Los pueblos del mar es la denominación con la que se conoce a un grupo de pueblos de la Edad del Bronce que migraron hacia Oriente Próximo durante el 1200 a. C. Navegaban por la costa oriental del Mediterráneo y atacaron Egipto durante la dinastía XIX y especialmente en el año octavo del reinado de Ramsés III, de la dinastía XX.
Algunos estudiosos los hacen responsables del hundimiento de la civilización micénica y del Imperio hitita, a finales del siglo XIII a. C., dando lugar al comienzo de la Edad Oscura, pero esta hipótesis es controvertida.
Existen escasos documentos sobre quiénes eran los pueblos del mar, dónde y cómo actuaron. Por otro lado, los antiguos textos suelen narrar la historia parcialmente. La arqueología ayuda a comprender situaciones que pueden contradecir a los textos, pero los datos de las excavaciones son escasos en este sentido.
El nombre de «pueblos del mar» se debe al egiptólogo parisino Emmanuel de Rougé (1811-1872), que lo utilizó a mediados del siglo XIX para denominar a los diversos pueblos que aparecían en algunas inscripciones y textos egipcios, hallados en Medinet Habu y fechados a finales del Imperio nuevo, que fueron traducidas por John Baker Greene como «procedentes de las islas de en medio del mar».
Posteriormente, Gaston Maspero acuñó el término, apoyándose en la teoría expuesta por Rougé y Chabas, que sostenía: «Los pueblos del mar fueron los componentes de la gran migración que recorrió desde el mar Egeo hacia el Mediterráneo oriental, emparejando los distintos pueblos invasores con los pueblos mencionados en la historia y la leyenda griegas».
El faraón Merenptah se refirió a ellos como «países extranjeros» o «pueblos de la mar» (en egipcio nȝ ḫȝt.un pȝ ym ) en su Gran inscripción de Karnak.
La denominación «pueblos del mar» ha seguido siendo utilizada por todos los que escriben o investigan esta época de la historia, aunque últimamente (2005) ha sido puesta en duda, e incluso se ha negado su existencia aventurando que dichos pueblos son una más de las «leyendas» acuñadas por los investigadores de los siglos XIX y XX.
El final del Bronce Reciente en el Egeo se caracteriza por la incursión de pueblos migratorios y su posterior reasentamiento y asimilación por los pueblos que conquistaron. La identidad de los pueblos del mar ha sido un enigma, ya que solo se dispone de registros sobre la dispersión de las civilizaciones antiguas y a la arqueología como fuentes de información. La evidencia muestra que las identidades y los motivos de estos pueblos no eran desconocidos para los egipcios; de hecho, muchos acabaron subordinados a ellos o con relaciones diplomáticas, según los registros escritos de esos siglos.
Algunos grupos no se incluyeron en la lista egipcia de los pueblos del mar, sobre todo los que migraban por tierra. Entre ellos están los '.pru (Habiru) de las inscripciones egipcias, o 'apiru de las escrituras cuneiformes. Sandars utiliza el nombre análogo «pueblos de la tierra», y otros historiadores incluyen a algunos pueblos, como el lukka (o licios, los oriundos de Lidia), en ambas categorías. Grupos elegidos de guerreros de estos pueblos fueron usados por el ejército egipcio como mercenarios.
En torno al 1200 a. C. la historiografía ha ubicado la aparición de unos pueblos, denominados «pueblos del mar» gracias a las fuentes egipcias, que ocasionaron la crisis y desaparición de diferentes culturas, imperios y reinos que habían existido durante el Bronce Reciente, surgiendo así nuevas entidades políticas como los Filisteos o el reino de Israel, todos ellos identificados durante muchos años con unos fósiles arqueológicos y, en ocasiones, con unos hábitos culturales nuevos. Ello ha favorecido que en la investigación se utilicen conceptos como etnicidad y cultura, aunque en realidad es una manifestación cultural ecléctica y la llamada «cultura material filistea» no es representativa de un nuevo grupo étnico dominante política y demográficamente. Ello no implica el negar un aporte étnico nuevo, pero actualmente es muy difícil establecer fronteras étnicas basadas en conceptos políticos como Israel y Filisteos, al tiempo que, en el caso de los Filisteos, existió una rápida aculturación que extinguió sus rasgos diferenciadores.
