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Plauto



Tito Maccio Plauto (en latín, Titus Maccius Plautus; Sarsina, Umbría; 254 a. C.Roma, 184 a. C.) fue un comediógrafo latino.

Plauto, según Festo, provenía de ploto, un término dado a las personas aquejadas de pies planos y a los perros de orejas caídas.[1][2]​ La primera de estas acepciones podría implicar un juego de palabras con planipedes, una clase de actor de mimo que actuaba descalzo, y a la que Plauto podría haber pertenecido en su juventud como actor. Sin embargo, los romanos también utilizaban la segunda definición para referirse a él, quizá en clave de burla, como hace el prologuista desconocido de la comedia plautiana Casina, el cual le llama "Plautus cum latrante nomine" ("Plauto el del nombre ladrador").[1]

Las fuentes citan su nombre como Tito Maccio Plauto, pero esto, contrariamente a la creencia popular, no implica que su nombre de nacimiento fuera Tito Maccio; tiene más bien la sonoridad de un pseudónimo cómico que parodia el concepto del triple nombre o tria nomina.[1][2]​ En la antigua península itálica, sólo los pertenecientes a familias nobles romanas tenían tres nombres, y Plauto no era noble, además de que Maccio no existe como apellido, y en su lugar se asemeja más a una alusión gentilizante al Maccus, un payaso arquetípico de la farsa atelana, que Plauto conocería bien.[1][2]

Una teoría propone que el nombre de nacimiento de Plauto en Umbría habría sido Tito Ploto (Titus Plotus), siendo Ploto el equivalente a Plauto en dialecto umbro. De este modo, Maccio no sería sino un supernomen dado por su profesional teatral.[2]

Algunas crónicas medievales optaron por llamarle incorrectamente Marco Accio Plauto (como otro gran escritor latino, Lucio Accio), interpretando que Maccio no era sino una confusión con M. Accio.

No se conoce sino como aproximación la fecha de su nacimiento; se ha fijado la de 254 a. C. por una noticia de Cicerón (Brutus, 60) y sabemos que murió en el consulado de Publio Claudio Pulcro y Lucio Porcio Licino, siendo censor Catón, es decir, en el 184 a. C. Ciertamente este lapso vital corresponde a un periodo históricamente muy revuelto: la Segunda Guerra Púnica (de la derrota de Cannas, 216, a la victoria del Metauro, 207, y Zama, 202) y la primera afirmación de la intervención romana en Grecia y en el Oriente helenístico.

Se trasladó de Umbría a Roma de joven, posiblemente sirviendo de soldado entre los 20.000 infantes umbros aliados de Roma (socii) que repelieron una invasión gala bajo el mando de Lucio Emilio Papo.[1]​ En la gran urbe, obró como comerciante, lo que confirma el conocimiento del lenguaje marinero que atestiguan sus obras, y posiblemente también realizó viajes por el Mediterráneo. Sin embargo, se arruinó y tuvo que empujar la piedra de un molino al tiempo que empezaba a escribir comedias palliatas adaptadas del griego. Su enorme éxito le valió salir de molinero para consagrarse a este nuevo oficio y murió prácticamente rico con más de setenta años, envuelto en una gran popularidad. Aunque hay otros eruditos que piensan que probablemente al usar la expresión latina «empujar la piedra del molino», nuestro autor se refería a su extrema pobreza y no al trabajo literal como esclavo encargado de girar las muelas de los molinos.

Si bien se le atribuyeron hasta 130 obras, ya Varrón en el siglo I, en su monografía De comoediis Plautinis, redujo su número a las 21 que se tienen por auténticas, separando de este grupo otras que se debían a sus imitadores Cecilio y otros ingenios. En De comoediis Plautinis distinguió tres grupos entre las obras atribuidas a Plauto: las inequívocamente suyas (21 comedias); un segundo grupo de 19 obras, en las que reconocía la paternidad plautina por razones históricas y estilísticas; y un tercer grupo de obras, las restantes, que consideraba espurias. Se han conservado enteras las comedias del primer grupo (denominadas fabulae Varroniatae), a excepción de la Vidularia, que por su posición en el arquetipo de los manuscritos se encuentra gravemente dañada. Plauto se inspiró en los autores de la Comedia nueva griega, principalmente en Menandro, pero también en Dífilo o Filemón entre otros, y más ocasionalmente también en la comedia media (Antífanes), mezclando a veces dos obras en una sola (contaminatio). No se limitó a traducir, sino que adaptó los originales al gusto romano, e introdujo canciones y danza (por ejemplo, la danza de esclavos y de cocineros en la Aulularia). Por eso en muchos textos plautinos se contienen indicaciones escénicas. En las últimas piezas de Plauto, los cantica ocupan mayor espacio, siempre con una enorme diversidad métrica (anapestos, créticos, baquios) que enriqueció la lengua latina con esquemas desconocidos entre los mismos griegos. En esto sí el teatro plautino simula la gran polimetría de la comedia antigua griega de un Aristófanes. A decir de los antiguos, tanta fue su estimación durante todo el Imperio, que algunos autores llegaron a afirmar que si las Musas hablaran latín lo harían con el estilo de Plauto.

