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III dinastía de Ur



El renacimiento sumerio es un período de la historia de Mesopotamia que comprende los años entre la caída del Imperio acadio y el período de las dinastías amorritas de Isin y Larsa —ambos con gobiernos de origen semita—, entre los siglos XXII a. C. y XXI a. C. Dentro de esta etapa se destacan los años de la llamada Tercera Dinastía de Ur o Ur III, por darse en estos una nueva hegemonía que abarcaría toda Mesopotamia, esta vez con la ciudad de Ur a la cabeza.

Pese a la irrupción de los nómadas gutis, que provocaron continuos saqueos, arrasaron ciudades y campos, y dificultaron el comercio, el fin del Imperio Acadio no trajo la decadencia, al menos en la zona sur de Mesopotamia.[1]​ Las distintas ciudades se organizaron en pequeños reinos. La propia Agadé, anterior capital imperial, mantuvo un pequeño Estado en los territorios próximos a ella, el cual sobrevivió durante 30 años, hasta que fue conquistado por los nómadas. Posteriormente, se supone una hegemonía de Uruk porque así se nombra en la lista Real Sumeria, pero aparte de los nombres de la lista no hay ningún dato más para afirmarlo o negarlo.

De este período, la historia que mejor se conoce es la de Lagash: primero se conocen los nombres de los ensi, vasallos de los sargónidas de Acad: Kikuid contemporáneo de Rimush, Engilsa contemporáneo de Manishtushu, Ura contemporáneo de Naram-Sin y Lugalshumgal contemporáneo de Naram-Sin y Sharkalisharri. Después, se sabe de una serie de gobernadores que podrían haber estado subordinados a Uruk: Puzurmama, Urutu, Urmama, Lubau, Lugula y Kaku. Tras ellos la ciudad consigue la hegemonía en la región, en la que se denomina Segunda Dinastía de Lagash: Urbaba, Gudea, Urningirsu, Pirigme, Urgar y Mammakhani; que representan una sucesión familiar continuada (de padre a hijo o de suegro a yerno).[2]

Urbaba (2164 a. C. a 2144 a. C.) fue el primero de los monarcas que ejerció la hegemonía; su hija Enanepeda fue nombrada sacerdotisa de la diosa Nannar en Ur, lo que puede indicar que dominaba en esta ciudad. Durante el reinado de Gudea, consta el dominio de Lagash sobre Nippur, Adab, Uruk y Badtibira.

Pese a que durante su reinado, Lagash realizó una expedición de conquista sobre Elam, se considera que Gudea fue un rey relativamente pacífico, más interesado en el comercio que en la conquista. Así, en una inscripción se celebra que consiguió reabrir el comercio «del mar superior al mar inferior» y se sabe que mantuvo contactos comerciales con las áreas madereras de las actuales Siria y Líbano; con Magan, en el actual Omán, y con el valle del Indo, de donde se obtuvo diorita, cobre y oro.[1]​ Todos estos materiales se emplearon en la elaborada escultura característica de este período, de la que destacan las numerosas figuras del monarca. Estas esculturas estaban diseñadas especialmente para decorar los templos, que vivieron importantes reconstrucciones durante el reinado de Gudea. De estas construcciones destacan los templos de Ningirsu (cuyas ruinas se perdieron en las primeras excavaciones) y de Nanshe, el cual, según una inscripción, Gudea emprendió tras una aparición divina en sueños.[1]​ La prosperidad continuó con los reyes Urningirsu y Pirigme.

Durante el período posterior fue Uruk, con el reinado de Utu-hegal quien obtuvo una posición predominante. El nuevo monarca venció al jefe de los nómadas gutis, Tiriqan, que fue tomado prisionero, tras lo cual se nombró «rey de las cuatro regiones». Utu-hegal fue sucedido por Ur-nammu, el cual no se sabe si pertenecía a su dinastía o fue un usurpador. Se ha especulado que podría tratarse de su hermano.[3]​ El nuevo rey se esforzó por hacer realidad el título que había heredado; atacó las ciudades vecinas y conquistó Nippur, Uruk, Larsa, Ur, Eridu y Lagash, cuyo rey Nammahni fue muerto.[4]​ Tras esto, decidió trasladar la capital de su Estado desde Uruk a Ur, fundando una nueva dinastía; la III dinastía de Ur. El motivo de este traslado no está claro, aunque es posible que Ur-Nammu hubiese sido gobernador de esta ciudad antes de recibir el trono de Uruk.[3]

El imperio de Ur no fue sucedido por otro Estado que abarcase toda Mesopotamia, pese a lo cual, no parece que este fuese un período de caos ni destrucción social.[7]​ Fue Ishbi-Erra, con su reino centrado en Isin, quien consiguió el dominio de gran parte de las ciudades sumerias, en una hegemonía parcial que duraría medio siglo. En los primeros años de su reinado consiguió desarmar a las bandas de bandidos nómadas que impedían el comercio con las regiones de más al norte, tras lo cual se siguió un período de paz que se mantuvo durante el reinado de sus sucesores.[4]

Sin embargo, algunas ciudades sumerias no estaban controladas por la dinastía de Isin. A partir del reinado de Lipit-Ishtar, una de ellas empezó a destacar: era Larsa. El florecimiento de Larsa se hizo evidente hacia el 1930 a. C., cuando el rey Gungunum conquistó Elam y el valle del Diyala. Unos cinco años después, tras conquistar la ciudad de Ur, Gungunum se autonombró «rey de Sumeria y de Acad». Su sucesor Abisare prosiguió la expansión del reino, conquistando las ciudades acadias de Kish y Akusum así como Nippur. Ya en el siglo XIX a. C., el rey Bur-Sin de Isin trató de frenar el avance de Larsa conquistando Ur y Nippur, pero su iniciativa debió fracasar ya que hacia mediados de siglo, Isin había perdido todo territorio más allá de la propia ciudad.[4]