Junto a estos pueblos y culturas, conocidas por sus vinculaciones con la tradición cultural de Occidente, aparecieron otros, como las ciudades fenicias, los Arameos o los reinos neohititas del norte de Siria que, junto a Edom o Moab, también desempeñaron un papel importante en los cambios que tuvieron lugar a finales del Bronce Reciente, así como en el marco político y cultural que surgió con posterioridad.
Alteraciones que afectaron especialmente al Próximo Oriente, donde incluso Egipto, el único Estado que logró repeler la invasión de estos pueblos, perdió definitivamente su imperio en Siria-Israel y su protagonismo histórico en la región, pero también al Egeo, donde tuvo lugar el final del mundo micénico, y al Mediterráneo central, una región que había sido incluida en los circuitos comerciales que caracterizaron los intercambios comerciales durante el Bronce Reciente.
El primero de los grupos étnicos,jeroglíficos de un obelisco en el templo de Biblos. La inscripción menciona a «Kukun, hijo de Ruqq», que se ha traducido como ‘Kukunnis, hijo de Lukka’ o bien «el licio». Se han dado varias dataciones, entre el 2000 y el 1700 a. C.
de los que posteriormente fueron considerados como los pueblos del mar, está atestiguado en losLos lukkas y los shardanas aparecen en las Cartas de Amarna, de época de Amenhotep III o de Ajenaton, a mediados de siglo XIV a. C.: Un shardana y otros tres hombres, aparentemente mercenarios renegados, han sido ajusticiados por un supervisor egipcio. Hay tres versiones similares en las cartas EA 81, 122 y 123, que son copia una de otra. En la carta EA 38 los lukkas son acusados de atacar a los egipcios aliados con los alasiyas, a quienes más tarde incautaron sus aldeas. En otra carta (EA 151) se menciona a los danunas, pero solo en una referencia a la muerte de su rey.
Hay varias menciones a los pueblos del mar, o a algunos de ellos, en los relatos de las campañas de Ramsés II: en los años segundo (batalla del Delta) y quinto (batalla de Qadesh) de su reinado, con toda probabilidad en la primera mitad del siglo XIII a. C.
En el segundo año, un ataque de los shardana en el delta del Nilo fue rechazado por Ramsés, que capturó a algunos de los piratas. El suceso se registra en la Estela II de Tanis, donde se habla de la continua amenaza que representan para la costa mediterránea de Egipto:
Los shardanas presos fueron posteriormente incorporados al ejército egipcio, destinados a la frontera con los hititas. Otra estela, la Estela de Asuán, menciona las operaciones del faraón en que derrotó a un cierto número de pueblos, incluidos los del Gran Verde. Si este último término significa ‘mar’, parece que ya en esta temprana época se les llamó así. En general se supone que las estelas de Tanis y Asuán se refieren al mismo suceso, en cuyo caso se refuerzan mutuamente.
La batalla de Qadesh fue el resultado de una campaña contra los sirios y sus aliados en el Levante mediterráneo en el quinto año de reinado de Ramsés. El faraón dividió sus fuerzas, sufrió una emboscada y escapó a duras penas perdiendo la fortaleza de Qadesh a manos de los hititas. Se redactó un sucinto Boletín de guerra con la descripción oficial y un poema, el Poema de Pentaur, de tipo laudatorio. Varias copias de ambos se han conservado en el Ramesseum, y en los templos de Luxor, Abydos, Karnak y Abu Simbel, así como en el papiro Sallier III.