La complicación de las tramas a causa de la contaminatio obligó a Plauto no pocas veces a poner un pequeño prólogo declamado por un actor, cuya función era explicar los argumentos demasiado complejos para que el público no se desorientara.

Plauto usa un rico y vistoso lenguaje de nivel coloquial que no elude la obscenidad y la grosería entre retruécanos, chistes, anfibologías, parodias idiomáticas y neologismos, usando un vocabulario muy abundante de una gran variedad de registros. Emplea con preferencia la aliteración, la asonancia y el asíndeton, imprimiendo a su estilo un sello inconfundible. Es un psicólogo penetrante en obras que anuncian ya la comedia de carácter o comedia de figurón, como es el caso de Aulularia sobre el tipo universal del avaro o Miles gloriosus sobre otro tipo eterno, el fanfarrón; la mezcla de dos acciones en una sola obra hizo de él el primer creador de la técnica del imbroglio o enredo, que tanto juego ofrecerá en la comedia. Algunos personajes como el esclavo liante, desvergonzado y diabólicamente astuto, presagian ya el personaje del gracioso en la comedia del Siglo de Oro español, y otros, como el parásito, derivarán en el del pícaro. Muchas de estas comedias terminan con una feliz anagnórisis o agnición o con la burla a un viejo.

Las obras de Plauto son menos refinadas pero más cómicas que las griegas. Sus personajes son los mismos que en las comedias griegas: jóvenes alocados y calaveras, cortesanas, alcahuetes, flautistas, traficantes de esclavos o lenones, esclavos diabólicamente astutos que sacan siempre las castañas del fuego a sus señores, comerciantes, viejos verdes y gruñones, parásitos, soldados fanfarrones, etc.; el argumento estaba lleno de situaciones de enredo, engaños y confusiones. Pero Plauto añade variedad y originalidad a los temas y a los personajes siempre con la intención de hacer reír al público romano. La obra de Plauto influyó en la comedias medievales de la monja Hrostsvita y en las comedias humanísticas que se componían en latín en las universidades como trabajo de fin de curso y en el Renacimiento. Hay mucho de Plauto, por ejemplo, en El avaro de Molière, en Giovanni Boccaccio y en las comedias de Shakespeare.

Las comedias auténticas de Plauto son Anphitruo o Anfitrión, Asinaria, Aulularia o La comedia de la ollita, Bacchides, Captivi o Los cautivos, Casina, Cistellaria o La cestita, Curculio o El gorgojo, Epídico, Estico, Menecmos, Mercator, Miles gloriosus o El soldado fanfarrón, Mostellaria o El fantasmita, Poenulus, Pseudolus o El trapalón, Persa, Rudens, Trinummus, Truculentus y Vidularia.

Véase Personajes comunes en la comedia romana

Según Aulo Gelio, Plauto escribió 130 comedias. En los manuscritos que se nos han conservado, los títulos de las obras aparecen por orden alfabético, y no de manera cronológica, lo que implica grandes debates y controversias entre los estudiosos y los editores, a la hora de tratar de discernir cuáles se escribieron antes y cuáles, después. Normalmente, en las ediciones y traducciones contemporáneas las obras siguen ordenándose por orden alfabético y este será el criterio que sigamos a continuación.

Las obras que se conservan en la actualidad son las siguientes:

Por otra parte, conocemos los títulos de una treintena más de obras y, en algunos casos, se conservan también fragmentos de las mismas:

De las siete traducciones de Plauto realizadas en el siglo XVI, la primera fue el Anfitrión por parte del médico Francisco López de Villalobos. Fue escrita en 1515 y editada dos años después; usa la edición de Hermolao Barbaro. En 1525 esta misma comedia fue adaptada un poco más libremente por el humanista y profesor de la Universidad de Salamanca Fernán Pérez de Oliva; esta versión fue criticada en sus aspectos dramáticos por Leandro Fernández de Moratín, aunque es de buen lenguaje y estilo. En 1554 y en Toledo se refundieron estas traducciones en otra. Al año siguiente aparecieron anónimas en Amberes El mílite glorioso y Los Menechmos. De nuevo Anfitrión y Los Menechmos fueron editados por Juan de Timoneda en 1559.[4]​ En el siglo XX destacan las siguientes traducciones de sus obras completas: Pedro Antonio Martín Robles, Comedias completas trasladadas de la lengua latina al español, Buenos Aires, El Ateneo, 1947. Vicente Blanco García, Comedias, Madrid: Aguilar, 1950. Juan Bautista Xurriguera, Comedias. Barcelona: Iberia, 1955. Marcial Olivar, Teatro completo: Barcelona: Planeta, 1974. Mercedes González-Haba, Comedias I, Madrid: Gredos, 1992. José Román Bravo, Comedias I y II. Madrid: Cátedra, 1989 y 1995. Germán Viveros, Comedias I y II, México: Bibl. Scriptores Graeci & Romani, 1978 y 1980. El comediógrafo José Luis Alonso de Santos hizo asimismo varias adaptaciones dramáticas de Plauto.



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