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Lope García de Castro



Felipe II de España

Lope García de Castro (Villanueva de Valdueza, 1516 - Madrid, 8 de enero de 1576), fue un licenciado en leyes y militar español que llegó a ser gobernador provisional del Virreinato del Perú y presidente de la Real Audiencia de Lima desde 1564 a 1569. No ostentó el título de virrey, pero estuvo investido de amplias facultades gubernativas, con la tarea de imponer orden en el territorio, amenazado por múltiples revueltas y con gravísimos problemas administrativos. Fue también caballero de la Orden de Santiago.

Lope García de Castro nació en la villa berciana de Villanueva de Valdueza, actualmente término municipal de Ponferrada, en la jurisdicción del obispado de Astorga.

El 9 de septiembre de 1534 ingresó al Colegio Mayor de San Bartolomé perteneciente a la Universidad de Salamanca. Se graduó de licenciado en leyes y se le encomendó la cátedra de Instituta de dicha universidad.

En 1541 fue nombrado oidor de la Real Chancillería de Valladolid. A continuación fue promovido a la Corte, primero como miembro del Consejo de Órdenes Militares y después como ministro del Supremo Consejo de Indias (26 de mayo de 1558).

Cuando llegaron a España las noticias sobre el desarreglo personal y administrativo del virrey Conde de Nieva, el rey Felipe II envió al Perú a García de Castro para que suplantara a dicho virrey y se hiciera cargo del gobierno (16 de agosto de 1563). Iba con los títulos de Gobernador y Capitán General del Virreinato del Perú, así como el de Presidente de la Real Audiencia de Lima, mas no de virrey. Pero demoró en el viaje a América: zarpó de Cádiz el 15 de octubre de 1563 y llegó a Panamá en junio de 1564, luego a Paita el 11 de agosto del mismo año y finalmente al Callao el 24 de octubre de 1564. Para entonces ya el virrey Conde de Nieva ya había fallecido hacía meses, en misteriosas circunstancias.

García de Castro entró en Lima el día 22 de septiembre de 1564. Lo hizo de noche y en silencio, lo que contrastó con el pomposo ingreso de su antecesor. Ateniéndose al sentido de las instructivas reales que traía, debía continuar las investigaciones para esclarecer la muerte de su predecesor y castigar a los culpables, para lo cual la Audiencia le suministró los datos reunidos. Pero la misma Audiencia le aconsejó que fuera prudente pues se trataba de un caso muy delicado, por lo que el gobernador analizó cuidadosamente el asunto. Finalmente, tomó la decisión de no continuar con la investigación, a fin de no ocasionar mayor escándalo, dadas las circunstancias en que se produjo la muerte del virrey, que comprometía la honra del mismo, así como de otras importantes familias de Lima. El crimen quedó pues impune.

Aunque Lope García no ostentaba el título de virrey, a lo largo de su gobierno actuó como tal. El oidor Juan de Matienzo defendió su posición y sostuvo que se trataba de un ensayo de gobierno o de transición establecido por la misma Corona

El gobierno de García de Castro puede definirse como una fase de ensayo, en busca de perfeccionar y dar forma definitiva al sistema administrativo del Perú. Este carácter ensayístico se percibe en la fundación de las audiencias de Charcas (1559), Quito (1563) y Chile (1567), que era una manera de descentralizar el servicio judicial y disminuir la carga laboral a los magistrados asentados en Lima. No obstante, quedó claramente establecido que el gobernador del Perú continuaba ejerciendo su poder político en el área que abarcaban dichas audiencias. La Audiencia de Chile, cuyo primer Presidente fue Melchor Bravo de Saravia, sería suprimida en 1573, para ser restablecida definitivamente en 1609.