El poema habla en un momento de los Shardana tomados como prisioneros al servicio de Egipto. Consigna que no habían sido enviados a la frontera hitita para desempeñar funciones militares comunes y corrientes; el faraón les había dado la responsabilidad de formular un plan de batalla. Fue su idea la de dividir al ejército egipcio en cuatro columnas. No hay ningún indicio de que estuviesen colaborando de alguna manera con los hititas o de que en secreto tramasen la ruina de los egipcios, y si Ramsés lo creyó así en algún momento, no dejó constancia de ello en ningún registro.
El poema contiene una lista de los pueblos que acudieron a Qadesh como aliados de los hititas. Entre ellos aparecen algunos de los pueblos del mar que figuran en las inscripciones egipcias antes mencionadas, y muchos de los de pueblos que participaron posteriormente de las grandes migraciones del siglo XII a. C.
El principal acontecimiento del reinado del faraón Merenptah fue la lucha que mantuvo durante los años 5 y 6 de su reinado contra una confederación de los Nueve Arcos en la zona occidental del Delta. Los saqueos de esta confederación habían sido tan graves que la región fue «abandonada como lugar de pastoreo para el ganado, quedó tan desolada como en tiempos de los antepasados».
El faraón relata la guerra en cuatro inscripciones: la Gran inscripción de Karnak, donde relata la batalla, el obelisco de El Cairo y la Estela de Atribis, versiones reducidas de la primera, y en una estela encontrada en Tebas, la Estela de Merenptah, donde se describe la paz resultante de la victoria.
Entre los Nueve Arcos, nombre dado a los enemigos extranjeros, en la Gran Inscripción se mencionan varios de los pueblos del mar:
Merenptah afirma que derrotó a los invasores en solo seis horas, matando a 6000 soldados y tomando 9000 prisioneros. Para asegurarse de la cantidad, dio orden de cortar los penes de los enemigos muertos no circuncidados y las manos de todos los circuncidados, que concretamente eran los ekwesh.
En la Estela de Merenptah menciona entre los combatientes a los libios y meshuesh, y, en el relato de una campaña en Canaán al año siguiente, a pueblos procedentes del Mediterráneo oriental, incluyendo jetas (hititas), sirios, y, por primera vez en la historia, a los ysriar (israelitas).
Algunos pueblos del mar aparecen mencionados en cuatro cartas encontradas en Ugarit, de las cuales las tres últimas parecen haber sido escritas poco antes de la destrucción de la ciudad, que tuvo lugar alrededor del 1175 a. C. Las cartas datan por lo tanto de los períodos más tempranos del siglo XII a. C. El último rey de Ugarit, quien toma la palabra en parte de ellas, era de nombre Ammurapi (o Hammurabi), y de acuerdo con lo que se desprende de su correspondencia, era un hombre significativamente joven.
La primera carta (RS 34.129) fue enviada por el gran rey de los hititas, Suppiluliuma II, al prefecto de la ciudad. Le comenta que había ordenado al rey de Ugarit, Ammurapi, que le enviara a un tal Ibnadushu para ser interrogado, pero que no había recibido respuesta del monarca. Solicita que el prefecto le envíe, y le asegura que le hará regresar.
Ibnadushu había sido secuestrado y era de «un pueblo de Shikala» (probablemente era un shekelesh) que «vivían en los buques».
Las tres últimas cartas (RS L 1, RS RS 20.18 y 20.238) son posteriores, y pertenecían al archivo del escriba Rap'anu. Son una respuesta de Eshuwara, el gran supervisor de Alasiya, a Ammurapi sobre el informe de éste de que se había avistado una flota enemiga de 20 barcos.
Eshuwara preguntaba sobre la ubicación de las fuerzas Ammurapi y de la flota enemiga.
