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Inmigración en el Perú



La inmigración en el Perú es una actividad que se ha producido desde la época del Virreinato, con españoles y africanos, a lo largo de su época republicana y hasta nuestros días, con los movimientos migratorios más importantes de América Latina (principalmente Venezuela), Asia (sobre todo de Japón y China) y Europa.

En el Perú se encuentran diversas comunidades de ascendencia de diversos países europeos, principalmente debido a que se trató de una migración por lazos familiares, vecinales y de amistad, ocurrido desde mediados del Virreinato del Perú. Los migrantes llegaban como prestadores de servicios, profesionales, comerciantes e inversores al próspero virreinato y, después de la proclamación de independencia, a la república.

Los europeos que llegaron al Perú tomaron posiciones importantes en la vida económica peruana aunque sin llegar a penetrar en las élites. Hubo miembros de la burguesía europea que llegaron como empleados de las grandes casas comerciales de Europa, si bien algunos estuvieron de paso, otros tantos formaron familias con mujeres peruanas radicando definitivamente en el Perú.[1]

Según Giovanni Bonfiglio, los peruanos que tienen algún ancestro directo de la inmigración de los siglos XIX y XX, principalmente, europea no-hispánica, y en menor medida del resto del continente americano podrían representar alrededor del 7% del total nacional.[2]​ Este segmento se halla en todo el país, mayormente en Lima y principales centros urbanos del país. No existen cifras exactas sobre el número de entradas de españoles durante el virreinato, aunque podría calcularse el ingreso de 250 mil personas sin contar las entradas graduales de moros cristianizados, italianos, portugueses y algunos serbocroatas,[3]​aunque en menor medida. Durante los siglos XIX y siglo XX se calcula que ingresaron cerca de 150 mil europeos al país, asimismo una considerable entrada de chinos y japoneses. Sin embargo, buena parte de ellos retornaron a su país. Los africanos ingresaron durante los primeros años del virreinato, debido a su condición de esclavos buena parte murieron. Del total de las migraciones se calcula que poco más del 90% se asentaron definitivamente en territorio nacional, promedio mayor que la media sudamericana del 60%.[2]​ A su vez, la población peruana descendiente de europeos no hispanos directos e indirectos principalmente de origen italiano, portugués, francés, alemán, británico, croata, turco, estadounidense, polaco, judío askenazi y otros grupos menores.

Durante el virreinato del Perú el flujo migratorio desde Europa hacia el llamado Nuevo Mundo estuvo a cargo de la Casa de contratación de Sevilla; esta institución debió encargarse del registro de los viajeros pero en la práctica no todos los españoles que obtenían permiso para viajar a América lo hicieron, así como no todos los que arribaron a América tenían permiso para hacerlo.[7]

Hasta el siglo XVI los españoles no superaban los 200 mil en toda América, de los cuales poco más del 30% fueron andaluces, un 28% fueron de Extremadura y Castilla-La Mancha, y un 39% fueron de León y Castilla La Vieja. Durante este periodo también ingresaron algunos españoles del norte, judíos, lusitanos, genoveses, alemanes, griegos y flamencos. En este periodo el carácter de las sociedades americanas estuvo marcado por la influencia extremeña y andaluza.[7]

Durante el siglo XVI el Virreinato del Perú fue el principal polo de atracción para españoles en América, a tal punto que del 100% de españoles arribados al llamado Nuevo Mundo, el 36% lo hacía hacia el Perú virreinal.[7]

Entre 1500 y 1550 el 38% de los españoles en el Virreinato del Perú fueron andaluces, el 26.7% de Castilla, el 14.7% de Extremadura, el 7.6% de León y el 0.8% de Asturias y Galicia. Desde 1550 en adelante se incrementa el número porcentual de extremeños y castellanos en desmedro del porcentaje de andaluces. Ya durante el siglo XVII el porcentaje de inmigración hacia el Virreinato del Perú disminuye aumentando el flujo hacia Nueva España.[7]

A partir de los siglos XVII y XVIII, y a pesar de las penurias y peligros que representaba el viaje transoceánico en esas épocas, muchos españoles arribaban a Sevilla para embarcarse rumbo al nuevo mundo; en la mayoría de los casos se trataba de familiares de españoles ya asentados en América, otros tantos animados por declaraciones de aquellos que regresaban del nuevo mundo hacia España. Al mismo tiempo las leyes fueron endureciéndose a tal medida que se limitaba el ingreso de protestantes, judíos y moros, pues se les consideraba una influencia negativa para los americanos a quienes se les consideraba todavía débiles en la fe; también se prohibió el ingreso de aquellos quienes recién se convertían a la fe católica, los gitanos y los sentenciados por el Santo Oficio. A pesar de estas prohibiciones, algunos sí lograron afincarse en América.[7]

Durante el periodo colonial del territorio peruano, la presencia de extranjeros procedentes de imperios antagónicos a España fue casi inexistente y no llegaron a constituir minorías importante, como es el caso de los extranjeros procedentes de Inglaterra, Francia y Holanda. Hay que destacar también que el término «extranjero», fue muy difuso durante el periodo imperial español que incluía Sicilia, Milán, Alemania, Flandes, Portugal y las colonias griegas.[7]

El mayor flujo de judíos sefardíes durante el Virreinato se produjo el periodo de persecución judía que desarrolló el reino de Portugal y España, estos judíos dejaron su religión debido a la intolerancia religiosa que se vivía en aquella época.[8]​ Muchos de los sefardíes que llegaron al Perú en la época colonial eran conversos; casi todos ellos fueron asimilados por la población cristiana en general y muchos de sus descendientes están en la sierra norte del Perú y la selva alta cercana a ella, incluyendo la conexión con Ecuador.

