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Ruptura sino-soviética



La ruptura sino-soviética (Pinyin: [中苏交恶], en ruso, Советско-китайский раскол) es el nombre que recibió la crisis en las relaciones entre la República Popular China y la URSS que comenzó a finales de la década de 1950 y se intensificaría durante la siguiente década.

Las causas de la ruptura entre las dos grandes potencias comunistas se debió a los distintos intereses nacionales de ambos países y, sobre todo, al alejamiento sobre su interpretación del marxismo-leninismo. Mientras que el líder chino, Mao Zedong, prefería una mayor beligerancia hacia los países capitalistas (maoísmo), el Gobierno soviético orientó su política hacia una «coexistencia pacífica» con estos países, por lo que Mao y el Partido Comunista de China acusaron a la URSS de revisionismo.[1]

La ruptura provocó una fractura sin precedentes en el movimiento comunista internacional y abrió el camino al establecimiento de relaciones entre EEUU y la República Popular China. Según Lorenz M. Lüthi, la ruptura sino-soviética «fue uno de los eventos clave de la Guerra Fría, a la altura de otros acontecimientos como la construcción del Muro de Berlín, la Crisis de los Misiles o la Guerra de Vietnam».[2]

Las raíces del conflicto entre los comunistas chinos y la URSS se remontaban a la época en que Mao Zedong se había hecho con el poder en el Partido Comunista de China en la década de 1930, contrariando las preferencias soviéticas. Hasta ese momento, el PCCh había estado prácticamente tutelado por la URSS a través de la Internacional Comunista, fuertemente ligada al aparato soviético.

Mao Zedong había marcado distancias con la URSS desde antes de liderar por completo el comunismo chino, desarrollando una idea propia del leninismo basada en los campesinos más que en los obreros urbanos, en contra de la ortodoxia ideológica aplicada en la URSS, considerando que el elemento campesino en China era mucho más numeroso y significativo que el proletariado estrictamente obrero y urbano. En la lucha por el poder que tuvo lugar durante la Larga Marcha, Mao se convirtió en el líder indiscutible del Partido frente a los dirigentes de formación soviética apoyados por Moscú como eran Bo Gu y Wang Ming, logrando en la Conferencia de Zunyi que otros altos jefes del Partido Comunista de China le apoyaran en el proyecto de quitar poder a los líderes más pro-soviéticos, conocidos colectivamente como los Veintiocho bolcheviques.

A pesar de estas diferencias entre los comunistas chinos y sus camaradas soviéticos, la victoria comunista en la Guerra Civil China de 1949 había hecho necesaria la alianza entre los dos regímenes por conveniencia mutua. La República Popular China, especialmente tras la Guerra de Corea, no podía recurrir - ni tampoco buscaba - la ayuda del Occidente capitalista, y la Unión Soviética era todavía el referente internacional del movimiento comunista que, bajo la tutela de Stalin, había logrado convertirse en una de las grandes superpotencias del mundo. A su vez, el Gobierno soviético, en su papel de "vanguardia" del movimiento comunista internacional, veía la subida al poder de un Partido Comunista en el país más poblado del mundo como un paso de suma importancia en la expansión de su sistema político y su influencia global; de hecho, Stalin consideraba que la implantación de un régimen comunista en China debía ser un proceso estrechamente seguido por la URSS, para lo cual ofreció a Mao Zedong toda la cooperación posible.

Sin embargo, las diferentes visiones que ambos países tenían acerca de la colaboración mutua provocarían un conflicto creciente. Mientras que Stalin consideraba válido tratar a China como un nuevo satélite de la URSS, al estilo de los países de Europa Oriental, los nuevos dirigentes chinos deseaban un trato en condiciones de igualdad. No en vano, uno de los objetivos de la lucha comunista en China había sido liberar al país de la histórica sumisión a las potencias extranjeras. Asimismo, Mao y sus colaboradores consideraban necesario un trato igualitario al haber triunfado sin recibir ayuda sustancial de la URSS durante la Guerra Civil China, y que no debían su subsistencia a la presencia de tropas soviéticas, a diferencia de lo ocurrido con los regímenes comunistas de Europa Oriental.

