Un manantial, naciente o vertiente es la fuente natural de agua y no el agua que brota de la tierra o entre las rocas. Puede ser permanente o temporal. Se origina en la filtración de agua, de lluvia o de nieve, que penetra en un área y emerge en otra de menor altitud. Generalmente los manantiales van ligados a la presencia de niveles impermeables en el subsuelo, que impiden que el agua se siga infiltrando y la obligan a salir a la superficie. Estas surgencias suelen ser abundantes. Los cursos subterráneos a veces se calientan por el contacto con rocas ígneas y afloran como aguas termales.
Dependiendo de la frecuencia del origen (caída de lluvia o nieve derretida que infiltra la tierra), un manantial o naciente puede ser efímero (intermitente), perenne (continuo) o artesiano. Los pozos artesianos son manantiales artificiales, provocados por el hombre mediante una perforación a gran profundidad y en la que la presión del agua es tal que la hace emerger en la superficie.
Cuando el agua aflora a la tierra, puede formar un estanque o arroyo. Las aguas termales, así como los géiseres, también son manantiales.
Normalmente se clasifican los manantiales o nacientes por el volumen de agua que descargan. Los más grandes son de «primera magnitud», definidos como tales cuando descargan agua a una velocidad de 2800 litros por segundo, por lo menos. La escala es la siguiente:
Los minerales se disuelven en el agua a su paso por zonas subterráneas. Esto le brinda sabor al agua y hasta burbujas de dióxido de carbono, dependiendo de la naturaleza geológica del terreno. Por ello, el agua del manantial o naciente (spring water) se vende como agua mineral, aunque frecuentemente el término se aplica por motivos publicitarios. Los manantiales que contienen cantidades significativas de minerales son denominados, a veces, «nacientes de minerales». A aquellos que contienen grandes cantidades de sales de sodio disueltas, mayormente carbonato sódico, se les llama «nacientes de soda».
Los antiguos griegos y romanos rendían culto a las fuentes naturales, las cuales generalmente eran consagradas a un dios o a una diosa. El famoso manantial de las termas romanas de Bath, en el sudoeste de Gran Bretaña, fue consagrado por los romanos a Minerva, diosa de la sabiduría y de la guerra. Las fuentes ornamentales, en las ciudades de los siglos XVII a comienzos del XX, solían evocar ese carácter sagrado de los manantiales mediante formaciones escultóricas que representaban a las antiguas deidades del agua.
Metafóricamente, manantiales y fuentes se han considerado en sentido figurado origen de algo: «Esa idea fue el manantial de distintas doctrinas», «el periodista obtuvo su información de distintas fuentes», etc.
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