Abu Abd ar-Rahman Musa ibn Nusayr ibn Abd ar-Rahman Zayd al-Bakri al-Lajmi o Musa ibn Nusair (en árabe, أبوعبد الرحمن موسى بن نصير بن عبد الرحمن زيد اللخمي), llamado Muza o Musa en la tradición española, fue un caudillo militar musulmán yemení (era de los Lájmidas, conocida como tribu del sur o del Yemen ), gobernador y general del califato Damasquino Omeya (640–716/718) en el norte de África (Ifriquiya, actual Tunicia). A la edad de 71 años participó en la invasión musulmana de la península ibérica, según la historiografía tradicionalmente admitida, basada en crónicas árabes de los siglos X y XI, y fue el primer valí de al-Ándalus, gobernando entre los años 712 y 714.
En el norte de África, la pacificación que le permitiría posteriormente el avance territorial no estaba exenta de dificultades que provenían fundamentalmente de la resistencia de los bereberes (se consigue la sumisión con la toma de rehenes de los hijos de notables y jefes) y de la zona cristiana magrebí (cuyos dirigentes terminan optando por aceptar acuerdos que le confirman en sus dominios, como don Julián, señor de Ceuta).
En 698 se convirtió en gobernador o virrey de Ifriquiya en el norte de África, y fue el encargado de poner fin a una rebelión de los bereberes. Tuvo que combatir los ataques de la armada bizantina y construyó una fuerza naval que saquearía las islas de Ibiza, Mallorca y Menorca en el año 707.
En esa altura, la Hispania visigoda se hallaba inmersa en una tremenda confusión, con dos reyes rivales, Agila II y Rodrigo, que controlaban zonas diferentes de la península; y uno de ellos además (Rodrigo, electo gracias al apoyo de la mayor parte de la aristocracia visigoda) enfrentado a la oposición de un grupo minoritario, quizá de partidarios de los descendientes de su antecesor el rey Witiza. Tal vez este grupo fuese el que solicitara la ayuda de Musa ibn Nusair, a través de Don Julián, gobernador de Ceuta o quizás (menos probable) de Tánger, aunque en este período es casi imposible conocer los hechos reales, adornados mucho después con leyendas. Fuese como fuese, el caso es que Musa envió a su lugarteniente Táriq ibn Ziyad, que desembarcó junto a la roca que después por él fue llamada Gibraltar, el 30 de abril de 711, al frente de 7000 bereberes. Táriq derrotó a Rodrigo en la batalla de Guadalete y avanzó rápidamente por el territorio peninsular.
En 712 Musa, acompañado por su hijo Abd al-Aziz ibn Musa y con un ejército de 18 000 hombres, cruzó el estrecho de Gibraltar y procedió a la conquista del resto del territorio visigodo. Ocupó Medina Sidonia, Carmona y Sevilla y, seguidamente, atacó Mérida poniendo sitio a la ciudad que resistió un año (30 de junio del 713). Desde Mérida, Musa, se dirigió a Toledo.
En 714 Musa y Táriq tomaron Zaragoza y avanzaron hacia Lérida. Llamados a Damasco, ambos invasores se separaron y Musa se dirigió a Asturias para tomar León, Astorga y Zamora, y llegar hasta Lugo.
A su regreso a Sevilla, Musa fue llamado a Damasco por el nuevo califa Suleimán I para rendir cuentas. Antes de partir, como si de bienes propios se tratasen en vez de ser de la comunidad islámica, Musa repartió el gobierno de los diferentes territorios que administraba entre sus hijos: Abd al-Aziz, su cuarto hijo, como gobernador de Al-Ándalus; Abd al-Málik (también llamado Marwán) ibn Musa, que era el segundo, de Ceuta y Tánger y Abd Al·lah ibn Musa, que era el mayor, de Ifriqiya. Su tercer hijo, Marwán ibn Musa, acompañó a Táriq ibn Ziyad en la primera ofensiva en 711. Eran hijos de su matrimonio ca. 678 con Amina bint Marwán (nacida en 664?), hija de Marwán I y de Ruqayya bint Úmar, hija de Umar ibn al-Jattab y de Umm Kulthum bint Ali, hija de Ali Ibn Abi Talib y de Fátima az-Zahra, hija de Mahoma y Jadiya.
Ya en Damasco, Suleimán condenó a muerte a Musa por el delito reincidente de malversación. La pena se le conmutó por el pago de una considerable suma, pero no se le permitió regresar a Al-Ándalus. Poco después fue asesinado en una mezquita de Damasco, hacia el año 716, algunas fuentes afirman que hacia 718.
Parece ser que Musa ibn Nusayr asentó el poder relativamente fuerte que se había forjado en Occidente, poder que levantaría seriamente la ira del califato, no sólo sobre los árabes y los mawali que debían pertenecer principalmente al grupo árabe lájmida —tribu de los árabes del sur o yemeníes a la que pertenecía el propio Musa—, sino también sobre elementos bereberes.
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