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Leonora de Guzmán



Leonor de Guzmán (Sevilla, 1310Talavera de la Reina, 1351) fue una noble castellana, amante del rey Alfonso XI de Castilla. Fruto de la relación entre ambos nació, entre otros vástagos, Enrique II de Castilla, primer monarca de la Casa de Trastámara. La relación entre Leonor de Guzmán y el rey de Castilla serviría de inspiración para la ópera La Favorita, de Gaetano Donizetti.

Era hija de Pedro Núñez de Guzmán y de Juana Ponce de León, nieta por parte paterna de Álvar Pérez de Guzmán (hermano de Guzmán el Bueno) y su esposa, María González Girón y por el lado materno de Fernán Pérez Ponce de León, señor de la Puebla de Asturias y adelantado mayor de la frontera de Andalucía, y su esposa, Urraca Gutiérrez de Meneses. Era tataranieta del rey Alfonso IX de León por línea materna, por ser bisnieta de Aldonza Alfonso de León, hija ilegítima que dicho rey tuvo con Aldonza Martínez de Silva.

Sus hermanos fueron Alonso Meléndez de Guzmán, Maestre de la Orden de Santiago, y Juana de Guzmán, que contrajo matrimonio con Enrique Enríquez el Mozo, señor de Villalba de los Barros y Adelantado mayor de la frontera de Andalucía. Según la Crónica de Alfonso XI, Leonor habría sido criada por su abuela, desconociendo si la materna o la paterna.[1]

Leonor se casó muy joven con Juan de Velasco, adelantado de Andalucía en los últimos años del reinado de Sancho IV. Leonor y el monarca Alfonso XI se vieron por primera vez en 1327 en la residencia de su cuñado Enrique Enríquez en Sevilla, cuando el rey regresaba de una campaña militar en Olvera. Leonor era ya viuda con diecisiete años, casi los mismos que tenía Alfonso. Desde ese instante ya no se separó de ella hasta su muerte y, a pesar de que el monarca contrajo matrimonio en 1328 con su prima María de Portugal, su relación extramatrimonial se hizo oficial unos años más tarde.[1]

En la crónica del rey, la describe así:

La ausencia inicial de hijos hasta alrededor de 1333 en el matrimonio real resultó perjudicial para la reina, que fue excluida de ocupar un papel más activo y relegada en el monasterio de San Clemente, donde actualmente reposan sus restos. Con los años Leonor fue convirtiéndose en la principal consejera del rey, por lo que fue una de las mujeres más poderosas de Europa y de facto reina de Castilla. Leonor otorgó privilegios a nobles, mercedes y cartas de poblamientos a villas, administró su patrimonio y el de sus hijos a su voluntad e incluso recibió a algunos embajadores extranjeros como mediadora ante el rey.[1]

Muchas personalidades intentaron persuadir al monarca de acabar con la relación, entre ellos su suegro, Alfonso IV de Portugal, quien estaba furioso hasta el punto de provocar serias fricciones entre ambos reinos. Finalmente fueron superadas y Alfonso IV ayudó a su yerno contra los benimerines.

A lo largo de los años de la relación que mantuvo con el rey, Leonor fue reuniendo un gran patrimonio, en buena medida gracias a las donaciones del monarca que solía recompensarla por el nacimiento de cada uno de sus hijos con distintos señoríos. De esta manera se convirtió en una importante señora feudal: era propietaria de las villas de Alcalá de Guadaira, Aguilar de la Frontera, Cabra, Huelva, Lucena, Medina Sidonia, Montilla, Oropesa, Paredes de Nava, Tordesillas, Villagarcía de Campos, entre muchas otras; así como diversos bienes inmuebles en Sevilla, Córdoba y Algeciras, lo que permitió a sus hijos desempeñar un papel importante en los conflictos de la corona.[1]​ De hecho, en el Alcázar de los Reyes Cristianos de Córdoba, Alfonso XI mandó construir unos baños mudéjares que actualmente son conocidos como "Baños de doña Leonor".[2]

