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Garciaz (Cáceres)



Panorámica de Garciaz.

Garciaz es una villa y municipio español, en la provincia de Cáceres, comunidad autónoma de Extremadura. Pertenece al partido judicial de Trujillo.

El topónimo es de origen incierto. Podría ser una derivación del apellido García adoptada durante la Reconquista, aunque también se ha propuesto la hipótesis de que el río Garciaz recibió este nombre en época prerromana y su nombre está emparentado con otros hidrónimos como Garoña o Guareña.[1]

El blasón de armas fue concedido en 1906 por el rey Alfonso XIII. Según informe de la Real Academia de la Historia, en sesión del día 2 de mayo de 1969, aceptado por la Corporación municipal, en sesión de 26 de julio de 1969 y aprobado por el Ministerio de la Gobernación, el 17 de septiembre del mismo año, el escudo de armas sufre una importante modificación: “La supresión de la celada de acero bruñido con el penacho de plumas por la corona Real”:

Su primitivo origen, se pierde en la oscuridad de los tiempos, habiéndosele concedido en el año 1566 el privilegio de Villazgo mereciendo la atención del Cardenal Gutiérrez Vargas de Carvajal el cual mandó levantar su templo que es de superior construcción y está dividido en dos naves que le dan apariencia de vasta fábrica.

Del mismo modo que de otras importantes poblaciones pertenecientes a la noble región de Cáceres se tiene noticia de haber sido uno de los pueblos que ayudaron al Corregidor de Plasencia en 1493 para invadir la jurisdicción y abrogarse la de la justicia de Garganta de Olla, acto que realizaron a la voz de ¡Viva el Rey! no sin antes sostener encarnizada lucha que fue menguada por los refuerzos que recibieron de Don Fernando de Toledo. Conde de Oropesa, y mandados por su hermano Don Francisco, que son este motivo dicha prueba de ser esforzado caudillo y muy hábil en el manejo de las armas. Estos actos de fidelidad, nobleza y arrojo, se patentizan en el Escudo de Armas de la Villa que nos ocupa, que no otra cosa representan en simbólico lenguaje las piezas y colores de armería de que se compone dando a entender que es patrimonio de estos vecinos, la elevación de sus acciones y el arrojo y bravura que simbolizan las rojas barras de su Blasón...

Cuyo escudo de Armas es el que corresponde y debe usar el Muy Ilustre Ayuntamiento en representación de la referida Villa de Garciaz, compuesto en la actualidad de los señores siguientes: Alcalde-Presidente D. Buenaventura Abril Figueroa, Teniente-Alcalde D. Francisco Cuadrado Díez; 2º D. Juan Pizarro Piñas, Síndico D. José Gil Becerra, Concejales, D. Francisco Díez y Díez, D. Juan Diego Vegas Morales, D. Francisco Carrasco Fernández, D. Buenaventura Redondo Teno, D. Juan Isidoro Teno Carrasco, siendo Secretario el Sr. D. Florencio Sánchez Redondo.

Y para que conste damos el presente Real Despacho de Blasón, en nombre de S.M.C. el Rey (g.D.g) del que queda tomada razón en el real Archivo de nuestro cargo, firmándolo de nuestra mano y sellándolo con el de nuestras armas, en esta Imperial, Coronada y muy Bervial Villa de Madrid a 11 de junio de 1906...»

Garciaz se encuentra situada en el centro de la provincia, sobre el bloque desnivelado de Pedro Gómez en la divisoria de aguas Tajo-Guadiana de la Sierra de Guadalupe. Su término municipal está bañado por dos ríos que llevan sus aguas hasta el Tajo, el río Garciaz y el río Hornilla. El territorio ocupado por Garciaz es una ladera con lomas suaves de pizarras.

El entorno geográfico de Garciaz está caracterizado por su situación montañosa. Tiene acusadas pendientes de las cuales, más de la mitad se encuentran por encima de los 700 metros y superan el 20% de inclinación. Concretamente Garciaz está situado a 670 m sobre el nivel del mar aunque alcanza los 1124 m en el Venero de 1000 m en el Cerro de Pedro Gómez y los 920 m en la Sierra de la Buitrera.

