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El Niño (patrón climático)



El fenómeno del Niño o simplemente El Niño, a veces referido como fenómeno El Niño (FEN),[1]​ es un fenómeno o evento de origen climático relacionado con el calentamiento del Pacífico oriental ecuatorial, el cual se manifiesta erráticamente cíclico —Arthur Strahler habla de ciclos de entre tres y ocho años—,[2]​ que consiste en realidad en la fase cálida del patrón climático del Pacífico ecuatorial denominado El Niño-Oscilación del Sur (El Niño-Southern Oscillation, ENSO por sus siglas en inglés),[3]​ donde la fase de enfriamiento recibe el nombre de La Niña.[4][5]​ Este fenómeno, en sus manifestaciones más intensas, provoca estragos en la zona intertropical y ecuatorial debido a las intensas lluvias, afectando principalmente a la región costera del Pacífico de América del Sur.

Günther D. Roth lo define como una irrupción ocasional de aguas superficiales cálidas, ubicadas en el océano Pacífico junto a la costa de los territorios de Perú y Ecuador, debido a inestabilidades en la presión atmosférica localizada entre las secciones Oriental y Occidental del océano Pacífico cercanas a la línea del ecuador. El fenómeno del Niño es el supuesto causante de más de una anomalía climática en el mundo.[6]

El nombre de «El Niño» se debe a la asociación de este fenómeno con la llamada corriente del Niño, anomalía conocida por los pescadores del puerto de Paita, en el norte de Perú, quienes observaron que las aguas aumentaban su temperatura durante «la época de las fiestas navideñas» y los cardúmenes o bancos de peces desaparecían de la superficie oceánica, deduciendo que dicha anormalidad era debida a una corriente de aire caliente procedente del golfo de Guayaquil (Ecuador).

Los primeros registros oficiales del fenómeno fueron reportados por el capitán peruano Camilo Carrillo en 1892, quien notó la existencia periódica de una corriente marina cálida en las costas normalmente frías del Perú.

Existen otros acontecimientos interesantes relacionados con los años más intensos de El Niño. Entre 1789 y 1793, el historiador británico Richard Grove relata que varios observadores de la época reportaron graves sequías en Asia, Australia, México y el sur de África, por lo que se sospecha que dicho fenómeno pudo haber causado la hambruna que precedió a la Revolución francesa. Entre 1791 y 1793 en México bajó el nivel del lago de Pátzcuaro.[7]

El meteorólogo Jacob Bjerknes postuló en 1969 que El Niño está normalmente relacionado con la Oscilación del Sur, ya que está presente una relación física entre la fase de alta presión anómala en el Pacífico occidental con la fase de calentamiento poco frecuente del Pacífico oriental, lo que va acompañado con un debilitamiento de los vientos alisios del este. Así, la baja presión del Pacífico occidental se vincula con un enfriamiento del Pacífico oriental (fenómeno de La Niña) y con el fortalecimiento de los vientos del este.

Charles Todd, en 1888, sugirió que las sequías en India y en Australia tendían a ocurrir al mismo tiempo;[8]Norman Lockyer notó lo mismo en 1904.[9]​ Una conexión entre El Niño con las inundaciones de 1894 fue reportada por Víctor Eguiguren Escudero (1852–1919) y en 1895 por Federico Alfonso Pezet (1859–1929).[10][11]​ En 1924, Gilbert Walker (por quien la circulación Walker se nombró) acuñó el término "Oscilación Sur".[12]​ Él y otros (incluyendo al meteorólogo noruego-estadounidense Jacob Bjerknes) se acreditan en haber identificado el efecto El Niño.[13]

El primer meteorólogo en sugerir una explicación razonable del fenómeno de El Niño fue Jacob Bjerknes, cuando dirigió una oficina meteorológica para los pronósticos del tiempo atmosférico anexa al Departamento de Física de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Bjerknes fundó el Departamento de Meteorología en dicha Universidad, ahora transformado en el Departamento de Ciencias Atmosféricas y Oceánicas. Como profesor en esta universidad, fue el primero en relacionar las inusuales altas temperaturas de la superficie oceánica con vientos débiles del este y las intensas lluvias que acompañan esta situación y un resumen de estas ideas lo expresó en forma precisa el Dr. Richard T. Barber cuando señaló que «The ocean is clearly driving the atmosphere» («El océano claramente dirige a la atmósfera»),[14]​ lo cual equivale a decir que el flujo de energía en la atmósfera procede principalmente (aunque no exclusivamente, como resulta obvio) de la hidrosfera (océanos y mares).