Durante esta primera dinastía de Larsa, una ciudad hasta entonces poco importante, Babilonia, fundó un principado en el territorio de Acad, más al norte, que incluía las ciudades de Sippar, Dilbat y Kazallu. En el sur, el control de Larsa tampoco era total y a finales del siglo XIX a. C., durante el reinado de Rim-Sin I, una coalición de ciudades se levantó contra su poder. Entre las ciudades rebeldes se encontraban Uruk, Isin y también Babilonia. Las dos primeras cayeron en 1803 a. C. y 1793 a. C. respectivamente. Un nuevo rey, Hammurabi, llegó al trono de Babilonia mientras Rim-Sin se preparaba para la conquista. El nuevo monarca no sólo impidió los planes de Rim-Sin, sino que le venció totalmente, tras lo cual emprendería la conquista de prácticamente la totalidad de Mesopotamia, formando el llamado Imperio paleobabilónico.[8]

Durante el imperio de Ur se desarrolló una importante burocracia, tal y como se muestra en los cientos de miles de tablillas que se han encontrado que reflejan todo tipo de actividades: contratos, contabilidad, salarios, horarios de trabajo, reservas de provisiones, registro de los impuestos, etc.[6]​ Este trabajo administrativo era llevado a cabo por funcionarios cuya labor era supervisada por otros funcionarios de mayor rango como el aga-ush (policía), nu-banda (inspector) o mashkim (comisario).[4]​ Para unificar los registros de las distintas regiones, se creó un sistema de medidas estándar y se ideó un nuevo calendario que definía cada año con algún suceso importante sucedido en él.[6]

El territorio estaba dividido en diferentes regiones a cuyo cargo había un gobernador militar o shagin y un gobernador civil o ensi. Las atribuciones de cada uno variaban según las distintas circunscripciones pero en general, el ensi se dedicaba a tareas como la justicia, las ofrendas de los templos y el pago de los salarios. En algunas regiones fronterizas el shagin se encargaba también de tareas agrícolas y de las infraestructuras de riego.[4]

Otra parte importante de la administración del Estado fue el sistema de correo, que contaba con un completo sistema de postas y de caminos. Las mercancías eran transportadas por los sukkal, que estaban considerados funcionarios de alto nivel y trabajaban bajo el mando de un sukkalmah, jefe de correo.[4]

Al igual que la administración, la economía en el período de Ur estaba fuertemente centralizada. La producción agrícola estaba en gran parte controlada por el Estado, que reservaba una parte importante de la producción al mantenimiento de los templos. Otra parte de esta manutención corría a cargo de las ciudades. Para organizar todas las ofrendas, Shulgi ordenó la construcción de un gran depósito en Drehem, cerca de Nippur.[4]

Entre las actividades industriales y manufactureras destacaba la producción textil, que era llevada a cabo principalmente por mujeres.[6]​ En general, los artesanos pertenecían a la clase de los eren, formada en gran parte por esclavos de guerra. En el período de Ur, gran parte de estos esclavos eran de procedencia elamita, dadas las numerosas guerras vividas entre ese pueblo y los sumerios. Pese a que los eren tenían menos libertad jurídica que otras clases, su situación podía mejorar según cuales fuesen sus habilidades.[4]

Entre las actividades comerciales destacaba la importación de metales, a la que se sumaba el comercio de marfil, piedras preciosas y maderas. Gran parte de estos materiales provenían de la ruta del golfo Pérsico, con origen en Magan (en el actual Omán) y el valle del Indo. El cobre también se obtenía de la península de Anatolia y la plata provenía del Elam.

El método de intercambio seguía basándose principalmente en el trueque, en el que Mesopotamia aportaba bienes como telas, lana o dátiles. Sin embargo en este período también comienza a popularizarse el uso del dinero.[4]

Durante el período de Ur III, a las distinciones sociales basadas en los derechos legales del ciudadano, que distinguían entre esclavos y hombres libres, se reafirmó una nueva división según el estatus económico de cada individuo. Así, entre los hombres libres se distinguían entre los mashda o posteriormente mushkenum y los dirigentes de la sociedad, mientras que la clase inferior no era específicamente la de los esclavos si no la de los eren, formada por todo tipo de trabajadores que compartían su baja capacidad económica. Los eren podían ser o no esclavos, pero igualmente carecían de muchos derechos, como la libertad de desplazarse sin permiso de su supervisor.[4]

La esclavitud, sin embargo, no iba asociada necesariamente a una forma de vida humilde, ya que dentro de los esclavos se distinguían a su vez varios tipos. Los ir o geme se dedicaban al trabajo doméstico y de servicio, y su labor no era generalmente más pesada que la de los ciudadanos con mayores derechos jurídicos. Parte de los miembros de esta clase provenían de familias pobres, habiendo sido entregados por sus padres para asegurarles una mejor situación económica.[4]

Sin embargo otro grupo de esclavos, denominados namra, sufrían una situación más precaria. Los namra eran generalmente prisioneros de guerra, y pertenecían en su totalidad a la clase de los eren. Las tareas que realizaban, generalmente más pesadas que las de otros grupos, incluían la construcción de infraestructuras o incluso tareas militares.[4]


Renacimiento sumerio
2150 a. C.2004 a. C.



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