Por desgracia para ambos, Ugarit y Alasiya, ninguno pudo defenderse y fueron destruidos. Se ha encontrado una carta de Amurapi (RS 18,147) al rey de Alasiya, respuesta a una llamada de asistencia de este último, en la que describe la desesperada situación de Ugarit:Ammurapi a su vez, hizo un llamamiento solicitando ayuda de Carchemish, un estado que sobrevivió al ataque de los Pueblos de Mar, pero su virrey solo podía ofrecer algunas palabras de consejo:
Ramsés III se vio obligado a hacer frente a una ola de invasiones de los pueblos del mar, entre ellas la mejor documentada es la del año 8 de su reinado. El faraón registró todas sus batallas en su templo funerario de Medinet Habu, la principal fuente sobre los pueblos del mar:
En ellos se explica que hubo cuatro campañas realizadas por Ramsés III contra diversos pueblos:
El llamado papiro Harris I también describe parte de los acontecimientos narrados en Medinet Habu, aunque cambia el nombre de uno de los pueblos mencionados en el ataque del año 8. El papiro recoge un informe al faraón sobre la muerte del rey de Dnjn «en sus islas». Esto parece indicar que la victoria no fue total y que parte de los vencidos se asentaron en tierras egipcias. El papiro menciona a los shardanas (šrdn), pero la mayoría de comentaristas opina que es una confusión del escriba con los shekelesh (šklš), ya que está bien documentado que los primeros eran aliados y miembros de ejército de los egipcios desde el reinado de Ramsés II, al lado de quien lucharon en la batalla de Qadesh.
Hay una serie de hipótesis sobre la identidad y los motivos de los pueblos del mar en los documentos encontrados. No son necesariamente contradictorias o alternativas, algunas o todas pueden ser ciertas en todo o en parte.
Esta hipótesis basada en los ciclos climáticos sostiene que alrededor del segundo milenio antes de Cristo ocurrió una gran catástrofe climática cuando se derritieron los glaciales a consecuencia de un aumento muy repentino en la temperatura por la inclinación del ángulo de rotación de la tierra sobre su propio eje alrededor del sol. Este acontecimiento climático tuvo gran consecuencia en el Mediterráneo, en donde ocurrió un repentino aumento del mar y grandes tsunamis que inundaron las costas del mediterráneo trayendo el Colapso de la Edad del Bronce Final y el desplazamiento por el Mediterráneo de pueblos en búsqueda de nuevas tierras para habitar. Esta teoría esta sustentada en acontecimientos como la inundación de la ciudad de Pavlopetri, que es una ruina arqueológica sumergida bajo el agua situada en el extremo sudoriental del Peloponeso. Las ruinas de Pavlopetri datan de la época micénica y fueron descubiertas por un equipo de arqueólogos de la Universidad de Cambridge. Existen además otras hipótesis históricas como el gran diluvio universal y la Atlántida. Este acontecimiento climático hubiera dado el nacimiento de los pueblos del mar y la edad oscura.
Las evidencias arqueológicas encontradas en la llanura costera del sur de Israel, en lo que vendría a ser la Filistea antigua, indican una interrupción de la cultura cananea que existía a finales de la Edad de Bronce y su renovación por la integración con una cultura de origen extranjero (principalmente del Egeo). Esto incluye cambios en la alfarería, que al principio siguió el estilo micénico HR III C y poco a poco se transformó en una cerámica únicamente filistea. Según Mazar:
Sandars, sin embargo, no tiene la misma opinión:
Objetos de la cultura filistea se han encontrado en varios lugares, en particular en las excavaciones de las cinco principales ciudades de los filisteos: la Pentápolis filistea formada por Gaza, Ascalón, Asdod, Gat y Ecrón. Sherratt, Drews y otros han cuestionado la teoría de que la filistea sea una cultura inmigrante, afirmando que se debe al desarrollo in situ de la cultura cananea, pero otros abogan por la hipótesis contraria, como Dothan y Barako. En el siglo X a. C., la estatuilla de Padiiset todavía menciona a los filisteos como diferentes del resto de cananeos.