La ayuda de la URSS a la República Popular China fue vista como "mezquina" e "interesada" por muchos líderes chinos, entre ellos el propio Mao, a quien ya Stalin había tratado con desdén en su primera visita a Moscú en diciembre de 1949. No obstante, sobre todo desde la muerte de Stalin en 1953, la URSS empezó a remitir ayuda financiera y económica a China a gran escala, considerando que el atraso tecnológico e industrial de China resultaba en un fértil terreno para asentar firmemente la influencia soviética en el país. Esta asistencia fue descrita por el historiador William Kirby como «la mayor transferencia de tecnología en la historia del mundo»,[3]​ pues la Unión Soviética gastó un 7% de sus ingresos nacionales entre 1954 y 1959 ayudando al desarrollo de China.[4]

La asistencia soviética a China se extendió así a las industrias, la agricultura, las fuerzas armadas, y la infraestructura, con presencia de varios miles de soviéticos enviados como asesores técnicos, administrativos, y militares a China. El estallido de la Guerra de Corea en 1950, donde China intervino militarmente en ayuda de Corea del Norte, forzó más el acercamiento entre los gobiernos de Pekín y Moscú, siendo que para dicho conflicto los chinos proporcionarían tropas y los soviéticos aportaron armamento y asesores bélicos (o directamente con personal de combate para la aviación).

La influencia soviética en China resultó más acentuada tras el fin de la Guerra de Corea en 1953, pero el régimen de Mao Zedong cuidó de silenciar todo cuestionamiento a esta situación en vista de la urgencia por contar con el apoyo y financiamiento de la URSS para la ansiada industrialización de China. Si bien el prestigio de Stalin había mantenido las formas y la necesidad de la colaboración con el único aliado natural posible del nuevo régimen comunista chino, la subida al poder de Nikita Jruschov reveló las profundas discrepancias - esencialmente ideológicas pero también geopolíticas - entre las dos potencias comunistas.

Tanto China como la URSS mantuvieron su alianza en la política internacional tras la muerte de Stalin en marzo de 1953, y en 1954 ambos países apoyaron a Vietnam del Norte en la Conferencia de Ginebra para la pacificación de Indochina.

No obstante, cuando en febrero de 1956 Nikita Jruschov emitió su célebre "Discurso secreto" condenando el régimen de Stalin y sus políticas, Mao reaccionó agriamente debido a la fuerte adhesión que éste había mostrado previamente al estalinismo. Cuando Jruschov restauró las relaciones diplomáticas con Yugoslavia (las cuales había roto Stalin en 1948), el Gobierno chino cuestionó tal decisión. Cuando Jruschov postuló la necesidad de una "coexistencia pacífica" con el Occidente capitalista, tal fórmula ofuscó a Mao, para quien la lucha del comunismo contra el capitalismo hasta el aplastamiento de este último era un principio ideológico irrenunciable.

Así, Mao empezaba a ver a su país como el nuevo referente mundial de la lucha comunista, que debía abandonar a una Unión Soviética que "traicionaba a la causa ideológica". Precisamente este creciente enfrentamiento ideológico llevaría a la URSS a cancelar su proyecto de ayuda a China en su proyecto para obtener armamento nuclear. En el año 1958 Jruschov, nada temeroso de un enfrentamiento armado de la URSS con los EEUU por la cuestión de Taiwán, rehusó apoyar las acciones militares del Ejército Popular de Liberación, las fuerzas armadas chinas, contra los archipiélagos de Matsu y Quemoy, controlados por el régimen nacionalista de Taiwán al final de la década de 1950. Nuevamente, Mao consideró esta negativa soviética como un "repliegue" de la URSS ante EEUU, por lo cual consideró que China debería contar solamente con sus propias fuerzas en caso de un conflicto bélico contra Japón y/o los estadounidenses.

En este contexto se produjo un intento de acercamiento inusual hacia la URSS por parte de Washington. Andréi Gromyko, Ministro de Asuntos Exteriores soviético entre 1957 y 1958, durante un vuelo de Alemania a Washington en el verano de 1959, tuvo según sus propias palabras una conversación con Neil H. McElroy, Secretario de Defensa de los EEUU entre 1957 y 1959. Este le expuso la posibilidad de una alianza entre los EEUU y la URSS contra China. Sin embargo, Gromyko evitó comprometerse:

En paralelo, los líderes soviéticos cuestionaban en público la eficacia del Gran Salto Adelante emprendido por Mao como un calco del plan quinquenal soviético, lo cual aumentó las tensiones entre ambos países. En 1960 los soviéticos pactaron una solución pacífica con los EEUU tras el incidente del avión espía U-2, pero Mao condenó el suceso y declaró que la reacción soviética debió ser mucho más agresiva contra los estadounidenses. Ante la severa crítica de la política soviética en la prensa china, los soviéticos ordenaron la salida de todos sus expertos técnicos y militares establecidos en China y cancelaba los proyectos de cooperación técnica en el país asiático.

