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Mateo Alemán



¿Dónde nació Mateo Alemán?

Mateo Alemán nació en Sevilla.


Mateo Alemán y de Enero o Mateo Alemán y de Nero (Sevilla, septiembre de 1547Ciudad de México,[3]1614[1]​), conocido como Mateo Alemán, fue un escritor español del Siglo de Oro, recordado sobre todo por la novela picaresca Guzmán de Alfarache, publicada en dos partes, en 1599 y en 1604, que estableció y consolidó los rasgos característicos de dicho género.

Fue bautizado en la iglesia colegial del Divino Salvador el 28 de septiembre de 1547, en Sevilla, "mi patria, ¡si dijera mejor madrastra!",[4]​ como hijo de Hernando Alemán, del que se discute su origen converso (entre sus antepasados pudo haber un judaizante que murió en la hoguera),[5]​ médico cirujano de la Cárcel Real de Sevilla desde 1557, y su segunda esposa, Juana de Enero (o mejor, de Nero o del Nero), hija de un comerciante de ascendencia florentina y al parecer también de origen judaico.[6]​ Alemán, sin embargo, lo ocultaba tras un blasón hidalgo, según se infiere del escudo que se halla en el retrato calcográfico que insertó en su Guzmán, que aparece, además, junto a un emblema contra la murmuración. Nació, pues, el mismo año que Miguel de Cervantes, pero su concepción de la vida es resentida y misantrópica, mucho más pesimista que la de este:

Se cree que empezó a estudiar humanidades en el estudio de Juan de Mal Lara, ya que abrió academia en Sevilla hacia 1560: "Comenzábamos niños y salíamos casi barbados a la gramática, pasándose lo mejor de la vida entre las coplas del marqués de Mantua y fecha la plana", escribió en su Ortografía;[8]​ en todo caso, se graduó de bachiller en Artes y Teología (28 de junio de 1564) en el colegio de Maese Rodrigo o Universidad de Sevilla, entonces llamado Colegio de Santa María de Jesús. En septiembre de ese mismo año se matriculó en el primer año de Medicina y continuó en la Universidad de Salamanca (donde no consta su matrícula) y en la Universidad de Alcalá de Henares (1566), pero aunque al morir su padre en 1567 tuvo que ir a Sevilla, no abandonó los estudios, puesto que figura en abril de 1568 en el cuarto curso complutense y después firma varias veces con el título de licenciado, algo que en esa época se permitía también aunque no se hubiesen acabado todos los estudios.[9]

En otoño de 1568, durante una estancia en Sevilla, ya debía cien ducados al mercader genovés Esteban Grillo;[10]​ es más, recibió un caudaloso préstamo por parte del capitán Alonso Hernández de Ayala a condición de que Mateo se casase con una bastarda de un muy pudiente y fallecido padre (Virgilio de Espinosa) cuya fortuna administraba, doña Catalina de Espinosa, si no los devolvía en el plazo establecido; y, aunque Alemán intentó aplazar el compromiso, sus negocios no le salieron como esperaba, no pudo devolver la suma (y sus crecidos intereses del siete por ciento) y tuvo que casarse con doña Catalina para no ser encarcelado en 1569; este forzado matrimonio terminó años después en separación. Mateo Alemán tuvo, sin embargo, dos hijos fuera del matrimonio, Margarita y Antonio, con los cuales y una joven amante, Francisca Calderón, pasaría a América ya con cincuenta y cinco años.

Ejerció como recaudador del subsidio de Sevilla y su arzobispado; en Madrid, gracias a la mediación de Melchor de Herrera y Rivera, marqués de Auñón y Valderagete (o Valdaracete),[11]​ que era del Consejo de Hacienda y tesorero general del Rey, lo nombraron contador de resultas en la Contaduría Mayor de Hacienda más o menos por 1571, labor que llevaba aparejadas la de cobrador de almojarifazgos y juez visitador; ocupó este cargo, acaso con intermitencias, unos veinte años. Desde 1573 residió en Sevilla, donde tenía diversos negocios según los documentos; en uno (1573), vende por 32 ducados una esclava morisca de Túnez, de nombre Magdalena; en 1576 recibe el encargo de cobrar por seis años el almojarifazgo mayor de la lana; en otro (1579), compra una capilla para la Cofradía de la Santa Cruz de Jerusalén o de los Nazarenos, de la que era hermano mayor y para la cual había redactado unos estatutos en 1578.[12]​ En 1580, empezó a estudiar leyes en su alma mater sevillana, pero enseguida y en octubre de ese mismo año le condujeron por deudas a la Cárcel Real, donde pasó dos años y medio observando las costumbres de la vida criminal que luego aparecerán en su famosa novela Guzmán de Alfarache, aunque ya debía de conocer esa idiosincrasia a causa de la profesión del padre y de ser él mismo juez visitador.

