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Iglesia primitiva



Cristianismo primitivo, Iglesia primitiva o paleocristianismo es el periodo de la historia del cristianismo anterior al Primer Concilio de Nicea (año 325). Se divide habitualmente en dos fases: el período apostólico (siglo I) y el período preniceno (siglos II, III y comienzos del IV). Para el periodo posterior, en que el cristianismo pasa a ser la religión oficial del Imperio romano, se utilizan denominaciones como cristianismo bajoimperial; y, más adelante, cristianismo medieval.[1]

Los primeros cristianos, tal como son descritos en el Nuevo Testamento (especialmente en Hechos de los Apóstoles), eran judíos, ya fuera de nacimiento o por conversión, para los cuales se utilizaba el término bíblico "prosélito",[2]​ y denominados por los historiadores como judeocristianos. Hechos de los Apóstoles y la Epístola a los Gálatas recogen que la primera comunidad cristiana estaba centrada en Jerusalén y entre sus líderes estaban Pedro, Santiago y Juan.[3]Pablo de Tarso, tras su conversión al cristianismo, reivindicó para sí el título de "Apóstol de los gentiles". La influencia de Pablo en el pensamiento cristiano es reconocida como más significativa que la de cualquier otro escritor del Nuevo Testamento.[4]​ Hacia el final del siglo I, el cristianismo comenzó a ser reconocido interna y externamente como una religión diferente del judaísmo rabínico, el cual se refinó y desarrolló con posterioridad a la destrucción del segundo templo de Jerusalén.

Tal y como aparece recogido en numerosas citas del Nuevo Testamento, así como en otros textos cristianos del primer siglo de nuestra era, los primeros cristianos generalmente utilizaban y reverenciaban la Biblia Judía como su libro sagrado, fundamentalmente a través de las traducciones griegas (Septuaginta) o arameas (Targum), buena parte de las cuales están escritas en forma narrativa donde "en la historia bíblica Dios es el protagonista, Satán (o las personas o poderes malignos) son el antagonista, y el pueblo de Dios es el agonista".[5]

A medida que se desarrollaba el canon del Nuevo Testamento, las Cartas de San Pablo, los Evangelios canónicos y varios otros textos fueron también reconocidos como escrituras y textos sagrados para ser leídos en la iglesia. Las cartas de Pablo, especialmente la Epístola a los Romanos, establecieron una teología basada en Cristo antes que en la Ley Mosaica, pero la mayor parte de las denominaciones cristianas todavía consideran las "prescripciones morales" de la Ley Mosaica, como los Diez Mandamientos, el Gran Mandamiento y la Regla de Oro como relevantes. Los cristianos primitivos demostraron un amplio catálogo de creencias y prácticas, buena parte de las cuales fueron posteriormente rechazadas como heréticas.

Las comunidades primitivas del cristianismo surgen como una secta apocalíptica del judaísmo (Hechos 24:5) a la que los historiadores denominan judeocristianismo. Estos primeros cristianos se llaman a sí mismos "Nazarenos" o "los del Camino". Los primeros cristianos acuden a las sinagogas, como todos los otros grupos dentro del judaísmo tradicional (época del segundo templo). Su proclama es de tipo profético y enseñan que Yeshua el Nazareno, Jesús de Nazaret, es el Mesías anunciado por los profetas. A Jesús, a quien las autoridades romanas y judías habían crucificado, Yahve lo ha resucitado (según el Nuevo Testamento). Como regla de vida enseñan la Torá y las obras del Espíritu Santo, de acuerdo con las enseñanzas de Jesús. [cita requerida]

La primera parte de este período, durante la vida de los Doce Apóstoles, se denomina Período Apostólico.[6][7]​ Luego de la resurrección de Jesús, los Apóstoles se dispersaron fuera de Jerusalén y la labor misionera del primer cristianismo lo expandió a diferentes ciudades del mundo helénico e incluso más allá del Imperio romano. Los primeros cristianos sufrieron persecuciones como consecuencia de su rechazo al culto imperial del emperador como divinidad. La persecución aumentó en Asia Menor hacia el final del siglo I,[8]​ así como en Roma en las postrimerías del Gran incendio de Roma en el 64 d. C.

