El mestizaje es el encuentro biológico y cultural de etnias diferentes, en el que estas se mezclan, dando nacimiento a nuevas especies de familias y nuevos genotipos.[cita requerida] Se utiliza con frecuencia este término para describir el proceso histórico sucedido en América que la llevó a su estado racial y cultural actual. Sin embargo, puede también referirse a otros pueblos que hayan atravesado un proceso de encuentro entre varias especies de familias, en lugares como Filipinas, Sudáfrica o Estados Unidos.
En la historia de las naciones modernas, el mestizaje fue atravesado por numerosos factores, como el clima, las particularidades culturales de cada comunidad, u otros aspectos que provocaron, en diferentes regiones dentro de un mismo país, que el mestizaje haya sucedido en diferentes ritmos y grados de profundidad. El ejemplo latinoamericano es notable, puesto que ejemplifica una mezcla étnica expandida por gran parte del territorio.
Las últimas décadas del siglo XIX vieron el inicio de la ocupación europea del territorio africano. El momento histórico de la Invasión abarca propiamente el período que va de la Conferencia de Berlín por el reparto de las Áreas de influencia comercial en África 1884-85, hasta la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) momento que sienta las bases para la liberación de la misma como lo es África
El período consta de tres fases: la primera alcanza hasta la Primera Guerra Mundial (19142*92*/994-1918) en que se consolidaron los modelos de explotación, la segunda fase corresponde al período de entre Guerras, con el auge de nuevos modelos coloniales, en la tercera fase, que puede denominarse ya de liberación, las luchas anticoloniales y el auge del neocolonialismo marcan un período de desigual duración dependiendo de la región.
Ahora bien, debe comprenderse, en un análisis completo, el momento que arranca con la independencia de América del Sur a finales del XVIII y principios del XX. Los abolicionistas la supresión del tráfico de personas esclavizadas por parte de Gran Bretaña que se erigió en centinela de las costas africanas, y en promotora de tratados internacionales con reinos africanos y países europeos.
En torno a la segunda década del siglo XIX la mayor parte del tráfico de personas esclavizadas había sido formalmente proscrito por las potencias europeas, sin embargo España y Portugal seguían ampliamente interesadas, y participaban de un modo no declarado en el tráfico debido a las economías agrícolas de sus dominios de ultramar, de modo que el criminal comercio no decayó hasta la segunda mitad del XIX.
Las monarquías tradicionales teocráticas de tipo gerontocrático se veían acosadas por la presencia de nuevos actores económicos como pequeños jefes que ofrecían acuerdos que interesaban a las potencias europeas, principalmente Gran Bretaña y Francia.
Las sociedades de las costas orientales estaban principalmente enfocadas al comercio con Oriente Medio y la India, esta actividad había configurado una cultura de base bantú y aportes árabes, la suajili, orientada al mar.
La región vivió la tensión originada por la creciente influencia británica y alemana que, lentamente, imponía condicionantes a la trata esclavista, a la par que debilitaba conscientemente las estructuras políticas arabo-suajilis preponderantes, controlando el comercio marítimo.
En las costas del Mediterráneo la crisis del Imperio Otomano había inducido el refuerzo de las estructuras locales. Pero toda la región a excepción de Egipto se hallaba en decadencia, política y económica.
Egipto sufría procesos modernizadores al tiempo que buscaba mantener un control colonial sobre Sudán, todo lo cual a la postre desembocó en una quiebra del estado y el intervencionismo Británico.
El interior de África sufría dos procesos diferentes al Norte del Ecuador y al Sur. En la primera zona, se habían impulsado movimientos de renovación islámica a partir de cofradías de estudiosos, con consecuencias políticas que desbancaron, en varios casos, estructuras precedentes de tipo animista.
Estos movimientos desembocaron en formaciones políticas imperiales como el imperio de El Hadj Umar en Senegal y Malí, el Imperio de Usmán Dan Fodio en el Norte de Nigeria y Camerún o los dominios de El Mahdi en Sudán. La Etiopía cristiana, por su parte, se veía acosada por el empuje islámico que la cercaba, al tiempo que las parcialidades internas fomentaban un clima constante de guerra civil.
El África Ecuatorial y Austral se había mantenido en cambio relativamente aislada y las influencias, aunque existían eran generalmente indirectas.
Estructuras complejas de tipo monárquico e imperial; Luba, Lunda, Rozwi, Ruanda, Burundi, Buganda, Buniyoro, Tooro o Ankole se sucedían en una línea curva que arranca en la costa norte de la actual Angola y pasando por el interior de Mozambique finaliza en la actual Uganda.
El extremo sur iba en cambio a vivir las tensiones producidas por el crecimiento de la Colonia del Cabo y la invasión de tierras interiores por parte de comunidades de origen neerlandés que escapaban del control político británico, a la par el explosivo crecimiento nguni, de cuyo seno surgiría el imperio zulú, y las migraciones que acarreará, trastocará toda la región.