En 1792 del 100% de españoles en el Virreinato del Perú, el 42% se concentraba en Lima, Arequipa y Cusco.[9]

El auge de las exportaciones del guano coincide con el incremento del porcentaje de población extranjera en la capital peruana. Hacia 1857, Lima llegó a tener un 70% de extranjeros. La crisis posterior y el agotamiento del guano se reflejó en una disminución de los extranjeros a tal punto que en 1876 los extranjeros representaban el 18.6%; a partir de ahí el flujo de extranjeros en Lima no se repuso hasta principios del siglo XX cuando la economía peruana logra recomponerse.[10]

A pesar de esto la tendencia fue la disminución gradual de la inmigración extranjera. En 1908 los extranjeros constituían el 9,3% y en 1920 representaban el 7,1%. A finales del siglo XIX e inicios del XX, las colonias extranjeras más importantes demográficamente fueron los chinos, seguidos de los italianos. Del total de extranjeros en Lima, los chinos e italianos representaban el 60%, estos eran seguidos por los ecuatorianos que representaban el 5%, alemanes 3% e ingleses 2%, el resto de extranjeros fue menos importante demográficamente.[10]

La inmigración de extranjeros italianos tuvo motivos distintos y con configuraciones distintas. La colonia italiana se vuelve numerosa en 1872 bajo el patrocinio de la Sociedad de inmigración europea de Lima.[10]​ Algunos italianos arribados a Lima, se dedicaron al comercio de abarrotes y talleres artesanales; con el paso de los años un grupo de italianos, incluso llegó a formar parte de la Elite limeña.[10]

La singularidad del Perú como sociedad receptora americana puede demostrarse por medio de una experiencia común de inmigración en América Latina: los italianos de todas las colonias europeas que se instalaron el país a partir de la segunda mitad del siglo XIX, la italiana es la más representativa por cuanto gráfica con su asentamiento e inserción las características generales de la inmigración europea en el Perú.

Su importancia en el ámbito nacional se halla tanto a nivel numérico, corno en términos de impacto y asimilación al interior de la sociedad peruana. Si bien no llegó a los niveles cuantitativos de otros países americanos con el mismo tipo de migración, fue la colonia más numerosa a inicios de siglo alcanzando un total de 13,000 individuos para el año de 1906. (Chiarammti; 1983: 13) De otro lado, su intervención en la economía nacional introduciendo técnicas empresariales y actividades profesionales, fue un elemento importante dentro de la historia del país durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del presente siglo. (Quiroz; 1986: 83) Pese a que dentro de los movimientos trasatlánticos del siglo pasado Italia fue uno de los países más afectados, llegando a movilizar entre 1876 y 1915 un total de 1 '448,363 individuos (Parenti; 1958: 86), el Perú no se benefició con la inmigración masiva italiana de fuerza de trabajo como si lo hicieron Brasil y Argentina. Ambos países fueron junto con los EE.U.U. los principales receptores de inmigración italiana. El primero llegó a recibir 1 '412,763 migrantes únicamente durante los años 1887 y 1930, mientras que en Argentina, sobre un total de 2'718,000 europeos durante el período 1957- 1932, casi la mitad eran inmigrantes italianos. (Bastos de Ávila, 1964: 12-14). Los italianos llegaron al Perú a consecuencia de la expansión de actividades marino-mercantiles del puerto de Génova hacia América a partir de 1833. Por esta razón su asentamiento e inserción se hizo por medio del sector comercial de la economía nacional en un momento determinante en la historia del País: la coyuntura del guano.

Lejos de ser una inmigración de fuerza de trabajo, la presencia italiana en el Perú fue ante todo una inmigración libre de individuos asociados a actividades comerciales que vieron en el Perú buenas oportunidades para invertir capitales y energías.

Para mayor información acerca del caso italiano como ejemplo del tipo de inmigración europea que llegó al Perú, véase Mario Marcone, Inmigración Espontánea Europea e ideología Civilista en el Perú del siglo XIX: el Caso Italiano. (Memoria de Bachiller, Pontificia Universidad Católica, 1990).


Según Giovanni Bonfiglio durante los siglos XIX y XX ingresaron alrededor de 100 mil personas provenientes de América,[2]​ a lo que se suma la migración producida en la última década.

Para el año 2008, el Perú alberga a un total de 64 303 residentes extranjeros permanentes,[11]​ de estos se tiene que:

Más de 9 000 (el 14%) son de Argentina.
5 800 de Estados Unidos.
5 655 de Chile.
4 549 de Bolivia.
4 353 de Colombia.
3 626 de Brasil.
El resto proceden de diversos países del globo.

-Pero actualmente se estima que el mayor número de extranjeros son de Venezuela con más de 1 millón y medio en el país.

Entre los años 2004 y 2014 el número de ciudadanos extranjeros que ingresaron al Perú (para trabajar de manera temporal o en calidad de residentes) se incrementó en 793%, según la Superintendencia Nacional de Migraciones. [cita requerida]Una novedad de este periodo es el aumento de inmigrantes colombianos respecto al siglo XX, siendo esta la inmigración americana de mayor crecimiento, si bien en la suma total la colonia argentina seguía siendo la más grande en aquel entonces.[12]

La inmigración boliviana junto con la colombiana, y a diferencia de las demás migraciones, mantiene su alto porcentaje en el Perú no solo en zonas urbanas sino también rurales. Según datos del INEI, 11,5% del total de inmigrantes bolivianos residen en zonas rurales (la mayor cantidad de entre todas las comunidades americanas).
De todas las PEA ocupadas de americanos en el Perú, la boliviana tiene el porcentaje de trabajadores independientes más alto (38,8% en 2012), principalmente por comercio y servicios.[cita requerida]

Hacia fines de 2018 la comunidad venezolana era la colonia inmigrante de origen americano más numerosa en el Perú, contando con 635 000 personas residiendo en el territorio nacional,[13]​ convirtiéndose además en la ola migratoria más importante del siglo XXI en el Perú.[14]

Respecto a los inmigrantes no permanentes, en total estos suman más de 180 000 de los cuales los de mayor cantidad de origen americano son: los estadounidenses (34 534), argentinos (9882) y brasileños (7009).[15]

Desde la independencia del Perú en adelante las élites propiciaron una europeización del Perú, pero no se puede hablar de políticas migratorias hasta finales de la década del 40 del siglo XIX. Antes de esto el Perú estuvo sumergido en problemas políticos y caudillismos que alejaron a la población extranjera del país.

