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Sinfonía n.º 7 (Sibelius)



La Sinfonía n.º 7 en do mayor, Op. 105, fue la última sinfonía publicada de Jean Sibelius. Terminada en 1924, la Séptima es notable por ser una sinfonía en un movimiento, a diferencia de la forma sinfónica tradicional en cuatro movimientos. Se ha descrito como «completamente original en la forma, sutil en su manejo de los tempi, único en su tratamiento de la tonalidad y totalmente orgánicos en desarrollo» [1]​ y «el mayor logro compositivo de Sibelius».[2]

Sibelius concluyó su composición el 2 de marzo de 1924 y la obra se estrenó en Estocolmo el 24 de marzo con el nombre de Fantasia sinfonica n.º 1. El compositor, aparentemente, no tenía claro qué nombre darle a la pieza, y solo se decidió a concederle el estatus de sinfonía tras algunas deliberaciones. El 25 de febrero de 1925, su partitura fue publicada con el título «Sinfonía n.º 7 (en un movimiento)».

Sibelius llegó al concepto de una sinfonía de un único movimiento continuo después de un largo proceso de experimentación. Su Tercera Sinfonía, que data de 1907, tiene tres movimientos, el cuarto movimiento fue fusionado con el tercero. El resultado final fue lo suficientemente satisfactorio para Sibelius que empleó la misma idea en su Quinta Sinfonía, terminada en 1915. A pesar de que su primera mención de la Séptima se produjo en diciembre de 1918, la fuente de su material se remonta a alrededor de 1914, cuando estaba trabajando en la Quinta.

En 1918 Sibelius había descrito sus intenciones para esta sinfonía marcados por «la alegría de vivir y vitalidad con secciones appassionato». La sinfonía tendría tres movimientos, el último iba a ser un «rondó helénico».[3]​ Los bocetos que han sobrevivido de principios de la década de 1920 muestran que el compositor estaba trabajando en una obra de cuatro, y no tres movimientos. La tonalidad principal parece haber sido sol menor, mientras que el segundo movimiento, un adagio en do mayor, proporcionó la mayoría de temas que finalmente conforman la sinfonía.[3]​ El primer esbozo de una sinfonía de un único movimiento data de 1923, lo que sugiere que Sibelius pudo haber tomado la decisión de dejar de trabajar en una obra de varios movimientos en este momento.[3]​ Durante el verano de 1923, el compositor produjo nuevos esbozos, de los que al menos uno es posible tocarlo en su estado actual: sin embargo el final de la sinfonía aún no estaba totalmente resuelto.[3]

1923 dio paso a 1924, y Sibelius estuvo distraído de su trabajo en la sinfonía debido a una serie de eventos externos: la obtención de un gran premio en efectivo de una fundación de Helsinki, cumpleaños familiares y la composición de varias obras breves para piano.[4]​ Cuando regresó a la Séptima, según afirma el propio Sibelius, bebió grandes cantidades de whisky con tal de dar firmeza a su mano mientras trabajaba en el manuscrito.[5]

Junto con su Quinta y Sexta sinfonías, la Séptima fue el destino final para aprovechar el material de Kuutar, un poema sinfónico que nunca llegó a completar, cuyo título hace referencia a Kuutar o «Diosa de la Luna», que aparece en poema épico finlandés Kalevala. Este trabajo ayudó a dar forma a las primeras partes de la Séptima, creadas durante la composición de la Quinta y la Sexta. Uno de los temas de Kuutar, llamado Tähtölä («Donde habitan las estrellas»), se convirtió en parte de la sección introductoria del adagio de la Séptima.

Aunque la sinfonía al parecer estaba compuesta en su forma embrionaria en re mayor, finalmente alcanzó la tonalidad principal de do mayor. Hubo un tiempo en que componer en do se consideraba infructuoso, ya que «no tenía nada más que ofrecer». Pero en respuesta a la Séptima, el compositor británico Ralph Vaughan Williams dijo que solo Sibelius podría hacer que do mayor sonara totalmente fresco. Peter Franklin, en sus notas de la Séptima para el ciclo de las sinfonías de Sibelius dirigidas por Segerstam bajo el sello Chandos, califica a la dramática conclusión «la mayor celebración de do mayor habida nunca».

Sibelius vivió 33 años tras terminar la Séptima, pero fue una de las últimas obras que compuso. Completó tan solo una obra orquestal de importancia más: su poema sinfónico Tapiola. Sin embargo, a pesar de la gran evidencia de trabajo en una Octava sinfonía, se cree que Sibelius quemó todo lo que había escrito. Su Séptima sinfonía constituye su declaración final sobre la forma sinfónica.

La forma de la Séptima sinfonía es sorprendentemente original. Desde la época de Joseph Haydn, un movimiento de una sinfonía solía unificarse a través de un tempo aproximadamente constante y se le dotaba de variedad de forma temática y cromática. Sibelius adoptó este esquema en su cabeza. La Séptima sinfonía está unificada por la tonalidad de do (cada pasaje importante de la obra está escrita en do mayor o en do menor), y la variedad se alcanza por un cambio de tempo casi constante,[6]​ así como por los contrastes de modo, articulación y textura.[7]​ Sibelius había hecho algo similar en el primer movimiento de la Quinta sinfonía, que combina elementos de un primer movimiento sinfónico estándar con un rápido scherzo. Sin embargo, la Séptima contiene mucha más variedad en el curso de un movimiento.

2 flautas (ambas cambian a flautín durante el adagio central), 2 oboes, 2 clarinetes en si bemol, 2 fagotes, 4 trompas en fa, 3 trompetas en si bemol, 3 trombones, timbales y cuerdas.



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