En cuanto a la flora, pueden encontrarse especies arbóreas de monte alto como nogales, pinos, alcornoques, robles, encinas, castaños, olivos, higueras y cerezos. El cultivo tradicional es el olivo que proporciona aceite de gran calidad. En las huertas próximas al pueblo se cultivan hortalizas de todo tipo y árboles frutales.

Las dehesas constituyen un sistema de explotación en esta localidad con una enorme fuente de recursos; en ellas se desarrollan las encinas, alcornoques y robles. El arbolado se utiliza para la obtención de leña y frutos como la bellota y el suelo se utiliza para pastos que son de gran valor nutritivo para el ganado y para cultivos de secano (centeno, avena, etc.)

En cuanto a las especies arbóreas de monte bajo: madroño, brezo, escaramujo, jara, retamas, tomillo, romero, escoba, almaraú, orégano, etc.

Desde la Prehistoria estas tierras fueron ocupadas por comunidades humanas que se asentaron en zonas donde abundaba la caza y el agua. Los hombres del neolítico ya recorrieron estos parajes, donde tenemos testimonio del hallazgo de varias hachas pulimentadas. Al igual sucede con las comunidades Calcolíticas (3200 a. C.) y de la Edad del Bronce (2500-800 a. C.) de las cuales conocemos pequeñas herramientas talladas y pulimentadas de piedra, fragmentos de cerámica moldeada a mano y molinos de piedra, hallados en parajes como Los Castillejos o La Buitrera. Estas comunidades, las primeras en emplear el metal, fueron autoras de representaciones rupestres grabadas en algunos afloramientos de piedra, como es el caso del conjunto de cazoletas de Los Castillejos o los grabados del Venero.

Durante la Edad del Hierro (800-100 a. C.) la cultura de los Vettones dominó estas tierras, fruto de su establecimiento es el asentamiento fortificado o castro de Valdeagudo, situado sobre un prominente cerro que domina el paisaje al norte del término municipal.

El territorio vettón en el que se enclava Garciaz estaría sometido a diferentes grados de romanización entre los siglos I a. C. y IV d.C. Sin embargo, el área rural circundante contaría con algunos complejos agropecuarios denominados villae o casas de campo de grandes propietarios, como la villa de La Gargantilla, que son un claro exponente de la vitalidad económica y la descentralización del poder patrimonial que tiene la sociedad romana en el ámbito local en un determinado momento.

Las villas representan un modelo muy extendido en Hispania, aprovechando terrenos de gran fertilidad agrícola y con numerosas posibilidades para la explotación ganadera. Simultáneamente, en el entorno se fueron generando otros enclaves rurales con funciones semejantes. La población hispanorromana se evidencia en otros lugares del término municipal a través del hallazgo de restos constructivos, monedas y otros enseres. Algunos de estos lugares serían grandes villas residenciales donde vivían grandes terratenientes, como el caso de Fuentefría, donde fue encontrado un tesorillo de monedas de los siglos IV-V d.C.

Algunos asentamientos se mantuvieron en uso durante la Antigüedad Tardía y el periodo Visigodo, como es el caso de La Portera, donde fue construida una basílica en torno al siglo VII d.C. y que sería reutilizada en siglos posteriores. Además, se trata de uno de los pocos ejemplos de arquitectura religiosa de esta cronología conservado en Extremadura, destacando un nicho que se encuentra en los restos de la cabecera del templo y que originalmente estaba rematado por una venera.

Durante el periodo de dominio musulmán, el cual se extendió entre los siglos VIII-XI, el territorio de Garciaz debió estar ocupado por alquerías dedicadas a la explotación de recursos agrícolas y ganaderos. Aunque ignoramos el alcance de las tierras dedicadas a estos menesteres en época musulmana, se puede esbozar una aproximación teniendo en cuenta diversos testimonios documentales de los siglos XII y XIII de la antigua tierra de Trujillo. Junto con la tierra cultivada y la huerta existieron casas de campo o almunias, de las cuales algunas de ellas podían tener estructuras defensivas como torres. De hecho, algunos de estos enclaves han dado lugar en la toponimia a nombres como Castillejo, Torrecilla, La Mezquita, etc.

