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Renacimiento en Italia



El Renacimiento italiano se inició en un período de grandes logros y cambios culturales en Italia que se extendió desde finales del siglo XIV hasta alrededor de 1600, constituyendo la transición entre el

. Los orígenes del movimiento pueden rastrearse desde inicios del siglo XIV, principalmente en la esfera literaria, aunque también se detectan ya de forma incipiente algunas de sus características fundamentales, como el mecenazgo, el intelectualismo y la curiosidad por la Cultura Clásica. No obstante, muchos aspectos de la cultura italiana permanecerán en su estado medieval y el Renacimiento no se desarrollará totalmente hasta finales de siglo.

La palabra Renacimiento (Rinascimento en italiano) tiene un significado explícito, que representa el renovado interés del período en la cultura de la antigüedad clásica, luego de lo que allí mismo se etiquetó como la "edad oscura".[1]​ Estos cambios, aunque significativos, estuvieron concentrados en las clases altas, y para la gran mayoría de la población la vida cambió poco en relación a la Edad Media.

El renacimiento italiano comenzó en la región de Toscana, con epicentro en las ciudades de Florencia y Siena. Luego tuvo un importante impacto en Roma, que fue ornamentada con algunos edificios en el estilo antiguo, y después fuertemente reconstruida por los papas del siglo XVI. La cumbre del movimiento se dio a fines del siglo XV, mientras los invasores extranjeros sumían a la región en el caos. Sin embargo, las ideas e ideales del renacimiento se difundieron por el resto de Europa, posibilitando y facilitando el Renacimiento español, el Renacimiento francés, el Renacimiento nórdico y el Renacimiento inglés.

El renacimiento italiano es bien conocido por sus logros culturales. Esto incluye creaciones literarias con escritores como Petrarca, Castiglione, y Maquiavelo, obras de arte de Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, y grandes obras de arquitectura, como la iglesia de Santa María del Fiore en Florencia y la Basílica de San Pedro en Roma.


A finales de la edad media, el centro y sur de Italia, que había sido el corazón del Imperio romano, era más pobre que el norte. Roma era una ciudad llena de ruinas, y los estados papales constituían una región pobremente administrada, con poco orden y legalidad. En parte a causa de ello, el papado se había trasladado a Aviñón, un enclave católico en Francia. Nápoles, Sicilia y Cerdeña estaban bajo dominación extranjera. Las principales rutas de comercio con oriente pasaban a través del Imperio bizantino o las tierras árabes, y desde entonces por los puertos de Venecia, Pisa y Génova. Los artículos de lujo comprados en oriente, por ejemplo especias, tintes, y sedas se importaban a estos estados italianos, para luego ser revendidas a toda Europa.

Además, las ciudades-estado del interior se beneficiaban con la rica tierra de cultivo del valle del Po. Desde Francia, Alemania y los Países Bajos, a través de rutas terrestres y fluviales, se compraban en esta región artículos como lana, trigo y metales preciosos. El comercio generalizado, extendido desde Egipto hasta la región báltica, generaba ganancias sustanciales, que permitieron inversiones significativas en minería y agricultura. De esta forma, aunque el norte de Italia no era más rico en recursos que otras regiones europeas, el nivel de desarrollo estimulado por el comercio le permitió prosperar.

Florencia se convirtió en una de las ciudades más ricas del norte italiano, debido principalmente a su producción textil de lanas, bajo la supervisión de su dominante cofradía, el "Arte della lana".[2]​ La lana era importada del norte de Europa (en el Siglo XVI desde España), y los tintes de oriente para producir textiles de alta calidad.[3]

Las rutas comerciales italianas, que cubrían el Mediterráneo y más allá, fueron también vías de importancia para la cultura y el conocimiento. En los tiempos medievales, las obras que corporizaban el conocimiento clásico de los griegos se habían difundido lentamente por Europa, a través de tratados y traducciones árabes desde Toledo y Palermo. Las Cruzadas pusieron a muchos europeos en contacto con el conocimiento clásico, preservado por los árabes, pero más importante en este aspecto fue la reconquista española del siglo XV y la traducción resultante de literatura árabe por los arabistas de la Escuela de Salamanca.

Desde Egipto y oriente, los científicos, filósofos y matemáticos del pensamiento árabe entraron al norte de Italia. Expandiendo los estudios lingüísticos del renacimiento, llegaron desde Constantinopla - después de su captura por fuerzas otomanas en 1453 - los textos griegos y los estudiosos que enseñaron a los italianos a leerlos en renovadas academias en Venecia y Florencia.

Los estudiosos humanistas buscaron manuscritos antiguos en las bibliotecas monásticas, y recuperaron a Tácito y a otros autores latinos. Con el redescubrimiento de Vitruvio, los principios arquitectónicos de la antigüedad pudieron observarse una vez más, y los artistas del renacimiento se vieron animados, en la atmósfera del humanismo, a exaltar a los antiguos, como Apeles, o a quien pudieran leer y conocer a través de los textos recuperados.

