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Miguel Gutiérrez



¿Qué día cumple años Miguel Gutiérrez?

Miguel Gutiérrez cumple los años el 27 de julio.


¿Qué día nació Miguel Gutiérrez?

Miguel Gutiérrez nació el día 27 de julio de 1940.


¿Cuántos años tiene Miguel Gutiérrez?

La edad actual es 83 años. Miguel Gutiérrez cumplirá 84 años el 27 de julio de este año.


¿De qué signo es Miguel Gutiérrez?

Miguel Gutiérrez es del signo de Leo.


¿Dónde nació Miguel Gutiérrez?

Miguel Gutiérrez nació en Piura.


Miguel Francisco Gutiérrez Correa (Piura, 24 de julio de 1940 - Lima, 13 de julio de 2016) fue un escritor y profesor universitario peruano. Es considerado uno de los autores más notables de su país, especialmente por su novela La violencia del tiempo (1991), considerada una de las más importantes de la literatura peruana. También destacó como ensayista, con libros como La generación del 50: un mundo dividido (1988), Celebración de la novela (1996) o La invención novelesca (2009).

Nació en Piura el 24 de julio de 1940, si bien algunas fuentes datan la fecha tres días después.[1][2][3]​ Pasó sus primeros diez años en un barrio pobre de la ciudad, hasta que la situación de la familia mejoró y se trasladaron a un barrio de clase media, experiencias que según Gutiérrez lo marcaron profundamente, al advertir desde temprana edad las grandes diferencias sociales que existían, incluso con connotaciones racistas.[4]​ El escritor evocó su infancia como una época poco feliz, marcada por un carácter solitario e introvertido y por la figura autoritaria de su abuelo. Por otra parte, y pese a las estrecheces económicas, su padre tenía el gusto por la lectura; llegó a tener una nutrida biblioteca de enciclopedias y autores clásicos, que sin embargo debió vender por problemas de dinero.[5]

A los trece años tuvo su primer acercamiento formal a la literatura, cuando leyó Crimen y castigo de Fiódor Dostoievski en la Biblioteca Municipal, por recomendación de una tía materna; casi al mismo tiempo, su padre le regaló Los perros hambrientos de Ciro Alegría, con quien descubrió el realismo social.[6][7]​ La lectura de ambos autores (especialmente Dostoievski, de quien leyó sus obras completas) fue determinante en la vocación literaria de Gutiérrez, que por entonces alternaba la lectura con una vida social más activa, en compañía de un grupo de amigos que hizo en la adolescencia, mientras estudiaba en el Colegio Don Bosco de Piura, experiencias que recreó más tarde en su novela El viejo saurio se retira. Durante su estadía en el Colegio escribió para la revista del mismo su primer artículo, dedicado al Inca Garcilaso, pero la edición fue censurada por los sacerdotes.[8]

En 1957 Gutiérrez se instaló en Lima, inscribiéndose en la Universidad Católica para estudiar Derecho por pedido de sus padres, pero enseguida se cambió a la carrera de Literatura en la Universidad de San Marcos, donde obtuvo su título en 1964 con su tesis Estructura e ideología en Todas las sangres.[9]

En San Marcos, Gutiérrez hizo sus primeros contactos con otros escritores. Aunque ya escribía ficción, todavía no se sentía seguro de sus capacidades, por lo que decidió enviar tres cuentos a tres autores, «un narrador, un poeta y un crítico»: José María Arguedas, Washington Delgado y Armando Zubizarreta. Los dos primeros elogiaron los textos, e incluso uno de ellos fue publicado en la revista Letras peruanas por intermedio de Delgado, a partir de lo cual Gutiérrez entabló amistad con ambos, pasando horas conversando en diferentes bares de la ciudad. En una ocasión también tuvo un encuentro con Martín Adán.[9][10][11]​ A partir de 1963 Gutiérrez inició su carrera docente, primero como maestro en escuelas de provincias y desde 1968 como profesor universitario en la Universidad Nacional de Ingeniería, San Marcos, Huamanga y San Luis Gonzaga.[12]