Pero no será hasta la toma de Trujillo en 1232 por parte de Fernando III, cuando las tierras de Garciaz fueron totalmente seguras y se procediera a su progresiva repoblación por gentes mozárabes del norte. Las tierras trujillanas experimentarán un proceso de apropiación por parte de los estamentos privilegiados y con un gran poder adquisitivo: la jerarquía eclesíastica, órdenes religiosas, órdenes militares, caballeros y nobles del entorno de la corte o con residencia en Trujillo. De forma paralela, se fueron generando pequeñas aldeas, algunas de ellas ubicadas en lugares habitados con antelación. Es presumible, que en esta coyuntura se comenzara a gestar el nacimiento del actual núcleo urbano de Garciaz.

Durante un breve lapso de tiempo Garciaz junto a otros lugares vecinos dejaron de formar parte del alfoz de Trujillo al ser entregados por Enrique IV a García Álvarez de Toledo. Sin embargo, pocos años después Isabel la Católica anuló citada cesión.

El aumento del volumen de población, la prosperidad económica reflejada en la enorme cantidad de licencias y repartimientos agrícolas, el fin de los enfrentamientos bélicos del siglo XV y la instalación de algunos linajes nobles justificaron la construcción de un templo parroquial que fue elevado sobre uno primitivo del siglo XV. Esta obra fue iniciada bajo el patrocinio del Prelado placentino Don Gutierre de Vargas Carvajal, quien se encargó de contratar al maestro trujillano Sancho de Cabrera el 30 de enero de 1545, siendo finalizada bajo el pontificado de Pedro Ponce de León (1560-1573). De igual modo, en torno a esta época debieron ser construidas las diferentes ermitas garcieñas, las cuales se ubicaban en diferentes puntos cardinales junto a las principales vías de comunicación.

Al encontrarse Garciaz bajo la autoridad del Concejo Trujillano estaba sometida a numerosas restricciones civiles que llevaron a su concejo a valorar la posibilidad de comprar su jurisdicción aprovechando la necesidad de fondos por parte de la Corona para hacer frente a los conflictos bélicos en los que estaba inmersa. De este modo, en 1566 se hace efectiva la compra de Garciaz al monarca Felipe II y su proclamación como Villa</ref> el 4 de abril de 1566.

Durante los siglos XVI y XVII, tal y como sucede en otros lugares de Extremadura, muchos vecinos probaron suerte en las Américas, entre los que se encontraban Diego y Juan Téllez, quienes participaron en la conquista de Nueva Galicia o Hernán Sol, quien acompañó a Hernán Cortés en la conquista de Perú.

La segunda mitad del siglo XVII y comienzos del XVIII no estuvieron exentos de dificultades que llevaron a la localidad a la decadencia y estancamiento económico. La población estuvo envuelta en epidemias, hambrunas, el contexto bélico de la Guerra de Sucesión, etc.; lo que provocó una drástica reducción de su población.

Garciaz no fue un lugar de interés estratégico durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), pero el miedo de algún vecino, que llegó a guardar un valioso conjunto de monedas hallado en las antiguas escuelas, demuestra la inestabilidad política y económica de ese periodo durante el cual sabemos que un soldado llegó a fallecer en el hospital de la Caridad víctima de las heridas contraídas.

Años más tarde, durante la primera guerra carlista, el 27 de agosto de 1837 el comandante de la columna de Castilla La Nueva, Carlos Buil, alcanzó a las facciones reunidas por los cabecillas Sánchez, Barbado, Valencia, Pulido, Arroyo y Patagorda, quienes fueron derrotados a la entrada de la Dehesa del Roble.

Durante el proceso de desamortización, algunas posesiones que pertenecían a la iglesia fueron vendiéndose en subastas públicas, pasando a formar parte de nuevos propietarios ricos y terratenientes locales que aprovecharon la ocasión para agrandar su patrimonio. Entre ellas se pudo salvar la Dehesa Boyal.