En el siglo XIII, Europa en general experimentaba una expansión económica. Las rutas comerciales de los estados italianos todos los puertos del Mediterráneo e incluso con la Liga Hanseática del Báltico y regiones boreales del continente para crear una economía europea unificada por primera vez desde el siglo III. Las ciudades-estado italianas se expandieron fuertemente, y crecieron en poder para convertirse de hecho en independientes del Sacro Imperio Romano Germánico. Durante este período, la moderna infraestructura comercial desarrolló, con asociaciones comerciales, un sistema bancario internacional, un mercado de intercambio sistematizado, seguros, y deudas estatales. Florencia se convirtió en el centro de esta industria financiera y el oro (florín) en la moneda principal del comercio internacional.

Nació una nueva clase gobernante comercial, que ganó posiciones a través de su habilidad financiera, adaptando para sus propios fines el modelo aristocrático feudal que había dominado a Europa en la edad media. Una característica de la alta edad media en el norte de Italia fue el surgimiento de comunas urbanas que evadieron el control de obispos o condes locales. En casi toda la región, la nobleza propietaria de tierras era considerablemente más pobre que los patriarcas urbanos en la economía monetaria de fines del medioevo, cuyo crecimiento inflacionario llevó a la ruina a muchos terratenientes. El incremento del comercio durante el renacimiento temprano realzó este fenómeno.

El declive del feudalismo y el fortalecimiento de las ciudades produjeron efectos íntimamente interrelacionados entre sí: Por ejemplo, la demanda de artículos de lujo generó un aumento del comercio, que a su vez produjo un mayor número de comerciantes ricos, que por lo tanto demandaban más artículos de lujo. Este cambio dio a los comerciantes casi un completo control sobre el gobierno de las ciudades-estado italianas, impulsando nuevamente el papel del comercio. Una de las consecuencias más importantes de este control fue la seguridad. Los que eran muy ricos en un estado feudal corrían el riesgo constante de perder la confianza de la monarquía que podía confiscarle sus tierras.[4]​ Así mismo, los estados del norte mantenían muchas leyes medievales que condicionaban severamente al comercio, como aquellas contra la usura, o las que prohibían comerciar con no cristianos. En las ciudades-estado de Italia estas leyes fueron anuladas o modificadas.

Durante el siglo XIV se produjeron una serie de catástrofes que causaron la recesión de la economía europea. El clima cálido del medioevo iba transformándose en una pequeña edad del hielo. Este cambio climático produjo una significativa declinación de la agricultura, llevando a repetidas hambrunas, exacerbadas por el rápido crecimiento poblacional. La Guerra de los cien años entre Inglaterra y Francia interrumpió el comercio a través del noroeste europeo, notoriamente cuando, en 1345, el rey Eduardo III de Inglaterra rechazó sus deudas, produciendo el colapso de los dos más grandes bancos de Florencia, el de los Bardi y el de los Peruzzi. En oriente, la guerra también interrumpió las rutas comerciales, cuando el Imperio otomano comenzó a expandirse por la región. Más devastadora aún fue la Peste negra, que diezmó la población de las densamente pobladas ciudades del norte de Italia entre 1347 y 1351, golpeando posteriormente en varias oportunidades. La población de Florencia, por ejemplo, cayó de 90 000 a 50 000 habitantes. Siguieron amplios desórdenes, incluyendo la revuelta de los trabajadores textiles de Florencia, los "ciompi" en 1378.

Fue durante este período de inestabilidad que vivieron las primeras figuras del renacimiento, como Dante y Petrarca, y cuando se crearon las primeras conmovedoras obras de arte renacentistas, en el primer cuarto del siglo XIV, notablemente en el realismo de Giotto. Paradójicamente, algunos de estos desastres ayudaron a establecer el renacimiento. La peste negra eliminó a un tercio de la población europea, y la nueva y más pequeña población pudo tener más riqueza, estar mejor alimentada, e -incluso - disponer de excedentes de dinero para gastar en artículos de lujo como obras artísticas o de arquitectura. Como el flagelo de la peste bubónica comenzó a declinar a principios del siglo XV, la devastada población de Europa comenzó a crecer nuevamente.

Esta nueva demanda de productos y servicios, y el reducido número de personas capaz de proveerlos, puso a la clase baja en una posición más favorable. Además, esta demanda ayudó al crecimiento de los banqueros, mercaderes, y artesanos hábiles. Los horrores de la peste negra y la aparente incapacidad de la iglesia católica para proveer alivio, contribuiría a la declinación de la influencia eclesiástica, otra de las características del renacimiento. También la quiebra de los bancos de las familias Bardi y Peruzzi abrió las puertas para el florecimiento de los Médici en Florencia.

Se ha argumentado[5]​ que el colapso económico fue una causa crucial del renacimiento. De acuerdo con este punto de vista, en un período más próspero los hombres de negocios habrían rápidamente reinvertido sus ganancias con el objeto de producir más dinero en un clima favorable para las inversiones. En cambio, en los años malos del siglo XIV, los ricos encontraban pocas posibilidades de inversiones promisorias para sus ganancias, y en consecuencia eligieron gastar más en arte y cultura.