Como antecedentes de las políticas migratorias, el entonces presidente del Perú, José de San Martín declara en 1821 el libre ingreso de extranjeros dándoles libertad para iniciar industrias en el país. Luego en 1823 constitucionalmente se declara naturalizados peruanos a todo aquel extranjero que tuviera como mínimo 5 años viviendo en el Perú. En 1826, el entonces dictador del Perú, Simón Bolívar disminuye los años de naturalización de extranjeros a 3; posteriormente el fugaz presidente Salaverry decretaría que todo ciudadano del mundo sería peruano si pisa el territorio y se inscribe en el Registro Cívico. A pesar de todas estas leyes los extranjeros en el Perú seguían siendo pocos., sin embargo las entradas se registraban de a pocos de forma espontánea, libre e independientemente del estímulo del Estado.

El impulso para el ingreso de extranjeros al Perú fue la explotación del guano que propició una gran demanda comercial que fue cubierta por colonos europeos.

Se pueden distinguir dos tipos de colonos europeos, los que ingresaron para el trabajo obrero y los que ingresaron como parte de una élite. El primer grupo estuvo formado en su mayoría por colonos italianos, españoles y portugueses que llegaron desde zonas rurales; y el grupo de élite estuvo formado por ingleses, franceses y alemanes que venían en representación de grandes empresas europeas.

Según Giovanni Bonfiglio los peruanos que tienen algún directo antepasado europeo no hispano de la migración de los siglos XIX y XX y en menor medida los descendientes de europeos migrados del continente americano podrían representar alrededor del 7% del total nacional,[2]​ y sumando a los descendientes de europeos no hispanos migrados antes del siglo XIX y a los descendientes de europeos y estadounidenses migrados en las últimas décadas, la población peruana descendiente de europeos no hispanos principalmente de origen italiano, portugués, francés, alemán, británico, croata, turco, estadounidense, polaco, judío askenazi y otros grupos menores podría estimarse en alrededor 2,7 millones de personas, es decir aproximadamente un 9% del total nacional [cita requerida], más allá si una parte de este grupo ya sean mestizos culturalmente y/o étnicamente. Los descendientes de italianos y portugueses se hallan en todo el país, parte de los descendientes de alemanes se hallan también en la selva central y norte. Mientras que en Lima y principales centros urbanos del país se hallan en mayor medida los descendientes de todo este segmento en general. Del total de las migraciones se calcula que poco más del 90% se asentaron definitivamente en territorio nacional, promedio mayor que la media sudamericana que cifran en 60%.[2]

Actualmente se estima que 5 800 000 peruanos tienen mayoritariamente sangre española abarcando más del 20% de la población total (no incluida inmigración Vasca). Por otro lado la gran mayoría de la población tienen sangre española en diferentes grados, aun cuando parte de ellos sean considerados mestizos o cuasi nativos culturalmente. Entre 1968 a 1990 producto de la 'inmigración española asistida' Perú absorbe el 5% de inmigrantes españoles después de Venezuela 46,5%, Argentina 11,9% Brasil y México,[16]​ al 2009 existen cerca de 7000 españoles de nacimiento residiendo en Perú. Gran número de peruanos de ascendencia española ocupan cargos y actividades importantes en el quehacer nacional, parte de ellos se hallan mezclados con la posterior migración relativa de europeos al país.

La inmigración vasca en el Perú data desde tiempos de la colonia y aún antes, desde la conquista misma. Cuando numerosos vascos emigraban al Perú junto con familias enteras para poblar las ciudades importantes.

En el siglo XVII, se fundaron en Arequipa y Lima hermandades vasco-peruanas con la finalidad de canalizar ayuda entre todos, y dar apoyo económico y moral a quien sea necesario.[17]​ Es posible que en otros centros poblados importantes del Perú, como ocurrió en México y otros países de América, los vascos, navarros y «de las Cuatro Villas de la costa de la Montaña» se hubiesen organizado y agrupado con la misma finalidad, siguiéndose con este proceso en los siglos XIX y XX, la emigración vasca se incrementó por situaciones personales y económicas, pero también por motivos políticos, tales como las guerras carlistas y la Guerra Civil Española. Actualmente existen numerosos centros vasco-peruanos en las ciudades donde estos dejaron huella, reiterando una vez más su fraterna identificación con sus costumbres ancestrales.[18]

Si grande fue la presencia vasca en la Conquista y Virreinato del Perú, también esta se hizo presente y con mucha fuerza en la formación de la República peruana. Por lo pronto, de los nueve jefes peruanos que acompañaron a Bolívar y Sucre en las batallas que sellaron la independencia americana (Ayacucho y Junín) cinco eran de origen vasco (La Mar y Cortázar, Gamarra, Salaverry, Vivanco y Orbegozo). Siendo la figura más respetable un vasco-criollo, don Hipólito Unanue, prestigioso investigador médico peruano originario de Arica.[19]

En el siglo XX siguen los rastros euskéricos en el Perú y cinco de sus presidentes llevan apellido vasco. Algunos con clara conciencia de su origen, otros no ignorantes de su raíz y uno sin la menor idea de quiénes fueron sus ancestros. Ellos fueron Nicolás de Piérola, a quien le constaba su origen navarro; Augusto B. Leguía, se sabía vasco por Leguía y por Salcedo; Manuel Odría, conocía hasta la cuna de su origen (Azpeitia) y en sus horas de ocio no se separaba de un trío de cantantes vascos; Fernando Belaúnde, no ignoraba sus raíces; y Juan Velasco, al parecer, desconocía su origen. Existieron durante la colonia núcleos españoles de raíces vascas bien asentadas dentro del territorio nacional, como el caso de las minas de Potosí y el actual departamento de Arequipa, en donde apellidos como Cossío, Belaúnde, Llosa, Goyeneche, Arrambide, Albizuri, Arancibia, Ruiz de Somocurcio, Vergara, Irarrazabal, Andía, Larramendi, Olazábal, Arteaga, Gareca, Larrea, entre otros, se establecieron y han protagonizado gran parte de la vida política del Perú como República.