Posteriormente, otros investigadores de la meteorología han expresado de maneras diversas la idea del paralelismo entre las altas temperaturas de una zona determinada del océano con el debilitamiento de los vientos en dicha zona: en la discusión número 3 de la Tormenta Tropical Sandy del NHC (National Hurricane Center) el 23 de octubre de 2012 se señala que «permanecer de manera casi estacionaria sobre las cálidas aguas de la parte suroccidental del mar Caribe nunca es una buena señal para esta época del año».[15]​ Este fenómeno está explicado con más detalle en el artículo sobre la diatermancia y en el del Huracán Sandy.

En 1969, Bjerknes ofreció una alternativa de comprensión del fenómeno conocido como la Oscilación meridional de El Niño, al sugerir que un calentamiento inusual en el Pacífico oriental podría debilitar la diferencia de temperatura (de las aguas) entre el este y el oeste, desequilibrando los vientos alisios que son los vientos que empujan las aguas cálidas hacia el oeste. El resultado sería un incremento de aguas cálidas hacia el este, es decir, hacia las costas intertropicales de América del Sur.[16]

Aunque no se suele citar a este autor, la mayoría de los autores posteriores se basan en las ideas de Bjerknes y las llevan a extremos increíbles en diagramas que relacionan las altas temperaturas en el suroeste asiático, que originan la formación de un bucle convectivo (ver figura), con descenso en las costas occidentales de América del Sur, unos 16 000 km al este, idea completamente exagerada y alejada de la realidad por dos razones principales:

Las consecuencias de este fenómeno climático lleva a regiones aleatorias de América del Sur a:

El fenómeno del niño en Colombia causa una disminución pronunciada en la cantidad de precipitaciones y en la humedad en las regiones Caribe y Andina mayormente, con las siguientes consecuencias: afectación al sector agrícola, posibles limitaciones de la cantidad de energía eléctrica que se puede generar (que puede incrementar la probabilidad de llevar a cabo racionamientos de agua para el consumo humano y animal), aumento en la cantidad de incendios forestales y disminución de los niveles y los caudales de los ríos.[20]

Como principal efecto económico del fenómeno de El Niño en Colombia se encuentran las repercusiones negativas sobre el sector agropecuario: las variaciones en los rendimientos de los diferentes cultivos. Según el Ministerio de Agricultura de Colombia, el fenómeno de El Niño significa una reducción del 5 % del rendimiento agrícola. Los cultivos más afectados históricamente han sido el fique, la yuca, la palma africana, la cebada, el arroz y la papa. En el caso de la producción de la leche, se han tenido reducciones en su producción cercanas al 5 %.

Históricamente las repercusiones sobre la producción de café por el fenómeno de El Niño no han sido importantes.

El fenómeno del niño ocasiona disminuciones importantes en los productos agrícolas.[21]

En Colombia, el instituto gubernamental encargado de realizar estudios e investigaciones relacionadas con la atmósfera, el tiempo y el clima es el IDEAM. Las características climatológicas que se presentan durante el fenómeno del niño pueden ser consultadas en sus bases de datos, así como en sus informes y reportes.[22]

El sur de Brasil y norte de Argentina experimentan un clima más húmedo que en condiciones normales, sobre todo durante el verano.[23]​ En invierno puede producir como efecto el aumento de temperatura media y reducción considerable de ocasionales heladas, especialmente en la zona centro y norte de Argentina debido a que la nubosidad por las noches conlleva a que radiación solar acumulada en la Tierra se refleje en las nubes produciendo un esporádico efecto invernadero. [24]​ La región central recibe el invierno con gran lluvia y el altiplano peruano-boliviano a veces es expuesto a eventos de nevadas de invierno inusuales. En Paraguay, Uruguay, Argentina y Brasil se presentan intensas lluvias que provocan inundaciones que afecta a las personas y los cultivos de trigo y cebada además aparecen enfermedades fúngicas.[25][26][27]

Uno de los eventos climáticos de mayor impacto en Guatemala es el fenómeno de El Niño, con importantes implicaciones en el clima, que se ha reflejado en la variación de los regímenes de lluvia. Bajo eventos severos se ha registrado una disminución importante en los acumulados de lluvia el inicio de la época lluviosa, con implicaciones de menor disponibilidad de agua, incendios, etc.