Dos de los pueblos que se asentaron en el Levante mediterráneo tienen tradiciones que pueden relacionarlos con Creta: los tjeker (cretenses) y la peleset (o filisteos). Los tjeker pudiera ser que abandonasen Creta para instalarse en Anatolia y luego haber continuado hasta Dor. Según el Antiguo Testamento, el Dios de los israelitas sacó a los filisteos de Caphtor. Está aceptado generalmente que se refiere a Creta, aunque hay teorías minoritarias alternativas. En aquella época, Creta estaba poblada por gentes de distintas lenguas, entre las que se encontraba el griego micénico y el idioma minoico. Se ha apuntado, sin demostrarlo hasta la fecha, que tjeker y peleset hablaban y escribían minoico.
La identificación de los denyen y los ekwesh con los aqueos son cuestiones muy discutidas entre los historiadores especializados en la Edad del Bronce, ya estudien fuentes hititas, griegas o bíblicas, especialmente si «vivían en las islas». Michael Wood da un buen resumen de la cuestión sobre el hipotético papel de los griegos (que ya han sido propuestos anteriormente como idénticos a los filisteos):
Wood también incluye a los shardanas y shekelesh, señalando que «hubo migraciones de los pueblos de habla griega en el mismo lugar [Cerdeña y Sicilia] y en el mismo momento». Es cauteloso al señalar que los griegos solo eran uno de los pueblos, y que su número era relativamente pequeño. Sin embargo su principal hipótesis es que la guerra de Troya se libró contra Troya VI y Troya VIIa, las candidatas de Carl Blegen, y que fue saqueada por pueblos del mar griegos. Sugiere que Ulises representa a los cretenses nómadas que volvían a su hogar tras la guerra, que habían luchado en Egipto y que fueron obligados a servir allí al ser capturados. Recuerda «la campaña del año 8 de Ramsés III», que se ha descrito anteriormente. Señala también que los lugares destruidos en Chipre en esa época (como Kition) fueron reconstruidos por una nueva población de lengua griega y no minoica.
La posibilidad de que los teresh estuviesen relacionados tanto con los tirrenos, como con la cultura etrusca, como con los taruisas, nombre hitita que posiblemente se refiera a Troya, fue sugerida por los estudiosos hace tiempo. El poeta romano Virgilio apuntala esta opinión cuando describe a Eneas huyendo de Troya para llegar al Lacio y fundar un linaje del que nació Rómulo, primer rey de Roma. Teniendo en cuenta las conexiones de Anatolia con otros pueblos del mar, como tjeker y lukka, Eberhard Zangger comenta:
Otra hipótesis parte de la guerra de Troya. Según esta teoría, los aqueos ganaron la guerra contra su rival económico, pero su fuerza quedó mermada y, mientras las poblaciones de la esfera de influencia troyana de la Anatolia occidental y la Paflagonia empezaron a migrar, ellos sucumbieron a nuevas oleadas migratorias provenientes del norte.
Esta teoría sugiere que los pueblos del mar fueron las poblaciones de las ciudades-estado pertenecientes a la civilización micénica, que se destruyeron unas a otras en una desastrosa serie de conflictos que duraron varios años. No hubo invasores externos y con solo unas pocas incursiones fuera de la parte de habla griega del Egeo.
La evidencia arqueológica indica que muchas de las ciudades griegas fortificadas fueron destruidas en el siglo XIII a. C., destrucciones que en el siglo XX se pensó que era simultáneas y se atribuyeron a la invasión dórica, teoría defendida por Carl Blegen de la Universidad de Cincinnati. A su juicio, Pilos fue incendiada durante un ataque anfibio realizado por guerreros del norte, los dorios.
