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Níobe



Níobe (en griego antiguo Νιόβη Nióbe) es un personaje de la mitología griega, hija de Tántalo y esposa de Anfión, rey de Tebas (en Grecia continental). El nombre de su madre varía dependiendo de los autores, pudiendo ser Táigete, Díone, Eurianasa, Euritemista, Clitia o Laódice. Las localizaciones geográficas, y especialmente el que se sitúe la "ciudad de Tántalo" en Frigia, a este como "rey de Frigia", y se nombre al hermano de Níobe como "Pélope el lidio"; han permitido interpretar el mito como la evolución de una genealogía ancestral que entroncara los reyes de Frigia y Lidia (en Asia Menor) con los griegos.[2]

Níobe tuvo con Anfión gran número de hijos, de los que estaban orgullosos sobremanera. Níobe se vanagloriaba de su prole, mofándose de Leto porque esta solo había tenido dos hijos (Apolo y Artemisa). Estas burlas llegaron hasta tal punto de soberbia (hybris) que se opuso a que se le tributaran honores a Leto, diciendo que ella era más digna de que se le levantasen altares. En venganza, Apolo mató con sus flechas a todos menos uno de los hijos varones de Níobe y Artemisa hizo lo propio con todas menos una de las hijas; los salvados del castigo fueron Amiclas, que había ofrecido una plegaria propiciatoria a Leto, y Melibea, que al presenciar la muerte de sus hermanos adquirió tal palidez que fue llamada Cloris a partir de entonces.

Cuando la desafortunada madre acudió junto a los cadáveres de sus hijos sintió tal dolor que, deshecha en llanto, quedó inmóvil y terminó convirtiéndose en piedra, como había suplicado a Zeus (que era a la vez su abuelo —padre de Tántalo— y el amante de su rival —padre de los dioses ofendidos—). Un torbellino la transportó hasta el monte Sípilo en Lidia, donde se podía ver cómo las lágrimas brotaban de una roca de mármol con forma de mujer. Otra versión afirma que huyó voluntariamente hasta Lidia, y que sus lágrimas formaron el río Aqueloo.

Anfión quiso vengar la muerte de sus hijos y acudió al santuario de Apolo en Delfos para matar a sus sacerdotes, pero el Dios le dio muerte, y además Anfión fue castigado en el Tártaro por esta acción.

Los cuerpos de los infortunados hijos de Níobe permanecieron en la intemperie durante nueve días, pues Zeus se había puesto de parte de Leto y había convertido a los habitantes de Tebas en rocas, no quedando ningún hombre que pudiera enterrarlos. Al décimo día los mismos dioses les dieron sepultura, cumpliendo así la norma religiosa.

Partenio relata otra versión del mito, según la cual Níobe era hija de Asaón y mujer de Filoto. En venganza por burlarse de Leto, Apolo y Artemisa hicieron que Filoto fuera hecho pedazos en una cacería y que Asaón se enamorara de su propia hija. Rechazando esta sus pretensiones, Asaón prendió fuego a los hijos de Níobe y a sí mismo, y Níobe se suicidó arrojándose por un precipicio.

La necesidad ilustrada de racionalizar lo sobrenatural identificó las "flechas de Apolo" con la peste (apoyándose en el episodio de la peste que se abatió sobre los griegos durante la guerra de Troya), de modo que "explicase esa fábula por una peste que asoló en lo antiguo á Tebas y sus cercanías, dejando la ciudad despoblada";[3]​ e incluso con "... los rayos del Sol. Así es que cuando dice la fábula que este dios con Diana, su hermana, mataba a flechazos a los hijos de Níobe, esto significa que la peste, efecto por lo común del calor excesivo de los rayos del sol, hizo perecer a todos los niños."[4]

En los autores clásicos hay discrepancias en el número de hijos que tuvo Níobe (los llamados nióbidas o nióbides): Homero da doce, Hesíodo veinte, Heródoto cinco, el pseudo-Apolodoro dieciséis y Eurípides catorce, siendo esta última la versión más aceptada. En la versión más extensa, el pseudo-Apolodoro, los hijos de Níobe son:

El mito de Níobe es un tema literario utilizado desde la Antigüedad como un tópico referente al desconsuelo ante la pérdida de los hijos (comparable como arquetipo al pasaje bíblico en que Raquel llora por sus hijos y rehúsa ser consolada, porque ya no existen,[5]​ y al papel pasional de la Virgen MaríaMater Dolorosa, Pietà, etc.—).[6]

En ese contexto lo utiliza Homero (Ilíada), al asemejar a Níobe con Príamo ante Aquiles, que ha matado a su hijo Héctor y al que no da sepultura. También lo utiliza Sófocles en Antígona, que compara su desolación con la de Níobe.[7]​ Entre las obras perdidas del propio Sófocles habría una titulada Níobe. La tragedia Níobe de Esquilo sobrevive en citas fragmentarias y en un papiro que contiene veintiún líneas de texto.[8]​ Ambientada en Tebas, Níobe aparece velada y silente. De Timoteo se conoce una breve cita de su Níobe, por ser las últimas palabras del filósofo Zenón ("Ya voy ¿Por qué me gritas?").[9]

El conflicto entre Níobe y Leto aparece en un fragmento de Safo, donde se recoge que antes de ser madres, habían sido las mejores amigas.[10]​ Según Píndaro, el agudo tono lidio, sensible y patético (compuesto "de la melodía grave y monótona del dorio y de la delicadeza del jonio") se empleó por la vez primera en las bodas de Níobe; y desde entonces se usaba en acontecimientos tristes, como los funerales.[11]

En el siglo I a. C., Partenio de Nicea recoge una variante del mito; y en las fuentes latinas Níobe aparece en una colección de fábulas de Higino y en Las metamorfosis de Ovidio.