Su mujer Catalina Espinosa y su tío Alonso Alemán pagaron una fianza para que al menos le quitaran los grilletes y cadenas y lo dejaran andar libre por el recinto.[14]

Pasados dos años de oscuros pensamientos en reclusión, en 1582 resolvió pasar al Perú (aunque tenía parientes en Nueva España), si bien, aunque hizo información con ese cometido, e incluso se le dio permiso, no llegó a hacerlo entonces, sino mucho después, quizá por problemas económicos, ya que a América no iba quien quería, sino quien podía. Cumplida su pena, en la primavera de 1583 lo enviaron como juez visitador a examinar las cuentas del tesorero de alcábalas de Usagre; incoa proceso al mismo, libera a dos presos, llama "tacañillo majadero" al alguacil y manda prenderlo a él y al alcaide. El escándalo formado fue mayúsculo y se le mandó detener (24 de septiembre), pese a los testimonios de ser "diligente y muy buen juez"; el 3 de octubre en Mérida se dictó su auto de prisión y el 9 de noviembre intenta ingresar en la Cárcel Real de Madrid, aunque el Consejo de Hacienda lo impide y se le deja libre con fianza; en fin, solo queda exonerado de toda culpa en junio de 1584.[15][16]​ En octubre de 1586 se hallaba en Madrid, donde compra un solar al licenciado Barrionuevo de Peralta y al año siguiente construye allí una casa. De vez en cuando viaja por negocios particulares o con diversos encargos de Hacienda por toda España, y así en enero de 1591 se halla en Cartagena, donde al visitar un navío un palo caído por accidente casi lo descalabra.[17]​ En 1592 revoca en Sevilla los poderes que otorgó a su hermano Juan Agustín para administrar la herencia de su madre fallecida. En 1593 viajó a Almadén otra vez como juez visitador para inspeccionar las famosas minas de mercurio arrendadas por el monarca a los banqueros alemanes Fugger o Fúcares. Se conserva la relación que se escribió con tal motivo, para la cual tuvo que enfrentarse al oscurantismo interesado del apoderado de los Fugger, Juan Jedler, Gedler, Geldre o Xedler (castellanizaciones de Hans Schedler) que acabó multado por ocultarle documentos, e interrogó a varios reos forzados a trabajar allí, casi todos enfermos y enloquecidos por la hidrargiria y los malos tratos. Las historias criminales de estos galeotes que condonaron su servicio como remeros a cambio de servir en los hornos de cinabrio debió sin duda inspirar el personaje del también galeote Guzmán de Alfarache.[18]​ En su encuesta a los penados se describen algunos hechos como el que sigue: en su declaración, Fray Juan de Pedraza habla, contestando a la pregunta de Mateo Alemán, sobre los tratos que daba a los forzados Miguel Brete:

Al mes de sus indagaciones, el Consejo de Hacienda decidió que ya tenía bastante y resolvió enterrar el asunto: el 13 de febrero de 1593, le entregaron en mano su baja de esta función para hacerla aún más expeditiva: “El Consejo me ha mandado escriba a vuestra merced que, luego que esta reciba, sin detenimiento alguno, deje el negocio en que está entendiendo tocante a Almadén, en el punto y estado en que estuviere cuando vuestra merced esta reciba, sin hacer, ni proveer, en él, novedad alguna, y se venga con los papeles que tuviere hechos […]. V. m. lo cumplirá así, sin exceder de lo que se le manda”.[20]​ Una vez de vuelta a la Corte, de nuevo entregado a toda suerte de variados negocios (administra los bienes de una menor de edad, Catalina Pérez de Quevedo; puja por cuenta ajena en diversas subastas, vende vajillas de porcelana y plata...)[21]​ empezó a elaborar traducciones de dos melancólicas odas de Horacio y redactó un prólogo para los Proverbios morales de Alonso de Barros, impresos en Madrid en 1598. También escribió la Primera parte de Guzmán de Alfarache, atalaya de la vida humana, terminada a fines de 1597, aprobada el 13 de enero de 1598 y con licencia del 16 de febrero del mismo año, para al fin ser impresa en 1599. Esta obra, una novela picaresca, estableció el canon del género a imitación del Lazarillo de Tormes y alcanzó un éxito formidable en España y Europa.