La emigración de italianos hacia el Perú se inició en los siglos XVI y XVII y se hizo posible debido a la alianza que España tenía con algunos estados italianos. En aquella época estados tales como el Ducado de Milán, el Reino de Nápoles y la República de Génova formaban parte de la órbita española y muchos italianos (especialmente ligures) fueron reclutados debido a la falta de capitanes expertos en la marina española.

Estos primeros emigrantes fueron en gran parte marineros, comerciantes, clérigos y algunos artistas renacentistas, representantes de la escuela romana de pintura, como los casos del jesuita manierista Bernardo Bitti y el de Mateo Pérez de Alesio, autor de la imagen bíblica del Antiguo Testamento en la Capilla Sixtina. Ambos ejercieron una influencia decisiva en la formación de la escuela de pintura colonial del Perú.

A mediados del siglo XIX y con el auge del guano se inició una reducida ola migratoria de pequeños grupos de italianos integrados por capitanes, marinos y tripulantes de veleros. En el año de 1850 el naturalista y hombre de ciencia milanés Antonio Raimondi llegó a Lima, empezando su enciclopédico estudio del Perú como geógrafo y científico.

En 1857 los italo-peruanos eran 3 142 y ya en 1876 alcanzaron a ser casi 10 000, concentrados muchos en la capital y en el Callao, otros grupos se asentaron en Arica, Iquique y Tacna, y un grupo de inmigrantes italianos fundó la ciudad de La Merced (Chanchamayo) en la selva central del Perú. Como consecuencia de la guerra del Pacífico, muchos de ellos se marcharon. Antes de la Primera Guerra Mundial hubo una emigración de algunos centenares de pobres campesinos italianos, originarios del sur de Italia (Campania, Calabria) y del Veneto.[20]​ Durante la Segunda Guerra Mundial, y al igual que los japoneses, muchos italianos fueron perseguidos por defender el régimen político de aquella época. Actualmente la inmigración italiana se ha estabilizado y desde 1970 casi nadie emigra de Italia al Perú. En 2007 las autoridades italianas declararon que casi 26,000 personas de pasaporte italiano estaban residenciadas en el Perú, pero muchas tienen doble pasaporte y son descendientes de italianos (que han nacido en el Perú y que han solicitado el pasaporte italiano para trabajar en Italia).

Según el Registro de los Italianos Residentes en el Extranjero, del Departamento del Interior y Ordenación del Territorio de Italia, en su informe de 2009, cifró en 30.223 las personas de nacionalidad italiana con residencia en el Perú.[21]​ De este número, 28.000 son peruanos descendientes de italianos que obtuvieron la ciudadanía italiana por medio de la embajada.[22]​ En la actualidad, se estima en 500,000 el número de descendientes italianos en el Perú.[23]

Durante los siglos XIX y XX, llegaron inmigrantes franceses de forma espontánea al Perú, especialmente durante el periodo entre 1700 y 1725. Por esta razón, son numerosos los apellidos de origen francés en este país.[24]​ La predominancia de estos migrantes galos provino de la parte suroeste de Francia (Pirineos Atlánticos y región de Burdeos), aunque también una porción notable declaró haber venido de la región parisina.

Los franceses se dedicaron al comercio en detalle y de artículos de lujo, sin embargo, fueron los pequeños artesanos quienes conformaron el sector más numeroso de esta diáspora.[24]​ A mediados del siglo XIX, llegó el mayor número de inmigrantes franceses -se estiman alrededor de quince mil- coincidiendo con el mayor flujo de migrantes europeos al Perú.[cita requerida]

La inmigración portuguesa en el Perú, se inició en la época del virreinato. Fue una migración gradual sin presentarse masivamente, sin embargo, esta fue continua hasta nuestros días. Antiguamente venían de sobremanera en calidad de marineros a lo largo de la costa peruana, posteriormente entraron a la selva peruana por la ruta del atlántico siguiendo el curso del río Amazonas y últimamente se registra entradas de portugueses brasileros a las ciudades circundantes de la frontera peruano-brasilera.

Ingresaron al Perú unos 12 000 inmigrantes alemanes, en busca de nuevas oportunidades. Pero, a diferencia de las demás migraciones europeas (italiana, croata, británica, etc.) que fueron espontáneas, hubo una migración germánica que se inició por el auspicio del gobierno peruano con el propósito de colonizar la región amazónica.

