con esta cláusula la reina pretendió asegurar la paz entre su esposo y su hijo, pero, por el contrario, según José María Lacarra, «con su testamento hizo el conflicto inevitable. No vio que Juan II nunca se decidiría a abandonar su título real, ni pensó que llegaría un día en que los mismos navarros forzarían al Príncipe de Viana a reclamar su derecho».[23]

Atendiendo a esta cláusula del testamento de doña Blanca, don Juan no renunció al título de rey de Navarra, pero concedió la gobernación del reino a su hijo Carlos de Viana[24]​ en un momento en que aquel estaba envuelto en la guerra civil castellana de 1437-1445. Sin embargo, como ha destacado Jaume Vicens Vives, «el problema constitucional quedó sin resolver, ya que siendo el príncipe de Viana el verdadero monarca propietario del reino, mal podía su autoridad someterse a la de Juan de Aragón». En este sentido es revelador que cuando recibió los poderes de su padre en diciembre de 1441 el príncipe de Viana dejó claro que lo hacía sin menoscabo de sus derechos soberanos a la Corona navarra. Así mientras don Juan siguió ocupado en la guerra castellana la gobernación de Navarra la ejerció el príncipe de Viana sin ninguna intromisión de su padre. La situación cambió cuando terminó la guerra en 1445 con la completa derrota de don Juan y este volvió a Navarra, y sobre todo tras la boda de este con Juana Enríquez en 1447, un enlace que los partidarios de Carlos de Viana consideraron dejaba sin efecto cualquier prerrogativa que pudiera detentar en Navarra en virtud del testamento de doña Blanca.[25]

Por otro lado en el testamento se establecía que si Carlos de Viana moría sin hijos o descendientes legítimos la corona de Navarra pasaría a su hija doña Blanca, y si ésta tampoco tuviera hijos, a su otra hija doña Leonor.[26]





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