Manuela Sáenz cumple los años el 27 de diciembre.
Manuela Sáenz nació el día 27 de diciembre de 1797.
La edad actual es 226 años. Manuela Sáenz cumplirá 227 años el 27 de diciembre de este año.
Manuela Sáenz es del signo de Capricornio.
Manuela Sáenz nació en Quito.
Manuela Sáenz de Vergara y Aizpuru (Quito, Real Audiencia de Quito, 27 de diciembre de 1797-Paita, Perú, 23 de noviembre de 1856) fue una patriota ecuatoriana, reconocida por la historiografía independentista hispanoamericana contemporánea como heroína de la independencia de América del Sur. Es conocida también como Manuelita Sáenz y como Libertadora del Libertador, apodo que le otorgó Simón Bolívar al salvarle la vida durante la conspiración Septembrina en Bogotá.
Criticada, denigrada, ignorada y desterrada por sus contemporáneos, aun décadas después de su muerte, solo a mediados del siglo xx Manuela Sáenz empezó a ser reconocida como una gran heroína y prócer en la gesta de la independencia o como precursora del feminismo en América Latina.
Manuela Sáenz de Vergara y Aizpuru, nació en Quito el 27 de diciembre de 1797, aunque algunas fuentes citan otra fecha, casi un año después de la muerte de su madre. Fue hija natural del hidalgo español Simón Tadeo Sáenz de Vergara y Yedra, nacido c. 1751 en Burgos, y de la criolla quiteña María Joaquina de Aizpuru y Sierra Pambley. Su madre, que había sido enviada a la hacienda Cataguango, propiedad de los Aizpuru, a dar a luz, murió de fiebre puerperal, según demuestra el historiador Carlos Álvarez Saá, a partir de la partida de defunción, pocos días después del nacimiento de Manuela, por lo cual la niña fue entregada al Convento de las Monjas Conceptas también llamado Real Monasterio de la Limpia e Inmaculada Concepción, en el que pasó sus primeros años bajo la tutela de su superiora, Sor Buenaventura.
Su padre era funcionario de la Real Audiencia de Quito,Popayán, con quien tuvo varios hijos, mediohermanos por tanto de Manuela. Su padre le llevaba de visita a la Hacienda Cataguango que compartía con su esposa, quien siempre trató a la niña con cariño y le prodigó afectuosos cuidados de madre. Se sabe que, por sus talentos y dones especiales, fomentó su interés por la lectura y le enseñó buenas costumbres. En los primeros años de su vida cuando salía del internado para pasar unos días en Cataguango, su padre le obsequia con dos esclavas negras Natán y Jonatás, dos niñas como ella para que jugaran y la cuidaran, se inició así en la niñez una amistad que les unió siempre, y fueron sus inseparables amigas y compañeras. En la casa paterna nació además un profundo lazo de amor con su hermano de padre, José María Sáenz de Vergara.
casado con Juana del Campo Larraondo y Valencia, ilustre dama nacida c. 1760 enLuego de haber completado su formación con las monjas conceptas, pasó al monasterio de Santa Catalina de Siena (Quito), de la Orden de Santo Domingo, para concluir así con la educación que en ese tiempo se impartía a las señoritas de las más importantes familias de la ciudad. En ese lugar, aprendió a bordar, a elaborar dulces, a comunicarse en inglés y francés, habilidades y labores que la mantendrían en sus años de exilio en Paita (Perú).
En 1817 se une en un matrimonio arreglado por su padre con el acaudalado médico inglés James Thorne, mucho mayor que ella.
Por sus actividades proindependentistas, José de San Martín, luego de haber tomado Lima con su Ejército de Los Andes y proclamado su independencia el 28 de julio de 1821, le concedió el título de Caballeresa de la Orden El Sol del Perú.
En 1821, a raíz de la muerte de su tía materna, Manuela decidió regresar al Ecuador, para reclamar su parte de la herencia de su abuelo materno, y viajó con su medio hermano, entonces oficial del batallón Numancia, ya integrado al ejército libertador con el nombre de Voltígeros de la Guardia y bajo las órdenes del general Antonio José de Sucre, que había recibido la orden de trasladarse a Quito, pero al no contar con la aprobación de su padre o su marido no se le permitió participar directamente en el campo de batalla, encargándose de la asistencia de los heridos y del apoyo logístico. Allí conoció a Simón Bolívar.
En un encuentro posterior, en el baile de bienvenida al Libertador, él le manifiesta: «Señora: si mis soldados tuvieran su puntería, ya habríamos ganado la guerra a España». Abandona a su marido, y Manuela y Bolívar se convierten en amantes y compañeros de lucha durante ocho años, hasta la muerte de él, en 1830.
En 1823 Manuela acompañó a Bolívar al Perú y estuvo a su lado durante buena parte de las campañas, participando en ellas activamente, hasta culminar la gesta libertadora cuando se radicaron en la ciudad de Quito.
