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Fantaterror



Fantaterror es la denominación con la que se conoce al cine de género fantástico y/o terror producido en España especialmente en las décadas de 1960 y 1970.[1]​ Al igual que ocurre con las denominaciones peplum o cine negro, cuyo término se ha extendido más allá de un limitado margen de estilo y obras, se utiliza el término Fantaterror[2]​ para definir la totalidad del cine fantástico/terror español independientemente de tipo y época de producción.[3]

Considerada una genuina tradición e identidad cinematográfica española[4]​ no obtuvo, en general, un positiva recepción por parte de la crítica contemporánea.[5]​ Sin embargo varios de sus realizadores como Jesús Franco, Narciso Ibáñez Serrador, Paul Naschy, Antonio Gracia José (Pierrot), León Klimovsky y Amando de Ossorio lograron éxito comercial nacional e internacional[6]​ y algunos de los títulos se consideran películas de culto.[7]

Las películas realizadas en las décadas de los años 1960 y 1970, pese a su disparidad, presentan algunos elementos comunes:

Tras la finalización de la etapa clásica se impulsó la denominada corriente Neo-Fantaterror a partir de los años 90 con características diferentes:

En la historia del cine español existen algunos antecedentes[9]​ del fantaterror[10]​ en la obra de Segundo de Chomón (1871-1929)[11]​. Entre su producción se encuentra un buen número de obras dotadas de gran fantasía e imaginación poblada por seres fantásticos, brujas, diablos, hadas y realiza toda clase de malabarismos mágicos que conseguía a base de trucos enormemente imaginativos.[12]​ Títulos como El hechicero, Llamas diabólicas, El paraguas fantástico, El beso de la bruja, La armadura misteriosa, La casa embrujada o La gruta de los espíritus son considerados antecedentes del género.[13]​ Caso específico lo constituye El hotel eléctrico (1908), considera la primera cinta de ciencia ficción española, en la que los objetos de una habitación de hotel cobran vida alrededor de los protagonistas causando el caos cuando el encargado de dirigirlos se emborracha y no es capaz de gestionarlos adecuadamente.[14]

Con posterioridad se pueden encontrar obras aisladas como La torre de los siete jorobados (1944) de Edgar Neville (1889-1967)[15]​. Influenciada por el cine expresionista alemán y obras como El gabinete del Doctor Caligari (1920) de Robert Wiene su tema confronta un Madrid castizo y tradicional con otro más tenebroso que se oculta bajo tierra.[16]​ Repleta de esoterismo, personajes pintorescos, mensajes codificados, pasadizos ocultos, ciudades subterráneas y hasta una batalla mental entre dos de los personajes principales es considerada una rara avis en el género. Sin embargo su recepción comercial, al igual que casi todas las películas de Neville en la década de 1940 fue negativa.[17]

La primera película catalogada como la primera obra importante del fantaterror y el inicio del subgénero fue la película de Jesús Franco (1930-2013)[18]Gritos en la noche (1961).[19]​ Quinto largometraje del realizador se trata de la primera película de ambientación gótica del cine español, heredera del cine expresionista alemán, de las películas de terror clásicas de los Estudios Universal de los años 1930 y 1940 y de la película Los ojos sin rostro de Georges Franju.[20]​ En esta película aparece por primera vez el personaje del Doctor Orloff, un doctor loco interpretado por Howard Vernon, considerado uno de los tres arquetipos principales creados por el fantaterror español.[21]​ Con posterioridad el personaje también aparecería en las películas El secreto del Dr. Orloff (1964), Miss muerte (1966), Los ojos siniestros del Doctor Orloff (1973) y El siniestro Doctor Orloff (1984).[22]