Hubo de convivir con la más asfixiante nobleza, fortalecida con las dos anteriores regencias. Una nobleza que crecía cada vez más cuando Castilla iba a menos, como es el ejemplo de don Juan Manuel, su principal detractor, con quien Leonor se cuidó de mantener la paz. A pesar de no existir hijos del matrimonio regio (Pedro I no nacería hasta 1334), Leonor acertó rechazando sutilmente el consejo envenenado del antiguo regente, de que la reina fuera repudiada y el rey se casara con ella, sabiendo que eso implicaba el descrédito del rey, la guerra con Portugal y la sublevación de una nobleza encabezada por él mismo. Leonor no picó el anzuelo del ávido magnate, y como consejera ambiciosa de Alfonso, intentó sustituir a esta nobleza por una nueva y más leal, sus hijos.[cita requerida]

El 26 de marzo de 1350 falleció en el sitio de Gibraltar, a causa de la peste negra, el rey Alfonso XI. Tras su muerte, le sucedió en la corona, sin aún haber cumplido los dieciséis años de edad, Pedro I de Castilla, hijo del rey y María de Portugal. Leonor alegó que no podía acompañar al cortejo fúnebre hacia Sevilla debido a una enfermedad, aunque el historiador Pedro López de Ayala aclaró en la Crónica de Pedro I que se debía a la desconfianza hacia el nuevo monarca, su madre María de Portugal y su consejero Juan Alfonso de Alburquerque.[1]

Leonor perdió el favor de todos los que la habían apoyado en un primer momento. Por lo tanto, su hijo, el futuro Enrique II, tuvo que viajar a Sevilla para asegurarse de que Pedro I no atacaría a su familia y, una vez asegurada su protección, decidió trasladarse a la misma. Sin embargo, el monarca faltó a su palabra y apenas entró Leonor a Sevilla en abril de 1350, la apresó en el Real Alcázar. A pesar de estar encarcelada, Leonor consiguió fomentar una liga contra Pedro I encabezada por su hijo Enrique, incluso logró casarlo el 27 de junio de 1350 con Juana Manuel de Villena, heredera del señorío de Vizcaya e hija de su enemigo Juan Manuel, muerto dos años antes. Este matrimonio, buscado entre otras familias nobiliarias, enfureció a Pedro I, quien endureció su encarcelamiento, especialmente en el Alcázar del rey don Pedro de Carmona.[1]

La primavera de 1351 Pedro I y su madre marcharon a Valladolid a celebrar Cortes y se llevaron a Leonor como trofeo de guerra. En Llerena se encontró con su hijo Fadrique, maestre de Santiago, quien se vio obligado a jurar lealtad al nuevo rey. Una vez en Cortes, María de Portugal la señaló como causa de los males del reino, acusándola de instigar a los nobles a rebelarse contra el rey, haciendo de ello una cuestión personal. Tal fue así que Leonor es trasladada hasta Talavera de la Reina, villa propiedad de María de Portugal, quien llevó su sufrimiento al extremo en el Alcázar de Talavera hasta que finalmente pidió permiso al monarca para acabar con su vida, siendo ejecutada el verano de 1351.[1]

A pesar de la crueldad con la que Leonor de Guzmán tuvo que terminar sus días, su hijo Enrique consiguió la victoria tras la Primera guerra civil castellana, dieciocho años tras la muerte de su madre, en la que Pedro I pierde la vida y Enrique pasa a instaurar la dinastía de los Trastámara. Por lo tanto, Leonor logró que uno de sus hijos alcanzara el rango de rey de Castilla.[3]

La Universidad de Córdoba alberga la Cátedra de Estudios de las Mujeres "Leonor de Guzmán", un colectivo de investigadores, docentes y profesionales que promueven y estudian el papel de la mujer en la investigación científica y de la docencia.[4]

De la relación que mantuvo con el rey Alfonso XI nacieron diez hijos:




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