El 4 de junio de 1853, el Gobierno del Perú suscribió un contrato con Cosme Damián Schutz y Manuel Ijurra, para trasladar 13 000 alemanes y tiroleses a la región del Bajo Amazonas, en un plazo de seis años. Por este concepto, se pagaría a Schutz e Ijurra una prima de treinta pesos por cada colono que trajeran. En 1854, Schutz parte a Alemania para convenir la llegada de los colonos, pero en esa época Ramón Castilla encabezó la Revolución Liberal de 1854, dificultando el cumplimiento del contrato. En marzo de 1855, fallece su socio Manuel Ijurra en Nueva York.[25]

Habiendo caducado el contrato sin haberse cumplido, Cosme Damián Shutz le propuso a Ramón Castilla un proyecto para impulsar la inmigración europea, suscribiendo un nuevo contrato el 6 de diciembre de 1855, con el fin de llevar al Perú 10 000 inmigrantes alemanes, esta vez a Pozuzo.[25]

En 1856, Schutz viaja a Alemania, pero debido al fracaso del contrato anterior y al ataque de los periódicos alemanes, solamente pudo reunir 302 inmigrantes procedentes del Tirol (Austria). El 20 de julio de 1857, estos aventureros se embarcaron en Amberes (Bélgica), en la fragata Norton, arribando 296 inmigrantes al Callao el día 8 de agosto del mismo año.[25]

Una vez en territorio peruano, fueron embarcados a Huacho y desde allí, empezaron un largo recorrido a lomo de mula hasta Cerro de Pasco, atravesando la cordillera. Luego se dirigieron al río Marcas, donde se había planeado establecer la colonia. En junio de 1859, llegaron a Pozuzo solamente 172 colonos, pues el resto se dispersó debido a las dificultades de la travesía y al escaso apoyo del gobierno.[25]

Rápidamente esta colonia obtuvo buenos resultados agrícolas en su producción de arroz, caña de azúcar, yuca, coca y café, razón por la cual el gobierno les suprimió la remesa.[1]

Años posteriores, los caminos hacia Pozuzo se deterioraron por las lluvias, quedando incomunicados y sin su remesa del estado quedaron a su suerte en la selva amazónica. En 1880 la colonia de Pozuzo contaba con 299 hombres y 266 mujeres; y se mantuvieron como un grupo cerrado en la región,[1]

Vásquez Monge, Eduardo (30 de marzo de 2009). «La inmigración alemana y austriaca al Perú en el siglo XIX». Consultado el 5 de febrero de 2015. 

Desde los inicios de la República hubo militares británicos que apoyaron la causa independentista. Entre ellos, se encuentran Lord Cochrane, el vicealmirante Martin George Guise, el general William Miller, el comandante Jorge Young Holmes, el capitán Frederick Elmore y el general John Thomond O'Brien, quien fue secretario y ayudante de campo de don José de San Martín. Algunos de ellos se asentaron en el Perú, como William Miller o Martin George Guise, que se casó con Juana María del Valle y Riestra.

Algunos de los primeros diplomáticos en el Perú fueron de origen británico. Entre estos se encuentran Charles Thomas Rowcroft, que fue asesinado durante la Guerra de Independencia, y John Dartnell Loder, casado con una hija de Guise y cuyos nietos fueron Emilio Althaus Dartnell y Jorge Chávez Dartnell.

La comunidad peruana de origen británico se concentra en ciudades importantes como Lima, Arequipa y Trujillo.

La británica Brenda Barber de Harriman destaca en su libro («The British in Peru», 1984)[26]​ que gracias a Inglaterra fue posible concluir la construcción del Ferrocarril Central que iba de Ancón a La Oroya, que sin el aporte británico no hubiera llegado el suministro de gas a Lima en 1865, y menciona a la compañía de bomberos voluntarios «La Victoria» (formada en 1864), hombres de origen inglés que decidieron apoyar la protección de la vida de los ciudadanos limeños ante la amenaza de la invasión española en 1866.

Algunas de las organizaciones más importantes fundadas por británicos en el Perú son la Compañía Peruana de Ferrocarriles, la Pacific Steam Navigation Company, la W. R. Grace and Company, el Colegio San Silvestre, el Markham College, el Newton College, el Lima Golf Club, el característico Phoenix Club, el Lima Cricket and Football Club, la Asociación Cultural Peruano Británica, entre otros.

Dada la ley de 1849 y al amparo de ésta, se introdujeron desde febrero de 1850 hasta julio de 1853, 3932 colonos, de acuerdo a la memoria presentada por el Ministro José Manuel Tirado, con la siguiente composición: 2516 chinos, 1096 alemanes y 320 irlandeses.

Es necesario mencionar que por esas épocas Irlanda era un país muy pobre, con una alta incidencia de enfermedades infecciosas y un consumo muy alto de papa, calculándose que en la década de 1840, un irlandés adulto consumía entre 5 y 6 kg de papa al día. Para 1841, una plaga que arrasó los campos irlandeses cultivados de papa generó una hambruna terrible que causó la muerte de cerca de millón de personas y la emigración de otras ocho millones a Estados Unidos. En ese contexto llegan a nuestras costas los 320 irlandeses mencionados, contratados por Juan Gallagher (médico escocés del antiguo hospital de Bellavista) para laborar en sus haciendas La Legua, Villegas y Valverde del Callao.

Los primeros emigrantes provenientes de los Balcanes fueron los croatas, quienes empezaban a llegar al Perú a partir del siglo XVI. En 1573, el terrateniente de Dubrovnik, Basilije Basiljeviæ, quien viajó al Perú con la intención de hacer fortuna, asentándose en el Cuzco, la capital de los incas. Este personaje, con la colaboración marineros croatas, construyó la iglesia de San Blas.

Durante la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, se registró un ligero aumento de emigrantes croatas al Perú, tanto de Dubrovnik como de otras partes de Dalmacia debido al trabajo de exportación de abono de guano. Un número menor emigró al Perú al culminar la Primera Guerra Mundial.

A finales del siglo XIX, a raíz del incremento de la actividad minera en los andes peruanos, específicamente en Cerro de Pasco, un buen número de croatas emigraron desde el [Imperio Austro-Húngaro]] y se asentaron en los Andes, llegando a representar una de las colonias extranjeras más significante.