Más tarde se llegó a la conclusión de que las destrucciones no fueron simultáneas, ya que todas las pruebas sobre los dorios procedían de épocas posteriores. John Chadwick afirmó que, como los pilios se habían replegado al noreste, el ataque tuvo que haber llegado desde el suroeste, desde el mar, y en su opinión los candidatos más probables son los pueblos del mar. Afirma que procedían de Anatolia y, aunque duda de que los micenos se llamasen a sí mismos aqueos, especula que «(...) es muy tentador conectarlos», aunque no asigna una identidad griega a todos los pueblos del mar.
Teniendo en cuenta las enemistades entre las grandes familias de las ciudades-estado micénicas, la hipótesis de que los micenos se destruyeron entre ellos tiene una larga historia,Tucídides, quien teoriza:
y encuentra apoyo en historiador griegoLa conexión entre estos saqueadores y la caída de Micenas, y más ampliamente con los pueblos del mar, es un resultado lógico. Aunque algunos defensores de las hipótesis de que sean filisteos o emigrantes griegos identifican a todos los pueblos del mar como de etnia griega, Chadwick (que descifró, junto a Michael Ventris, el Lineal B) adopta la opinión de múltiples etnias.
Las teorías de las posibles conexiones entre los shirdana con Cerdeña, shekelesh con Sicilia y teresh con los tirrenios, aunque antiguas, se basan solo en las similitudes etimológicas.
La arquitectura sarda producida durante la cultura nuráguica fue la más avanzada de las existentes en el Mediterráneo occidental durante la época de los pueblos del mar, incluidas las de las regiones de la Magna Grecia, aunque de los 8000 nuragas existentes, solo unos pocos han sido excavados de forma científica.
Los sículos son conocidos por una serie de lugares, incluyendo Sicilia, con cuyo nombre se los relaciona. El nombre del mar Tirreno da cierta credibilidad a la teoría de los teresh/tirrenios antes mencionada.
No hay evidencias que demuestren asentamientos en Italia de estos pueblos del mar. Es más, el nombre que se daban a sí mismos los etruscos, rasna, no les relaciona con tirreno. Las afirmaciones en varios artículos y libros sobre si los shardanas tuvieron su origen en Sardes no se han basado en pruebas. La civilización etrusca se ha estudiado, su lengua ha sido descifrada en parte, y algunas inscripciones en ella se han encontrado en el mar Egeo, pero podrían haber sido hechas por marineros o comerciantes. La civilización etrusca difícilmente puede ser explicada por la existencia de unos pocos buques teresh.
La arqueología solo puede afirmar con certeza que el uso de la cerámica micénica se generalizó en todo el Mediterráneo, y que su introducción en varios lugares, incluida Cerdeña, a menudo se asocia con un cambio cultural, sea violento o gradual. Estas circunstancias parecen ser suficiente para algunos teóricos, que especulan que shardanas y shekelesh debían su nombre a Cerdeña y Sicilia, «tal vez no operaban desde esas islas, sino que se movían por ellas».
Una reciente prueba genética indica que las poblaciones de esas regiones están más relacionadas con gentes de Anatolia que de cualquier otro lugar, pero esta evidencia no puede relacionarse con un período histórico específico.Un famoso pasaje de Heródoto muestra la deambulación y la migración de lidios de Anatolia a causa de la hambruna:
Remitirse a la Estela de Merenptah, que menciona los envíos de grano al Imperio hitita para aliviar el hambre, es inevitable, y muchos los han hecho proponiendo una coalición entre los migrantes de Anatolia y las islas que buscaban alivio a la escasez. La tablilla RS 18,38 de Ugarit también menciona el envío de grano a los hititas, lo que sugiere un largo período de hambre, posiblemente debido, según la teoría, a la sequía. Barry Weiss, utilizando el índice de sequía de Palmer de 35 estaciones meteorológicas de Grecia, Turquía y Oriente Medio, demostró que la sequía que persiste desde enero de 1972 ha afectado a los mismos sitios asociados con el colapso de la Edad de Bronce tardía. La sequía podría haber precipitado o acelerado los problemas socioeconómicos y originado las guerras. Más recientemente, Brian Fagan ha demostrado cómo las tormentas de mediados de invierno desde el Atlántico se desviaron hacia el norte de los Pirineos y los Alpes, con lo que las condiciones más húmedas quedaron para Europa central, mientras que la sequía se instauró en el Mediterráneo oriental.
