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Inmortalidad



La inmortalidad o vida eterna, en los ámbitos religioso y filosófico, es el concepto que supone la existencia indefinida o infinita que consigue superar la muerte. A lo largo de la historia y en diferentes culturas y religiones aún en la actualidad, los seres humanos han mostrado la esperanza de vivir para siempre o existir más allá de la muerte.

La idea de inmortalidad es considerada entre algunos filósofos como la respuesta a la angustia y al miedo que produce en el ser humano la conciencia de su mortalidad y contingencia. Ese ansia crearía y desarrollaría el concepto de inmortalidad; y constituiría además el núcleo de la antropología de la religión.[2]

En contextos religiosos, por lo general se afirma que la inmortalidad es una de las promesas de Dios (u otras deidades) para los seres humanos que demuestren bondad o que siguen la ley divina. La forma en que tomaría una vida humana sin fin, o si un alma inmaterial existe y posee inmortalidad, ha sido un punto importante de enfoque de la religión, así como un tema de especulación y debate.

Para los creyentes, en general, la inmortalidad es la continuación de la vida más allá de la muerte. La creencia en una vida eterna individual es característica de ciertas religiones monoteístas abrahámicas (Cristianismo o el Islam). También ciertas corrientes del Judaísmo lo proponen, con menos énfasis que las anteriores.

Religiones orientales como el hinduismo y el budismo profesan la doctrina de la metempsicosis o reencarnación, que postula la posibilidad de perfeccionamiento progresivo a través de vidas sucesivas. La liberación final consiste en detener la rueda de las reencarnaciones, causada por el apego a un ego individual ilusorio.

Igualmente en el taoísmo profesa el logro de la inmortalidad con el Tao (no a la inmortalidad física), sino como inmortalidad espiritual, en la Tierra, lograda a través de las prácticas taoístas.

Para el cristianismo el hombre es una hipóstasis de dos sustancias llamadas cuerpo y alma, concebidas al momentos del nacimiento, y cuando adviene la muerte, en una primera instancia, solo el alma sobrevive. La supervivencia del alma después de la muerte no es el destino del alma, su destino es volverse a unir con el cuerpo y ser nuevamente persona en el momento de la resurrección de los muertos. Se entiende así que lo importante es la vida eterna como Persona. Es decir, la Persona es la unión del alma con el cuerpo.

La salvación del hombre en la vida eterna corresponde a la libre actuación del hombre como Persona durante su vida en la tierra. Si se comporta correctamente, irá al Cielo para gozar con Dios y el resto de los hombres para toda la eternidad. Si es injusto y egoísta en la vida terrena, será condenado a sufrir las consecuencias de sus actos en el Infierno, también para siempre. Tras la resurrección de los muertos, tanto la vida en el cielo como en el infierno será la de una Persona, en la que estarán unidos el alma con el cuerpo en un estado diferente del de la tierra que se llama cuerpo glorioso.

También la filosofía se ha preguntado sobre la inmortalidad del ser humano[3]​ o de otros seres vivos. Uno de los autores antiguos que más habló sobre el tema fue Platón, que ofreció en sus Diálogos diversos argumentos.[4]​ Los más famosos se encuentran en el Fedón, en la República y en el Fedro. Por el contrario, Epicuro y su discípulo romano Lucrecio pensaron que el alma era corruptible y mortal.

Pero el esclarecimiento más importante provino del pensamiento escolástico, especialmente Tomás de Aquino, el cual explica que el alma es inmortal y sobrevive a la muerte del cuerpo, pero su destino no es ese, sino volverse a unir con el cuerpo para ser persona.

Algo parecido sostuvo en el siglo XIX el filósofo materialista Ludwig Feuerbach en sus Pensamientos sobre la muerte y la inmortalidad (1830).

En rigor no puede hablarse de inmortalidad en la ciencia, más bien del descubrimiento de distintos mecanismos contra el envejecimiento y estimulando posibles factores que influyen en el alargamiento de la vida.

Aunque por el método científico no se puede lograr obtener material genético indestructible, en ciertas investigaciones realizadas sobre el envejecimiento y muerte celular se ha comprobado que en las células, la longitud de los telómeros (el extremo de los cromosomas) es uno de los factores involucrados en los procesos de envejecimiento y muerte celular.[5]​ Así pues con ingeniería genética de los telómeros de un ser vivo se podría alargar su vida. Otro factor importante que influye en el envejecimiento y, por tanto, impediría la continuidad de la vida, son los llamados radicales libres, agentes oxidantes que se presentan en la naturaleza, causando el deterioro de las células.

Sin embargo existe la confianza en la comunidad científica de que en algún momento dado, se logre la inmortalidad.

Se sabe que la Turritopsis nutricula es el único ser vivo potencialmente capaz de no morir en el sentido literal, ya que puede volver a un estado de inmadurez sexual (regresando a su forma de pólipo) repitiéndose indefinidamente, y así evitar la muerte.

En una pequeña parte se podría decir que este es inmortal, pero por otro lado, según el concepto propio de inmortalidad, éste no es indestructible, pero es un buen ejemplo de lo que es vivir eternamente.



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