Durante el Período Preniceno que siguió al Período Apostólico, surgió simultáneamente una gran diversidad de visiones, siendo significativa la presencia de características unificadoras entre ellas que no habían existido en el anterior Período Apostólico. Entre estas tendencias unificadoras se encuentran el rechazo del judaísmo y de las prácticas judaicas. El cristianismo primitivo se fue separando gradualmente del judaísmo, hasta el distanciamiento definitivo después de la destrucción del segundo templo de Jerusalén, en el año 70. En el siguiente siglo se establecería como una religión predominantemente de gentiles en el ámbito del Imperio romano.

De acuerdo con Will Durant, la Iglesia cristiana prevaleció sobre el paganismo porque ofrecía una doctrina mucho más atractiva y porque los líderes de la iglesia se dirigieron a las necesidades humanas mejor que sus rivales.[9]​ Sin embargo, esta explicación no es suficiente para los cristianos, quienes ven allí más bien el cumplimiento del mandato y la promesa de Jesús a sus apóstoles, al finalizar el evangelio de Mateo (28: 18-20): "Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.".

Aunque la evangelización de paganos ya se había iniciado antes de la conversión de Pablo de Tarso en el año 36, es este quien impulsa la propagación del cristianismo, comenzando por Arabia y Damasco, pero será en el año 45, con el inicio de su primer viaje misionero, cuando se empezará a propagar ampliamente el cristianismo.

En el año 50, surge la tensión entre las tendencias judías tradicionales y los creyentes gentiles (no judíos) convertidos al cristianismo primitivo provenientes de las comunidades palestinas. Llega a un momento de crisis y confusión, lo cual ocurre al no saber si a los nuevos creyentes de origen gentil (no judío) les corresponde el observar la Ley al igual que al pueblo hebreo. Esta disputa (Hechos 15) es resuelta en el Concilio de Jerusalén.

Hacia el año 51, Pablo de Tarso escribe la Primera Carta a los Tesalonicenses dirigida a la comunidad de Tesalónica, fundada en el año 50. Este es el texto más antiguo del Nuevo Testamento. Ya se definen por escrito algunos de los dogmas más importantes del cristianismo.

Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses que está en Dios el Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz a ustedes. (1 Tes 1, 1)
Ustedes se hicieron imitadores nuestros y del Señor cuando, a pesar de mucho sufrimiento, recibieron el mensaje con la alegría que infunde el Espíritu Santo. (1 Tes 1, 6)
... Ellos mismos cuentan de lo bien que ustedes nos recibieron, y de cómo se convirtieron a Dios dejando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, 10 y esperar del cielo a Jesús, su Hijo a quien resucitó, que nos libra del castigo venidero. (1 Tes 1, 9-10)

Hermanos, no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza. ¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él. (1 Tes 4, 13-14)

Se afirma la creencia en la resurrección de los muertos. Creían en esos momentos que la segunda venida de Cristo era inminente. Se preocupaban y entristecían porque algunos seres queridos morían sin haber visto llegar a Jesucristo en la gloria del final de los tiempos. Por esta razón, Pablo continuó:

Conforme a lo dicho por el Señor, afirmamos que nosotros, los que estemos vivos y hayamos quedado hasta la venida del Señor, de ninguna manera nos adelantaremos a los que hayan muerto. El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Y así estaremos con el Señor para siempre. (1 Tes 4, 15-17)

Durante el tercer viaje de Pablo de Tarso, el Apóstol escribe la mayoría de su obra epistolar. Tradicionalmente esta etapa se data de los años 54 a 57, en tanto que las posturas revisionistas tienden a ubicarla entre los años 51 y 54. En esa etapa de su vida, Pablo escribió buena parte de su obra epistolar: la Carta a los gálatas, la Carta a los filipenses, dirigida a la comunidad de Filipo, fundada hacia el año 49, la Carta a Filemón y la Carta a los romanos. Esta última está datada de los años 55 a 58.[10]

Diversos relatos originados entre los años 28-30 y los años 70, se transmiten de forma oral o escrita. Son recopilados y reelaborados por los evangelistas, que los insertan en un marco geográfico con bases históricas[cita requerida], dando lugar a los Evangelios.

El estudio crítico del Evangelio según Marcos ha aportado en los últimos años datos acerca de las características de las primitivas comunidades cristianas.

En el Evangelio según Mateo se observa la relación conflictiva de la primitiva comunidad cristiana con los fariseos que habían escapado a la destrucción de Jerusalén. El Evangelio según Lucas muestra ciertas características de las comunidades cristianas procedentes del paganismo.

El Evangelio según Juan, las cartas y el libro del Apocalipsis aportan algunos datos del final del siglo I y principios del siglo II, que estuvo marcado por las persecuciones romanas.



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