En 1601 volvió a Sevilla comido por las deudas contraídas en Madrid, por las que fue encarcelado otra vez en 1602 hasta que lo sacó su pariente Juan Bautista del Rosso. Este mismo año se publicó en Valencia una segunda parte apócrifa del Guzmán de Alfarache, escrita por Mateo Luxán de Sayavedra (seudónimo del abogado valenciano Juan Martí), y ambas partes se publicarían en Milán en 1603, atribuidas a Mateo Alemán. Una tercera parte debida al portugués Félix Machado de Silva y Castro aparecerá mucho después de la muerte de ambos en 1650.

Alemán, enfadado y espoleado por esa segunda parte, se propuso acabar definitivamente su propia segunda parte; en 1604 publicó en Sevilla la primera edición de su Vida de san Antonio de Padua y en Lisboa, por Pedro Crasbreeck, la auténtica Segunda parte del Guzmán de Alfarache, también en ese mismo año. El éxito europeo de su obra fue formidable: casi de inmediato salía una traducción italiana de las prensas venecianas de Barezzi (1606); en alemán se publicó en Múnich en 1615; G. Chappuys, tradujo al francés la primera parte, imprimiéndola en París en 1600; J. Chapelain tradujo las dos partes de la novela al francés y las publicó en París en 1620; dos años después se estampaba en Londres la versión inglesa de James Mabbe que, en un prólogo extraordinario, dice del pícaro Guzmán que era «semejante al navío que anda dando bordes en la ribera, y nunca acaba de tomar puerto». En 1623, en Colonia, se publicó la primera de las dos traducciones al latín que se hicieron del Guzmán en el siglo XVII.

En 1608 obtuvo licencia para pasar a Nueva España; pero el mar estaba tan inseguro a causa de los neerlandeses que tuvo que esperar en Trigueros, donde contaba con algunos parientes;[22]​ al fin embarca el 12 de junio. La flota de 62 galeras al mando de Lope Díez de Aux y Armendáriz para en Cádiz para recoger al arzobispo de México fray García Guerra, y lleva también, en la nao de Diego Garcés, a otro ilustre escritor, Juan Ruiz de Alarcón. Alemán y el ingenio ecijano Bartolomé de Góngora, viajan en el navío del que es maestre Tomé García. Llegó al puerto de San Juan de Ulúa el 19 de agosto y, según cuenta José Toribio Medina, con un ejemplar de una primera edición del Quijote que le retuvieron en la aduana y le costó algún trabajo recuperar.[23]​ Ya viejo y cansado llegó a la capital del virreinato y entró a servir al arzobispo fray García Guerra. En 1609 publicó una Ortografía castellana que defendía la tendencia foneticista frente a la etimologista y un Elogio que precede a la Vida del padre maestro Ignacio de Loyola escrita por Luis Belmonte Bermúdez. En 1613 escribió Sucesos de don fray García Guerra, arzobispo de México, a cuyo cargo estuvo el gobierno de Nueva España, obra que incluye una "Oración fúnebre" en memoria del prelado. Según Medina, en 1615 residía en la localidad mexicana de Chalco.[3]​ Sin embargo, recientes investigaciones (Cartaya Baños, 2011) han determinado su fallecimiento un año antes, en 1614, en la Ciudad de México y en la indigencia, ya que hubo que pedir limosna para poder enterrarlo,[24]​ de lo que se ocupó su albacea, lo que se confirma por unas probanzas legales realizadas en Sevilla, en 1619, entre parientes de Alemán y varios asistentes a su entierro en la capital novohispana.[25]

Solo se ha conservado un retrato genuino del autor grabado calcográficamente por Pedro Perret en 1599, donde se muestra con imponente gola y sostiene en la mano un libro de Tácito.

