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Cantigas de Santa María



El manuscrito de las Cantigas de Santa María, escritas en galaicoportugués y en notación musical mensurada en la corte del rey Alfonso X el Sabio durante la segunda mitad del siglo XIII (entre 1270 y 1282, según Walter Mettmann),[1]​ constituye una de las colecciones de canción monofónica más importante de la literatura medieval occidental. De corte trovadoresco y paralitúrgico, se diferencia de la temática abiertamente profana de los trovadores del resto de Europa y de la música sacra de la época. Se trata de un conjunto de 417 composiciones en honor a la Virgen María. La mayoría son cantigas que cuentan milagros sucedidos con la intervención de María; integran también la obra las Cantigas das Cinco Festas de Santa María, las Cinco Cantigas das Cinco Festas do Nostro Señor, el Cantar dos Sete Pesares que víu Santa María do seu fillo y una maia. La devoción mariana estaba en auge en ese siglo: frailes, clérigos y caballeros en general participaban en ella. El rey alentaba en sus cantigas a poetas y juglares para que dedicaran sus esfuerzos e inspiraciones a la «Santa Dama», e incluso Alfonso X creó una caballeresca Orden de Santa María de España, a la que dedicó una cantiga.

Existen dudas sobre la autoría directa del rey Alfonso X el Sabio (1221-1284), pero nadie duda de su participación como compositor en algunas de ellas, siendo al menos diez de indudable atribución al rey. Una opinión fundamentada en una nota del manuscrito toledano atribuye al propio rey la autoría de unas cien cantigas. Probablemente, son obras personales del monarca las cantigas de loor y aquellos milagros relacionados con su propia biografía o, quizá, aquellos que le causaron una impresión más fuerte, mientras que los restantes serían obra de los colaboradores integrantes de su corte poética o fruto de su colaboración con él.

El "Prologo das Cantigas de Santa Maria ementando as cousas que á mester eno trobar" apoyaría explícitamente la idea de la autoría personal del monarca:

Walter Mettmann, autor de una edición crítica de los textos de las Cantigas,[2]​ cree que al poeta y trovador gallego Airas Nunes se le pueden atribuir muchas de ellas. La cuestión de la autoría no está resuelta aún, pero con el tiempo y las investigaciones va creciendo la idea de una participación directa del rey.

Hay un total de 427 cantigas, más una introducción en homenaje a Don Alfonso y dos prólogos. Los textos, la música y las ilustraciones se han conservado en cuatro manuscritos.[2]​ Las Cantigas de Santa María pueden dividirse en dos grupos:

Todas las cantigas poseen sus melodías y partitura musical. Esta música, según el orientalista Julián Ribera es de origen arábigo, pero Higinio Anglés ha demostrado que es de origen europeo.

La lengua de las cantigas marianas abandona los esquemas de la lírica profana de amigo y sus paralelismos; ofrece una lengua más coloquial, con frases y refranes que todavía sobreviven en la lengua gallega actual. Aunque posee provenzalismos, estos son menores que en las cantigas de amor. Su métrica es más variada que la del resto de las cantigas: en cuanto a la medida de los versos, son de entre cuatro y dieciséis sílabas. La estrofa más frecuente es semejante al zéjel hispanoárabe y se denomina virelay. Aparecen algunas irregularidades rítmicas que se ajustan con todo a las estructuras musicales. Hay mayor riqueza léxica y más variedad de registros que en las Cantigas de amigo, y el lenguaje es tan abierto que admite extranjerismos occitanos, galicismos y castellanismos.

De las Cantigas de Santa María hay cuatro códices conservados, procedentes todos ellos de la propia corte del rey Alfonso X.

Existe asimismo una traducción castellana prosificada de 24 Cantigas de Santa María (desde la 2.ª a la 25.ª) del siglo XIII; se encuentra a pie de página del códice T y la incluye Walter Mettmann en un "Apéndice" a su edición.[4]

Tras un minucioso estudio de variantes realizado para su edición crítica, Mettmann llega a la conclusión de que hubo tres etapas en la elaboración de las Cantigas de Santa María:

Los últimos acontecimientos datables son de hechos sucedidos en 1280 y 1281 en las cantigas 393 y 386 respectivamente. Mettmann propone una franja de fechas de composición entre 1270 y 1282.[6]