El fenómeno se ha asociado a mayor incidencia de frentes fríos, aumento del número de huracanes en el Pacífico mientras que disminuyen en el Atlántico, Caribe y golfo de México, tal como se ha venido observando en los últimos años. A través del análisis de isótopos de oxígeno, se ha clasificado el nivel de impacto que ha tenido el Niño en zonas como Baja California, en México.[28]

Estas condiciones atmosféricas causan inundaciones importantes en las cuencas de los ríos, principalmente las correspondientes a la vertiente del Pacífico, las cuales se ven agravadas por la alta vulnerabilidad de muchas zonas pobladas establecidas en áreas de alto riesgo como márgenes de ríos y laderas propensas a deslizamientos. Al igual que a muchos otros países, este impacto climático podría ocasionar una gran catástrofe, difícil de superar.

Al igual que en el resto de Centroamérica, el fenómeno de El Niño provoca una variación inusitada en las condiciones atmosféricas. Se ha analizado por parte del Instituto Meteorológico Nacional de Costa Rica que una de estas variaciones está relacionada con la cantidad de huracanes que se forman en la cuenca del Atlántico: Cuando el fenómeno de El Niño es muy intenso, la probabilidad de formación de huracanes en el Mar Caribe disminuye.[29]​ Por tanto, se da una disminución de la cantidad de lluvia acumulada en especial, en la Vertiente del Pacífico.

Lo anterior se traduce en una serie de afectaciones en las actividades económicas del país, en especial, del cultivo del arroz y la actividad ganadera en la Provincia de Guanacaste debido a las sequías prolongadas que se presentan en estas zonas.

En determinadas regiones aleatorias (desconocidas) del sudeste asiático provoca:

Resumiendo las conclusiones de quienes han estudiado las huellas dejadas desde hace algunos milenios por eventos climáticos excepcionales en varias zonas situadas entre la desembocadura del río Piura, al norte, y la de la quebrada de los Burros, cerca de Tacna, en el extremo sur de Perú.[30]

No se sabe bien cuáles eran las condiciones climáticas que reinaban en la costa peruana antes de la era interglacial actual —Holoceno, que se estableció desde hace 10 a 15 milenios—. El nivel del mar era de 80 a 120 m más bajo y la línea de la orilla más alejada, hasta varios kilómetros. Los autores están de acuerdo en pensar que las condiciones climáticas sobre la costa peruana ya eran desérticas o al menos áridas. Algunos investigadores afirman que los eventos de El Niño existen desde hace por lo menos 40 000 años.

En la parte norte de Perú, se observa un evento de El Niño que provoca inundaciones cada 5 o 10 años. En el sur, estos eventos son escasos, pero pueden sobrevenir y son a menudo devastadores.

Las huellas dejadas por los diferentes Niño varían según las regiones. Las cronologías pueden ser diferentes. Se puede constatar que, de norte a sur de la costa peruana sobrevienen cada 200, 300 o 500 años, una catástrofe climática mayor que probablemente ha provocado a menudo o facilitado la desaparición violenta de varias civilizaciones como la cultura Chavín, la dinastía Naylamp o la cultura Lambayeque. Esta ciudad fue destruida en 1585 por un evento de lluvias torrenciales, asociadas a un fenómeno El Niño fuerte. En la época se atribuyó la culpa de la destrucción de la ciudad al gobernador, que habría sido castigado por haber cambiado de lugar la estatua del fundador de la ciudad.[31]

En los años 1460, una serie asociada de El Niño-La Niña provocaron hambrunas y pestes que seguramente influyeron en una profunda crisis del Imperio inca.[32]

Línea del tiempo de los episodios El Niño entre 1900 a 2020.[33][34]

Diversos investigadores han concordado en una cronología completa de los eventos de El Niño a partir de los elementos históricos.