Thorne en varias ocasiones pidió a Manuela que volviera a su lado. La respuesta de ella fue contundente: seguiría con Bolívar y daba por finalizado su matrimonio. Admiraba grandemente a Simón Bolívar y compartían el mismo ideal. Esa admiración y amor hacia el Libertador, es para algunos, una de las características más interesantes de este personaje histórico.
Manuela Sáenz combatió bajo las órdenes del Mariscal Antonio José de Sucre en las batallas de Pichincha, Junín y Ayacucho , que consagraron la independencia de Ecuador y Perú, respectivamente. Las cartas de Simón Bolívar dirigidas a Sucre, dan testimonio del pedido expreso de cuidado especial a Manuelita en el campo de batalla. Sin embargo, Manuela participó activamente tanto en la división de Húsares como en la de Vencedores. Estos hechos motivaron su ascenso a Coronela del Ejército Colombiano.
Durante su estancia en Santa Fe de Bogotá, el 25 de septiembre de 1828, el Libertador Simón Bolívar fue objeto de un intento de asesinato, frustrado gracias a la valiente intervención de Manuelita. Los enemigos de Bolívar se habían conjurado para darle muerte aquella noche de septiembre. Al entrar al palacio de San Carlos (hoy en día sede de la Cancillería de Colombia), frente al teatro Colón, Manuela se da cuenta del atentado, y se interpone a los rebeldes, con el fin de que Simon Bolívar tuviera tiempo de escapar por la ventana. En conmemoración de estos hechos en esta casa se colocó una placa con las siguientes palabras:
Por estas acciones, Bolívar mismo la llamó la Libertadora del Libertador.
Tras las investigaciones posteriores, los responsables del atentado fueron capturados. Francisco de Paula Santander fue acusado de traición, siendo hallado culpable del atentado. Fue degradado, expulsado deshonrosamente y condenado a morir fusilado por la espalda; pero se le perdonó la vida y fue desterrado.
Después de que fuera aceptada su dimisión a la presidencia, Bolívar abandonó la capital colombiana el 8 de mayo de 1830 y falleció en diciembre en la ciudad de Santa Marta producto de un trastorno hidroelectrolítico (aunque durante mucho tiempo se ha supuesto que murió de tuberculosis), sumiendo a Manuela en la desesperación. En 1834, el gobierno de Francisco de Paula Santander la desterró de Colombia y ella partió hacia el exilio en la isla de Jamaica. Regresó a Ecuador en 1835, pero no alcanzó a llegar a Quito: cuando se encontraba en Guaranda, su pasaporte fue revocado por el presidente Vicente Rocafuerte, por lo que decidió instalarse en el puerto de Paita, al norte del Perú. Allí fue visitada por varios ilustres personajes, como el patriota italiano Giuseppe Garibaldi, el escritor peruano Ricardo Palma (que se basó en sus relatos para redactar parte de sus Tradiciones peruanas) y el venezolano Simón Rodríguez. Durante los siguientes 25 años se dedicó a la venta de tabaco, además de traducir y escribir cartas a los Estados Unidos de parte de los balleneros que pasaban por la zona, y de hacer bordados y dulces por encargo.
En 1847, su exesposo legal murió asesinado, siendo incapaz de cobrar ni siquiera los 8000 pesos de la dote entregada por su padre al momento de su matrimonio.
Manuela Sáenz falleció el 23 de noviembre de 1856, cerca de cumplir los 59 años de edad, durante una epidemia de difteria que azotó la región. Su cuerpo fue sepultado en una fosa común del cementerio local y todas sus posesiones, para evitar el contagio, fueron incineradas, incluidas una parte importante de las cartas de amor de Bolívar y documentos de la Gran Colombia que aún mantenía bajo su custodia. Manuela entregó al historiador O’Leary gran parte de documentos para elaborar la voluminosa biografía sobre el Libertador, de quien Manuela dijo: «Vivo adoré a Bolívar, muerto lo venero».
Manuela Sáenz es sin duda uno de los personajes más interesantes de las guerras de independencia de América del Sur. Según sus detractores, su relación con Simón Bolívar opaca sus propios méritos personales, como una de las grandes defensoras de la independencia de los países sudamericanos y como una de las más destacadas y avanzadas defensoras de los derechos de la mujer.
En su tiempo fue severamente criticada por algunos de sus contemporáneos debido a su actitud extrovertida y provocadora para la época, así como por la influencia política que llegó a ejercer, lo que le valió el destierro. Aun muchas décadas después de su muerte, influyentes intelectuales e historiadores omitieron su vida en sus obras sobre la historia de la campaña libertadora, así como otros la limitaron a una condición decorativa romántica y aun denigrante, tejiendo una leyenda sexual alrededor de su figura, la que sigue teniendo peso en la actualidad.