Cabe destacar que el nivel educativo de los primeros inmigrantes fue bastante bajo. La mayoría trabajó en las obras de construcción de ferrocarriles, en la extracción del guano o en oficios menores. Sin embargo, lograron ascender en la escala social y se asentaron en las principales ciudades peruanas, destacando en el comercio.[27]

Luego de la Segunda Guerra Mundial, llegaron al Perú un grupo de unos mil emigrantes por razones políticas de todas las partes de la entonces Yugoslavia comunista, tanto croatas como serbios y montenegrinos.

Al Perú también emigró un número de inmigrantes serbios, que en su mayoría se dedicaron al comercio, asentándose en Lima y alrededores.[28]​ Muchos serbios figuraron como croatas al momento de registrarse.

Después de la independencia de Yugoslavia en 1991, el Gobierno croata estima que hay 6000 descendientes de croatas en el país.[29]​ La única vez que un contingente croata vino cuasi organizadamente fue el 24 de febrero de 1948, a bordo del barco General Black, en el que arribó un número importante de croatas desde Yugoslavia.

Existe colectividades minoritarias de origen eslavo provenientes de Europa del Este como polacos, rusos y checos, aunque gran parte de este grupo son refugiados judíos.

Entre los descendientes de inmigrantes de europeos del este, destacan el expresidente de la República Pedro Pablo Kuczynski, la historiadora María Rostworowski, el pintor Fernando de Szyszlo, el arquitecto Ricardo de Jaxa Malachowski y el corredor de autos Ernesto Jochamowitz.

Afroperuano es un término que designa a la cultura de los descendientes de las diversas etnias africanas que, llegaron a Perú durante la colonia, logrando una uniformidad cultural. La población afroperuana se halla a lo largo de toda la costa (muy en menor medida en las demás regiones), principalmente en la costa surcentral, en el Callao, y en las provincias de Cañete, Chincha, y Nazca. Otro segmento importante de población afroperuana se encuentra en la costa norte ubicada mayoritariamente a manera septentrional, entre Lambayeque, Piura y en menor medida Tumbes. En Piura se encuentra Yapatera, es el pueblo con mayor intensidad de afroperuanos descendientes de pura sangre negra, consta de cerca de 10 000 campesinos de los cuales 7000 de ellos son hijos directos de antiguos esclavos africanos que vinieron durante la colonia para trabajar las tierras. El pueblo yapaterano es uno de espíritu básicamente agricultor y conocido por la calidad de sus mangos.

Se estima que el total de la población afroperuana oscila en 4% del total nacional, la mayoría se encuentran mestificados es decir los morenos conforman un 3% del total nacional,[30]​ mientras que la población afroperuana mayoritariamente pura es del 0.9% aproximadamente que significa más de 87,000 personas, en gran parte de origen angoleño, congolés, malgache.

La primera trata de esclavitud de negros constituyeron la servidumbre de las casas haciendas en los ingenios azucareros, en el cultivo del algodón, en las construcciones, etc. En este nuevo continente el primer idioma fue el samaracca o expresión congo angoleña, posteriormente el lenguaje papiamento, combinación de habla negra en Jamaica donde predomina. Aparece el cleocle dialecto que resulta de la mezcla de la etnia negra de Haití y la replana del Perú, combinación de varios idiomas africanos mezclados con el español criollo.

En el sur de Lima, los pocos africanos y sus descendientes fueron catequizados por los dominicos y jesuitas; ya como cristianos y bajo la dura realidad de trabajo, mimetizan sus creencias ancestrales y la articularon con los santos católicos.

En 1502, llegaron los primeros esclavos negros de África a América. Fueron traídos para reemplazar la mano de obra indígena, que iba disminuyendo ostensiblemente en las colonias españolas. Entre 1492 y 1700, unos tres millones de africanos fueron sacados de sus tierras, de manera violenta, para ser esclavos de los conquistadores en América.

Eran traídos en buques especiales, llamados "Ataúdes" o "Tumbeiros". Estos nombres eran expresión de las características de tales expediciones mercantilistas, porque llegaban vivos a América solo la mitad de los africanos que habían salido de África.

Venían enmarrocados (amarrados), apiñados en las bodegas de los buques, sin las mínimas condiciones de higiene, sin la adecuada alimentación; en estas condiciones aquellos negros eran presa fácil de enfermedades y epidemias.

En América, miles de africanos esclavos fueron vendidos a los hacendados y habitantes de las ciudades españoles en los llamados mercados de trata. Para este fin eran exhibidos encadenados apenas arribaban mientras eran denigrantemente subastados. Los precios variaban de acuerdo al sexo, fortaleza, salud y edad. Una vez adquiridos pasaban a ser patrimonio de su amo, quien disponía de su destino y de su vida. Tenían un valor en dinero y pertenecían a alguien y los alimentaban para utilizarlos en faenas y servicios que el amo creyera conveniente. Si el amo quería deshacerse del esclavo, lo ofertaba en el mercado de trata de esclavos, poniendo un sobreprecio, para recuperar su inversión y sacar algún dividendo.

A fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII, se formaron unas rancherías en los alrededores de la ciudad de Lima, como en Huachipa, Carabayllo, Monte Zambrano, etc. Fueron hechas por esclavos negros, que en busca de su libertad, habían preferido huir y rebelarse contra el opresor sistema. Estas rancherías en lo posible, se ubicaban en las zonas menos transitadas, con bosques para ocultarse de sus perseguidores.
Alrededor del año 1710, esas rancherías evolucionaron hasta convertirse en palenques. Los palenques, entonces eran asentamientos rurales de cimarrones, rebeldes.

El 16 de noviembre de 1780 Túpac Amaru II como parte de su revolución emite el "Bando de Libertad" en Tungasuca (Cusco) proclamando la abolición de la esclavitud por primera vez en el continente, dando la libertad a los negros que las huestes indígenas a su mando encontraban e invitándolos a que se le sumen. Este proceso fue truncado por el gobierno del Virreinato del Perú.