Los eventos calificados como niños muy fuertes o meganiños históricos serían los siguientes:

Lo que suman 10 eventos muy fuertes en 475 años, es decir aproximadamente cada 50 años, aunque cada vez más frecuentes.

Otros 10 eventos son calificados entre Fuerte y Muy Fuerte (F+) y otros 21 de Fuertes. Por lo tanto, ha habido 40 eventos Fuertes y Muy Fuertes en 475 años, es decir uno cada 9 años.

Con todas las reservas del caso se puede decir que cada 500 o 1000 años el Perú ha sido golpeado por una catástrofe mayor (Mega Niño), capaz de remodelar paisajes y desorganizar o provocar la desaparición de sociedades.

Niños Muy Fuertes como los de 1925, 1983 o 1997 sobrevendrán aproximadamente cada 50 años, en media.

Niños normales o canónicos sobrevendrán en promedio cada 3 o 4 años. Estos tienen a menudo efectos benéficos sobre las culturas y la generación de los recursos en agua, pero provocan una sobre dos o tres veces (en promedio cada diez años) daños apreciables.

Finalmente, hay que recordar que en el Perú, las inundaciones no siempre son provocadas por el Fenómeno El Niño. Los huaicos a menudo catastróficos son muchas veces vinculados por deslizamientos de terreno, (provocados por temblores, accidentes glaciares o exceso de lluvias relacionadas con El Niño o no). Las investigaciones del Síndrome El Niño puede poner orden en el contexto de las posibilidades del cambio climático. El hallazgo de un cierto ciclaje en la reaparición de El Niño puede hipotetizar acerca de no cambios climáticos globales. Hay expertos en disidencia en pensar en la hipótesis de un no recalentamiento global del clima del planeta, por los antiguos mega «Niños Muy Fuertes», y que en la actualidad sean menos frecuentes.

En noviembre de 1997 se realizó un foro para predecir los impactos de El Niño. «¿Cuánto va a llover en la región?» o «¿cuánto se intensificarán los vientos para los huracanes?» fueron dos de los de cientos de preguntas que se realizaron en el foro. Las consecuencias del fenómeno El Niño, en 1997, fueron muy fuertes; no solamente afectaron las costas de Sudamérica, sino que también afectó Centroamérica, el Pacífico mexicano y la corriente de California, ocasionando intensas lluvias desde el estado de Baja California, en México, afectando a varias ciudades como Ensenada, Rosarito, San Diego y Tijuana, entre otras, hasta el sur del Perú y norte de Chile. Provocó, aparte de epidemias, gran erosión en las costas, incendios forestales, pérdida pesquera y agrícola. Incluso el 13 de diciembre de 1997, invierno boreal, se dio un frente frío junto con las intensas lluvias del fenómeno que produjeron una nevada en el norte y centro del estado de Jalisco. Esto trajo consigo un descenso en la temperatura de -7 °C, después de 116 años que no se presentaba a este nivel. En este mismo día se presentaron nevadas en ciudades donde no nieva anualmente como Guadalajara, San Luis Potosí, León y Aguascalientes, provocó también la suspensión de actividades en los puertos de Manzanillo y Lázaro Cárdenas en México.

Dicho período de 116 años, comparándolo con el clima relativamente cálido que viene prevaleciendo en la Era Postglacial desde el último período glacial (Würm), equivaldría a 1 minuto de tiempo.

El fenómeno de El Niño afectó en 1997-98 gran parte del Ecuador, Perú, Colombia y Chile; en este último se vio reflejado en los temporales de Chile central en 1997, concentrándose sus efectos entre noviembre de 1997 y abril de 1998. En Perú, las lluvias promedio mensuales alcanzaron 701 mm en Tumbes y 623 mm en Chiclayo, superando ampliamente los niveles normales.[35]​ Pero puede afectar a otros países.

Los departamentos más afectados del país fueron los de Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad, e Ica.