Poco después, en el XXII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética celebrado en octubre de 1961, ocurrido tras la Crisis de Berlín, las delegaciones de China y la URSS se enfrentaron abiertamente en sus discursos cuando los soviéticos condenaron al régimen de Enver Hoxha en Albania, mientras la delegación china lo felicitaba por mantener la "ortodoxia estalinista". Ya en 1962, con las relaciones aún más tensas, China condenó la posición soviética durante la Crisis de los misiles en Cuba acusándolo de "pasar del aventurerismo a la capitulación" ante EEUU, mientras la URSS acusó al Gobierno chino de no prever las consecuencias de una guerra nuclear. Poco después, la URSS negaría una vez más el apoyo a la República Popular China en la breve guerra que ésta mantuvo con India en noviembre de 1962 por el control de una zona fronteriza en el extremo suroccidental del país, conocida como Aksai Chin. Con ello, la ruptura quedó completada entre China y la URSS, aunque sin llegar formalmente a la ruptura de relaciones diplomáticas.

Por su lado, Mao Zedong advirtió que el "modelo revolucionario" del Partido Comunista de China debería ser seguido por todos los grupos comunistas en el planeta y especialmente en el Tercer Mundo, negando que las experiencias de la Revolución Rusa de 1917 resultaran valiosas a nivel universal, declarando además que ante las políticas de Jruschov solo China y Albania mantenían la ortodoxia auténtica del marxismo-leninismo.

Paulatinamente el régimen de Mao apreció que los intereses soviéticos no coincidían con los chinos, siendo inevitable la ruptura. Así, la República Popular China se veía aún más aislada internacionalmente al no contar ni con el apoyo de Occidente ni con el del bloque soviético. En aquellos años, su único aliado era la pequeña República Popular de Albania, en los Balcanes, que también había roto relaciones con la URSS por parte de su líder, Enver Hoxha, y su concepción estalinista.

Otra manifestación de la ruptura se mostró en las relaciones internacionales de China y de la URSS, así como en su apoyo a movimientos comunistas del resto del mundo, que empezaron a definirse como maoístas si apoyaban las posiciones de China o como "pro-soviéticos" si mantenían su lealtad hacia la URSS. Del mismo modo, ambos países en pugna compitieron mutuamente para alcanzar mayor influencia entre los movimientos comunistas del Tercer Mundo en Asia, África, y América Latina, aunque en estas áreas la URSS logró mayores adhesiones.

Cuando Jruschov fue depuesto del poder en 1963, nuevamente Mao Zedong trató de revivir la alianza sino-soviética y envió a Zhou Enlai a Moscú y a varios países de la órbita soviética en Europa del Este con este fin. No obstante, el nuevo Gobierno soviético, dirigido por Leonid Brézhnev, mantuvo las tesis de Jruschov acerca de China y las relaciones continuaron congeladas.

Si bien ambos países apoyaron a Vietnam del Norte durante la Guerra de Vietnam, paulatinamente el régimen vietnamita buscó respaldo financiero y militar en la URSS, por lo cual desde 1972 China postuló la necesidad de una "paz negociada" aunque manteniendo la agitación interna antiestadounidense. Tras 1975, en Indochina surgieron tres gobiernos comunistas cuya afiliación ideológica resultó diversa: Vietnam (que había ganado la guerra) y Laos se mantuvieron como aliados de la URSS, mientras que Camboya (gobernada por los Jemeres Rojos) se alió con China.

