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Dasypodidae



Véase el texto.

Los dasipódidos (Dasypodidae), conocidos comúnmente como armadillos, son una familia de mamíferos placentarios del orden Cingulata. Se caracterizan por poseer un caparazón dorsal formado por placas yuxtapuestas, ordenadas por lo general en filas transversales, con cola bastante larga y extremidades cortas. Habitan en América.

Los integrantes de la familia Dasypodidae reciben diversos nombres, el más común es de armadillo; también son llamados (a veces dependiendo de la especie) quirquincho (del quechua kirkinchu) en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia y Perú; cuzuco en Costa Rica, El Salvador, Honduras y Nicaragua; mulita en Argentina y Uruguay; tatú (tatú, tatú carreta) en Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay; peludo en Argentina, Chile, Colombia y Uruguay; piche en Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Paraguay; cachicamo en Colombia y Venezuela ; gurre en Tolima, Caldas y Antioquia, Colombia; jerre-jerre en la Costa Caribe de Colombia; jueche en el sureste de México; toche en el estado de Veracruz, México); y carachupa en Perú.

Los armadillos son mamíferos fáciles de reconocer, distinguibles por tener una armadura formada por placas óseas cubiertas por escudos córneos que les sirven como protección, y que en algunos géneros permiten al animal enrollarse en forma de bola.[1]​ Externamente se parecen un poco a los pangolines, mamíferos de África y Asia cubiertos de enormes escamas o placas, y que tienen hábitos similares. Esta es la razón por la cual fueron clasificados en el mismo orden en el pasado, pero actualmente es claro que no están emparentados, perteneciendo los armadillos al orden (o superorden) Xenarthra y los pangolines al orden Pholidota.[2]

Los armadillos se han separado muy poco del plan ancestral mammaliano y son un grupo muy antiguo, ya diferenciado en el Paleoceno.[2]

Los dientes del armadillo son estructuras cilíndricas simples y uniformes, sin esmalte y con raíces abiertas y crecimiento continuo; su número es muy elevado, hasta 25 en cada mandíbula.

La especie más extendida es el armadillo de nueve bandas (Dasypus novemcinctus), la única que llega hasta Estados Unidos desde el sur. Esta especie y la especie Cabassous centralis son las únicas que tienen un rango de distribución que se extiende fuera de América del Sur, donde habitan todas las especies de la familia y, según el registro fósil conocido, son el sitio de origen.

Los armadillos son nocturnos y cavadores. Son insectívoros y omnívoros necrófagos propios de la zona tropical Centroamérica y Sudamérica.

Su caparazón es usado para la elaboración de charangos, los cuales tienen un gran valor comercial.

En Tabasco, México a este animal se le conoce como "jueche" y se solía utilizar para consumo humano hasta que se le declaró en peligro de extinción.

En Centroamérica, el armadillo es conocido como cusuco. A pesar de que en El Salvador se le relaciona con la lepra (puesto que la piel de su panza parece contenerla) es consumido por algunos de sus habitantes, especialmente en la ciudad de San Alejo, Departamento de San Miguel. El cusuco también es consumido al menos en Honduras y Nicaragua.

En Colombia, es sacado de sus madrigueras utilizando una antorcha casera para lanzar humo que suele situarse sobre el agujero de la misma para posteriormente agregar un costal de fique (costal en que normalmente se transporta el café) y capturarlo. Además de ello, su consumo aunque ha descendido en los últimos años, aún se sigue consumiendo de la misma manera como se hace en otros países como de Centro y Suramérica.[3]

En Colombia y Ecuador es consumido por la nación Awá.[4]

La carne se utiliza para consumo humano y dado su sabor es conocido como el “siete carnes”, pues se asemeja a la de pollo, conejo, y a la de cerdo. Los campesinos suelen deshuesar el animal y preparar la carne dentro del caparazón para consumirla asada, frita y guisada. Después de freír el caparazón, se mastica de manera semejante al chicharrón o cuero del cerdo.

El caparazón y la cola son utilizadas para prácticas medicinales tradicionales. Estos se dejan tostar y se muelen hasta quedar en polvo, el cual es hervido en agua para ser bebido por mujeres “primerizas” (primer embarazo), y curar las molestias que este causa. Según muchos campesinos, el asma se cura bebiendo sangre de armadillo recién degollado, para disimular el mal sabor se pasa con un trago de aguardiente.

El armadillo puede ser portador de ciertos microorganismos que producen en el ser humano enfermedades como el Mycobacterium leprae, bacteria causante de la lepra. Así mismo, se le considera reservorio de protozoos flagelados de la especie Trypanosoma cruzi, que causa en los humanos, especialmente en niños, una dolencia muy grave llamada enfermedad de Chagas. Dada la anterior importancia sanitaria, en Venezuela se legisla desde 1982 para vedar la caza de esta especie, además del Priodontes giganteus o maximus, que es el armadillo gigante y del Dasypus sabanicola o cachicamo sabanero, el más común en Venezuela.

Se conoce que en Europa, EE. UU., México y Venezuela, se adelantan estudios con base en el armadillo a fin de encontrar medicamentos para tratar además de estas enfermedades, otras como la leishmaniasis y la fiebre amarilla.[5]

Existe una ciudad que debe su nombre a este animal, Ayutuxtepeque, que significa "cerro de armadillos o cusucos".

Los dasipódidos incluyen tres subfamilias, con nueve géneros actuales[6]​ y numerosos géneros extintos.[7]​ En 2016 se publicó un análisis del ADN mitocondrial del gliptodonte Doedicurus en el cual se determinó que, en realidad, este se situaba junto con los armadillos modernos como el taxón hermano de un clado consistente de las subfamilias Chlamyphorinae y Tolypeutinae.[8]​ Por esta razón los gliptodóntidos y todos los armadillos modernos fueron reclasificados en la familia Chlamyphoridae, excepto por los miembros del género Dasypus que continúan como parte de Dasypodidae.

Subfamilia Dasypodinae



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