Otra explicación popular para el renacimiento italiano es la tesis de Hans Baron,[6]​ que postula como causa del ímpetu primario del Renacimiento a la larga serie de guerras entre Florencia y Milán.[7]​ A fines del siglo XIV, Milán era una monarquía centralizada bajo el control de la familia Visconti. Gian Galeazzo Visconti, que gobernó la ciudad entre 1378 y 1402 alcanzó renombre por su habilidad para construir un imperio en el norte de Italia, y -al mismo tiempo- por su crueldad. Dirigió una larga serie de guerras con el fin de conquistar a los estados vecinos y derrotar a las varias coaliciones lideradas por Florencia, que trató en vano de detener su avance. Estos intentos culminaron en 1402 con el sitio de Florencia, que hubieran producido el colapso de la ciudad, a no ser por la súbita muerte de Gian Galeazzo y la consecuente caída de su imperio.

La tesis de Baron[8]​ sugiere que durante estas largas batallas, los líderes florentinos buscaron apoyo popular presentando la guerra como una opción entre la república libre y la monarquía despótica, entre los ideales de las repúblicas griega y romana y aquellos del imperio romano o de los reinos medievales. Para Baron, la figura más importante en proponer esta ideología fue Leonardo Bruni.

Baron arguye que este tiempo de crisis en Florencia fue el periodo en que aparecieron los principales generadores del renacimiento temprano, como Ghiberti, Donatello, Masolino, y Brunelleschi, y que todos ellos tenían asumida esta ideología republicana. Estas y otras figuras, según Baron, impulsaron luego ideas republicanas que tendrían un enorme impacto en el renacimiento.

El norte de Italia se dividió en un número de ciudades-estado guerreras, de las cuales las más poderosas eran Milán, Florencia, Pisa, Siena, Génova, Ferrara y Venecia. Por otro lado, durante el alto medioevo se dieron largas luchas de supremacía entre las fuerzas del papado y del Sacro Imperio Romano Germánico, en que cada ciudad se alineaba con una u otra facción, y aún mostraba luchas internas entre los partidarios de ambos bandos.[9]

La guerra entre las ciudades-estado fue generalizada, mientras que las invasiones extranjeras estuvieron limitadas a intentos intermitentes de los emperadores del sacro imperio. Desde este trasfondo se desarrolló la política del renacimiento. Desde el siglo XIII, a causa de que los ejércitos se componían mayormente de mercenarios, las ciudades-estado prósperas podían desplegar fuerzas considerables, a pesar de su baja población. En el curso del siglo XV, las ciudades más poderosas anexaron a sus vecinas. Florencia ocupó Pisa en 1406, Venecia invadió Padua y Verona, mientras que el Ducado de Milán anexó áreas circundantes que incluían a Pavia y Parma.

Los inicios del Renacimiento mostraron un casi constante estado bélico en mar y tierra, mientras las ciudades competían por la preeminencia. En tierra, las batallas eran libradas principalmente por mercenarios conocidos como condottieri, bandas de soldados venidos de toda Europa, pero especialmente de Alemania y de Suiza, generalmente liderados por capitanes italianos. Los mercenarios no deseaban poner excesivamente en riesgo sus vidas, y la guerra se convirtió en una interminable serie de sitios y maniobras, con ocasionales batallas de poco fragor. También interesaba a los mercenarios de ambos bandos prolongar el conflicto, a fin de permanecer bajo sueldo. Eran una constante amenaza para sus patrones, ya que ante una eventual falta de pago, muy a menudo se volvían contra su propio empleador. Resultó obvio que, si un estado dependía enteramente de sus mercenarios, estos estarían tentados a hacerse del poder, posibilidad que sucedió de hecho en varias ocasiones.

En el mar, las ciudades enviaron muchas flotas a la guerra. Los principales contricantes eran Pisa, Génova y Venecia, pero después de un largo conflicto, los genoveses lograron vencer a Pisa. Venecia demostró ser un adversario más poderoso, y a pesar de una relativa igualdad inicial, la flota genovesa fue destruida en la batalla de Chioggia, en la boca de la laguna veneciana, en 1380. A partir de allí Venecia tuvo la supremacía marítima. Como los territorios venecianos en el Egeo se fueron perdiendo uno a uno en manos de los turcos, y el mar Negro quedó cerrado para el comercio, los intereses de Venecia retornaron a "tierra firme", paralelamente al inicio del renacimiento veneciano.

Décadas de lucha terrestre hicieron emerger a Florencia y Milán como los contendientes principales, y estos dos poderes finalmente dejaron de lado sus diferencias y firmaron la Paz de Lodi en 1454, trayendo relativa calma a la región por primera vez en siglos. Esta paz se mantendría por los próximos cuarenta años, y la hegemonía de Venecia en el mar permitió también allí una paz sin precedentes por prácticamente el resto del Siglo XV.

