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Culís en la Guerra del Pacífico



Los culís en la guerra del Pacífico fueron los inmigrantes semiesclavizados de procedencia china que se vieron envueltos en el conflicto bélico ocurrido en Perú, su lugar de inmigración y trabajo, entre 1879 y 1884. En condiciones de semiesclavitud, debieron enfrentar circunstancias en las cuales casi no tenían otras opciones que las que les eran impuestas por su supervivencia en una sociedad estremecida por la violencia interna y externa, la crueldad, el maltrato y la estigmatización.[2]:34

A partir de 1849 comenzaron a inmigrar ciudadanos chinos a Perú debido a la carencia de brazos para el trabajo en las plantaciones de azúcar, la construcción de ferrocarriles y también en la extracción del guano. Entre 1849 y 1874 unos 100 000 trabajadores chinos llegaron a Perú en condiciones de servidumbre, obligados a trabajar para quien había costeado su pasaje, ganaban solo la mitad del sueldo de un trabajador libre y debían vivir en deplorables condiciones. Compartían su trabajo con presidiarios[3]:187

Sobre su presencia en las faenas escribe J. Deustua: «Para los años 1850, la población trabajadora en las islas Chincha había crecido desde unos 280 hombres, “casi todos indios”, hasta 966 en las islas Norte y Centro en 1853, de los cuales 39 eran esclavos, 209 presidiarios, 130 trabajadores libres y 588 trabajadores culíes chinos».[3]:182

No se debe dejar de mencionar que tanto la sociedad peruana como la chilena estaban empapadas en un abierto racismo[2]:34 producto de las ideas europeas reinantes a fines del siglo XIX y que consideraba a los chinos como inferiores a pesar de su reconocida laboriosidad y alta cultura. En 1878 la comunidad china en Lima mantenía un teatro,[2]:200-201 y casas comerciales.[2]:41

Los trabajadores chinos comenzaron sus rebeliones en Pativilca (1870), en Huacho (1875) y en Trujillo (1876).[2]:38 En 1874 se firmó un tratado entre China y Perú que regulaba la situación de los inmigrantes y daba a los culís los mismos derechos que a los peruanos.[2]:40

Para explicar la diferencia entre el esclavo negro y el culí, el explorador Charles Wiener que viajó por la región durante 1875 explica:[4]:69

Durante la guerra, uno de los objetivos chilenos era acabar con los ingresos peruanos provenientes de las exportaciones para, por una parte, impedir el esfuerzo bélico enemigo por falta de finanzas, pero también reducir la voluntad de continuar la guerra a causa de las penurias económicas que le causaba a la población. Esa fue la estrategia de Juan Williams Rebolledo durante la campaña naval de la guerra del Pacífico, de la expedición a Mollendo y de la expedición Lynch (Patricio Lynch). La consecuencia fue la paralización de las exportaciones peruanas de guano y caña de azúcar, en las que los culís formaban una fuerza laboral importante, .

Las primeras interacciones entre chilenos y culís señaladas en fuentes primarias ocurrieron durante las incursiones navales chilenas a los puertos de exportación de guano y salitre cercanas a Iquique durante el bloqueo de ese puerto en abril de 1879.

Benjamín Vicuña Mackenna cita al corresponsal de El Mercurio Eloi Cavieres, testigo presencial del bombardeo de Pabellón de Pica, donde se describe la actitud de los culís:[5]:660-661

Durante el bombardeo de Pisagua, entre los once muertos se encontraba un niño asiático.[5]:646 Durante la Expedición Lynch, se liberaron 200 culíes de una hacienda azucarera antes de destruir sus instalaciones por no pagar el cupo de guerra.[6]:105-106 Jorge Basadre cuenta 400 culís liberados como botín de la expedición Lynch.[7]:131

En una carta a sus hermanos Aspillaga, hacendados de Cayaltí, su hermano les escribe[8]:863-864 «[...] Entre las barbaridades que dicen harán los chilenos se cuenta el impuesto o contribución de guerra sobre los hacendados i libertad a los chinos [...]» y refiriéndose al impuesto: «¿I el mundo civilizado contemplarla impasible semejantes ultrajes ala especie humana? ¡Imposible! (ortografía original)»

La más conocida interacción entre chilenos y culís fue el trabajo hecho por los chinos durante la campaña de Lima, que condujo a la ocupación de la capital peruana en enero de 1881. Durante la marcha de la brigada Lynch desde Pisco a Lurín, el historiador chileno Gonzalo Bulnes describe la cooperación así:[9]:627

Según Diego Barros Arana, más de mil culíes se agregaron a la marcha de la brigada hasta Lurín.[6]:189

El corresponsal de El Mercurio durante la campaña de Lima relata que el 11 de enero, 658 miembros de la colonia china se reunieron en la pagoda de Lurín frente a tres estatuas que representaban a Kuong Kong («especie de Marte en la religión de los colonos»), su hijo Yong-long y una tercera imagen llamada Affai. El corresponsal continua:[10]:149

Antonio Urquieta estima su número solo en 400 en Recuerdos de la vida de campaña en la Guerra del Pacífico, pero León García, comandante del Regimiento Buin, en un parte del 31 de octubre de 1880 comunica que el día 26 dispuso el embarque de 400 chinos y da como razón: «En vista de los servicios que han prestado i del odio que por ello se han atraído de sus amos i de los peruanos, justo era embarcarlos, único medio de arrebatarlos a la muerte que aquellos les preparaban».[8]:836

Basadre cita al militar inglés William Acland, perteneciente a un grupo de oficiales extranjeros observadores del conflicto admitidos en los estados mayores de los beligerantes entre los se contaban Rudolph de Lisle (Gran Bretaña), D.W. Mullan (Estados Unidos), Eugène Marie Le Léon (Francia), de Ghigliatti (Italia). Según el oficial inglés las tareas encomendadas a los culís eran cavar trincheras, abrir senderos, ayudar a las ambulancias, transportar a los heridos y sepultar a los muertos.[7]:138-139

De una relación publicada en Lima en cinco idiomas diferentes,[11]:1196 Vicuña Mackenna informa de un verdadero pogromo contra chinos desatado en Lima por los soldados peruanos escapados de la batalla de Miraflores (15 de enero) en la tarde del 16 de enero de 1879:

Los últimos contratos de trabajo caducaron en 1882, durante la ocupación chilena. En las haciendas los trabajadores chinos hicieron sus trabajos como otros, desaparecieron las prisiones, las cadenas y los castigos corporales.[2]:41

Basadre cita al escritor peruano Humberto Rodríguez, quien critica la imprevisión de la clase dirigente peruana que nunca pensó en la «bomba de tiempo» que encerraba en sus haciendas. Igualmente concede a los chilenos un actuar desprovisto de prejuicios que no fuese el éxito de sus expediciones. Sobre Quintín Quintana dice Rodríguez:[7]:158



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