Recién en la mitad del siglo xx, gracias al revisionismo histórico, aparecieron biografías y ensayos en los que se empezó a reivindicar su papel como líder en la gesta libertadora de lo que hoy son Colombia, Ecuador y Perú. En los últimos años Sáenz ha sido convertida en un icono del feminismo latinoamericano e igual, como sigue teniendo detractores, su vida también es exaltada por escritores e historiadores como Alfonso Rumazo González, Germán Arciniegas o Alberto Miramón y Pablo Neruda. Sin embargo, fue en la década de 1980, cuando el historiador Carlos Álvarez Saá, dio a conocer el hallazgo de los diarios personales de Manuela, así como la correspondencia personal entre ella y Simón Bolivar, documentos que completan la biografía de la heroína.
En mayo de 2010, durante una visita oficial, el presidente ecuatoriano Rafael Correa reveló en Buenos Aires un busto de bronce donado por su gobierno, que fue emplazado en la plazoleta ubicada en las intersección de las calles Manuela Sáenz y Juana Manso, extremo norte del parque Mujeres Argentinas en el sector de Puerto Madero.
En Bogotá existe el museo "La Casa de Manuelita Sáenz", ubicado en la casa que esta dama habitó de 1828 a 1830, hasta después de la muerte del Libertador Simón Bolivar, cuando es obligada a abandonarla. Situada en la plazuela de San Carlos (actualmente la plazuela Rufino José Cuervo), en La Candelaria, barrio histórico de Santa fe de Bogotá. Integrado con el Museo de Trajes Regionales, este museo le abre particularmente un espacio al estilo y vestuario de Manuelita.
En el sureste de Bogotá, en la ciudad de Santiago de Cali y en el municipio de Dosquebradas (Risaralda), existen colegios o establecimientos educativos que llevan el nombre de Manuelita Sáenz, quien es considerada en Colombia como una de las grandes heroínas, próceres de la independencia de la nación.
En el 2010 la alcaldía mayor de Bogotá, en el marco de la celebración del Bicentenario de la Independencia de la República de Colombia, programó un homenaje a Manuelita Sáenz con actos que incluyeron la lectura de sus cartas, a cargo de actrices colombianas, el jueves 8 de julio frente al Palacio de San Carlos, y un acto de despedida en la Quinta de Bolívar el viernes 9 de julio de la caravana proveniente de Ecuador, que llevaba restos simbólicos de Manuelita a Venezuela.
En el barrio San Marcos, sector del Centro Histórico de Quito, existe el Museo Manuela Sáenz, fundado por el historiador Carlos Álvarez Saá y dedicado a su memoria en 1992. En dicho museo reposan numerosos objetos que les pertenecieron a ella y al Libertador.
En la capital ecuatoriana, también hay un pequeño busto suyo en el parque La Alameda; una calle del norte de la ciudad lleva su nombre, así como una de las 8 administraciones zonales, concretamente la de Zona Centro; además, en 2010, durante la ceremonia de conmemoración por los 188 años de la batalla de Pichincha, fue develado otro busto en el Salón de Armas del Templo de la Patria.
Manuela Sáenz colaboró con vituallas en la batalla de Pichincha a su regreso del Perú. Posteriormente se integró como soldado al Batallón de Húzares, y combatió en numerosas batallas de la Campaña del Sur, mereciendo ascensos por su valor. Por su extraordinaria participación en la batalla de Ayacucho bajo las órdenes del mariscal Antonio José de Sucre, este, ante la aclamación de la tropa, le sugirió a Bolívar que la ascendiera a coronela del Ejército Independentista, rango que le fue concedido. El 22 de mayo de 2007, en el marco de la conmemoración de la batalla de Pichincha, el gobierno del Ecuador la ascendió al grado de Generala de honor de la República de Ecuador.
El 5 de julio de 2010, en el marco de la conmemoración del 199° aniversario de la firma del Acta de Independencia de Venezuela, llegó al Panteón Nacional un cofre que contenía tierra de la localidad peruana de Paita, donde fue enterrada Manuela Sáenz. Estos restos simbólicos fueron trasladados por tierra atravesando Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela hasta arribar a Caracas, donde reposan en un sarcófago diseñado para tal fin junto al Altar Principal en el que yacen los restos de Simón Bolívar. Además, a Sáenz se le concedió póstumamente el ascenso a Generala de división del Ejército Nacional Bolivariano por su participación en la guerra independentista, en un acto que contó con la presencia de los presidentes de Ecuador y Venezuela.
En 2013, el gobierno de Venezuela inauguró un monumento a Manuela Sáenz denominado Rosa Roja de Paita, una escultura de 14 metros ubicada justo al lado del Mausoleo de Simón Bolívar, en Caracas.
Asimismo, uno de los tanqueros petroleros de la flota de PDV Marina lleva su nombre.
Manuela Sáenz ha sido uno de los personajes más retratados de la Independencia; desde finales del siglo xx se han escrito varios libros sobre ella, y su vida ha sido llevada al cine e inspirado series y folletines para la televisión y el teatro.
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