Del mismo modo, China no apoyó la reacción soviética contra la Primavera de Praga de 1968 ni se pronunció contra el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 contra Salvador Allende en Chile. El Gobierno chino tampoco mostró entusiasmo alguno tras el triunfo sandinista en Nicaragua en 1979, al saberse que el nuevo régimen nicaragüense mantendría una alianza con la URSS. Por el contrario, después que Vietnam invadiera y ocupara Camboya en diciembre de 1978 y expulsara del gobierno a los Jemeres Rojos para instalar un régimen pro-vietnamita, China invadió fallidamente el extremo norte de Vietnam en una breve campaña bélica en febrero de 1979.

A estas desavenencias ideológicas se unieron otras de tipo territorial. Aunque en el "Tratado de Amistad, Alianza y Asistencia Mutua" firmado el 14 de febrero de 1950, China había aceptado reconocer la independencia de Mongolia, antiguo territorio chino, los dirigentes chinos intentarían reabrir la cuestión tras la muerte de Stalin en 1953. También se plantearon otras reivindicaciones territoriales chinas a lo largo de la frontera entre los dos países. Jrushchov rechazó categóricamente las pretensiones chinas de revisar la frontera sino-soviética.

Estas disputas territoriales alcanzarían su momento de tensión máxima en el incidente bélico de la isla de Zhenbao ("Damanski" en ruso) en el río Ussuri, donde se desarrolló una serie de combates entre marzo y septiembre de 1969 - en el apogeo de las tensiones - entre tropas chinas y soviéticas por el control del islote. Este enfrentamiento armado supondría el punto más crítico en las relaciones entre los dos países, y se llegó a temer la posibilidad de una gran guerra abierta entre las dos potencias comunistas.

Tras los combates de 1969, el primer ministro soviético Alekséi Kosygin viajó a Pekín en misión especial de su gobierno para restablecer contactos con China. Allí se entrevistó con Zhou Enlai para llegar a un acuerdo sobre los pleitos fronterizos, lo cual al menos reabrió la comunicación entre ambos países.

Durante la década de 1970, la República Popular China inició una política de acercamiento a EEUU y las potencias occidentales, entendiendo que China no tenía posibilidades de enfrentarse exitosamente en simultáneo a la URSS y a los Estados Unidos, llegando a realizarse una reunión bilateral entre Mao y el presidente estadounidense Richard Nixon en Pekín en 1972. Esto le permitió al régimen de Mao arrebatar a la República de China - el régimen establecido en Taiwán por los vencidos nacionalistas de la guerra civil - el asiento de China en las Naciones Unidas y lograr por fin el reconocimiento diplomático de la mayoría de los países occidentales que seguían reconociendo al régimen de Chiang Kai-shek en Taiwán como gobierno legítimo de toda China.

Frente a esta apertura de relaciones hacia los países occidentales, las relaciones entre China y la URSS se mantendrían frías y distantes. Tras la muerte de Mao en 1976 y tras ser apartados del poder los miembros de la ultraizquierdista Banda de los Cuatro, el nuevo régimen de Deng Xiaoping inició una serie de reformas económicas conocidas como "Reforma y Apertura". Las reformas de Deng implicaron una apertura económica de China hacia el mundo capitalista y occidental, sin que el nuevo régimen de Pekín renovase la pugna ideológica con la Unión Soviética.

Pese al nuevo alineamiento de la economía china, las relaciones con la URSS siguieron congeladas hasta finales de la década de 1980, cuando el líder soviético Mijaíl Gorbachov inició un proceso de apertura que lo llevó a visitar China en junio de 1989. Este acercamiento se produjo en un momento de grandes problemas para los dos países. La visita de Gorbachov a Pekín coincidió con las enormes protestas estudiantiles que se desarrollaban en las grandes ciudades todo el país, en particular las protestas de la Plaza de Tian'anmen.

A la crisis por la que pasaba el régimen chino se unió la crisis del sistema soviético tras las aperturas de la perestroika y la glasnost, siendo la crisis soviética finalmente mucho más grave. La "ruptura" terminó de facto al ocurrir la disolución de la Unión Soviética a finales de 1991, siendo entonces la URSS dividida en quince nuevas repúblicas independientes y adoptando todas ellas el sistema económico del capitalismo.

Desde entonces, el principal Estado sucesor de la URSS, la Federación Rusa, ha asumido un sistema económico de tipo capitalista. Actualmente, y principalmente por razones geopolíticas, Rusia ha mantenido unas relaciones mucho más cordiales con la República Popular China al desaparecer la antigua rivalidad ideológica.



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