A principios del siglo XV, aventureros y comerciantes como Niccolo dei Conti (1395–†1469), navegaron hasta sitios tan lejanos como el sudeste asiático, y regresaron trayendo conocimientos de primera mano sobre la situación mundial, presagiando los futuros viajes europeos de exploración y conquista.

A fines del siglo XIV, la familia dirigente de Florencia eran los Albizzi. Sus principales oponentes eran los Médici, primero con Juan de Médici, y luego su hijo Cosme. Los Médici controlaban el mayor banco de Europa, y un amplio rango de negocios en Florencia y otros lugares. En 1433, los Albizzi manipularon el exilio de Cosme. Al año siguiente, sin embargo, se eligió una Signoria favorable a los Médici y Cosme pudo retornar. Los Médici pasaron a ser la familia gobernante, posición que mantendrían por los siguientes tres siglos. La ciudad era una república hasta 1537, fecha que tradicionalmente marca el fin del alto renacimiento en Florencia, pero los instrumentos del gobierno republicano estaban firmemente bajo control de los Médici y sus aliados, excepto durante breves intervalos después de 1494 y 1527. Cosme y Lorenzo solo excepcionalmente tuvieron cargos oficiales, pero eran los líderes incuestionables.

Cosme de Médici fue altamente popular entre los ciudadanos, en especial por traer un período de estabilidad y prosperidad a la ciudad. Uno de sus logros más importantes fue negociar la Paz de Lodi con Francesco Sforza, dando punto final a décadas de guerra contra Milán, y estabilizando casi todo el norte de Italia. Cosme fue así mismo un importante mecenas artístico, tanto en forma directa como indirectamente por el ejemplo que daba en tal sentido.

Cosme fue sucedido por su enfermizo hijo, Pedro, quien murió luego de estar cinco años al mando de la ciudad. En 1469 las riendas del poder pasaron al nieto de Cosme, de veintiún años de edad, Lorenzo, que sería conocido como "Lorenzo el Magnífico". Fue el primero de su familia en ser educado desde edad temprana en la tradición humanística y es reconocido como uno de los más importantes mecenas del renacimiento. Bajo Lorenzo, el gobierno de los Médici se formalizó a través de la creación de un nuevo Consejo de los Setenta, que él mismo presidía. Las instituciones republicanas continuaron, pero perdieron todo su poder. Lorenzo fue menos exitoso en los negocios que sus antecesores, y el imperio comercial de la familia se fue erosionando lentamente. Continuó la alianza con Milán, pero las relaciones con el papado empeoraron, hasta que en 1478, agentes papales aliados con la familia Pazzi intentaron asesinarlo. Aunque el intento falló, resultó muerto su hermano menor Juliano, y la situación condujo a una guerra contra el papado, además de servir de justificación para centralizar aún más el poder en manos de Lorenzo.

Uno de los poemas más conocidos de Lorenzo el Magnífico, Quant'e bella giovinezza[10]​ muestra con fuerza el espíritu renacentista de resaltar y aprovechar el momento actual, en oposición a la promesa futura de una vida eterna, que la filosofía medieval, con base religiosa, promovía como forma de soslayar o soportar las penurias de esta vida.

Los ideales del renacimiento se difundieron primero desde Florencia hacia los estados vecinos de Toscana, como Siena y Lucca. La cultura toscana pronto se convirtió en el modelo de todos los estados del norte italiano, predominando en la región especialmente en lo concerniente a la literatura. En 1447 Francesco Sforza subió al poder en Milán, y transformó rápidamente la todavía ciudad medieval en un centro del arte y del conocimiento bajo la influencia de Leone Battista Alberti.

Venecia, una de las ciudades más ricas debido a su control del mar Mediterráneo, también se convirtió en un centro de la cultura del renacimiento, especialmente en el campo de la arquitectura. Las ciudades más pequeñas copiaron el modelo de mecenazgo, desarrollando sus artes características: Ferrara, Mantua bajo los Gonzaga, Urbino bajo Federico da Montefeltro. En Nápoles el renacimiento se desarrolló bajo el patronazgo de Alfonso I que conquistó enteramente la ciudad en 1443, y protegió a artistas como Francesco Laurana y Antonello da Messina, escritores como el poeta Jacopo Sannazaro, y al estudioso humanista Angelo Poliziano.

En 1378 el papado había vuelto a Roma, pero la alguna vez ciudad imperial permaneció pobre y casi totalmente en ruinas durante los primeros años el Renacimiento. La gran transformación comenzó bajo el Papa Nicolás V, elegido pontífice en 1447. Inició un dramático esfuerzo de reconstrucción que renovaría gran parte de la ciudad. El estudioso humanista Aeneas Silvius Piccolomini se convirtió en 1458 en Papa bajo el nombre de Pío II. Como el control del papado cayó bajo el control de las ricas familias del norte, como los Médicis y los Borja o Borgia, el espíritu del arte y la filosofía del renacimiento dominó la Santa Sede. El Papa Sixto IV continuó el trabajo de Nicolás V, ordenando la construcción de la Capilla Sixtina. Los papas también comenzaron a incrementar la normativa secular de los estados papales, lo que llevó a un poder centralizado a través de varios "papas guerreros".