Algunos historiadores creen que la oleada de destrucción y retroceso que causaron los pueblos del mar fue provocada por el efecto alud por el que unos pueblos son atacados por otros y pierden sus posesiones, sus casas y sus cosechas, y no tienen más remedio que emigrar a otros lugares en busca de sustento, que pueden conseguir arrebatándoselo a otras poblaciones y convirtiéndose en saqueadores. Además, la política de tierra quemada (las evidencias arqueológicas indican masivas y generalizadas destrucciones de ciudades por el fuego), no permite a los primeros quedarse en las tierras recién ocupadas, ya que tardarían demasiado tiempo en volver a dar cosechas suficientes para todos, por lo que continúan atacando nuevas poblaciones. De este modo, el primer grupo se une al segundo, y así sucesivamente, convirtiéndose finalmente en una oleada humana difícil de detener.
Trevor Bryce observa que «Cabe destacar que las invasiones no se limitan a las operaciones militares, sino que participan de los movimientos de grandes poblaciones, por tierra y por mar, en busca de nuevas tierras para asentarse.»
Esta situación está confirmada en el templo de Medinet Habu: en los grabados, los guerreros peleset y tjekker que lucharon contra Ramsés III están acompañados por mujeres y niños, cargados en carretas de bueyes.
Un origen ajeno al Egeo es el propuesto por Michael Grant:
M. I. Finley asocia este amplio movimiento, más que con un pueblo o una cultura, con un suceso perturbante:
Aunque hubo diferentes momentos en el Danubio, no ocurrió lo mismo en el mar Egeo:
Finley data en el 1200 a. C. la invasión doria, los ataques de los pueblos del mar, la formación de los reinos filisteos en el Levante y la caída del imperio hitita, cuando en realidad estos sucesos ocurrieron en un periodo de unos cientos de años.
La evidencia arqueológica se trata de la misma manera. Robert Drews presenta un mapa que muestra la destrucción de 47 ciudades fortificadas, que denomina Grandes sitios destruidos en la Catástrofe, que se concentran en el Levante, con algunas en Grecia y Anatolia.
Las cuestiones sobre fechas y agentes de la destrucción siguen sin ser explicadas, con lo que la relación no puede ser postulada más allá del nivel de la pura especulación.Los invasores que se asentaron en esos lugares parece que no hicieron ningún esfuerzo por retener la riqueza de las ciudades, construyeron nuevos asentamientos en el lugar con materiales más sencillos y sus restos muestran un nivel cultural y económico menor que el de la ciudad asolada. Por ejemplo, no se apropiaron del palacio y los comercios de Pilos, sino que los arrasaron y los sucesores (quienes fuesen) que se instalaron sobre las ruinas solo han legado productos de cerámica y algunos objetos, lo que muestra una discontinuidad cultural.
Si todas las discontinuidades fueron lo suficientemente contemporáneas para justificar la teoría de las grandes oleadas invasoras es otra cuestión, y de la identidad étnica de los pueblos del Danubio son escasos los registros.
No todas las razones de sus avances se debieron únicamente al peso del número, otras posibles causas del éxito de esta expansión y destrucción pueden ser:
Algunos pueblos, como los Peleset o filisteos, dominaban la fundición del hierro, el cual les permitía forjar espadas y lanzas capaces de partir las armas y perforar las corazas de bronce enemigas con relativa facilidad.
Otros pueblos de procedencia no bien conocida disponían de una técnica para fabricar espadas largas y esbeltas, reforzadas en la empuñadura. Esta nueva arma, hecha de bronce, resultaba una de las más eficaces de su época, por ser apta para propinar golpes de punta y de filo sin romperse, lo que proporcionaba una ventaja clara en el combate, ventaja que quedaría demostrada con la progresiva incorporación a los ejércitos posteriores, ya forjada en hierro en lugar de bronce.