La restauración Alfonsina supuso un periodo de cierto progreso. Las calles más importantes fueron enlosadas empedradas, se construyeron y arreglaron los puentes y se mejoraron las comunicaciones. De cara al primer tercio del siglo XX Garciaz se fue incorporando lentamente al progreso nacional. En 1906 se le concede el escudo de armas y ya en 1927 se inauguran las escuelas unitarias y el teléfono municipal.

En 1931 se proclama la II República, la cual verá su fin con el levantamiento de militares y fascistas contra la legalidad republicana en julio de 1936, lo que dio lugar a uno de los episodios más desgraciados de la historia garcieña. Los sublevados y sus seguidores se habían hecho con el poder municipal y aplicaron la más dura represión contra quienes habían apoyado a algunos de los partidos u organizaciones de izquierdas o simplemente republicanas, con períodos de violencia y altas tasas mortuorias. Concretamente el 10 de agosto tuvo lugar el primer suceso donde varias personas fueron sacadas de los lugares en los que estaban detenidas o de sus propias casas y fueron pasadas por las armas en las proximidades de Garciaz en un lugar denominado "la alcantarilla de Lucas". Los sucesos continuaron en el mes de septiembre, 12 de septiembre donde fueron fusilados gran número de personas en las proximidades de Logrosán. En días posteriores(15 y 16 de septiembre) en Zorita, pueblo cercano a Garciaz, volvieron a ser pasadas por las armas otro número importante de garcieños y garcieñas. Los fusilamientos se sucedieron durante todo el mes de septiembre. A partir del mes de octubre descendieron considerablemente, aunque continuaron produciéndose fusilamientos aislados. Aproximadamente medio centenar de víctimas perdieron la vida como consecuencia de estos acontecimientos. Después vendrían los duros años de postguerra. No será a partir de mediados de la década de los 50 cuando el pueblo vuelva a recuperarse económica y demográficamente hasta la década de los años 60, momento en el que comenzará el éxodo rural.

En la actualidad, la base económica sigue estando en la agricultura, ganadería, explotación forestal, recolección de miel y alguna industria derivada de productos agropecuarios. Además, se trabaja en mantener y fortalecer la población, a través de programas financiados con fondos europeos, fomentando y poniendo en valor otros recursos como el turismo cultural y medioambiental.

Evolución demográfica (INE[4][5]​):

La situación geográfica de Garciaz y las distintas elevaciones y valles que la circundan hacen del conjunto una zona de media altitud, relativamente aislada, pero con una gran riqueza y variedad de frutos, abundante caza, con suave clima. Si a esto le añadimos su ubicación natural como zona de paso entre la penillanura Trujillana y la Sierra de Las Villuercas podemos entender que, a lo largo de la Historia, haya sido ocupado por cuantas culturas y pueblos dominaron estas tierras.

El término municipal de Garciaz presenta una enorme riqueza patrimonial arqueológica de la que tenemos constancia a través de los numerosos hallazgos que se han ido produciendo a lo largo del tiempo. Como suele suceder, la mayoría de los yacimientos arqueológicos no se pueden adscribir a un único momento cultural. Casi todos ellos han conocido, de una u otra manera, la ocupación por parte del hombre en distintos momentos de la historia. En este sentido, el uso de los espacios a lo largo del tiempo es muy importante, pues a través de ellos es como se ha podido hacer una aproximación a la evolución del poblamiento en el territorio de Garciaz. Por todo ello, los diferentes elementos arqueológicos encontrados han sido clasificados por períodos culturales con el fin de facilitar su encuadre arqueológico y cultural.

Desde la prehistoria el ser humano ha ido transformando su entorno para adaptarlo a sus necesidades. Estas transformaciones tradicionalmente se han realizado aprovechando los recursos naturales más cercanos y adaptándose al medio. Esta adaptación al medio natural se hace de forma sostenible, sin agredir gravemente el entorno natural. Muestra de ello son la multitud de construcciones etnográficas que se camuflan en el paisaje, pasando desapercibidas y de las que Garciaz cuenta aún con una gran cantidad de ellas en buen estado de conservación. Pese a no tratarse de monumentos, muchas han sido realizadas mediante técnicas tradicionales por las gentes de Garciaz para el desarrollo de sus actividades. Estas construcciones están determinadas por las condiciones geográficas e históricas y las materias primas de la zona.