Todavía en latín, Boccaccio incluye a Níobe entre sus Mujeres famosas,[12]preclaras o ilustres;[13]​ (De mulieribus claris, 1361);[14]​ mientras que, ya en la literatura en lenguas modernas, Shakespeare utiliza el tópico de las lágrimas de Niobe en el monólogo de Hamlet ("like Niobe, all tears", acto 1, escena 2), donde el efecto que se busca es contrastar el comportamiento natural de Níobe con el antinatural de su propia madre, que tras enviudar se ha casado con el asesino de su padre.[15]​ Esa misma cita de Hamlet aparece en la novela de Dorothy L. Sayers Murder Must Advertise, usada como campaña por una agencia de publicidad.[16]​ La poetisa contemporánea Kate Daniels[17]​ compuso unos Niobe Poems.[18]

En español, Baltasar de Vitoria (Teatro de los dioses de la gentilidad, 1620 y 1623) compara a Níobe con la hija de Lot.[19]

En la cerámica griega la primera representación conocida del mito es un ánfora tirrena de mediados del siglo VI a. C.[20][21]​ Un siglo más tarde desarrolló su trabajo un pintor que la historiografía ha denominado Pintor de los nióbides[22]​ a partir de la crátera utilizada para definir su estilo (datable a mediados del siglo V a. C.)[23][24]​ Lo particular de su composición, con los personajes dispuestos en dos niveles diferentes, ha permitido conjeturar que la composición está inspirada en una gran pintura mural.[25]

En la escultura griega hay ejemplos desde época clásica (la Nióbide herida de mediados del siglo V hallada en los Horti Sallustiani);[26]​ convirtiéndose en un tema muy tratado en la época helenística. Es especialmente notable el grupo escultórico de Níobe y sus hijos que decoraba el frontón del tempo de Apolo Sosiano[27]​ en Roma.[28]​ Fue descubierto en 1583 (al mismo tiempo que Los luchadores),[29]​ y trasladado en 1775 a la Galeria degli Uffizi (Florencia), donde decoraba la sala llamada de la Tribuna; aunque se le dio escaso valor hasta que Winckelmann la describió en su famosa Historia del arte. Consta de trece estatuas independientes (Níobe sosteniendo a una hija y el resto de los niños con su ayo), que puede que tengan distintos autores, discutiéndose tradicionalmente si las más antiguas eran obra de Scopas[30]​ o de Praxíteles; aunque actualmente se niegan ambas atribuciones. Nuevos hallazgos de partes perdidas del grupo se fueron produciendo con el tiempo, como una estatua descabezada procedente de la Villa dei Quintili en 2005.[31]​ A pesar de la incompatibilidad de la fecha de su descubrimiento,[32]Erwin Panofsky identifica influencias del grupo escultórico de Níobe en Miguel Ángel, y a través de él, incluso en la pintura de Tiziano.[33]

Propercio recoge que en época de Augusto se añadieron a las puertas del templo de Apolo Palatino dos relieves de marfil, uno de los cuales tenía como tema la muerte de los hijos de Níobe.[34]

El tema de La masacre de los nióbidas se ha tratado como uno de los propios de la pintura mitológica desde el Manierismo (Abraham Bloemaert, François Spierincx)[1]​ y el Barroco (Johann König, Andrea Camassei) hasta el Neoclasicismo (Lemonnnier, Jombert,[35]Jacques-Louis David) y la pintura contemporánea (Károly Patkó).[36]​ Muy recientemente (febrero de 2015), ha sido utilizado por Banksy para denunciar la situación de Gaza, en un graffitti pintado sobre una puerta de una casa destruida, cuyo propietario vendió por una cantidad ridícula a un artista local que sí conocía su verdadero valor.[37]

Pintura de Johann König, primera mitad del siglo XVII.

Pintura de Andrea Camassei, 1638-1639.

Pintura de Anicet Charles Gabriel Lemonnier, 1770.

Pintura de Pierre-Charles Jombert,[35]​ 1772.[38]

El compositor barroco Agostino Steffani estrenó en Múnich en 1688 una ópera sobre libreto de Luigi Orlandi titulada Niobe, Regina di Tebe. El compositor contemporáneo Benjamin Britten dedicó a Níobe una de las Seis metamorfosis de Ovidio (1951).

Su nombre se dio el de un elemento químico —niobio—; a un asteroide —(71) Niobe, descubierto por Robert Luther en 1861—; a un género botánico —Hosta o Niobe, por Richard Anthony Salisbury en 1812— y la mariposa Argynnis niobe —Linnaeus, 1758

Anders Gustaf Ekeberg había descubierto el tantalio en 1802; posteriormente (en 1845) Heinrich Rose denominó "niobio" y "pelopio"[39]​ (por los dos hijos de Tántalo) a otros dos nuevos elementos que había creído identificar en una muestra de tantalita, aunque sólo el niobio se verificó. Previamente (en 1801), Charles Hatchett había descubierto un elemento que denominó "columbio" y que se comprobó coincidente con el niobio, pero fue esta denominación la que se acabó imponiendo en la nomenclatura.



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