Entre 1964 y 1965, junto con Oswaldo Reynoso y Antonio Gálvez Ronceros, Gutíérrez fundó el Grupo Narración, con la idea de editar una revista literaria con el mismo nombre. En la organización del proyecto también tuvo un rol fundamental Vilma Aguilar, una profesora, escritora y cantante que se convirtió en la esposa de Gutiérrez y madre de su hijo Dimitri, criado junto a Carlos Ayala, el hijo mayor de Vilma a quien el escritor adoptó como propio. La revista, que pretendía ser tanto un espacio de difusión de la nueva narrativa como una vocera de la discusión crítica y política desde una perspectiva abiertamente marxista, sacó su primer número en noviembre de 1966, y en su breve trayectoria reunió a importantes exponentes de la narrativa, la poesía y la ensayística peruanas, entre ellos, José Watanabe, Augusto Higa, Eduardo González Viaña, Roberto Reyes Tarazona, Hildebrando Pérez Huarancca, Ana María Mur y Rosa Carbonel.[10]​ Gutiérrez ocupó diversos roles, primero como director de la sección de reseñas, de las que publicó una dedicada a La casa verde de Mario Vargas Llosa y otra de Un mundo para Julius de Alfredo Bryce Echenique, pero principalmente como cronista, escribiendo reportajes sobre luchas campesinas que exhibían un compromiso con las causas populares.[11]

En este contexto Gutiérrez escribió su primera novela, El viejo saurio se retira, basada en sus recuerdos de adolescencia y publicada en 1969. Los protagonistas son cuatro estudiantes del Colegio Salesiano de Piura que se reúnen en un bar después de escuchar un sermón dedicado a un compañero fallecido. La conversación, que constituye el eje en torno al cual giran las diversas subtramas de la novela, abarca temas como el sexo, las historias familiares, el recuerdo del amigo ausente y sobre todo, la crítica al ambiente clerical y represivo del Colegio y la ciudad.[13]​ Pese al apoyo de Washington Delgado, el grueso de la crítica literaria le dedicó comentarios negativos.[14]​ Durante esa época Gutiérrez también profundizó su formación política, leyendo tanto a teóricos marxistas como a novelistas soviéticos, a causa de lo cual no volvió a publicar otro libro durante los siguientes diecinueve años, si bien nunca dejó de escribir. Según explicó tiempo después, «quería adecuar mi pensamiento político con mi pensamiento literario, pero no podía rematar bien mis historias».[9]

Después de casi cinco años, en julio de 1971 se publicó el segundo número de Narración, dirigido por Gutiérrez y con una selección de textos de José Carlos Mariátegui. Esta edición exhibió una mayor radicalización de las posturas políticas del grupo, expresada en la crítica al gobierno de Juan Velasco Alvarado, contrastando con otros escritores e intelectuales izquierdistas que adhirieron al régimen por sus políticas nacionalistas y distribucionistas. La radicalización fue aun más lejos en el tercer número, aparecido en julio de 1974, en el que se debatía el fracaso de la "vía pacífica al socialismo" y la necesidad de la lucha armada contra «la burocracia y el Ejército».[15]​ Sin embargo, los proyectos personales de sus integrantes y el fracaso de un proyecto editorial que no prosperó llevaron a una nueva descontinuación de la revista en 1976.[10][11]

En septiembre de ese año Gutiérrez viajó con su familia a China, donde permaneció hasta 1979, contratado como corrector de estilo de la revista China reconstruye (actual China hoy) de la agencia Xinhua, para la que también trabajó Oswaldo Reynoso entre 1977 y 1989.[15]​ Su llegada coincidió con el inicio de las reformas económicas que siguieron a la muerte de Mao Tse Tung, con las que se abandonó el maoísmo en favor de un socialismo de mercado, experiencia que tuvo un profundo impacto en ambos escritores y que recrearon en dos novelas varios años después: Babel, el paraíso de Gutiérrez y Los eunucos inmortales de Reynoso.[16]​ De regreso en el país, Gutiérrez retomó su actividad docente como profesor en La Cantuta.

