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Desinformación



La desinformación,[1]​ también llamada manipulación informativa o manipulación mediática,[2]​ es información falsa o engañosa que se difunde deliberadamente para engañar.[3][4]​ Este es un subconjunto de la información errónea.

Habitualmente es una de las argucias de la agnotología y se da en los medios de comunicación, pero estos no son los únicos medios por los cuales se puede dar una desinformación. Puede darse en países o sectas religiosas que tienen lecturas prohibidas, gobiernos que no aceptan medios de oposición o extranjeros (dictaduras o tiranías), naciones en guerra que ocultan información.

Por parte de la publicidad pública de un régimen político, generalmente organizada por un spin doctor por medio de los mecanismos de la ingeniería social, o de la publicidad privada o por medio de engaños o bulos (en inglés, hoaxes), filtraciones interesadas o rumores, "sondeos", estadísticas alteradas o estudios científicos presuntamente imparciales, pero pagados por las empresas o corporaciones económicas interesadas, uso de "globos sonda" o afirmaciones no autorizadas para inspeccionar los argumentos adversos que pueda suscitar una medida y anticipar respuestas y uso de medios no independientes o financiados en parte por quien divulga la noticia o con periodistas sin contrato fijo y, por tanto, sin opinión, o por apropiación o manipulación o creación de supuestos movimientos populares (astroturfing). Un tipo particular de desinformación es la contrainformación estatal.

La desinformación se sirve de diversos procedimientos retóricos como demonización, astroturfing, oscurecimiento, esoterismo, presuposición, uso de falacias, mentira, omisión, sobreinformación, descontextualización, negativismo, generalización, especificación, analogía, metáfora, eufemismo, desorganización del contenido, uso del adjetivo disuasivo y del espín semántico, reserva de la última palabra u ordenación envolvente que ejerce la información preconizada sobre la opuesta (orden nestoriano).

La demonización o satanización consiste en identificar la opinión contraria con el mal, de forma que la propia opinión quede ennoblecida o glorificada. Hablar del vecino como de un demonio nos convierte a nosotros en ángeles y las “guerras santas” siempre serán menos injustas que las guerras, a secas. Se trata ante todo de convencer con sentimientos y no con razones a la gente, habitualmente una mayoría, que se convence más con sentimientos que con razones. Habitualmente se emplea en defensa de intereses económicos; cuando se demoniza Internet llamándolo cuna de pederastas y piratas, encubriendo el uso inmoral de la moral por intenciones económicas a que obedece este punto de vista aparentemente bienintencionado de regularlo para que pierda su gratuidad y generosidad.

En Francia, la desinformación ha adquirido un peso importantísimo debido a la concentración de los grandes medios de comunicación en torno a capitales financieros y empresas como Dassault, con negocios diversificados (inmobiliaria, aviación civil y militar). El grupo de estudios sobre manipulación radicado en Lyon, llamado Lumières 2 et Romain (et Clovis) ha desentrañado los procesos de manipulación, sobre todo en el diario Le Progrès (propiedad de Credit Mutuel).

Algunas palabras y expresiones no admiten réplica ni razonamiento lógico: son los llamados adjetivos disuasivos, contundentes y negativistas que obligan a someterse a ellas y excluyen el matiz y cualquier forma de trámite inteligente. Para ello se utiliza la polaridad, un concepto lingüístico y semántico por el cual las palabras negativas atraen por concordancia otras palabras negativas en el sintagma de negación. Su contundencia emocional, el pathos retórico y emotivo del mensaje, eclipsa toda posible duda o ignorancia, principios de cualquier forma razonable de pensamiento o logos; por ejemplo, "la constitución o la integración europea es irreversible".

La misma aplicación tienen los adjetivos incuestionable, inquebrantable, inasequible, insoslayable, indeclinable y consustancial. Su maximalismo sirve para remachar cualquier discurso y crear una atmósfera irrespirable de monología. Además, según Noam Chomsky, muchas de estas palabras suelen atraer otros elementos en cadena formando lexías pleonásticas: adhesión inquebrantable, inasequible al desaliento (incorrecto[5]​ ya que inasequible significa inalcanzable, inconseguible), deber insoslayable, turbios manejos, legítimas aspiraciones, absolutamente imprescindible. Lexías redundantes como totalmente lleno o absolutamente indiscutible, inaceptable o inadmisible.

El esoterismo es la tendencia al enigma y al oscurantismo en la expresión sibilina, ambigua, enredada y cercana a razones que no atan ni desatan o bernardinas, así que cualquier interpretación es plausible y por tanto errada. Se suprime cualquier conclusión lógica y se deja el poder de interpretación en manos de quien está y las posiciones en que estaban sin iniciar ningún camino y negando toda posible evolución o pensamiento.

Es habitual entre los políticos hablar de las reglas del juego, pero nadie dice cuáles son; también se habla del marco institucional si bien nadie ha descrito ese marco; tampoco existe quien lleve el árbol genealógico de las llamadas familias políticas. Es frecuente el alargamiento de las construcciones verbales en forma de perífrasis verbales paralizantes y fatigosas construcciones pasivas analíticas. Se usa además la hipérbole, la dilogía o disemia, la eufonía, el pleonasmo, la perífrasis y el énfasis (dar a entender más de lo que se dice) recurriendo a hiperónimos.

Las palabras del político abusan del léxico abstracto, toman segundos acentos enfáticos al principio o en los prefijos y se alargan mediante procedimientos inútiles de derivación: ejercitar (y mejor "éjercitár ") por ejercer, complementar por completar, señalizar por señalar, metodología por método, problemática por problema. Son característicos los verbos ‘ampliados’ viciosamente con el sufijo –izar, como judicializar por encausar, criminalizar por incriminar, concretizar por concretar, sectorializar, potencializar, institucionalizar, funcionalizar, instrumentalizar, racionalizar, desdramatizar, ideologizar, sobredesideologizar, objetivizar. Algunos llaman a este frenesí por alargar las palabras sesquipedalismo.

El lenguaje político ha llegado a ser bautizado como oficialés[cita requerida] a causa de su ininteligibilidad. La jerga burocrática cancilleresca incluso ha llegado a arrancar exclamaciones desabridas a políticos ante párrafos desalmados como éstos:

La desinformación encubierta es una comunicación de origen identificado falso, oral o escrita, que incluye información intencionadamente falsa, incompleta o desorientadora (frecuentemente combinada con información verdadera) que busca engañar, informar erróneamente y/o inducir al error al blanco objetivo. El blanco puede estar constituido por élites gubernamentales y no gubernamentales extranjeras, o audiencias masivas en el exterior.

El objetivo de la desinformación es hacer que el blanco crea en la veracidad del mensaje y consecuentemente actúe según los intereses de la nación que conduce la operación de desinformación. Esta técnica puede ser fomentada mediante rumores, falsificaciones, acciones políticas de manipulación, agentes de influencia, organizaciones y otros medios. Hasta los años cincuenta, el vocablo dezinformatsia era usado en algunos círculos soviéticos para referirse a lo que los líderes de la URSS denominaban Medidas Activas.[6]



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