Los ríos que desembocan en el Pacífico alcanzaron caudales muy importantes; algunos de ellos fueron:

Los daños causados se concentraron en la infraestructura vial, agricultura e infraestructura urbana eléctrica. Se estimaron 880 km de carreteras destruidas donde 115 km corresponden a carreteras asfaltadas, 394 km a afirmadas y 334 km a vías sin afirmar y trochas. Igualmente han sido afectados 845 km de carreteras asfaltadas, 4 640 km de carreteras afirmadas y 1 060 km de vías sin afirmar aproximadamente. Se tienen 58 puentes dañados totalmente y 28 puentes afectados con una longitud total de 4 395 m.[35]​ Igualmente las vías de ferrocarril central, del sur y del sur-oriente han sufrido el embate de más de 150 huaicos.

Se han afectado poblaciones urbanas o rurales de Tumbes, Paita, Piura, Ica, Oxapampa, Villa Rica, Pozuzo, Junín, y Trujillo, comprometiéndose sus obras de saneamiento de agua y desagüe.

La amplitud excepcional de este fenómeno obliga a modificar el razonamiento técnico tradicional y proponer medidas y tipos de obras diferentes de los recomendados en el pasado.

En Ecuador, El Niño afectó a casi todo el país, pero principalmente a las provincias de la zona costera: Esmeraldas, Manabí, Los Ríos, Guayas y El Oro. Algunas provincias serranas de la región andina también resultaron afectadas, con grandes pérdidas económicas que provocaron inestabilidad económica y política que se da en dicho país.

Durante las últimas décadas el número de eventos de El Niño aumentó,[36]​ aunque se necesita un período de observación mucho mayor para detectar cambios robustos.[37]​ En 2014 se informó en Nature sobre una robusta tendencia al aumento en Los Niños extremos.[38]

Varios estudios de datos históricos sugieren que la reciente variación de El Niño está vinculado al calentamiento global, pero no hay consenso sobre este aspecto. Por ejemplo, incluso después de restar la influencia positiva de la variación decenal, se demuestra que está posiblemente presente en la tendencia ENOS,[39]​ la amplitud de la variabilidad ENOS en los datos observados todavía aumenta, por tanto como 60 % en los últimos 50 años.[40]

Puede ser que el fenómeno observado de eventos de El Niño más frecuentes y más fuertes se produce solo en la fase inicial del calentamiento global y luego (por ejemplo, después de que las capas inferiores del océano también se calienten) El Niño será más débil de lo que era.[41]​ También puede ser que las fuerzas estabilizadoras y desestabilizadoras que influyen en el fenómeno finalmente se compensarán entre sí.[42]​ Se necesita más investigación para proporcionar una mejor respuesta a esa pregunta. Sin embargo, los nuevos modelos publicados en la revista Nature en 2014 indicaron que el calentamiento global no mitigado afectaría particularmente las aguas superficiales del Pacífico Oriental ecuatorial y duplica la ocurrencia de Los Niños extremos.[43]

En un futuro, regiones como Indonesia donde el cultivo principal consistente de arroz será más vulnerable al incremento de la intensidad del fenómeno El Niño. David Battisi, profesor de la Universidad de Washington, investigó los efectos de los futuros fenómenos de El Niño de la agricultura de Indonesia usando el informe anual del IPCC del año 2007[44]​ y 20 modelos logísticos diferentes que estudian factores climáticos como la presión atmosférica, nivel del mar y humedad, y encontró que la cosecha de arroz experimentará un decrecimiento en sus cultivos. Bali y Java, que poseen el 55% de los cultivos de arroz en Indonesia, probablemente experimentarán 9-10% de menos monzones, los cuales prolongan las temporadas de hambre. La cosecha normal de arroz empieza en octubre y la recolección en enero. Sin embargo, como el cambio climático afecta al fenómeno del Niño, produce un retraso en la plantación de cultivos, así que la recolección será mucho más tarde y en condiciones más secas, produciendo cultivos con menor rendimiento.[45]

Según el Instituto para la Tierra de la Universidad de Columbia el fenómeno climático El Niño sería el causante de numerosos conflictos surgidos tras la segunda guerra mundial. Según los investigadores del Instituto para la Tierra los episodios más duros de El Niño habrían precedido al 30 % de las guerras civiles en un centenar de países. El riesgo de un conflicto se doblaría respecto a los periodos de La Niña. Globalmente la aparición de excesivas temperaturas y grandes sequías estarían relacionadas con el 21 % de los 234 conflictos que el Instituto para la Tierra ha analizado desde 1950 a 2004.[46][47]



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