La naturaleza del renacimiento cambió a finales del siglo XV. Sus ideales habían sido totalmente adoptados por la clase gobernante y la aristocracia. En el renacimiento temprano los artistas eran todavía vistos como artesanos con poco prestigio o reconocimiento. Al inicio del siglo XVI los principales artistas ganaron gran influencia y podían recibir gran fortuna. Se desarrolló un floreciente comercio artístico. Mientras que en el renacimiento temprano la mayoría de los principales artistas eran de clase media o baja, cada vez con más frecuencia devinieron en aristócratas.

Como movimiento cultural, el renacimiento italiano afectó sólo a una pequeña porción de la población. El norte de Italia era la región más urbanizada de Europa, pero tres cuartos de los habitantes eran campesinos. Para este sector de la población la vida se había mantenido sin cambios en relación a la Edad Media. El feudalismo clásico nunca había sido importante allí, con los campesinos mayormente trabajando en granjas privadas o como minifundistas. Algunos estudiosos ven una tendencia a la refeudalización en el renacimiento tardío cuando las élites urbanas se convierten en aristócratas de la tierra.

En las ciudades la situación era bastante distinta. Estaban dominadas por una élite comercial, que era tan excluyente como la aristocracia de cualquier reino medieval.Fue este grupo el que lideró la atención en la cultura renacentista. Bajo ellos había una gran clase de artesanos y miembros de gremios que vivían vidas confortables y tenían un poder significativo en los gobiernos republicanos. Esto estaba en agudo contraste con el resto de Europa donde los artesanos no superaban las clases bajas.

Educados y cultos, los artesanos italianos participaban en la cultura renacentista. La mayor porción de la población urbana eran los pobres constituidos mayormente por trabajadores medianamente calificados y por desempleados. Igual que con los campesinos, el renacimiento tuvo en ellos poco efecto. Los historiadores debaten cuán fácilmente podrían escalar socialmente los pobres durante el renacimiento italiano. Pueden hallarse ejemplos de individuos que surgieron de orígenes humildes, pero Burke hace notar que los dos principales estudios en esta área demostraron que el renacimiento no contribuyó a la movilidad social. La mayoría de los investigadores piensan que en las primeras etapas del renacimiento la movilidad fue bastante alta, pero se fue perdiendo en el transcurso del siglo XV. La inequidad social era significativa. Una persona de la clase alta tenía ingresos cientos de veces mayores a los de un sirviente o un trabajador. También se considera que -en algunos aspectos- esta desigualdad favoreció el desarrollo propio del renacimiento, debido a que la gran riqueza de algunos permitió el desarrollo del mecenazgo.

El renacimiento, en fin, no fue un periodo de grandes cambios sociales o económicos, sino de desarrollo cultural e ideológico. Alcanzó sólo a una pequeña fracción de la población, e incluso varios historiadores, especialmente los partidarios del materialismo histórico sostienen que el renacimiento no fue de tanta importancia en la historia humana, y utilizan en su lugar el concepto de "Europa moderna temprana"

El fin del renacimiento resulta tan impreciso como su inicio. Para muchos, la llegada al poder en Florencia del austero monje Girolamo Savonarola en 1497 marca el fin del florecimiento de la ciudad. Para otros, el retorno triunfante de los Médicis representa el comienzo de la etapa artística tardía denominada manierismo. Savonarola alcanza el poder durante un retroceso generalizado contra el secularismo y la indulgencia del renacimiento - su corto gobierno promovió que muchas obras de arte fueran destruidas en la "Hoguera de las vanidades" en el centro de Florencia. Con los Medicis de nuevo en el poder, ahora como grandes duques de Toscana, la contrarreforma en las iglesias continuó. En 1542 se fundó la Inquisición y pocos años después se creó el Index Librorum Prohibitorum, excluyendo un gran conjunto de obras literarias renacentistas.

También resultó importante el fin de la estabilidad, mediante una serie de invasiones extranjeras, conocidas como las Guerras italianas, que continuaron por varias décadas. Comenzaron en 1494 con la invasión francesa que devastó el norte de Italia y puso fin a la independencia de muchas ciudades-estado. Más dañino fue el saqueo de Roma, el 6 de mayo de 1527, a cargo de tropas alemanas y españolas, que interrumpió por dos décadas el rol del papado como el principal mecenas de arte y arquitectura del renacimiento.

Mientras el renacimiento italiano se diluía, el renacimiento nórdico adoptaba muchos de sus ideales y transformaba sus estilos.

Muchos grandes artistas italianos eligieron emigrar. El ejemplo más notable fue Leonardo da Vinci, quien se trasladó a Francia en 1516, pero equipos de artistas menores invitados a transformar el castillo de Fontainebleau, crearon la escuela del mismo nombre, que difundió el estilo del renacimiento italiano en Francia. Desde Fontainebleau los nuevos estilos, transformados por el manierismo, llevaron el renacimiento a Amberes, y de allí a todo el norte de Europa.