En la extensa filmografía de Franco, compuesta por más de 200 títulos,[23]​ se pueden encontrar más de 40 ejemplos de películas adscritas al género.[24]​ Entre ellas existen influyentes[25]​ como Necronomicón (1968) película inclasificable que toma ideas del giallo italiano, el cómic erótico y la nouvelle vague, El Conde Drácula (1970) protagonizada por Christopher Lee y considerada una fiel adaptación a la novela de Bram Stoker, Vampyros Lesbos (1971) interpretada por Soledad Miranda en la que la vampiresa es mujer y subvierte todos los cánones convencionales del personaje, Drácula contra Frankenstein (1972) en la que, sin apenas diálogos, se mezcla sin sentido la ambientación decimonónica y contemporánea o La tumba de los muertos vivientes (1982) una explotación sobre el mito zombi.[26]

Otro nombre estrechamente vinculado al género es Paul Naschy (1934-2009) nombre artístico de Jacinto Molina.[27]​ Con una extensa trayectoria cinematográfica, inicialmente como secundario y posteriormente como actor, escritor y realizador, es el creador del segundo de los aquetipos del fantaterror: el hombre lobo Waldemar Daninsky.[28]​ Inicialmente presentado en la película La marca del hombre lobo (1968)[29]​, coproducción hispano-alemana dirigida por Enrique López Eguiluz rodada en tres dimensiones,[30]​ sería la primera de las once películas en las que Naschy interpretara al licántropo. Entre ellas destacan La noche de Walpurgis (1971) dirigida por León Klimovsky y su continuación El retorno de Walpurgis (1973) dirigida por Carlos Aured. Destaca también El aullido del Diablo (1987) en la que Naschy no solo interpretó a Daninsky, sino también a Quasimodo, Mr. Hyde, el monstruo de Frankenstein, el Fantasma de la Ópera y el Diablo.[31]

Pese a realizar una destacada película de terror como Malenka, la sombra del vampiro (1968)[32]​, la historia de una hermosa virgen que tras heredar un castillo descubre que entre sus habitantes figuran un extraño noble y un grupo de guapas mujeres de las que sospecha su entidad vampírica protagonizada por Anita Ekberg, la filmografía del realizador gallego Amando de Ossorio (1918-2001)[33]​ está ligada al tercero de los arquetipos propios del cine de fantaterror: los Caballeros Templarios zombis.[34]​ Integrada por una tetralogía escrita y dirigida por el cineasta incluye los títulos La noche del terror ciego (1972), El ataque de los muertos sin ojos (1973), El buque maldito (1974) y La noche de las gaviotas (1975). Los caballeros templarios son zombis quienes, tras volver a la vida, buscan venganza mediante el asesinato de la gente a su alrededor.[35]

Chicho Ibáñez Serrador (1935-2019)[36]​ es otro de los nombres propios del género pese a su breve filmografía. Ampliamente conocido por su trayectoria en televisión fue responsable de las primeras series dedicadas a la ciencia ficción y el terror como Mañana puede ser verdad (1964-1965) e Historias para no dormir (1966-1988 y 1982) o el telefilme El televisor (1974).[37]​ También dirigió y presentó el programa Mis terrores favoritos (1981-1982 y 1994-1995) donde presentaba una selección de películas del género. Su trayectoria como director de cine consta de dos influyentes títulos[38]​ que obtuvieron un importante éxito comercial. La residencia (1969)[39]​, interpretada por Lilli Palmer, Cristina Galbó y John Moulder-Brown, es una tenebrosa y opresiva película de ambientación gótica que muestra en su trama los dos primeros asesinatos explícitos filmados en la historia del cine español. ¿Quién puede matar a un niño? (1976)[40]​, basada en la obra El juego de los niños de Juan José Plans,[41]​ está ambientada en una soleada isla costera en la que los niños van asesinando paulatinamente a cuantos adultos habitan o se acercan a ella. La residencia acreditó en la taquilla española más de 2.900.000 entradas vendidas[42]​ y ¿Quién puede matar a un niño? más de 850.000.[43]

