El escudo o blasón, en heráldica, es el soporte físico del blasón, situado en el centro de las armerías.
El blasón, también puede entenderse como la descripción heráldica de un escudo de armas o armerías de una persona perteneciente a la nobleza medieval o a la iglesia católica (heráldica eclesiástica). Esta descripción heráldica puede extenderse a los ornamentos exteriores, elementos paraheráldicos que acompañan al escudo. El escudo representa el escudo que portaban los hombres de armas, como uno de los elementos de su panoplia de combate.
El escudo de armas representa el elemento central del logro heráldico completo, siendo tradicionalmente exclusivo de una persona, familia, estado, organización o corporación.
Las armas (o cargas) se presentan generalmente sobre un escudo, pero es posible representarlas sobre otros soportes: una vestimenta como el tabardo del heraldo, un elemento de arquitectura como un anuncio mural, un objeto doméstico o una bandera (en cuyo caso, la ciencia que estudia estos signos se denomina vexilología). En este caso, la forma del contorno es aquella del soporte.[cita requerida]
El escudo se caracteriza por su forma geométrica y sus potenciales divisiones, o mesa de espera, en la que están representadas las armas. El escudo puede tomar diferentes formas de acuerdo con el origen de su representación.
La mesa de espera es la forma geométrica del escudo, de una de sus partes o, eventualmente, de una pieza honorable, en tanto que la superficie que espera sus armas (el campo, las piezas y muebles eventuales). La mesa de espera puede ser el objeto de una partición prevista en el caso de armas compuestas.
La mesa de espera designa igualmente el escudo del aspirante que viene de recibir su panoplia de combate, pero que aún no tiene compuestas sus armas. Su escudo está aún en espera de ser armado. Esta situación puede ser simbolizada por un escudo de plata (siendo aquí el blanco una ausencia, simbolizando el espacio a llenar) o mejor aún por un escudo de acero que simboliza a la vez la superficie de metal aún no pintada y su capacidad para servir de espejo metálico listo para reflejar la imagen del que se acerque.
En las grandes armas la mesa de espera puede corresponder también a un emplazamiento reservado para los ancestros cuyas armas no se conocen. En este caso, el espacio dejado en el color del fondo (papel no coloreado) o en acero.
La elaboración de un escudo armado comienza simbólicamente por el trazado de la mesa de espera.
Partiendo de la base fundada en la representación que tienen los escudos heráldicos, pueden dividirse estos en diferentes clases según sean las entidades por ellos representadas. La clasificación primera y más general que debe hacerse bajo este concepto consiste en distinguirlos de dos clases: simples y compuestos.
Pero atendiendo más a la categoría de las personas físicas o morales significadas por los escudos, se forman de estos los tipos siguientes:
Los escudos de familia pueden recibirse por alguno de estos títulos:
Se llama acolado el escudo familiar propio de una mujer casada o viuda, cuando se pone junto al de su marido y bajo un mismo timbre (corona o yelmo) resultando un doble escudo y, por extensión, cualquier otro escudo unido de igual manera.
El escudo, es decir, el soporte material del blasón, no tiene el mismo diseño según el lugar o la época, y puede revestirse de formas más o menos fantásticas (ver diagrama).
El trazado de las figuras geométricas puede ser efectuado sea cual sea la forma del escudo (o más generalmente, para toda forma que sirva de mesa de espera). La posición de sus líneas debe estar ajustada a la forma de la mesa de espera, de manera que las nueve regiones obtenidas estén equilibradas.
Las principales líneas de partición permiten trazar las piezas honorables del escudo y posicionar los muebles.
Para situarse en el escudo, este se divide en 9 zonas llamadas puntos del escudo. Estos puntos son identificados por sus nombres, que varían según los autores, a excepción del "punto del centro" (5) llamado también "corazón" o "abismo" (ver la expresión "Mise en abyme").
Otros dos puntos, citados por todos, son el "punto de honor" (A) y el "ombligo" (Ω). Pero si para algunos se trata de una superficie equivalente a las primeras, montadas sobre dos zonas (ver diseño), para otros se trata de puntos con un sentido geométrico, situados entre las fronteras 2-5 y 5-8.