Esta difusión nórdica fue también representativa de una tendencia mayor. Las rutas mediterráneas dejaron de ser las principales en el comercio europeo. En 1498 Vasco da Gama alcanzó la India. A partir de ese momento la ruta primaria de artículos de oriente pasó por los puertos atlánticos de Lisboa, Sevilla, Nantes, Bristol y Londres. Tales regiones rápidamente superaron a Italia en riqueza y poder.

La revolución de la literatura italiana en el siglo XIII ayudó a establecer el escenario del renacimiento. Antes del renacimiento el lenguaje literario en Italia no era el idioma italiano. Fue a partir del siglo XIII que los autores italianos comenzaron a escribir en su lengua nativa en lugar de latín, francés o provenzal. Alrededor de 1250 se produjo un cambio importante en la poesía italiana cuando el "Dolce Stil Novo"[11]​ enfatizó el amor platónico en lugar del amor cortesano, con escritores como Guittone d'Arezzo y Guido Guinizelli. Especialmente en poesía, los principales cambios tuvieron lugar en Italia décadas antes de que se iniciara realmente el renacimiento.

Con la impresión de libros iniciada en Venecia por Aldo Manucio, comenzaron a publicarse en Italiano vernáculo un creciente número de obras, además de los textos griegos y latinos que constituyeron la corriente principal del renacimiento italiano. La fuente de estos libros se expandió más allá de teología hasta las eras pre-cristianas del Imperio romano y la antigua Grecia. No quiere decir esto que no se publicaran trabajos religiosos en este período: La divina comedia del Dante refleja una cosmovisión medieval paradigmática. La cristiandad permaneció como influencia principal para artistas y autores, con los clásicos como segunda temática.

En los inicios del renacimiento italiano, la atención principal estuvo puesta en el estudio y traducción de las obras clásicas del latín y el griego. Los escritores no se contentaron sin embargo con dormir en los laureles de los autores antiguos. Muchos intentaron integrar los métodos y estilos de los antiguos en sus propias obras. Entre los romanos más copiados estaban Cicerón, Horacio, Salustio y Virgilio. Entre los griegos, a Aristóteles, Homero y Platón, aunque en estos casos la influencia directa fue menor, ya que las obras no fueron conocidas en su idioma original hasta ya entrado el siglo XIV.

La literatura y poesía del renacimiento fue también muy influenciada por las ciencias tecnológicas y la filosofía. El humanista Francesco Petrarca, figura clave en el renovado sentido de la investigación, fue también un exitoso poeta que publicó varias importantes obras en tal género. Escribió poesía en latín, entre las que destacan la epopeya de las guerras púnicas,[12]​ y una colección de sonetos de amor titulada "Canzoniere", dedicada a su amor no correspondido, Laura.Fue el escritor de sonetos italianos más famoso, y las traducciones de su obra al inglés por parte de Thomas Wyatt, difundieron la forma literaria en Inglaterra, donde fue empleada por William Shakespeare e innumerables otros poetas.

Giovanni Boccaccio, discípulo de Petrarca, se convirtió en un reconocido escritor por sus propios méritos. Su obra principal, el Decamerón es una colección de 100 cuentos contados por 10 narradores que escaparon a los suburbios de Florencia para escapar de la peste negra durante 10 noches. Ha sido una fuente de inspiración para muchos autores renacentistas, incluyendo a Geoffrey Chaucer y William Shakespeare.

Aparte de la cristiandad, la antigüedad clásica y la erudición, una cuarta influencia sobre la literatura del renacimiento fue sin duda la política. Las obras más famosas del filósofo político Nicolás Maquiavelo fueron su "Historia de Florencia" y "El Príncipe", tan conocido en la sociedad occidental que el término "maquiavélico" es sinónimo del pragmatismo político invocado por el libro. Sin embargo, la mayoría de los expertos argumentan que Maquiavelo en realidad no compartía las tácticas expuestas a veces sarcásticamente en su libro, con lo que "maquiavélico" resulta un término inapropiado. De cualquier forma, El Príncipe, junto con varias otros libros renacentistas, permanece como una influyente obra literaria hasta nuestros días.

Uno de los roles de Petrarca fue como fundador de un nuevo método de estudio, el humanismo renacentista. El humanismo es una filosofía optimista que vé al hombre como un ser sensible y racional, con la habilidad de pensar y decidir por sí mismo. Esto significó una oposición a la visión de la Iglesia católica que presentaba al espíritu como única realidad absoluta, luego transformada en una ideología mística. El humanismo vé al hombre como inherentemente bueno por naturaleza, en contraste con la visión cristiana del pecado original que debe ser redimido. Esto provocó un fuerte debate sobre la naturaleza de la realidad y ayudó a la comprensión de la historia más allá de la historia cristiana.