Estas comunidades, conocidas como bóeres, tradicionalistas y de ideología racista-puritana, se enfrentaron sucesivamente con los Hotentotes, los xosas, los ngunis y finalmente los británicos. Mientras que Madagascar veía crecer la influencia de los mesetarios hova más indonésicos, sobre otros pueblos merced al tráfico comercial con Francia.
En general toda África se veía convulsionada por la generalización del uso de armas de fuego de carga frontal, los cambios en el comercio internacional y la aparición de nuevos cultivos como el maíz.
Aunque se señala la Conferencia de Berlín (1884-1885) como el gran hito del período. Lo cierto es que esta fue el pistoletazo de salida en un carrera que todos habían empezado ya.
La tradicional competitividad inter-Europea se había volcado en planes para la explotación y dominio de aquellas zonas de África que se consideraban propicias para los cultivos tropicales una vez perdida América.
Ello explica que España y Portugal aun vinculados a América vieran el botín africano como algo secundario, no así Gran Bretaña, Francia, Alemania y finalmente Italia.
Si bien en un principio las compañías comerciales semi-independientes o concesionales habían operado en la zona, sus ambiciosos planes exigían cada vez más el concurso de los Estados, Otto von Bismarck vio la oportunidad de mantener ocupada a Francia implicándola en la carrera por África, frente a Gran Bretaña y desviar así su atención de la fronteras alemanas.
Los acuerdos adoptados en Berlín hacían una mención muy especial al comercio el Río Níger y la cuenca del Río Congo, se quería dar una imagen de legitimidad a la penetración y dominio territorial sobre África pretextando motivos humanitarios o “civilizatorios” según el lenguaje de la época.
La Conferencia dio asimismo oficialidad a las pretensiones personales de Leopoldo II de Bélgica sobre la cuenca del río más caudaloso de África, para la explotación de caucho, aceite y marfil que había denominado Estado Libre del Congo.
Tras los acuerdos europeos, huelga decir que a espaldas de los africanos, las potencias aceleraron la carrera hacia el interior del continente. La invasión tenía su precedente con la toma de posiciones en el Norte de África.
En África subsahariana, el procedimiento habitual fue comprar las voluntades de jefes locales y pequeños reyes para que firmaran tratados de cesión de soberanía.
Sin embargo las relaciones con los detentores de poderes mayores: grandes monarquías tradicionales, jefes islámicos y emperadores, fueron mucho más difíciles. La ametralladora y la quinina resultaron en este punto devastadoras, ya que hasta entonces, dos factores habían protegido África negra del saqueo europeo; la superioridad numérica y la malaria.
En su avance, Francia, que contaba con una sólida base argelina y senegalesa, se enfrentó al Imperio fundado por El Hadj Omar al oeste de Senegal y al imperio de Samory Turé en el alto Níger rubricando la ocupación con la toma de Dahomey casi en el cambio de siglo, no sin antes haber aniquilado el Reino Merina de los hova de Madagascar.
Los británicos se batieron en frentes muy diversos, desde Sudán, hasta la Costa de Nigeria, donde la suerte les favoreció al enfrentarse a un Reino de Benín extenuado por la trata esclavista y a un país yoruba sumido en la Guerra Civil.
Más dificultoso fue el control del norte de Nigeria y del Extremo sur del continente. En la primera zona se recurrió a dosis de chantaje y razzias militares. En el sur, el imperio de base militarista fundado por Shaka a principios del XIX presentó dura batalla todavía a finales del XIX, e infringió serías derrotas a los regimientos británicos demostrando una superioridad táctica aunque, para su desgracia, no tecnológica, del territorio.
Este proceso ha sido definido como uno de transculturación, que ha definido la identidad latinoamericana. El proceso de mestizaje en América se originó con la llegada de los europeos al continente y subsecuentemente de los esclavos africanos que vinieron con ellos. En este encuentro de culturas surgieron varios tipos de mestizos:
El mestizaje ha sido uno de los temas fundamentales en los países americanos pero especialmente en América Latina. Esta característica de fusiones culturales, ha sido acogida en las últimas dos décadas para explicar el fenómeno de la pluralidad en Iberoamérica. Así mismo, esta misma ideología le ha dado fuerza a la teoría de que detrás de la percepción de la sociedad como producto del mestizaje existe un fenómeno enmascarado de racismo y exclusión. Este último punto se refleja en el hecho que estudios recientes tienden a llamar la atención sobre la necesidad de reformar el derecho para poder hacer frente a una realidad antes inexistente o ignorada: la pluralidad de la sociedad.