Historiadores como R. Drews sostienen que este nuevo tipo de espada fue la causa de los cambios en las estrategias militares que terminaron con los imperios hitita y egipcio. Afirmación esta que se considera exagerada por otros historiadores, como Fernando Quesada Sanz.
No es infrecuente encontrar autores que califican a este periodo como «uno de los más desoladores que se tiene noticia, o el que más, por la cantidad de pueblos y culturas que destruyó».Hatti, ya atravesaban una grave crisis en todos sus ámbitos.
Otros autores se encuentran en una posición intermedia: efectivamente, fue un período destructivo, pero se agravó por la inestabilidad de todo el Mediterráneo en general. Empero, de estas invasiones surgieron modelos culturales nuevos, y algunos de los que sucumbieron florecieron algún tiempo después con más fuerza si cabe, caso de Grecia. Los que desaparecieron definitivamente, como el Imperio deUno de los principales casos de destrucción la vivió Grecia, tanto en su civilización como en su cultura. Los pueblos helenos fueron asolados y, entre las principales acrópolis, solo la de Atenas no fue destruida. La cultura micénica se perdió casi por completo, la escritura se olvidó mayoritariamente, los ajuares funerarios de la época inmediatamente posterior sorprenden por su simplicidad y escasez, lo mismo que las decoraciones cerámicas o la propia arquitectura. Pero no está claro que todo haya sido debido a los pueblos del mar, dado que en las islas, en los espacios más vulnerables para actuaciones piratas, no se ha encontrado ninguna evidencia arqueológica que pueda constatar la acción de estos pueblos. De otro lado, la máxima destrucción se comprueba en la Grecia central, y resulta extraño que los pueblos del mar dejasen de lado las islas griegas y se dirigieran únicamente al centro continental. De ser así, los pueblos griegos de la época habrían estado alarmados y preparados para ofrecer resistencia, ya esas noticias habrían llegado a través de mensajeros a los centros aliados.
Para explicar el colapso griego existen diversas teorías, desde las que afirman que fue producto de la acción de la naturaleza, huracanes, movimientos sísmicos, etc., hasta las que indican que se debió a permanentes revueltas en toda Grecia. Este tema sigue siendo hoy día muy debatido, y las últimas teorías apuntan a que se dio una cadena de factores que propiciaron la caída de la Grecia micénica.
Al mismo tiempo, toda Asia Menor fue arrasada: Ugarit, Tarso, Hattusa sucumbieron a los recién llegados. Las excavaciones arqueológicas han encontrado un estrato de cenizas en todas esas ciudades datadas en la misma época, indicando que fueron destruidas por el fuego.
Los hititas, movilizaron gran cantidad de tropas para contener la invasión, dejando otras zonas desguarnecidas que fueron atacadas y arrasadas, lo que causó la destrucción total de este imperio. Según dejó registrado Ramsés III en Medinet Habu:
Egipto tuvo que abandonar todas sus posesiones en Asia para poder defenderse, posesiones que no volvió a recuperar. Además, Ramsés III tuvo que movilizar a todos los hombres disponibles, hecho insólito en la historia egipcia.
Algunos estados, como Sidón y Biblos, lograron sobrevivir a las invasiones ilesos. A pesar del pesimismo de Ramsés III, Carchemish también se salvó del ataque: Kuzi-Tešub, que gobernaba en nombre de Suppiluliuma I, se declaró Gran Rey y fundó un pequeño imperio entre «el Sudeste de Asia Menor, el norte de Siria... [a] la curva oeste del Éufrates», que se mantuvo entre los años 1175 y 990 a. C.
Varias son las razones alegadas por las cuales aquella marea de destrucción se detuvo:
Los pueblos del mar citados, y sus hipotéticos orígenes, son los siguientes:
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