Petrarca promovió el estudio de los clásicos latinos y llevaba consigo su copia de Homero aunque fuera para encontrar a alguien que le enseñara a leer griego. Un paso esencial en la educación humanística fue propuesta por estudiosos como Pico della Mirandola al buscar cantidades de manuscritos olvidados, conocidos solo por su reputación. Este esfuerzo fue sostenido en gran parte por la riqueza de los patricios italianos, príncipes mercaderes y déspotas, que invirtieron sumas sustanciales en la construcción de bibliotecas. Se puso de moda descubrir el pasado, una búsqueda apasionada que se convirtió en uno de los más altos objetivos sociales. "Voy", dijo Ciríaco de Ancona, "Voy a despertar a la muerte".

Cuando se consiguieron las obras griegas, se encontraron los manuscritos, se organizaron bibliotecas y museos, la prensa escrita estaba naciendo. Las obras de la antigüedad fueron traducidas del griego y el latín a los modernos lenguajes de toda Europa, y encontraron una clase media receptiva, que existía, como Shakespeare, "con poco latín y menos griego".

Mientras que lo relativo a la filosofía, arte y literatura se desarrolló fuertemente en el renacimiento, la época es usualmente vista como un retroceso en los temas científicos. La admiración por las fuentes clásicas consagró la visión aristotélica y ptolemaica del universo. El humanismo hizo hincapié en que la naturaleza debe ser vista como una creación espiritual no gobernada por leyes matemáticas. Al mismo tiempo los filósofos perdieron mucho de su rigor y las reglas de la lógica deductiva fueron vistas como secundarias en relación a la intuición y la emoción.

No sería hasta la difusión del renacimiento por el norte de Europa que reviviría la ciencia, con figuras como Copérnico, Francis Bacon y Descartes.

En pintura, el falso amanecer del realismo de Giotto, sus figuras tridimensionales ocupando un espacio racional, y su interés humanista en expresar la personalidad individual en lugar de los modelos góticos tardíos, fue seguido por un retroceso a las convenciones conservadoras de finales del gótico.

El renacimiento italiano en pintura comenzó en Florencia con los frescos de Masaccio, luego las pìnturas sobre panel y frescos de Piero della Francesca y Paolo Uccello.

Todos ellos comenzaron a realzar el realismo de sus trabajos utilizando nuevas técnicas de perspectiva a fin de representar más auténticamente el mundo tridimensional en dos dimensiones. Piero della Francesca escribió tratados sobre perspectiva científica. La creación de espacios creíbles permitió a los artistas mejorar la representación del cuerpo humano sobre paisajes naturales. Las figuras de Massaccio tienen una plasticidad desconocida hasta esa época. Comparadas con el aspecto llano de la pintura gótica, estas obras eran revolucionarias.

A la vuelta del siglo XVI, especialmente en el norte de Italia, los artistas también comenzaron a utilizar nuevas técnicas en la manipulación de la luz y sombra, como en los contrastes evidentes usados en varios retratos de Tiziano, y en el desarrollo del esfumado y el claroscuro por Leonardo da Vinci y Giorgione. Esta época vio también aparecer los primeros temas seculares, no religiosos.

Se ha debatido si el secularismo del Renacimiento, debido a la presencia de algunas pinturas mitológicas no ha sido exagerado por escritores de principios del Siglo XIX como Jacob Burkhardt. Uno de los principales pintores cuyas obras seculares han llegado a nuestros días es Botticelli, conocido por su profunda religiosidad (fue seguidor de Savonarola) y por su producción general plena de obras de temas religiosos.

En escultura, el estudio de Donatello sobre las obras de la antigüedad llevó al desarrollo de posiciones clásicas[13]​ y los temas desnudos. Su segunda escultura del "David" fue el primer desnudo en bronce creado en Europa desde el Imperio romano. El progreso hecho por Donatello influyó toda la producción subsiguiente.

Pero el gran genio del arte escultórico es Miguel Ángel. Es al mismo tiempo un notable arquitecto y pintor, pero se comporta, sobre todo, como escultor. Puede decirse que todo lo reduce a la escultura. Los miembros arquitectónicos por él utilizados poseen el mismo ímpetu que los colosales músculos de sus figuras.David de 1504 es también un estudio de desnudo masculino. Esta obra es más realista que la de Donatello y de mayor intensidad emocional. Ambas esculturas están en posición de contrapposto, su peso apoyado en una pierna.

La etapa conocida como alto renacimiento representa la culminación de las metas del período temprano, especialmente la acabada representación de las figuras en un espacio diagramado con movimiento creíble y en un apropiado y decoroso estilo. Los más famosos pintores de esta época son: Leonardo da Vinci, Rafael, y Miguel Ángel. Sus imágenes están entre las más conocidas obras de arte de todo el mundo. La Última cena de Leonardo, la Escuela de Atenas de Rafael o el cielorraso de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, son los ejemplos básicos de este período.

La pintura del alto renacimiento evolucionó hacia el manierismo (1520-1580) especialmente en Florencia. Los artistas manieristas, que conscientemente se rebelaron contra los principios del alto renacimiento, trataron de representar figuras enlongadas en espacios ilógicos.