Recientemente, la profesora Chico Picaza identifica tres ediciones dentro del plan editorial del rey Sabio: la primera corresponde al Códice de Toledo (To) con el primer centenar de cantigas, aunque lo que se conserva es una copia tardía retocada, no el códice original. La segunda corresponde a los códices Rico del Escorial (T) y de Florencia (F), dos volúmenes de un mismo proyecto de 200 más otras 200 cantigas, ahora historiadas cada una con miniaturas: poesía, música y pintura juntas, un proyecto monumental que exigió dividir el trabajo en dos tomos, de los cuales el segundo no pudo terminarse antes de la muerte del rey. La tercera edición se corresponde con el Códice de los Músicos (E), que se realiza en paralelo a las Cantigas Historiadas, aunque persigue un objetivo distinto: «Si bien la edición del Toledano y de los Músicos entronca perfectamente con la tradicional lectura en voz alta, las Cantigas Historiadas que visualizan la acción dramática de los poemas, fueron concebidas para uso personal y cultual del monarca».[7]

La colección de cantigas alfonsíes deriva fundamentalmente de fuentes escritas. Las más importantes son las colecciones de milagros, por ejemplo los Miracles de Nostre Dame de Gautier de Coinci (1177-1236); algunos milagros aparecen también en Le Gracial, una obra del clérigo londinense Adgar escrita en anglonormando; también parece haber habido trasvase desde el Speculum historiale de Vicente de Beauvais; coetáneo del rey fue fray Juan Gil de Zamora, autor de un Liber Mariae y algunos milagros son comunes a la colección Milagros de Nuestra Señora, obra maestra de Gonzalo de Berceo.[8]

En cuanto a las fuentes de la literatura oral, hay que tener en cuenta los relatos de milagros del folclore español y alemán, pues este era el origen de la madre de Alfonso X, Beatriz de Suabia que era nieta del emperador Federico Barbarroja, e incluso las experiencias personales del rey, pero el hecho de que algunos milagros se relacionen con el propio monarca o personajes de su familia tiene su paralelo en los exempla de los sermones populares de los predicadores que relataban casos presuntamente autobiográficos de forma meramente retórica, para aumentar el interés narrativo. Muchos milagros refieren leyendas localizadas en santuarios sobre todo franceses, como Soissons, Laon, Chartres, Rocamadour; es difícil conocer la fuente exacta. Los milagros acontecidos en España se concentran en particular en los santuarios de Santa María de Salas (provincia de Huesca); Santa María de Vila Sirga (Villasirga, provincia de Palencia, en el Camino francés); Montserrat, en Cataluña; Terena, en el bajo Guadiana, y el Puerto de Santa María, en la bahía de Cádiz, conquistado en el año 1260 por el propio Alfonso X el Sabio.

La obra tiene gran importancia desde un triple punto de vista: como obra literaria, musical y pictórica.

Desde el punto de vista de la historia de la música, está considerada como la colección de música cortesana monódica más importante del siglo XIII. Alfonso X de Castilla heredó de su padre Fernando III su Capilla musical que reunía intérpretes y compositores de varias culturas y que formaron parte de la corte alfonsí, al igual que su Escuela de traductores o scriptorium regio. De ellos aparece rodeado en algunas de las ilustraciones de los manuscritos de las cantigas. Además, se conserva anotado en notación mensural, un sistema bastante preciso para la época y normalmente reservado para polifonía sacra, lo que la convierte en una fuente fidedigna para el estudio de la música de tipo trovadoresco.

Las melodías están tomadas de la monodia gregoriana, de la lírica popular y de las canciones de los trovadores, y adoptan en su mayoría la forma de rondó, con un estribillo musical que se repite tras las glosas.

Los códices de la Biblioteca de El Escorial están adornados con profusión de miniaturas. Muchas de ellas han sido de importancia capital para la organografía española, puesto que allí se aprecian los instrumentos del siglo XIII: organistrum, salterio, laúd, viola de arco, rebec, cítara, arpa, trompa, trompeta, castañuelas, cornamusas, dulzainas y muchos otros. Y también se puede investigar cómo se ejecutaban estos instrumentos, que se han podido reproducir para poder tocar esta música.

Como manuscrito iluminado, se ha querido ver en las Cantigas de Santa María la primera aleluya o historia dibujada de la península ibérica.

Por otra parte, las cantigas también permiten estudiar la infancia en el mundo hispano medieval, siendo tal vez una de las obras del período que más habla de ella: 72 de las 427 composiciones están dedicadas a la niñez, casi un 20 por ciento.[9]



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