La aparición de Sendero Luminoso, grupo armado de orientación maoísta surgido en 1980 y que marcaría la historia del Perú en los doce años siguientes, dividió las aguas entre los integrantes del Grupo Narración, que ese año sacó su último número, ya con importantes deserciones. Mientras que la mayoría optó por continuar con su carrera literaria, Hildebrando Pérez Huarancca y Vilma Aguilar decidieron incorporarse a la lucha armada.[10][11]​ Gutiérrez, por su parte, si bien en principio se interesó en la figura de Abimael Guzmán, líder de la organización, al poco tiempo se distanció en desacuerdo con el culto a la personalidad que empezaba a imponer a los militantes.[9][17]​ Pese a su intención de no involucrarse directamente en el conflicto, la tragedia lo alcanzó el 18 de junio de 1986, cuando su hijastro Carlos Ayala, que se había sumado a su madre como militante senderista, fue asesinado en la masacre de El Frontón, en la que un motín carcelario por parte de senderistas detenidos terminó en un enfrentamiento con la Marina de Guerra donde varios de ellos fueron torturados y ejecutados extrajudicialmente.[10][18]

Dos años después, y rompiendo un silencio editorial de casi dos décadas, Gutiérrez publicó su segunda novela, Hombres de caminos, centrada en el bandolerismo rural de principios de siglo en Piura, y donde aparece por primera vez la familia Villar, protagonistas de su siguiente novela.[13]​ Aunque tuvo una mejor recepción que su antecesora (se considera que con esta obra comenzó su madurez literaria), un sector de la crítica le reprochó una excesiva influencia de William Faulkner y un supuesto descuido en el lenguaje.[10]​ A esta novela le siguió La generación del 50: un mundo dividido, ensayo en el que hace un análisis de esta generación literaria desde una perspectiva literaria y una política, esta última enmarcada en una rigurosa ortodoxia marxista-leninista.[9][10]​ La obra recibió críticas adversas y varios cuestionamientos, sobre todo por la inclusión de Abimael Guzmán, a quien Gutiérrez encuadra en lo que llama «intelectual de partido».[19][20]​ Ese mismo año solicitó su retiro anticipado como profesor para dedicarse completamente a escribir.[15]

Después de nueve años de trabajo, en 1991 Gutiérrez publicó la que se considera su obra maestra, La violencia del tiempo, novela monumental de más de mil páginas en la que, a través de la saga familiar de los Villar, recorre la historia del Perú desde la Independencia hasta mediados del siglo XX, pasando por acontecimientos históricos como la Comuna de París, la Semana Trágica de Barcelona o la construcción del Canal de Panamá. Calificada habitualmente como novela total, el escritor prefería el término «novela summa», por tratarse de una obra compuesta por varias novelas y una diversidad de técnicas narrativas, en la que despliega su visión del mundo y la literatura.[13]

Por su extensión, las primeras ediciones se publicaron en tomos (en tres la primera y en dos la segunda), con subdivisiones puestas por el editor y con un pasaje censurado por el contexto político que se vivía; recién en 2010 la novela fue editada en un solo volumen, reponiendo el fragmento censurado y sin subdivisiones.[21][22]​ Pese a estos inconvenientes, y de la nuevamente fría recepción de la crítica (con la excepción de Ricardo González Vigil),[9][15]​ la novela agotó ambas ediciones, convirtiéndose en una obra de culto entre los lectores, lo que con el tiempo hizo que empezara a ser reconocida por la crítica especializada, hasta ser considerada una de las cumbres de la literatura peruana y latinoamericana.[23][24]​ En encuestas hechas a escritores, fue elegida como una de las diez mejores novelas peruanas de todos los tiempos (1995), la segunda mejor novela peruana de la década (1999) y la segunda mejor novela peruana del período 1990 - 2010 (2014).[25][26]

Apenas unos meses después, Gutiérrez sufrió otro duro golpe con la muerte de su esposa Vilma Aguilar, asesinada el 7 de mayo de 1992 durante un enfrentamiento entre fuerzas policiales y militares y senderistas amotinados en el penal Castro Castro de Canto Grande, en circunstancias similares a las de su hijo Carlos.[10][27][28]​ La noticia afectó profundamente al escritor, quien desde entonces acentuó su carácter introvertido, refugiándose una vez más en la escritura.[29]

En contraste con la extensión y la complejidad de La violencia..., las siguientes novelas del autor fueron más convencionales, aunque sin alejarse de sus temas habituales: así, en 1992 apareció La destrucción del reino, escrita a partir de una serie de fotografías tomadas por un amigo, sobre el paisaje rural piurano; en 1993 Babel, el paraíso, basada en su experiencia en China; y en 1995 Poderes secretos, un lúdico ejercicio metaliterario en torno al Inca Garcilaso. Pero el libro más importante que publicó en este período después de La violencia... fue el ensayo Celebración de la novela, de 1996. A diferencia de La generación del 50, se trata de una obra netamente literaria, en la que Gutiérrez escribe sobre los autores que lo formaron, además de brindar un testimonio autobiográfico de su vida de lector, al estilo de Las palabras de Jean-Paul Sartre.[14]​ Finalizó la década con una serie de cinco ensayos breves, en los que analiza la presencia de los Andes en la novela peruana y a cuatro autores que fueron decisivos para él: Franz Kafka, William Faulkner, Jorge Luis Borges y Julio Ramón Ribeyro.[13]