Finalmente, el 3 de diciembre de 1854, el entonces presidente Ramón Castilla mediante una ley dictada desde Huancayo compró a los esclavos negros del país a nombre del Estado y decretó el fin de la esclavitud y la libertad de los negros.

Las dos grandes inmigraciones provenientes de Asia que tuvieron impacto social en el Perú fueron las provenientes de China y Japón.[1]​ La configuración de estas dos migraciones fueron totalmente distintas, mientras que los chinos vinieron para trabajar en semiesclavitud, los japoneses tuvieron otro trato.[1]​ Pero el ingreso de asiáticos no fue exclusivo de la etapa republicana, pues durante la colonia existieron ingresos de esclavos desde Filipinas e Indonesia, llamados piezas de marfil y de caoba respectivamente.[7]​ En el caso de los esclavos filipinos estos ingresaron al puerto del Callao previa escala en Acapulco durante el siglo XVII y fueron vendidos en un alto precio debido a su rareza.[7]

Los primeros chinos llegaron al Perú en 1849 para cumplir labores en las islas guaneras y las haciendas costeras, en 1950 los trabajadores chinos iban reemplazando a la población negra en las haciendas. Los obreros chinos permitieron un incremento notable de la producción de caña de azúcar y algodón debido a su conocimiento ancestral del trabajo agrícola y a su esfuerzo físico, esto permitió la estabilidad económica de sus patrones, la élite peruana.[1]

En 1853 se prohíbe el ingreso de culíes y se inician protestas internacionales en contra del ingreso de la población China en el Perú, debido al trabajo semiesclavista al que eran sometidos. Pese a esto, la inmigración china fue en aumento debido a la gran rentabilidad del trabajo chino en las haciendas de la élite peruana, pero el interés no fue sólo de los hacendados sinó también de los contratistas quienes transportaban a los semiesclavos desde China hacia Perú.[1]

El chino, llega a Perú, bajo el nombre "culie". Los trabajadores chinos firmaban un contrato que los comprometía a trabajar durante ocho años para los hacendados por el pago de un peso semanal, diariamente se les repartía un poco de arroz y carne, anualmente se les repartía una frazada y dos trajes y con su dinero podían comprar tocino, pan o pescado para mejorar su alimentación; también podían comprar opio conseguido por comerciantes, esto último originó un incremento en el ingreso del opio vendido por Inglaterra al Perú que aumentó de 16 787 libras en 1855 a 415 691 en 1879.[1]

Generalmente los culíes eran embarcados en Macao en condiciones insalubres, lo que originaba muertes durante su traslado; esto generó un escándalo para el Perú en 1872 cuando la embarcación peruana "María Luz" fue detenida en Japón debido a que un chino había escapado de la embarcación nadando hasta conseguir ayuda y denunciar los maltratos dentro del "María Luz". Este escándalo internacional generó una reforma para la inmigración de chinos hacia el Perú.[1]

Los últimos culíes llegaron a Perú en 1874 y luego de la Guerra del Guano y Salitre (1879-1883), la población de origen chino fue diversificándose en las áreas urbanas y rurales de la costa peruana; al finalizar la guerra las condiciones de la población china fueron variando integrándose plenamente a la vida social peruana.[1]​ Desde su llegada al Perú, muchos chinos habían sufrido de esclavitud y durante la guerra contra Chile, muchos chinos vieron en los chilenos su salvación a cambio de delatar a los peruanos.

Otra ola migratoria china se registró a principios del siglo XX, pero esta vez por familias y bajo otras condiciones.

Con una historia desde su llegada al Perú a mediados del siglo XIX, la cultura chino-cantonesa que se desarrolló en estas tierras revolucionó la gastronomía de los peruanos, mereciéndose el reconocimiento internacional para quienes hayan tenido oportunidad de degustarla al visitar este país.

La colectividad descendiente del Japón se estima en 200 000 nikkeis, una de las comunidades más grandes de Latinoamérica.[31]​ En mayor medida habitan en la costa central y en algunas poblaciones de la selva como en Puerto Maldonado.[32]

La inmigración japonesa al Perú se inició en 1899, con la llegada de los primeros japoneses —provenientes de la isla de Okinawa— con el fin de trabajar en las haciendas costeñas. Sin embargo, con el tiempo se trasladaron a otras localidades del interior, dedicándose principalmente al comercio.

Luego de los estragos de la Segunda Guerra Mundial, la comunidad nikkei peruana continuó con sus actividades, principalmente a través de la práctica de tradiciones heredadas de sus ancestros.

Festividades como la celebración del Año Nuevo (Shinnenkai), el Día de las Niñas (Hinamatsuri), el Día del Niño (Kodomo no Hi), festividades budistas como el Obón y el Ohigan, entre otras, continúan siendo preservadas por los nikkei.

Con una clara identidad como peruanos, los nikkei han sabido también conservar precisamente algunas de las costumbres y tradiciones que trajeron consigo sus padres y abuelos, y que son parte de una herencia natural. Los peruanos de ascendencia japonesa, otrora vistos como una comunidad “cerrada”, son por hoy ciudadanos que se desempeñan en todos los campos. Sus raíces y orígenes, de las cuales muchos conservan una memoria siempre presente, son así parte de sus recuerdos y vivencias, que sin duda enriquecen su identidad como peruanos.

La comunidad coreana calcula sus descendientes entre 800 a 2000 personas asentadas en mayor medida en Lima. Su proceso de migración se inició en la década de 1990.[33]

La historia de la llegada de los musulmanes al Perú se suscribe con la llegada de los barcos españoles al Perú, desembarcaron también muchos musulmanes supuestamente conversos, a pesar de que estuvieran prohibidos, los musulmanes llegados al Perú legaron mucho de su arte. Por ejemplo, hasta ahora se pueden observar en la ciudad de Lima (e iniciadas en la Lima colonial) construcciones con diseños mudéjares, tales como las casonas de dos plantas, organizadas como habitaciones en cuadrángulo y abiertas hacia un patio interior cuadrado al que se llega a través de un zaguán acoderado, denotando claramente su origen andaluz. En cuanto a comida, introdujeron postres como los mazapanes, turrones, alfeñiques y mazamorras. Y en música, la zarabanda y las zambras, dado que su presencia data desde los inicios del virreinato se puede estimar que alrededor de un 5% de la población total tiene en algún grado sangre mora.