Una ola de intranquilidad social conmovió al virreinato en esta época de ensayos administrativos, reflejada en las protestas de la primera generación de criollos, hijos de los conquistadores. También la población indígena dio muestras de su descontento, a tal punto que el Gobernador, en carta enviada al rey, informó que todos los indios del Perú trataban de levantarse, y que la causa de estas alteraciones era el foco de la resistencia inca en Vilcabamba. En efecto, hubo un intento de rebelión de los indios huancas en Jauja en 1565, así como tentativas de rebelión de los mestizos del Cuzco en 1567, todos ellos vinculados con el rebelde Titu Cusi Yupanqui, el tercer Inca de Vilcabamba.

Como medida para evitar alzamientos, se prohibió en 1566, bajo pena de muerte, que los mestizos y los mulatos portaran armas de fuego, y se ordenó además que nadie llevara armas al Perú sin real licencia.

Uno de las primeras acciones del gobernador fue intentar la reducción del 3° inca de Vilcabamba, Titu Cusi Yupanqui, a quien los orejones o nobles incas de Vilcabamba ciñeron la borla imperial en reemplazo de su medio hermano Sayri Túpac, cuando este se acogió al llamado amistoso del Virrey Andrés Hurtado de Mendoza, instalándose en el Cuzco. Titu Cusi permaneció pacífico en su reducto mientras vivió Sayri Túpac, pero al fallecer este, empezó a hostilizar a los españoles, convirtiéndose en el terror de los mercaderes viajantes.

García de Castro encargó al licenciado Juan de Matienzo la concertación de un encuentro con el inca, lo que se realizó en el puente de Chuquichaca. Titu Cusi entregó a Matienzo dos memoriales donde expresaba sus quejas por los maltratos que había sufrido su padre Manco Inca, así como detallaba sus condiciones para abandonar su refugio.

Titu Cusi finalmente firmó el Tratado de Acobamba en 1566. El tratado terminó con la guerra entre los españoles y los incas, otorgó el Título de Inga al Inca y sus descendientes y perdonó los actos hostiles de ambas partes cometidos durante el conflicto. El Inca aceptó el catolicismo, fue bautizado con el nombre de Diego de Castro con su familia en 1568 y permitió a los misioneros en Vilcabamba.

A pesar del tratado envió, en 1570, una carta al rey Felipe II, en la que le escribió los agravios a los que su pueblo había sido sometido: "Relación de cómo los españoles entraron en Birú y el subceso que tuvo Manco Inca en el tiempo que entre ellos vivió".

Poco después, ya bajo el gobierno del virrey Francisco Álvarez de Toledo, sufrió una pulmonía que le ocasionó la muerte en 1571. Correspondió a dicho virrey poner fin a la resistencia del nuevo inca en Vilcabamba.

Este gobierno, que duró cinco años, dos meses y cuatro días, se destacó por su acierto y prudencia.

Lope García de Castro dejó así prefiguradas las líneas de gobierno que iba a proseguir y consolidar luego su sucesor, el virrey Francisco Álvarez de Toledo.

En cuanto a desgracias de la naturaleza que ocurrieron en este período, destacan el terremoto de Quito y la subsiguiente erupción del volcán Pichincha del 16 de noviembre de 1566, que cubrió la zona con una pesada lluvia de ceniza. Hubo una completa oscuridad en pleno día, hasta las 11 horas. Fue el preludio de la gran erupción que ocurrió en 1575.

El 4 de abril de 1568, en la tarde, se sintió un fuerte temblor en Lima, poco después de la llegada de los primeros padres jesuitas al Perú. Sin embargo, algunos autores disienten en la fecha, y no fijan la hora en que se verificó.

El 30 de noviembre de 1569 Lope García de Castro entregó el mando al virrey enviado para sucederle: Francisco Álvarez de Toledo.

Después de la transmisión del mando, García de Castro permaneció algunos meses más en el territorio peruano, mientras finalizaba su visita a los magistrados de la flamante Real Audiencia de Charcas. Luego se embarcó para España en donde retomó su cargo en el Consejo de Indias. Fue premiado por su buena labor en el Perú con una renta anual de 6.000 pesos, cuyo pago se efectuaría con los tributos obtenidos en las cajas de ese país (26 de noviembre de 1573).




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