Con una extensa trayectoria, que comenzó trabajando con Luis García Berlanga, José Luis Sáenz de Heredia o Sergio Leone y en la que abordó diferentes géneros[44]​ hasta ser un referente del denominado cine de autor,[45]​ la trayectoria de Jorge Grau (1930-2018)[46]​ incluye dos reconocibles títulos de fantaterror de amplia difusión internacional: Ceremonia sangrienta (1973)[47]​ que narra una historia de vampirismo y No profanar el sueño de los muertos (1974)[48]​ de zombis. Con una ambientación gótica e interpretada por Lucía Bosé y Espartaco Santoni Ceremonia sangrienta narra la historia de una marquesa que, para mantenerse joven, necesita de la sangre de las jóvenes del pueblo cercano. Acreditando la venta de más de 225.000 entradas en la taquilla española.[49]No profanar el sueño de los muertos, explotación de La noche de los muertos vivientes protagonizada por Cristina Galbó y ambientada en un entorno campestre en el que los muertos vuelven a la vida tras la acción de una máquina para mejorar los procesos agrícolas, acreditó la venta de más de 315.000 entradas[50]​ y obtuvo premios en Festivales como Sitges.[51]

En esta época se produjo la mayor parte de la producción de los principales cultivadores del género. Incluso directores de trayectoria completamente ajena a este estilo se iniciaron dentro de él. Algunos ejemplos lo constituyen Eloy de la Iglesia (1944-2006), conocido por su cine de denuncia social comenzó con títulos como La semana del asesino (1972), Nadie oyó gritar (1973) o Una gota de sangre para morir amando (1973)[52]​; Iván Zulueta (1943-2009) dirigió Arrebato (1980) una de las películas de culto más célebres del cine español[53]​; o Vicente Aranda (1926-2015) con obras como Las crueles (1969) o, especialmente, La novia ensangrentada (1972)[54]​. No obstante, a finales de los años 70, el fantaterror fue dando muestras de cansancio, de una cierta saturación y se vio superado por otros géneros comercialmente en auge como el cine de destape.[55]

Tras su expansión a partir de mediados de los años 1970 el género progresivamente fue desapareciendo aunque sí se siguieron produciendo películas de terror o fantásticas. No obstante un buen número de cineastas continuaron realizando, a lo largo de las siguientes décadas, películas adscritas al género como Jesús Franco, Paul Naschy o José Ramón Larraz. No sería hasta principios de los años 80 cuando comenzaría una nueva etapa, vinculada a la previa, en la trayectoria del realizador Juan Piquer Simón.[56]​ Películas como Mil gritos tiene la noche (1982)[57]​, Slugs, muerte viscosa (1988)[58]​ o La grieta (1989)[59]​ obtuvieron amplio reconocimiento internacional, especialmente en Estados Unidos,[60]​ empleando elementos como el slasher o el giallo.[55]

A mediados de los años 90 hubo un resurgir del cine fantástico y de terror gracias a la buena acogida comercial de Acción Mutante (1993)[61]​ o El día de la bestia (1995), dirigidas por Álex de la Iglesia, y sobre todo, Tesis (1996)[62]​ dirigida por Alejandro Amenábar película de terror que obtuvo 7 Premios Goya otorgados por la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España incluido, por primera vez para una película de terror, el de mejor película.[63]​ Desde ese momento la crítica y el público se reencontró con el género y puede hablarse de un neo-fantaterror ya con características distintas.[64]

Posteriormente, ya dentro de la década de los años 2000, se ha dado casos de recuperación del Fantaterror clásico con ejemplos como La herencia Valdemar (2010)[65]​ dirigido por José Luis Alemán o la producción fílmica de la productora Fantastic Factory (entre 2001 y 2007) que financió la obra de realizadores como Brian Yuzna, Paco Plaza, Jaume Balagueró o Jack Sholder.[66]​ Si bien el mayor homenaje al fantaterror clásico fue la concesión en 2009 del Goya de Honor de la Academia a Jesús Franco.[67]

El neo-fantaterror ha vuelto a salir de nuestras fronteras con más fuerza incluso de lo que lo hizo en los años 60. Hollywood ha descubierto el cine fantástico y de terror español encumbrándolo en taquilla (Los otros), remakes (Rec, Abre los ojos), homenajeándolo (Kill Bill vol. 1 y su capítulo titulado "La novia ensangrentada") o galardonándola en la ceremonia de los Oscars (El laberinto del Fauno).



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