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Sármata



Los sármatas (en latín sarmatæ o sauromatæ —la segunda forma utilizada sobre todo por los antiguos escritores griegos y la primera por los romanos—) fueron un pueblo iranio al que Heródoto (Historias 4.21-117)[1]​ ubica en el siglo V a. C. en la frontera occidental de Escitia, más allá del Tanais (actual río Don).

En el siglo III a. C. los sármatas avanzaron desde el Cáucaso invadiendo gran parte del territorio que hasta entonces ocupaban los escitas. En el siglo II a. C. se encuentra a los sármatas fuertemente instalados en las estepas que rodean al mar Negro, principalmente en territorios que en la actualidad corresponden a Ucrania y Polonia. De ahí que en geografía se nombre a las llanuras de la Europa Oriental al este de los Cárpatos con el nombre de Llanura Sarmática. Luego alcanzaron su máxima expansión hacia el siglo I a. C., cuando se extendían desde el mar Negro hasta el mar Báltico y desde el Volga hasta el Vístula y el valle medio del Danubio. Tal territorio fue llamado por los romanos Sarmatia (Sarmacia). Su final como potencia bélica se produce hacia el siglo III, cuando se extiende el «imperio» de los godos hasta Crimea y luego deben afrontar el ataque de los vándalos y los hunos.

Como pueblo iranio, los sármatas estaban relacionados con los escitas por el idioma y la mayor parte de su cultura.

Los sármatas nunca llegaron a constituir un Estado unificado, ya que se encontraban divididos en varias «tribus» o parcialidades. Algunas de ellas han persistido hasta tiempos contemporáneos y otras se han fundido con otros pueblos (los sármatas son uno de los principales linajes de los actuales eslavos). Entre las parcialidades más destacadas figuran las de los alanos, roxolanos, yázigas, y algunos creen que los rashu del noroeste del mar Caspio formaron parte de estos sármatas-eslavos al emigrar, conocidos por los romanos y judíos como ros.

La tecnología militar del pueblo sármata influenció la tecnología de sus aliados tanto como la de sus enemigos. Las cualidades guerreras de los sármatas, de sus ancestros, los saurómatas, y de sus descendientes, los alanos, han sido a menudo descritas por los autores antiguos. Polibio, Diodoro Sículo, Estrabón, Flavio Josefo, Tácito, Pausanias o Dion Casio han dejado cuadros testimoniales muy vivos de estas tribus iraníes que tenían costumbres tan exóticas para los griegos y los romanos.

Muy jerarquizados, los sármatas tuvieron varios reyes y, por lo menos, una reina: Amagê. De hecho, las mujeres tenían una elevada posición social y las guerreras de la fase antigua, que realmente existieron, han contribuido a mantener vivo el mito de las amazonas.

Inicialmente instalados entre el Don y el Ural, los primeros sármatas invadieron los territorios de los escitas. Después, vencieron a los partos y a los armenios. Desde el final del siglo I a. C., se enfrentaron a los romanos en el sur del Danubio. Durante el siglo II, después de varias confrontaciones, los romanos reclutaron a varios lanceros sármatas. Más tarde, crearon unidades de catafractos, tomando de los sármatas la armadura de escamas, la lanza larga (contus), la espada con pómulo anular y hasta su insignia: el Draco (una especie de palo tubular cuya embocadura de bronce representa la boca de un dragón).



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