En 1998 inició una relación con Mendis Inocente Flores, su segunda esposa y quien lo acompañó hasta sus últimos días.[30][31]

Con El mundo sin Xóchitl (2001) Gutiérrez volvió a la novela de gran envergadura. La obra, centrada en la relación entre una pareja de hermanos pertenecientes a una familia de la aristocracia piurana, escandalizó a algunos al momento de su aparición por su temática incestuosa, a pesar de lo cual fue bien recibida por los lectores, llegando a ser su novela más exitosa después de La violencia del tiempo.[13][14][32]​ A esta obra le siguieron dos ensayos, La novela en dos textos (2002), conformado por una reflexión sobre el género novelístico y un largo testimonio sobre la elaboración de El mundo sin Xóchitl, y Vallejo, narrador (2004), análisis de la obra narrativa del poeta peruano.[13]

En 2005 se vio envuelto en otra violenta polémica, suscitada a raíz de un artículo escrito a propósito de un encuentro de escritores peruanos celebrado en Madrid, en el que Gutiérrez denunciaba al establishment literario que maneja la industria cultural y la mayoría de los espacios de difusión. El artículo generó una ola de réplicas y ataques al escritor, volviendo a enrrostrarle su ensayo La generación del 50 y acusándolo de senderista, al mismo tiempo que la polémica derivó en un debate sobre la literatura andina y la literatura criolla, y al que Gutiérrez se refirió posteriormente como un malentendido generado por la prensa.[9][33][34]

Después de la publicación de su tesis de licenciatura Estructura e ideología en Todas las sangres en 2007, Gutiérrez reunió y reorganizó su ensayística dispersa en tres volúmenes: El pacto con el Diablo. Ensayos 1966 - 2007, que recoge ensayos literarios escritos a lo largo de cuarenta años;[35]La invención novelesca (2009), una refundición de sus libros Celebración de la novela y La novela en dos textos;[36]​ y La cabeza y los pies de la dialéctica (2011), que reúne ensayos sobre los vínculos entre ideología y literatura.[37]

Volvió a la novela de tema histórico-social en 2009 con Confesiones de Tamara Fiol, de la que ya había publicado un adelanto en la antología Cinco historias de mujeres y una sobre Tamara Fiol (2006), junto con fragmentos de novelas anteriores.[38]​ Protagonizada por una militante política feminista, esta novela es la primera parte de una trilogía que Gutiérrez no llegó a terminar, en la que planeaba abordar los años de la guerra interna.[13][39]​ A ella le siguieron Una pasión latina en 2011, con la que incursiona en la novela negra, basada en la crónica de un crimen real,[6][40]​ y su última novela, Kymper, sobre un fugitivo buscado por Sendero Luminoso, el Comando Rodrigo Franco y su esposa, en 2013. Ese mismo año fue nombrado doctor Honoris Causa por la Universidad Ricardo Palma, ocasión en la que pronunció su conferencia La novela y la vida, publicada en 2014.[41]​ Finalmente, en 2015 apareció su última publicación, la antología Las aventuras del señor Bauman de Metz y otras historias, y recibió un segundo doctorado Honoris Causa, esta vez por la Universidad Nacional de Piura.[42][43]

En sus últimos años el escritor padecía problemas de salud (a comienzos de 2008 fue hospitalizado por una taquicardia provocada por su hipertensión);[44][45]​ a pesar de lo cual no interrumpió su infatigable ritmo de trabajo: además de escribir y participar en eventos como conferencias y presentaciones, seguía con atención a los nuevos autores peruanos y recibía a quienes se le acercaban a llevarle sus textos para pedirle una opinión.[13][34][46]​ En ese sentido, uno de sus últimos y más significativos gestos fue la creación de una residencia para escritores, en la que también dictaría talleres y se encontraría con sus lectores.[9][31]