Sin importar los autores, hay una simetría de denominación entre 1 y 3, 4 y 6, 7 y 9 donde diestra corresponde a 1, 4 y 7, y siniestra a 3, 6 y 9. - En heráldica, izquierda (siniestra) y derecha (diestra) son las del escudo, no las del espectador.
Estas diferencias de vocabulario o de definiciones no tienen consecuencias prácticas para el blasonado - lo que probablemente explica por qué estas diferencias subsisten.
Se denomina esmalte del escudo a cualquiera de los colores, metales o forros del mismo. Propiamente empleados, solo existen dos metales: oro y plata; cinco esmaltes: gules (rojo), azur (azul), sable (negro), sinople (verde) y púrpura (morado); y dos forros, armiños y veros, que no se definen por su color sino por su forma. Los esmaltes y metales, al ser representados en blanco y negro o sobre grabados, están sujetos a unas convenciones para distinguirlos.
Las figuras son de dos tipos, piezas heráldicas y naturales. De entre las primeras destacan las piezas honorables que son jefe, palo, faja, cruz, banda, barra, sotuer, cabrio, bordura, orla, perla o palio, campaña o punta, jirón, quila, trechor, franco-cuartel, cantón, escusón y lambel. Hay además piezas honorables disminuidas, como comble, vergeta, divisa, jefe en divisa, trangle, trangle ondulado, burelas, gemelas, gemelas en banda, tercias, tres tercias, tercias en sotuer, cruz estrecha, filete en orla, filete en cruz, filetes vibrados, filiera, flanquis, estaye, cotiza, contracotiza, bastón, traversa y bastón Pery.
Las principales variedades de figuras naturales son astros, cuadrúpedos (león), aves (águila), peces, insectos, figuras humanas (o partes del cuerpo), figuras artificiales (castillos, cadenas, etc.), y figuras quiméricas (dragón, grifo, águila bicéfala, unicornio, anfisbena, etc.)
La heráldica tal como se la entiende en la actualidad, fue desconocida en la Antigüedad. Sin embargo, desde la Edad del Bronce existieron emblemas que identificaban a dioses, naciones e individuos. Primitivamente, el escudo solía reproducir el cuerpo del guerrero conteniendo la transcripción de los tatuajes que conmemoraban sus hazañas y éxitos, o los colores, enseñas, signos o estandartes con que se pintaban, vestían o presidían para distinguirse en la batalla del enemigo y no ser confundidos con él.
El uso del escudo, blasón o señal distintivo y hereditario de cada casa noble, más o menos cargado de figuras según la antigüedad y/o hazañas de la familia, se remonta o debe su origen a los torneos que Enrique I de Alemania llamado el Pajarero instituyó para entretener a la nobleza en el ejercicio de las armas en tiempo de paz en Gotinga el año 934 [cita requerida]. Gattroi de Previlli, introdujo este uso en Francia alrededor del año 1036 [cita requerida], y que se generalizó a fines del siglo XI con motivo de las Cruzadas, extendiéndose mucho después al resto de Europa. A fin de que los varios jefes y/o señores de que se componían aquellas expediciones fuesen conocidos por sus súbditos o vasallos, se introdujo el uso de pintar o bordar cada uno en su estandarte las armas que había elegido. Estas insignias no pasaban por lo regular de padre a hijo hasta el año 1260 bajo el reinado de san Luis de Francia en que quedaron fijas y hereditarias en las familias [cita requerida]. Se llamaron escudos de armas porque se llevaban encima de las armas y en las insignias militares.
En los reinos de España, el rey Alfonso VII de León empezó a sustituir la cruz que se utilizaba en sellos y escudos, por dos castillos y dos leones a cuarteles, aludiendo al nombre de sus dos principales reinos; León y Castilla [cita requerida]; conservando las mismas armas todos sus sucesores hasta los Reyes católicos que con la unión de las coronas de Aragón a las de Castilla y la nueva conquista del reino de Granada, las aumentaron de manera que habiendo recaído todas en la Casa de Austria se añadieron a ellas las más principales de los estados que poseía.
En el siglo XIX estas eran algunas de las armas de las casas reinantes y los estados europeos y americanos:
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