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Congreso de Berlín



El Congreso de Berlín de 1878 fue una asamblea diplomática que se produjo en Berlín, del 13 de junio al 13 de julio de 1878 por los representantes de las potencias europeas, tras los esfuerzos del británico Benjamin Disraeli para revisar el tratado de San Stefano que había resultado de la guerra ruso-turca de 1877–1878 y que ponía en peligro el Imperio Otomano, lo cual entraba en contradicción con los intereses del Reino Unido. Fue organizada bajo la presidencia de Otto von Bismarck, Canciller de Alemania, país anfitrión del congreso.

Estuvieron presentes el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, el Imperio austrohúngaro, Francia, el Imperio alemán, el Reino de Italia, el Imperio ruso y el Imperio otomano. Delegados del Reino de Grecia, del Principado de Rumania, del Principado de Serbia y del Principado de Montenegro asistieron en las sesiones que trataban sobre sus estados, pero no eran integrantes del congreso.

El tratado resultante firmado el 23 de julio, modifica al Tratado de San Stefano con el que Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y el Imperio austrohúngaro no estaban conformes.

Tras la victoria del Imperio otomano contra Serbia en 1876, el zar Alejandro II de Rusia, que se presentaba como protector de los súbditos cristianos del sultán, le declaró la guerra en abril de 1877. La contienda entre estos dos Estados duró hasta enero de 1878 y concluyó con la victoria de Rusia y de sus aliados (Rumanía, Serbia y Montenegro). Los turcos fueron obligados a aceptar las duras condiciones del Tratado de San Stefano, firmado el 3 de marzo de 1878.[1]​ Los Imperios británico y austrohúngaro no quisieron admitir ese tratado y se interpusieron hasta obligar a Rusia a modificarlo. El 3 de marzo sigue siendo fiesta nacional en Bulgaria, que tras el tratado de San Stefano se extendía sobre toda el área de lengua búlgara incluyendo la Macedonia y el rincón noreste de la actual Grecia. Las revueltas búlgaras de abril de 1876, reprimidas duramente (15 000 búlgaros muertos), habían llevado a Serbia a declarar la guerra al Imperio otomano, cuya victoria sobre Serbia desató la guerra entre los Imperios ruso y otomano.

Previamente, entre los años 1853 y 1856, la guerra de Crimea había opuesto ya el Imperio británico (apoyado por Francia y Cerdeña) al Imperio ruso, por el mismo motivo: el temor de que el Imperio otomano se sometiese al Imperio ruso.

Henry Kissinger, en su obra Diplomacia (1994) explica en relación al Congreso de Berlín:

En efecto, británicos y austrohúngaros, descontentos con lo dispuesto en San Stefano, acudieron junto al resto de potencias a la conferencia berlinesa, convocada para tratar la crisis balcánica.[3]​ Los británicos pactaron con los rusos la división de Bulgaria en dos unidades a lo largo de los montes Balcanes el 30 de mayo.[4]​ Los austriacos, que temían quedarse solos en el congreso, también pactaron con los británicos, el 6 de junio: a cambio de ciertos acuerdos sobre Bulgaria, los británicos aceptaban respaldar las propuestas austrohúngaras sobre Bosnia-Herzegovina.[4]

Tras las negociaciones preliminares, el congreso propiamente dicho dio comienzo del 13 de junio, presidido por Otto von Bismarck.[4]​ Este dominó las negociaciones, en las que descolló asimismo el británico Disraeli.[4]​ Los territorios balcánicos y el Imperio otomano también enviaron delegados, pero fueron arrumbados por los de las grandes potencias.[4]​ Tras intensas negociaciones, el congreso concluyó con la firma del tratado homónimo el 13 de julio.[5]

Los Estados que forman hoy en día la península balcánica fueron creados por la diplomacia europea, sobre todo británica, de tal manera que hubo profundos resentimientos, en particular, en Bulgaria. La salvaguardia del Imperio otomano, su dependencia de las potencias occidentales, la limitación de la influencia rusa, pero también, de la influencia griega (respectivamente paneslavismo y Megali Idea), habían sido conseguidos aprovechando la diversidad nacional de los Balcanes para crear pequeños Estados, rivales y opuestos. Todos debían estar ligados a las grandes potencias europeas a través de lazos diplomáticos y dinásticos, a menudo opuestos. Esto se resume en la fórmula de la «balcanización», proceso de fragmentación política que iba a desembocar en las guerras balcánicas y que contribuiría al comienzo de la Primera Guerra Mundial. Más adelante, la misma fórmula fue aplicada al proceso de destrucción de la Yugoslavia, entre los años 1991 a 1996.

El principio ruso de independencia inmediata de los Estados cristianos (ortodoxos), inscrito en el Tratado de San Stefano, fue anulado por el Congreso de Berlín, que preveía, bajo ciertas condiciones, un proceso de independencia progresiva. Las potencias occidentales exigieron, en cambio, al Imperio otomano que admitiera los derechos civiles y religiosos de los judíos situados bajo su Imperio, que incluía Palestina.

Bulgaria fue reducida a dos entidades separadas, una vasalla del Imperio otomano y, otra, como provincia autónoma de aquel Imperio. Inglaterra, primera potencia marítima, no quería que Rusia se acercase al estrecho del Bósforo (entre mar Negro y mar Mediterráneo). Del otro lado del mar Negro, en el Cáucaso, las conquistas rusas fueron limitadas. La mayor parte de Armenia se quedó dentro del Imperio otomano.

En Alemania, el canciller Bismarck, que había organizado el Congreso de Berlín, presentó sus conclusiones como una victoria para Alemania, al haber evitado un nuevo conflicto. Rusia había, sin embargo, estimado que Alemania iba a defender sus intereses y abogar en favor de sus victorias sobre el Imperio otomano. Una campaña de prensa antialemana se desató en Rusia. El embajador ruso en Londres, el conde Piotr Shuválov, fue despedido al año siguiente. En Gran Bretaña, el Congreso de Berlín fue percibido muy favorablemente, dado que el Imperio otomano conservaba una buena parte de sus territorios europeos y que, de este hecho, Rusia se quedaba alejada de Turquía, transformada en territorio bajo influencia europea. Los británicos se alegraban también de volverse protectores de los judíos en el Imperio otomano, de mismo modo que el Imperio ruso se presentaba como protector de los cristianos.

En el Sureste balcánico de Europa, las consecuencias del Congreso de Berlín fueron vistas de otra manera:

Imperio Alemán

Imperio austrohúngaro

Imperio otomano

Imperio ruso

Principado de Montenegro

Principado de Serbia Serbia

Principados Unidos de Valaquia y Moldavia Rumania

Reino de Grecia

Reino de Italia

Reino Unido Reino Unido

Tercera República Francesa Francia

DW (Deutsche Welle).



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