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Tito Livio



¿Dónde nació Tito Livio?

Tito Livio nació en Patavium.


Tito Livio[a]​ (Patavium, 59 a. C.-ibídem, 17 d. C.) fue un historiador romano que escribió una monumental historia del Estado romano en ciento cuarenta y dos libros desde la llegada de Eneas a las costas del Lacio hasta la muerte de Druso el Mayor.

Nacido y muerto en Patavium, la actual Padua y entonces capital de la Venetia, se trasladó a Roma con 24 años. Se le encargó la educación del futuro emperador Claudio. Tito Livio escribió una historia de Roma, desde la fundación de la ciudad hasta la muerte de Nerón Claudio Druso en 9 a. C., Ab urbe condita libri (a veces conocida como las Décadas). La obra constaba de 142 libros, divididos en décadas o grupos de diez libros. De ellos, solo treinta y cinco han sobrevivido, los numerados del 1 al 10 y del 21 al 45.

Los libros que han llegado hasta nosotros contienen la historia de los primeros siglos de Roma, desde la fundación en el año 753 a. C. hasta 292 a. C., relatan la segunda guerra púnica y la conquista por los romanos de la Galia cisalpina, de Grecia, de Macedonia y de parte de Asia Menor.

Floro escribió un Epítome de todos sus libros, obra que ha sobrevivido y nos permite conocer cual era el plan seguido por Tito Livio y el orden en el que narraba los acontecimientos.

Se basó en Quinto Claudio Cuadrigario, Valerio Antias, Antípatro, Polibio, Catón el Viejo y Posidonio. Por lo general se adhiere a una de las fuentes, que luego completa con las otras, lo que a veces hace que se encuentren duplicados, discrepancias cronológicas e incluso inexactitudes.

En esta Historia de Roma también encontramos la primera ucronía conocida: Tito Livio imaginando el mundo si Alejandro Magno hubiera iniciado sus conquistas hacia el oeste y no hacia el este de Grecia.

El entusiasmo de Tito Livio por la República es evidente y sin embargo, la familia Julio-Claudia lo admiraba. Es célebre la relación que entabló Tito Livio con el emperador Augusto. Diversos autores han dicho que la historiografía de Livio legitimaba y daba sustento al poder imperial, lo que se demostraba en las lecturas públicas de su obra; sin embargo pueden apreciarse —en la obra de Tito Livio— críticas hacia el imperio de Augusto que refutan tal condición de legitimidad. Al parecer el historiador y el gobernante —quien era su mecenas— eran muy amigos y eso permitió que la obra del primero se plasmara tal como este lo decidiera.[2]

Tito Livio se transformó pronto en un clásico; en la Edad de Plata cosechó los elogios de Lucio Anneo Séneca, Marco Fabio Quintiliano y Plinio el Joven; Silio Itálico lo usó como fuente para su Punica y en el siglo II Floro resumió la obra de Livio en dos volúmenes. Apiano bebió de Livio en sus tratados Sobre Iberia y La guerra de Aníbal. Dion Casio y Amiano Marcelino lo imitaron. Luego su figura se difuminó un tanto a pesar de la admiración de Orosio y Casiodoro y volvió a resurgir en época carolingia gracias a Fridugio de Tours, Lupus de Ferrières y el obispo alemán Theatbert de Duurstede. Por otra parte, Thomas Becket copió un manuscrito de la tercera década durante su destierro en Francia (1164-1170) y se lo llevó a Canterbury.

Sin embargo, la verdadera eclosión de su estudio se produjo con el Humanismo italiano. Dante Alighieri lo elogió en el canto XXVIII del InfernoLivio che non erra») y a su elogio sucedieron los de Gian Francesco Poggio Bracciolini, Coluccio Salutati, Niccolò Niccoli y otros, que se lanzaron a buscar códices de su obra perdida. Destacó en esta labor Francesco Petrarca, el «verus Livi sospirator». Petrarca consiguió reunir en Italia, Aviñón y París la primera, tercera y cuarta décadas salvo el libro trigésimo segundo y el final del cuadragésimo. Gracias a él a partir del siglo XIV se multiplicaron las copias por toda Europa. Los descubrimientos de tres libros más en 1517, 1533 y 1615 junto a lo hallado por Petrarca logran el milagro de reintegrar su obra a la vía principal de la cultura occidental, según Antonio Fontán, principal de los estudiosos de su obra en España.

A partir de Petrarca su influjo se hace sentir en Maquiavelo (Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio), en el Voltaire historiador, en Montesquieu (Considérations sur les causes de la grandeur des Romains et de leur décadence), en los revolucionarios franceses, en Walter Scott y en Thomas Babington (lord Macaulay), más en concreto en su obra Lays of Ancient Rome.

En España cabe mencionar la enorme impronta que dejó en cronistas de Indias, especialmente entre los que las redactaron en latín: Pedro Mártir de Anglería y Juan Ginés de Sepúlveda. Su influjo directo se dio a través de las traducciones del canciller Pero López de Ayala (1401), la versión de fray Pedro de Vega (1520) y la de las Décadas del gran humanista protestante español Francisco de Enzinas, de 1531 pero impresa en ediciones de Estrasburgo (1552) y Colonia (1553).

Francisco Navarro y Calvo publicó la suya en dos volúmenes en 1886 y 1889, reimpresos en Madrid en 1914 y 1917 y en Buenos Aires (1944). La Editorial Gredos ha realizado asimismo varias ediciones bilingües sueltas y por fin una completa en dos volúmenes de José Antonio Villar Vidal. También Alianza Editorial la ha publicado.[3]



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