La idea del mestizaje, según algunos estudiosos, ha sido utilizada por los gobiernos y las élites latinoamericanas para ocultar indicios de discriminación racial y racismo en el continente. Utilizando términos de Stanley Cohen, Ariel Dulitzky argumenta que existen tres tipos de formas en que la discriminación racial y el racismo son negadas en el continente: la negación literal, la negación interpretativa y la negación justificada. La primera de éstas se da cuando los gobiernos niegan que cualquier tipo masivo de racismo y discriminación se dé en sus países.
Una forma clara de negación literal es mediante el uso de la idea de mestizaje. A través del discurso de igualdad de razas en el continente, la percepción de que todos pertenecemos a una sola etnia «mestiza» que tiene los mismos ancestros ayuda a reforzar la imagen de que no existe el racismo puesto que ni siquiera existen razas diferentes. Esta noción ayuda a reforzar la idea de la democracia e incluso a fomentar la consolidación de un nacionalismo que fortalece el estado, en el período republicano la idea de la raza única mestiza era un arma de defensa contra otros elementos que podían fragmentar los nuevos estados latinoamericanos por medio de esta se buscaba fortalecer los países emergentes al estilo de las naciones europeas.
Sin embargo esta visión de mestizaje ha adquirido según Peter Wade una imagen que se acerca más a aquella proyectada por la raza blanca y se ha intentado alienar a la raza indígena y aún en mayor medida a la negra.
Aunque la noción de raza ya es un concepto anacrónico, Peter Wade tenía la idea de que en estas razas o grupos étnicos de no blancos y no mestizos, existiría un deseo de blanqueamiento mediante el mestizaje lo que les llevaría a un nuevo posicionamiento dentro del orden social. En esto se enfoca Peter Wade al hablar en especial de la raza negra cuando algunos buscan abrir un camino de abrir nuevas posibilidades para sus descendientes. Sin embargo, existe la noción contraria bajo la cual el mestizaje es evitado por una de las razas ya que esto es mal visto por los suyos, en el caso de alguien de raza negra esto podría ser considerado una traición para sus ancestros.
Pocos países en el mundo pasaron por un mestizaje tan intenso como Brasil.
Los portugueses ya trajeron a Brasil varios siglos de integración genética y cultural entre grupos europeos, y ejemplo de ello son los pueblos celta, romano, germánicos, y lusitano. A pesar de que los portugueses básicamente son un grupo europeo, siete siglos de convivencia con moros del norte de África así como con judíos, dejaron por cierto en ellos un importante legado genético y cultural. Y en Brasil, una parte importante de los colonizadores portugueses se mezcló con indios y con africanos, dando lugar a un proceso que resultó muy importante para la formación del futuro nuevo país en suelo americano.
Al citado y a otros procesos, se sumó luego una fuerte inmigración desde otras regiones de Europa. Desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, Brasil recibió cerca de cinco millones de inmigrantes europeos, en su mayoría portugueses, italianos, españoles, y alemanes. La suma de estos procesos dio por resultado la actual composición de la población brasileña. En 2008, 48 % de la población de Brasil se consideraba blanca, 44 % se identificaba como parda, y 7 % se consideraba negra.
Los indios brasileros no presentan relevantes diferencias genéticas entre sí, pues serían todos descendientes del primer grupo de cazadores asiáticos que llegaron a las Américas, hace 60 mil años atrás. Pero en lo cultural, los aborígenes brasileros constituían una diversidad de naciones con lenguas y costumbres distintas. La llegada de los primeros portugueses, en su mayoría hombres, culminó en relaciones esporádicas y de concubinato con las indias. Y el 4 de abril de 1755, D. José, rey de Portugal, firmó un decreto autorizando el mestizaje de portugueses con indios.
Los africanos esclavizados en Brasil pertenecían a muchas diferentes etnias, aunque la mayor parte eran bantúes, originarios de Angola, Congo, y Mozambique. De todas maneras, en lugares como Bahía predominaron esclavos de Nigeria, Daomé, y Costa da Mina, especialmente durante el siglo XVIII. Algunos esclavos islámicos habían sido alfabetizados en árabe, trayendo así a Brasil un rico y variado aporte cultural.
A fines del siglo XIX, el gobierno brasilero liberó a los esclavos, aunque sin darles adecuada asistencia social, y por varios motivos, incluyendo la necesidad de mano de obra y el deseo de "blanquear" a la población nacional, durante al menos un siglo se estimuló muy especialmente la inmigración europea. Había entre los gobernantes de Brasil de la época, la idea de que si inmigrantes europeos se casaban con pardos y negros, el resultado sería un paulatino "emblanquecimiento" de la población brasilera. La conocida pintura A Redenção de Cam,1895 por Modesto Brocos y Gómez, sintetiza la idea corriente de esa época: «A través del mestizaje con europeos, los brasileños se volverían de piel cada vez más blanca».
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