Sorpresivamente, faltándole dos semanas para cumplir setenta y seis años, Miguel Gutiérrez falleció de un infarto el 13 de julio de 2016.[47][48]​ Entre los proyectos que dejó pendientes al momento de su muerte estaban la novela con la cual cerraría la trilogía de Tamara Fiol y Kymper, Cartas de Deyanira Urribarri, que quedó inconclusa, y la edición definitiva de sus ensayos literarios reunidos en tres tomos, bajo el título Celebración de la novela, cuyo primer volumen fue editado póstumo en 2017.[49]​ Sus restos fueron velados en la Casona de San Marcos durante dos días, luego de lo cual fueron cremados y depositados en el cementerio Jardines de la Paz de Lurín.[50][51]

Tres son las tradiciones literarias desde las cuales podemos definir la obra de Gutiérrez: en primer lugar, la gran novela europea del siglo XIX, especialmente Honoré de Balzac, Fiódor Dostoievski y Leon Tolstoi; en segundo lugar, el modernismo de James Joyce, Marcel Proust y William Faulkner, que renovó las formas de la novela clásica; y finalmente, la tradición del realismo social en la novela latinoamericana, descubierto a partir de Los perros hambrientos de Ciro Alegría. Como otros autores de la Generación del 60, Gutiérrez definía su obra como literatura comprometida, compromiso que puede verse en novelas como Hombres de caminos, La violencia del tiempo, La destrucción del reino o Confesiones de Tamara Fiol, en las que despliega frescos sociales e históricos centrados en las luchas populares campesinas. Sin embargo, también podemos hablar de una segunda vertiente en su narrativa, representada por novelas como Babel, el paraíso, El mundo sin Xóchitl o Una pasión latina, en donde los conflictos se dan en una dimensión más individual que colectiva y tienen menos que ver con luchas políticas que con la búsqueda o la pérdida de la felicidad de sus protagonistas. Sus novelas más emblemáticas se caracterizan por su ambientación verista, su retórica heroica y la experimentación formal; esta última puede encontrarse sobre todo en La violencia del tiempo, donde aúna técnicas narrativas que van desde la novela decimonónica hasta el modernismo joyceano y el gótico sureño faulkneriano, y que algunos han enmarcado dentro del realismo épico.

Uno de los aspectos más criticados y discutidos en torno a la figura de Miguel Gutiérrez ha sido su filiación marxista, que durante mucho tiempo fue usada como argumento para descalificar su obra, cuando no directamente ignorarla, y sobre el que el mismo autor se pronunció en varias ocasiones.[9][53]​ Gutiérrez nunca militó en ningún partido u organización, pero desde su juventud y hasta su muerte se reconoció como marxista y escribió varias obras desde esta perspectiva, tanto novelas como ensayos. Fue precisamente su debut editorial en este último género, La generación del 50: un mundo dividido, el que lo convirtió en un marginado del medio editorial peruano, por su vindicación de Abimael Guzmán en el momento en que la escalada de violencia de Sendero Luminoso alcanzaba un punto crítico. Sin embargo, con el tiempo moderó la combatividad incendiaria que caracterizó a sus ensayos de juventud, y en su madurez pasó a darle mayor importancia al elemento hedónico de la experiencia literaria.[54]​ Así, cuando en 2008 publicó la segunda edición del ensayo no modificó el texto original, pero incluyó un nuevo prólogo en el que explica el contexto en que fue escrito y cómo había cambiado su perspectiva desde entonces.[55][56]​ Por otra parte, si bien sus ideas políticas influyeron en algunos de los temas que abordaba, no lo hicieron en su estética, ya que nunca comulgó con el realismo socialista, y se definía como un marxista heterodoxo.[34][57]

Pese a que sigue siendo un autor más leído por académicos o lectores especializados que por el público general, y prácticamente desconocido fuera del Perú, en los últimos años su obra comenzó a ser cada vez más difundida, gracias a las reediciones y una profusión de homenajes y trabajos críticos. Entre ellos podemos mencionar Tres veces Miguel Gutiérrez (2017) de Roberto Reyes Tarazona,[58][59]​ o el más reciente Miguel Gutiérrez ( 1940-2016 ). Libro de homenaje (2020) de Aníbal Meza Borja, ambos publicados por la Universidad Ricardo Palma.[60][61]

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