El Rímac fue el segundo buque de guerra a vapor de un país sudamericano y sirvió en la Marina de Guerra del Perú.
En 1844, cuando la escuadra inglesa del Pacífico capturó a los buques de la Marina de Guerra del Perú, el Presidente Ramón Castilla decidió la compra de varios buques de guerra para que el Perú tenga la mayor fuerza naval del Pacífico y evitar las injerencias externas en asuntos internos. Se compraron la fragata Mercedes y los bergantines Guisse y Gamarra, pero también se envío dos comisiones navales, a Gran Bretaña y a Estados Unidos, para comprar un buque de guerra a vapor. También influyó los rumores de compra de buques a vapor por Chile y la amenaza de una guerra con Bolivia. Ya en 1822, había llegado a Sudamérica el Rising Star, un vapor ordenado a pedido del almirante Thomas Cochrane para la Armada de Chile, de tal manera que el Perú tendría el segundo vapor de guerra de Latinoamérica.
En Estados Unidos se concretó la compra de un transporte a vapor de guerra.
Era una buque de casco de madera, clavado y forrado en cobre. Tenía aparejo de bergantín y estaba propulsado por dos ruedas de paletas laterales. Las cajas de las ruedas estaban decoradas por dos soles, uno en cada rueda, simbolizando al Inti. En la popa estaba el escudo nacional cubierto de oro.
Su contrato fue firmado por Joaquín José de Osma, Ministro Plenipotenciario de Perú en Estados Unidos. Su construcción estuvo supervisada por el capitán de fragata Domingo Valle Riestra, que fue su primer comandante y el que lo condujo al Callao.
La artillería fue mandada a fabricar en Gran Bretaña por la comisión naval que ahí estaba. La disposición de la artillería era muy inusual para la época, pues colocaba los cañones más pesados a proa y popa y no a los costados, además que tenían cureña giratoria. En los costados estaban los cañones de a 24 libras.
A pesar de que en aquellos años la conveniencia del accionamiento por hélice se había demostrado, no se puede reprochar la decisión tomada en 1846 para que el Rímac fuera impulsado por ruedas de paletas por los rápidos avances técnicos que se producían entonces. No tuvo ocasión alguna de participar en acción bélica, en la que, evidentemente, podríase haber comprobado la vulnerabilidad de las grandes ruedas, lateralmente colocadas, y, por ende, la posibilidad de su inmovilidad y su total destrucción posterior.
A los dos meses de su llegada al Callao se presentó el problema de que el vapor de la caldera arrastraba agua cuando entraba al cilindro. En 1850 le fueron cambiadas sus calderas y su chimenea dos años después.
Durante la guerra civil de 1854, prestó servicio como transporte al mando del capitán de navío Pedro José Carreño. A comienzos de agosto de 1854 hacía una pulgada y media de agua por hora.
Cuando terminó la guerra civil, el Presidente Ramón Castilla removió todos los mandos navales. Así, Carreño dejó el mando del buque y lo asumió el capitán de corbeta Carlos Castro, que paradójicamente, en la guerra civil había sido echeniquista al igual que Carreño.
El Rímac zarpó del Callao el 27 de febrero de 1855 con rumbo a Islay, para desembarcar ahí a 400 pasajeros, la mayoría licenciados del ejército, muchos de los cuales iban con sus raboneas. El 1 de marzo de 1855, en circunstancias en que el Rímac se hallaba navegando hacia Islay, encalló en Punta San Juan (Marcona), perdiéndose totalmente el buque. Treinta años después, se perdió en el mismo sitio el transatlántico italiano Italia.
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