En cuanto a las últimas migraciones árabes dadas en el siglo XIX y XX, las colectividades con origen del Medio Oriente en gran medida son libaneses, luego sirios y palestinos. En muy menor cuantía los árabes descendientes y otras poblaciones de otras zonas geográficas de Asia como pakistaníes, así como norteafricanos (marroquíes). Los ingresos de árabes al Perú se estima en 10 mil personas, básicamente de Palestina, Siria y Líbano. Sus descendientes directos oscilan en 60 mil habitantes, representando alrededor del 0,2% del total nacional.[cita requerida]

La historia de los judíos en el Perú se remonta a inicios del siglo XX, con orígenes muy diversos como consecuencia de su diáspora; entre ellos están los alemanes, polacos, rusos, turcos, etc. La mayoría de origen asquenazí, con raíces en Europa Central y Oriental, aunque también existen otros grupos étnicos, especialmente de origen sefardí. Con el paso de los años, la población judía en el Perú ha ido disminuyendo en detrimento de otros lugares en el mundo, principalmente Israel. La población hebrea en el país andino está compuesta por aproximadamente unos 3000 miembros.[34]

Los descendientes judíos en el Perú son en mayor medida de ascendencia askenazis o de Europa Central y del Este (Alemania, Hungría, Checoslovaquia, Rusia, Rumania, Polonia, etc), (16,000 descendientes),[35]​ la gran mayoría de ellos arribaron al Perú a principios del siglo XX. También hay pequeños grupos sefardíes provenientes a finales del siglo XIX y siglo XX desde Marruecos, Turquía y Grecia.[36]

La población de origen gitano en el Perú no es numerosa, provienen de Europa Oriental, aunque a predominio de los ex territorios del Imperio Otomano e incluso de Turquía. Dentro de sus principales oficios se encontraban la caldereria y el trabajo con metales, principalmente cobre, así como la venta de caballos. Tras la introducción del acero inoxidable y la modernización del transporte, se dedicaron a la compra-venta de carros. A su vez se subdividen en dos grupos: los leasa y los jorajai, en base a su procedencia.[37]

Los primeros inmigrantes de la India que han llegado al Perú eran hombres de negocios que habían ido allí a principios de los años 1960.

Según una publicación del INEI[38]​ Perú alberga a un total de 223.419 residentes extranjeros, de la inmigración entre 1994 al 2016, correspondiente al 0,2% de la población de Perú. Se observa una mayoría masculina que alcanza el 67,9% de la población inmigrante y un componente femenino de 32,1%. Dentro de las principales características laborales de estos, el 19,9% corresponde a profesionales, científicos e intelectuales, siendo la muestra más representativa, seguido de estudiantes y empleados de oficina. El Perú también ha sido el destino de 10 861 naturalizaciones de distintas nacionalidades, destacan con el 25% ciudadanos de Estados Unidos, Argentina con el 11,67%, y España con el 9,8%.

Según los datos de 2012, el 32,3% de la PEA de la población inmigrante se desempeña como profesional, el 18,0% está conformado técnicos de nivel medio y trabajadores asimilados, el 16,2% corresponde a trabajadores calificados de los servicios personales, 8,4% los trabajadores no calificados de los servicios, y el 4,0% lo conforman obreros, operarios en minas y canteras y en la industria manufacturera y otros.[39]

Los principales países de origen son los siguientes:


Entre todos los inmigrantes 123.419 son mujeres y 100.000 son hombres. El 50,3% reside en Lima, mientras que el 17.2% vive en la ciudad de Trujillo, el 3,7% radica en el departamento de Arequipa, en Loreto 3,4%, otro grupo menor residen en Cusco 2,2%, entre otros departamentos.[39]

Por otro lado la oficina de Migraciones, en su apartado:[41]Movimiento Migratorio de Ingreso y Salida, ciudadanos Extranjeros, según su país de nacionalidad publica los movimientos de ingresos y salidas de territorio nacional desde los años 2010 hasta 2014.

En el periodo 2010 – 2018, los extranjeros naturalizados mediante matrimonio con peruanos y peruanas sumaron 4,548. El 52% de los extranjeros nacionalizados son hombres, mientras que el 48% son mujeres.[42]

En el 2019 más de 960 mil extranjeros residen en el Perú Al 2019, la población de extranjeros residentes en nuestro país llegó a 963 528 personas, de los cuales el 84,4 % son de Venezuela, 3,6 % Colombia, 1,3 % de España, Estados Unidos y Ecuador, en cada caso, 1,0 % Argentina, 0,9 % Chile y Brasil, en cada caso, 0,8 % China, entre otros.[43]​ Esta información se puede visualizar en la siguiente tabla con números aproximados a los porcentajes correspondientes:

El Carné de Extranjería es el documento que acredita a uno como extranjero residente del Perú. Con este documento uno puede: trabajar, estudiar, emprender negocios, integrar al sistema de salud pública, adquirir una línea postpago, acceder a créditos bancarios y más. El Carné de Extranjería tiene una vigencia de 4 años si se es mayor de edad, mientras que en los menores de edad dura 3 años. Si uno cuenta con la Calidad Migratoria Permanente, la vigencia puede durar 5 años.[44]

Nota: Los números de los Bandera de los Países Bajos Países Bajos incluyen a aquellos que declararon tanto la nacionalidad holandesa (317) como la nacionalidad neerlandesa (49).



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