Los estudiosos modernos han reconocido la capacidad del arte manierista para combinar las fuertes (y a menudo religiosas) emociones allí donde el renacimiento no logró hacerlo. Algunos de los principales artistas de este período son Pontormo, Rosso Fiorentino, Parmigianino y el alumno de Rafael, Giulio Romano.

El estilo renacentista, introducido en Italia mediante un monumento revolucionario aunque incompleto en Rímini, obra de Leone Battista Alberti, se desarrolló sin embargo en Florencia. Algunos de los edificios más antiguos que muestran caracteres renacentistas son la Iglesia de San Lorenzo en Florencia, y la Capilla Pazzi, ambas de Filippo Brunelleschi. El interior de Santo Spirito expresa un nuevo sentimiento de luz, claridad y amplitud de espacio, que es típico del renacimiento temprano en Italia. Su arquitectura refleja la filosofía del humanismo, la iluminación y claridad mental en oposición a la oscuridad y espiritualidad de la Edad Media. La revitalización de la antigüedad clásica puede ser bien ilustrada por el Palazzo Ruccelai. Aquí las pilastras siguen la superposición de órdenes clásicos, con capiteles dóricos en el piso bajo, jónicos en el piano nobile y corintios en los pisos superiores.

En Milán, Alberti anticipó el diseño en el nuevo estilo antiguo con su proyecto para la Basílica de Sant'Andrea de Mantua, que no fue iniciada hasta 1472, después de su muerte.

El alto renacimiento fue presentado en Roma en 1502 mediante el Templete de San Pedro en Montorio por Donato Bramante y su original planta central para la Basílica de San Pedro en 1506. Esta última constituyó la más notable encomienda arquitectónica de la época, influenciada por casi todos los artistas renacentistas de renombre, incluyendo a Miguel Ángel, y Giacomo della Porta. El inicio del renacimiento en 1550 estuvo marcado por el desarrollo de un nuevo orden de columnas, creación de Andrea Palladio; el estilo colosal, donde columnas de dos o más pisos de altura decoraban las fachadas.

Aunque los musicólogos típicamente agrupan la música del trecento con el último período medieval, presenta características que la similar con el renacimiento temprano de varias maneras; un énfasis creciente en el uso de fuentes, estilos y formas seculares, una difusión de la cultura fuera de la instituciones eclesiásticas hacia la nobleza, e incluso hacia la gente común, y un rápido desarrollo de técnicas enteramente nuevas.

Las formas principales fueron el madrigal del trecento, lá música "da caccia",[14]​ y la balada. En general, el estilo musical del período es a veces etiquetado como "ars nova" italiano.

Desde principios del siglo XV hasta la mitad del siglo XVI, el centro de innovación en música sacra estuvo en los Países bajos, y un flujo de compositores talentosos llegó a Italia desde aquellas regiones. Muchos de ellos cantaron en el coro papal en Roma, o en los coros de las numerosas capillas de la aristocracia en Roma, Florencia, Milán, Ferrara y en otros lugares, y trajeron su estilo polifónico, influyendo sobre muchos compositores nativos durante su estadía en Italia.

Las formas predominantes de música de iglesia durante esta época fueron las misas y los motetes. Por mucho, el compositor más famoso de música sacra en la Italia del siglo XVI fue Palestrina, el más prominente miembro de la Escuela romana. cuyo estilo polfiónico suave y emocionalmente fresco definiría el sonido de finales del siglo XVI. Otros compositores italianos de fines de siglo se concentraron en componer las formas principales de música secular del período, el madrigal, y por al menos cien años estas obras seculares para múltiples cantores fueron distribuidas por toda Europa. Algunos de los principales compositores de madrigales fueron Jacques Arcadelt, al principio del período, Cipriano de Rore a mediados de siglo, y Luca Marenzio, Philippe de Monte, Carlo Gesualdo, y Claudio Monteverdi hacia finales de esta época.

Italia fue también un centro de innovación en música instrumental. A principios del siglo XVI se valoró mucho la improvisación sobre teclados, y aparecieron numerosos compositores de música para tecladistas virtuosos. Muchos instrumentos musicales fueron inventados o perfeccionados en esta época, como el violín, cuyos primeros modelos comenzaron a usarse a mediados del siglo XVI.

A fines del siglo XVI Italia era el centro musical de Europa. Casi todas las innovaciones que definirían la transición a la Música barroca se originaron en el norte de Italia en las últimas décadas del siglo. En Venecia, el estilo policoral veneciano producido por la Escuela Veneciana (música),y su música instrumental asociada, fueron copiados hacia Alemania. En Florencia, la camerata florentina desarrolló la monodia, importante precursora de la ópera, que aparecerá por primera vez alrededor de 1600.

La vanguardia manierista de la escuela de Ferrara, que migró a Nápoles a través de la música de Carlo Gesualdo, sería el estadio final de la música vocal polifónica del renacimiento.



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