En ocasiones, las corrientes de agua y la orografía se han convertido en obstáculos para el tránsito de personas y ganado. Por ello, el ser humano ha construido puentes de diversa complejidad. Desde las pasaderas o pontones consistentes en lanchas de piedra a puentes de uno a varios arcos.

En torno a Garciaz encontramos varios puentes que suelen tener semejantes características constructivas, realizados en mampostería de pizarra, con una o varias arcadas y en ocasiones tienen pequeños aliviaderos adintelados. En función de su localización o el lugar hacia el que comunican los puentes han recibido varias denominaciones. Algunos de ellos se remontan al siglo XVII como el Puente de la Villa o el Puente de la Hoya, mientras que otros fueron construidos a lo largo del siglo XIX como el Puente de San Miguel. Por otra parte, también forman parte de este tipo de patrimonio todos aquellos caminos, cordeles, coladas y cañadas de índole histórico.

Una mención especial merece el Puente de las Tres Lanchas. Situado a las afueras del municipio de Garciaz junto al camino de La Concepción o de Berzocana. Su denominación hace alusión a su estructura, compuesta por tres grandes lanchas o lajas de pizarra apoyadas sobre estribos realizados con mampostería ordinaria de piedra. Resultan curiosos algunos grafitos y letras grabadas sobre las propias lanchas a lo largo del tiempo.

Garciaz dispone de varias casonas con un sabor rural entrañable. Recorriendo sus angostas calles y callejas podemos descubrir rincones cargados de historia. Lo habitual es que la arquitectura popular se realizara en los materiales que se tenían más a mano en el medio natural. Las más humildes estaban ejecutadas en pizarra, utilizando ocasionalmente piedras de granito o madera para configurar dinteles y jambas.

Por su parte, varias son las casas nobles de aspecto sólido con puertas y ventanas de sillería, algunas de ellas presentan en sus fachadas escudos heráldicos de antiguos linajes nobiliarios (declarados BIC). Aún queda alguna casa con la típica entrada principal compuesta por un arco de medio punto de granito renacentista que nos ofrece una visión de cómo pudo llegar a ser el aspecto del pueblo en torno al siglo XVI. En este sentido, cabe mencionar la casa que según la tradición perteneció a D. Hernán Sol, y cuyo presunto escudo puede aún verse en su fachada de la calle Cruz, ubicada en las proximidades de la puerta del Sol de la iglesia parroquial.

Las fiestas y tradiciones de Garciaz están muy vinculadas a la actividad agropecuaria, por lo que el ciclo festivo del pueblo coincide, en gran parte, con el inicio o final de las labores del campo o con la propia actividad ganadera, como son las fiestas en torno a las antiguas ferias de ganado, inicio de las cosechas, etc. Tal y como sucede en muchos otros lugares, los rituales religiosos son también la base de muchas de las fiestas de Garciaz como la adoración a los patrones del municipio o fruto de ritos ancestrales. A continuación, serán reflejadas aquellas celebraciones que aún cuentan con suficiente entidad y que merecen ser conocidas.

Tal y como sucede con otros lugares, la cocina Garcieña está caracterizada por emplear materias primas que proceden del campo. A pesar de que paulatinamente se emplea menos la cocina tradicional, aún perviven en la memoria colectiva las recetas de los platos típicos heredadas de nuestros antepasados. Antiguamente, el menú solía estar condicionado por los periodos de montería y el calendario agrícola, estacional y religioso.

Entre los platos más habituales encontramos migas, la cachuela, escabeches, rebozados, el potaje de castañas , patatas a lo pobre, gazpacho blanco, la sopa de tomate, la sopa de patata, etc.

Por su parte, entre los postres y dulces más célebres se encuentran los huevecillos, el arroz con leche, las torrijas, perrunillas, rosquillas, etc.

Por último, no debemos de olvidar otros productos elaborados a partir de materias derivadas de la leche como el queso de oveja o de cabra, o aquellos productos que proceden de la típica matanza como la morcilla patatera.



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