La obra maestra por la que se le recuerda es fundamentalmente el Guzmán de Alfarache, novela picaresca conocida como El pícaro por antonomasia, en la lengua de la época y publicada en dos partes: la primera en Madrid en 1599 y una segunda en Lisboa en 1604 con el subtítulo de Atalaya de la vida humana. La narración es autobiográfica como en el Lazarillo de Tormes, aunque el personaje posee una doble dimensión, como pícaro y como pecador arrepentido, que corresponden a las dos fases sucesivas de su vida. Aunque muchos creen que la visión de la novela es determinista, Mateo Alemán se opone a la creencia semítica de que los hijos heredan por sangre las culpas de sus padres: depende solo de nuestro juicio el bien o el mal:

La novela se convirtió en el primer superventas de la historia, siendo traducida al inglés, al italiano, al latín, al alemán y al francés.[2]​ Influyó en la literatura de toda Europa.[2]​ Si bien se suele citar a El Quijote como la primera novela moderna, otros opinan que ese mérito corresponde a Guzmán de Alfarache[2]​ y que esta novela influyó enormemente en Cervantes.[2]

El relato principal, narrado en un primoroso estilo, se halla cuajado de digresiones didáctico-moralizantes y ejemplos eruditos antiguos o modernos, sacros o profanos; dominan sin embargo Séneca, el Evangelio, el refranero popular y los lugares comunes de la predicación de la época. También se introducen cuatro novelas cortas en ambas partes, dos en cada una, tres de ellas de inspiración más bien italianizante, en concreto en el Novellino (1476) de Masuccio Salernitano y en las Novelas y cuentos en verso del sevillano Cristóbal de Tamariz. Son Dorido y Clorinia, Bonifacio y Dorotea y Don Luis de Castro y don Rodrigo de Montalvo, que es más bien un relato que una novela corta. En cuanto a la más famosa y original, es la novela morisca Ozmín y Daraja.

La función de estas novelas fue quizá reposar la acción principal o variar algo la continua digresión moral. Dorido y Clorinia advierte contra el tráfico de mujeres y la rivalidad masculina en la amistad, cuyo idealizado concepto ciceroniano igualitario trata amargamente de destruir, de acuerdo con el ideario burgués que mueve a Alemán, y se ambienta en Roma. Bonifacio y Dorotea por el contrario se ubica en su natal Sevilla, en el materialista ambiente de la burguesía comerciante sevillana, y narra el adulterio de una mujer virtuosa a causa de las tretas de un libertino. Para Alemán, "la inclinación al mal trasciende a ambos sexos... hasta las víctimas tienen también su tanto de culpa".[26]

Es Ozmín y Daraja la que ha atraído más la atención de la crítica. Los protagonistas de la historia morisca son separados por la guerra y tienen que pasar por varios complicaciones hasta que termina en una solución feliz. Sus fuentes principales son la novela bizantina de Heliodoro Historia Etiópica de los amores de Teágenes y Cariclea; la anónima El Abencerraje y la hermosa Jarifa y, para el marco histórico, la Crónica de los Reyes Católicos de Hernando del Pulgar.

El Guzmán consolidó la fórmula de la novela picaresca en España y Europa, pues fue muy traducida, a veces incluso expurgada de las digresiones de tono moral que trufaban la narración, lo que impedía el propósito moral que el autor se había propuesto; este había prometido una tercera parte que no llegó nunca a publicar.

La principal característica de la filosofía de la vida emanada del Guzmán de Alfarache es un misantrópico pesimismo: la vida del hombre es una milicia en la tierra contra un mundo hostil que se mueve por la violencia; el protagonista intenta una y otra vez reformarse pero siempre vuelve a caer en el vicio, a la manera de Sísifo. Tan negra visión se suele atribuir a la atribulada vida del autor, o a su condición de descendiente de judíos conversos; en todo caso, las restantes obras del autor atestiguan que se trata de un moralista cristiano imbuido de la convicción de la absoluta igualdad de todos los hombres, y de la valoración de la virtud propia y de la dignidad por encima de los grupos y las castas.

Hay cuatro ediciones revisadas por el autor de la primera parte, esto es, las de Suárez de Castro, 1599; herederos de Juan Íñiguez de Lequerica, 1600; Juan Martínez, 1601, y Juan de León, 1602, impresas las tres primeras en Madrid y la última en Sevilla. Para la segunda parte el autor pudo corregir tres ediciones todas en Lisboa por Pedro Crasbeeck en 1604, Antonio Álvarez en 1605 y el mismo Crasbeeck también en 1605. La edición moderna más autorizada es la crítica de Luis Gómez Canseco (2012) para la Real Academia Española. Más recientemente, un equipo internacional dirigido por Pedro Manuel Piñero Ramírez y Katharina Niemeyer ha reunido y editado La obra completa (Vol. 1. Obra varia. Vol. 2. San Antonio de Padua. Vol. 3. Guzmán de Alfarache, Madrid / Frankfurt: Iberoamericana / Editorial Vervuet, 2014).[27]



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