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Gabriella Besanzoni



Gabriella Besanzoni (1890-1962) fue una contralto italiana.

Nació en Roma el 20 de enero de 1890 y estudió en la Academia de Santa Cecilia con Alessandro Maggi e Hilda Brizza. Primeramente como soprano para cambiar luego a su tesitura de contralto.

Debutó en Viterbo como Adalgisa de Norma de Bellini en 1911 pasando rápidamente al Costanzi de Roma en donde en 1913 ya cantaba la comprometida parte de Ulrica en Un baile de máscaras de Verdi. Ascendió rápidamente y en pocos años ya estaba en La Scala en donde apareció en Orfeo, Amneris, Carmen y Mignon dirigida por Toscanini.

Entre 1918 y 1935 fue la mezzosoprano favorita del Teatro Colón en Buenos Aires donde cantó Dalila, Carmen, Amneris, Lola, La Cieca, Preziosilla, Marina, Leonora en La favorita, Mignon, Adalgisa, Isabella, Francesca da Rimini y Jacquerie.

Debutó en el Metropolitan Opera de Nueva York en la temporada 1919 como Amneris en Aída al lado de Claudia Muzio, Giovanni Martinelli y Renato Zanelli. En la misma temporada apareció como Marina en Borís Godunov, Isabella en L'italiana in Algeri, Dalila en Sansón y Dalila y Preziosilla en La Forza del Destino. En estas dos últimas óperas tuvo como compañero a Enrico Caruso, una pareja inmejorable para la joven cantante. Totalizando solamente 15 apariciones, su estilo y figura no fueron del agrado del público del Met.

En 1925 se casó con el millonario brasileño Henrique Lage y se mudó a Río de Janeiro en donde vivieron en una magnífica mansión justo bajo el famoso Corcovado.

Su presencia en Río de Janeiro fue muy aprovechada por los teatros vecinos, en el Teatro Colón de Buenos Aires tuvo una verdadera multitud de admiradores que la recordaron aún después de décadas de su retiro, apareció también con gran éxito en teatros de Venezuela, Perú, Uruguay, México y Cuba.

Se retiró en 1939 como Carmen, su papel favorito, en las Termas de Caracalla en Roma.

La voz de la Besanzoni se distinguía de entre sus colegas por el volumen, flexibilidad y extensión además del carácter aterciopelado que se podía apreciar sobre todo en el centro y el grave. Fue una voz cuyo grave surgía fácilmente y no se notaba el escalón clásico que por lo general se percibe al pasar de la voz de cabeza a la de pecho.

Así también la flexibilidad de su instrumento era notable, pudiendo afrontar con total éxito el repertorio de coloratura con inclusión del trino que luce de manera espectacular en su grabación de "Stride la Vampa".

Para muchos expertos la suya fue la última voz verdadera de contralto, en línea con las grandes del siglo XIX (Grassini, Malanotte, Pisaroni, María Malibran, Marietta Alboni).

Giacomo Lauri-Volpi, que la oyó, escribió sobre ella:

Fue una de las divas más célebres de la segunda década del siglo XX. Para el público de su tiempo la Besanzoni era sinónimo de Carmen, ya que poseía todas las cualidades indispensables para un perfecto desempeño del papel; el físico, la voz y ese magnetismo especial que la hacía llegar a la audiencia.

Le gustaba presentarse en el último acto de la ópera de Bizet con joyas de gran valor, seguramente inadecuadas para el carácter de la gitana, pero que ciertamente contribuía a dar una imagen reluciente, que, sumada a la espectacularidad del canto, producían un efecto sin igual.



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