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Júpiter (mitología)



Júpiter (en latín: Iuppiter), también llamado Jove (Iovis), es el principal dios de la mitología romana, padre de dioses y de hombres (pater deorum et hominum). Su equivalente griego es Zeus (en griego antiguo Ζεύς Zéus), aunque esta deidad latina no fue tomada de la mitología griega, como sí ocurrió en otros casos. Sus atributos son el águila, el rayo, y el cetro.

En la actualidad, el dios Júpiter es adorado por grupos religiosos de reconstruccionismo pagano como el Camino Romano a los Dioses, Nova Roma, entre otros, que buscan la renovación de la religión romana antigua.[1][2]

Hijo de Saturno y Ops, Júpiter fue la deidad suprema de la tríada capitolina, integrada además por su hermana y esposa, Juno, y por su hija, Minerva.

El culto a Júpiter, de probable origen sabino, fue introducido en Roma por Numa Pompilio.[3]​ En el mayor templo romano, construido en su honor en la colina Capitolina, fue venerado como Iuppiter Optimus Maximus (‘Júpiter, el mejor y más grande’), protector de la Ciudad, de quien emanan la autoridad, las leyes y el orden social. Cicerón le llama numen praestantissimae mentis, «la sobrecogedora presencia de una mente suprema».[4]

Durante la República, era la divinidad a la que el cónsul dirigía sus plegarias al iniciar su mandato.[5]​ En el Imperio, con la introducción del culto imperial, Júpiter dejó de ser la única personificación de la máxima grandeza, aunque varios emperadores le hicieron su dios tutelar, o bien se incorporaron a sí mismos sus atributos. César Augusto decía tener sueños enviados directamente por Júpiter.[5]Calígula se hizo llamar Optimus Maximus, y comunicó, mediante un puente, su palacio, en el monte palatino con el Templo de Júpiter Capitolino.[5]

La palabra latina Iuppiter (Júpiter) proviene de las raíces indoeuropeas dyu-, que significa "luz", y piter, que hace referencia a pater, y que significa "padre"; es decir: El padre de la luz.[6]​ En cuanto a la palabra latina deus ("dios"), así como su variante divus ("divino", o "divinidad"), que están ambas en la base de la palabra castellana "dios", significan literalmente "ser de luz", puesto que se entendía que los dioses estaban hechos de la misma materia que la luz. Este origen también está en la base de la palabra Iovis ("Jove", otro nombre para Júpiter, de donde proviene la palabra castellana "jovial"). Por otra parte, la palabra griega Zeus también procede de una raíz indoeuropea: dyeuis.[7]

Como ocurre con gran parte de la mitología romana, el mito de Júpiter se ajusta en buena medida al de Zeus, de la mitología griega, con préstamos de la mitología etrusca y con elementos nativos lacios.

Originariamentese se consideró a Júpiter un dios del cielo, del clima y los ciclos agrarios. Después fue protector de la confederación de ciudades latinas, hasta que con el tiempo adoptó atributos acordes al Estado romano, la justicia, el derecho y la autoridad de las leyes, aunque conservó elementos de su anterior concepción, como el de ser portador del rayo al igual que Zeus en la mitología griega; y, al igual que él, finalmente se convirtió en el dios de los dioses.[4]

Saturno, hijo menor de Coelus y Terra, devoraba a sus propios hijos, cumpliendo así con la condición que su hermano mayor, Titán, le había impuesto para gobernar, de manera que la descendencia de Titán pudiese luego llegar al trono de soberanía sobre el resto de los dioses. Sin embargo, Ops, esposa de Saturno, logró sustraer a Júpiter, Neptuno y Plutón de aquel destino. A Júpiter lo escondió en la isla de Creta, donde la cabra Amaltea lo amamantó. En lugar de Júpiter, Ops le dio a su esposo una piedra envuelta en pañales, que Saturno devoró.[8]

Una vez que hubo crecido, Júpiter hizo guerra contra Titán primero, y después contra su padre, hasta destronarlo.[9]​ Saturno había devorado a sus hijas, Vesta, Ceres y Juno. Fue necesario, para que las devolviera, un vomitivo preparado por Metis.[8]​ Enseguida Júpiter asignó a Neptuno el reino de los mares, y a Plutón el Inframundo[9]​ y luego se casó con Juno, su hermana.

Júpiter poseía numerosos epítetos:

El Templo de Júpiter Óptimo Máximo, levantado sobre la colina Capitolina, era el mayor templo romano. Allí era adorado con la forma de una piedra sagrada, conocida como Júpiter Lapis, sobre la que se realizaban juramentos. En este templo se le adoraba junto a su esposa y reina Juno y a su hija Minerva (la diosa de la sabiduría), formando la Tríada Capitolina.

Era común que los romanos construyesen templos dedicados a Júpiter Óptimo Máximo o a la Tríada Capitolina en el centro de las nuevas ciudades de las colonias.

El Templo de Júpiter del Capitolino fue comenzado por Tarquinio Prisco y completado por el último rey de Roma, Tarquinio el Soberbio, aunque fue inaugurado, según una tradición registrada por los historiadores, el 13 de septiembre, al comienzo de la época republicana (509 a. C.). Se erigía sobre un podium alto con una escalinata de entrada en su frente. En tres de sus lados estaba probablemente flanqueado por una columnata y tenía otras dos filas de pilares dispuestos en línea con las de la fachada para formar un profundo pronao que precedía los tres cellae que iban de lado a lado a la manera etrusca, siendo la central más ancha que las otras dos.

Los restos conservados de los cimientos y el podium, de los cuales la mayor parte queda debajo del Palazzo Caffarelli, están formados por enormes secciones paralelas de muros hechos de bloques cuadrados de tosca gris (cappellaccio) que dejan constancia del tamaño total de la zona superficial de la base del templo (unos 55×60).

Sobre el tejado había un auriga de terracota, hecho por el artista etrusco Vulca de Veyes en el siglo VI a. C., encargado por Tarquinio el Soberbio, que fue reemplazada en el 296 a. C. por una de bronce. La imagen de culto, también obra de Vulca, era de terracota y se le pintaba la cara de rojo en los días festivos.[11]​ Bajo los cellae estaban los favissae o pasajes subterráneos, en los que se almacenaban viejas estatuas que habían caído desde el tejado y varias ofrendas dedicadas.

El templo fue reconstruido en mármol después de que un incendio lo destruyese por completo en 83 a. C., cuando la imagen de culto se perdió, así como los Libros Sibilinos guardados en un cofre de piedra. Sufrió otros incendios en el 69 d. C., cuando el Capitolio fue asaltado por los partidarios de Vitelio, y en el 80 d. C.

Frente a la escalinata estaba el altar de Júpiter (ara Iovis). En la gran plaza frente al templo (la Plaza Capitolina) había varios templos dedicados a divinidades menores, además de otros edificios religiosos, estatuas y trofeos.

Su dilapidación empezó en el siglo V, cuando Estilicón se llevó las puertas doradas y Narsés retiró muchas de las estatuas en 571.

En la Antigua Roma las personas juraban por Júpiter en los tribunales de justicia, lo que llevó a la expresión común «¡por Júpiter!», usada como un arcaísmo en la actualidad. Además, «jovial» es un adjetivo relativamente común usado para describir a alguien alegre, apacible y optimista.



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